En medio de la actual revolución tecnológica, desde hace algún tiempo discutimos y construimos escenarios sobre cómo será el futuro de la producción agropecuaria.Como consenso general, podríamos decir que será necesario producir más y mejor, que crecerá la demanda de alimentos en general y especialmente saludables, con bajo impacto ambiental y accesible desde lo logístico y lo económico. También, sabemos que para atender estas demandas será necesario incrementar la adopción de nuevas tecnologías, entre ellas las digitales, que seguramente se sumarán a las herramientas actuales y serán parte del futuro del agro.Pero, ¿cómo y cuándo llegaremos al futuro?, ¿cómo será la convivencia y transición entre las tecnologías actuales y futuras? Estos y otros interrogantes plantean desafíos importantes, ya que mientras desarrollamos las innovaciones que atenderán las necesidades de los agricultores en el futuro, no podemos desatender la necesidad de continuar produciendo hoy.Histórico: prevén que en el país la siembra total rompa todas las marcasLas nuevas tecnologías digitales llegan como herramientas de mucho potencial, como también muchos insumos biológicos se presentan como alternativas o complementos prometedores a la hora de proteger el creciente potencial genético de los cultivos. No obstante, la adopción de estas innovaciones aún es relativamente baja a nivel mundial y la explotación de su potencial tecnológico por parte de los usuarios es aún menor.Existen algunos relevamientos locales sobre tecnologías digitales que nos muestran un cierto grado de adopción en la Argentina. Pero, profundizando un poco en el tema, podemos ver que existe un gran espacio por conquistar en términos del tipo de tecnología o sus funcionalidades (monitoreo, diagnóstico, predictivas, trazabilidad, eficiencias, etc.) y, especialmente, en la extracción de valor por parte de los usuarios que, en general, está distante del potencial real que estas herramientas pueden entregar.Algunos estudios recientes muestran que factores como el tamaño de la empresa, edad de los usuarios, facilidad de uso y, por supuesto, su beneficio, serían claves para incrementar la tasa de adopción, no obstante, la educación y la capacitación continúan teniendo un papel fundamental y sin ellas, será difícil extraer todo el valor que contienen los distintos dispositivos, técnicas y tecnologías.Deberemos necesariamente desaprender y volver a aprender cómo hacer agricultura, y encontrar nuestro nuevo rol en la cadena de valor, garantizando que generar más y mejores alimentos con menos impacto ambiental continúe siendo el propósito principal.Por esto, el desafío de la innovación para el agro es doblemente complejo, ya que algunas tecnologías demandan mucho tiempo para su desarrollo final y, en algunos casos, es necesario tener una mirada predictiva de más de diez años hacia el futuro, mientras que, al mismo tiempo, es imprescindible garantizar un correcto recambio tecnológico, que nos permita continuar produciendo como el mundo lo requiere.Mirando el pasado y el presente, podríamos decir que el futuro del agro es hoy, y también mañana, y que tendrá la forma que cada uno de sus actores quiera darle, ya que como leímos y escuchamos algunas veces: “La mejor forma de predecir el futuro, es crearlo”.Doctor en Ciencias Agropecuarias (UBA) y gerente senior de Investigación y Desarrollo en BASF

Fuente: La Nación

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Como cada año, CAPIF, la cámara que agrupa a los sellos discográficos de Argentina, entregó los Premios Gardel a lo mejor de la música argentina. En su 23° edición, con la conducción de Jey Mammón y Eleonora Pérez, la ceremonia reconoció a los mejores exponentes de la música nacional en distintas categorías a partir del voto de un jurado integrado por artistas, periodistas, productores, técnicos de sonido y referentes del mundo de la música.Attaque 77: cómo suena ‘Sesiones pandémicas’, el nuevo disco en vivo de la bandaPremios Gardel 2021: quienes fueron los ganadoresMejor álbum pop alternativoCalambre, Nathy PelusoMejor álbum conceptualYa no mires atrás, Luis Alberto SpinettaMejor álbum artista tropicalEs Lo Que Hay, El DipyMejor álbum instrumental – fusión – world musicSolo Piano: Reflexiones, Lito VitaleMejor álbum artista de cuartetoAprender a volar, Magui OlaveMejor álbum artista de tangoLa bella indiferencia, Mariana MazúMejor canción de dueto / colaboración“Bohemio”, Andrés Calamaro feat. Julio IglesiasMejor diseño de portadaCriptograma, Diseñadores: Valentín López López y Lisandro AristimuñoMejor álbum grupo popParanoia Pop, Bandalos ChinosMejor video clip corto“Todo esto”, de Bruno AdamovskyMejor álbum grupo tropicalDe Buenos Aires para el Mundo, Los Ángeles AzulesMejor nuevo artistaCalambre, Nathy PelusoMejor álbum grupo de rockEs así, Las PelotasIngeniería en grabaciónLa Conquista del Espacio, Gustavo Borner, Phil Levine, Justin Moshkevich, Diego OliveroMejor álbum música electrónicaReworked, Willy CrookMejor álbum de chamaméHielo Azul Tierra Roja, Chango Spasiuk & Per Einar WatleMejor álbum de rock pesado / punkCarne, tierras y sangre – PilsenProductor del añoLa Conquista del Espacio – Productores: Diego Olivero, Gustavo BornerMejor álbum infantilEl reino del revés – Elena Roger y EscalandrumMejor álbum rock alternativoUbicación en tiempo real, Barbi RecanatiMejor álbum artista de folkloreAbrazo, Luciana JuryMejor álbum de música clásicaDebussy preludios para piano, Haydeé SchvartzMejor álbum grupo de cuartetoEl mismo aire, La KongaMejor álbum / canción de música urbana / trap“Nathy Peluso: Bzrp Music Sessions, Vol. 36?, Bizarrap, Nathy PelusoMejor álbum de reggae/skaFlores y Burbujas, El Natty ComboMejor álbum de jazzColonia, Javier MalosettiMejor colaboración de música urbana / trap“Mamichula”, Trueno con Nicki Nicole feat. Bizarrap, Taiu y TatoolMejor álbum artista popMi Primer Día Triste, Zoe GotussoMejor álbum canción de autorCriptograma, Lisandro AristimuñoMejor álbum artista de rockLa Conquista del Espacio, Fito PáezÁlbum del añoLa conquista del espacio, Fito Páez

Fuente: La Nación

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TOKIO.- Un reporte de Eurasianet de los últimos días de junio destacaba varios puntos clave de la tercera ola de coronavirus en Kirguistán: los funcionarios de salud admitieron que la propagación se facilitaba por el incumplimiento de las recomendaciones sobre el uso de máscaras y el distanciamiento social, además de que las personas contagiadas no respetaban el aislamiento. La lenta campaña de vacunación tampoco ayudó. Ni la recomendación del presidente Sadyr Japarov de tomar un té a base de una raíz potencialmente letal. Un contexto que puede explicar la imagen de ayer: su delegación se mostró sin tapabocas en la ceremonia inaugural de Tokio 2020, rompiendo el estricto protocolo sanitario de los Juegos.Una imagen que dejó sin palabras a los organizadores (una día después mantienen el silencio sobre el tema), pero que levantó polémica y demasiado ruido en redes. Todos apuntando al “olvido” de usar barbijos y a las sonrisas a cara descubierta de la tiradora Kanykei Kubanychbekova y el nadador Denis Petrashov (solo un atleta kirguís utilizó máscaras). El uso de tapabocas es una de las exigencias del comité en sus manuales y protocolos que se enviaron hasta el mes pasado a deportistas, oficiales, voluntarios y periodistas. Eso sí, Kirguistán no fue el único que le escapó a las medidas: parte del equipo de Tayikistán entró igualmente sin máscara, mientras que los dos abanderados de Pakistán también optaron por no cubrirse la cara.Los “Playbook” oficiales se distribuyeron desde febrero, con diferentes actualizaciones en el protocolo. Unos manuales de juego diferenciados por actividad (atletas, oficiales o periodistas) en los que se se fueron explicando los pasos a seguir para poder participar de Tokio 2020 (desde el ingreso al país hasta el día a día). Y si alguien los pasó por alto no puede decir que no está al tanto: esos mismos manuales ahora aparecen en forma de cartelería. Se repiten las imágenes y los avisos. Y están desde los más específicos hasta los generalistas. Estos últimos se ven en cada sede que se visita: “Usar máscara, controlarse la temperatura, lavarse las manos, mantener la distancia, reportar si uno no se siente bien, y solo aplaudir en las competencias”. Hasta el momento, Tokio 2020 reportó 123 casos positivos relacionados a los Juegos Olímpicos. Del total, 71 corresponden a residentes japoneses,. Y más allá del ruido que generan las infecciones en la Villa, la mayoría de los casos corresponden a contratistas relacionados con el comité local o a personal de la organización.

Fuente: La Nación

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TOKIO.- Un reporte de Eurasianet de los últimos días de junio destacaba varios puntos clave de la tercera ola de coronavirus en Kirguistán: los funcionarios de salud admitieron que la propagación se facilitaba por el incumplimiento de las recomendaciones sobre el uso de máscaras y el distanciamiento social, además de que las personas contagiadas no respetaban el aislamiento. La lenta campaña de vacunación tampoco ayudó. Ni la recomendación del presidente Sadyr Japarov de tomar un té a base de una raíz potencialmente letal. Un contexto que puede explicar la imagen de ayer: su delegación se mostró sin tapabocas en la ceremonia inaugural de Tokio 2020, rompiendo el estricto protocolo sanitario de los Juegos.Una imagen que dejó sin palabras a los organizadores (una día después mantienen el silencio sobre el tema), pero que levantó polémica y demasiado ruido en redes. Todos apuntando al “olvido” de usar barbijos y a las sonrisas a cara descubierta de la tiradora Kanykei Kubanychbekova y el nadador Denis Petrashov (solo un atleta kirguís utilizó máscaras). El uso de tapabocas es una de las exigencias del comité en sus manuales y protocolos que se enviaron hasta el mes pasado a deportistas, oficiales, voluntarios y periodistas. Eso sí, Kirguistán no fue el único que le escapó a las medidas: parte del equipo de Tayikistán entró igualmente sin máscara, mientras que los dos abanderados de Pakistán también optaron por no cubrirse la cara.Los “Playbook” oficiales se distribuyeron desde febrero, con diferentes actualizaciones en el protocolo. Unos manuales de juego diferenciados por actividad (atletas, oficiales o periodistas) en los que se se fueron explicando los pasos a seguir para poder participar de Tokio 2020 (desde el ingreso al país hasta el día a día). Y si alguien los pasó por alto no puede decir que no está al tanto: esos mismos manuales ahora aparecen en forma de cartelería. Se repiten las imágenes y los avisos. Y están desde los más específicos hasta los generalistas. Estos últimos se ven en cada sede que se visita: “Usar máscara, controlarse la temperatura, lavarse las manos, mantener la distancia, reportar si uno no se siente bien, y solo aplaudir en las competencias”. Hasta el momento, Tokio 2020 reportó 123 casos positivos relacionados a los Juegos Olímpicos. Del total, 71 corresponden a residentes japoneses,. Y más allá del ruido que generan las infecciones en la Villa, la mayoría de los casos corresponden a contratistas relacionados con el comité local o a personal de la organización.

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Alemania es la cuarta economía del planeta y la tercera en solicitud de patentes gracias, en gran parte, a sus medianas empresas familiares (mittelstand), hiper especializadas, líderes mundiales de su sector y formadoras de mano de obra.Según el Instituto de Investigación Pyme (IfM por sus siglas en alemán) de Bonn, son compañías con menos de 500 empleados y una facturación anual menor a 50 millones de euros. En promedios, son administradas por dos personas de una misma familia, quienes controlan, como mínimo, el 50% de las acciones.Ecosistema financiero: Cómo lograr mayor inclusión y competitividad“No son las clásicas pymes de Italia o España que perduran como una firma familiar chica. Las mittelstand poseen una dirección muy profesional con el objetivo de internacionalizar su producción”, subrayó Federico Laso, socio de la empresa germana El Gauchito, importadora y distribuidora de productos argentinos a Europa.Ludwig Erhard, considerado el padre del “milagro alemán” de postguerra, fundó el IfM. Así introdujo la conceptualización de la economía social de mercado. “No solo el tamaño determina su pertenencia a este segmento sino también su mentalidad”, afirmó Federico Edelstein, profesor titular e investigador de UADE Business School.Uno de sus pilares es apuntar a nichos. Entonces en lugar de diversificarse, se centraron en una actividad para convertirse en participantes destacados de ese sector. “Se podría decir que, a lo largo de la historia de muchas pymes familiares especializarse fue necesario para sobrevivir”, resaltó Bárbara Konner, vicepresidente ejecutiva de la Cámara de Industria y Comercio Argentino- Alemana (AHK- Argentina)Campeones ocultosAlemania cuenta hoy con 1300 de las casi 3000 compañías del mundo que son conocidas como “hidden champion”. Este término fue acuñado, en la década del 90, por el profesor Hermann Simon y designa a las pymes familiares de nicho. Aunque son desconocidas para el público general; están entre las tres más exitosas de su rubro a nivel internacional.Gran parte de sus logros se debe a su inversión en innovación. Pueden desarrollar un producto de modo interno o en cooperación con instituciones académicas. Las mittelstand persisten en una idea, la pulen hasta transformarla en un éxito.Por otra parte, su renombre se asienta en la excelencia de sus productos. Esta depende, a su vez, de la idoneidad y dedicación de sus empleados. “La producción de una mittelstand es de muy alta calidad. Bajo el sello Made in Germany no suelen ser los más económicos; pero se destacan por su calidad y durabilidad. Al igual que las grandes corporaciones germanas, estas empresas aplican elevados estándares de fabricación, usan nuevas tecnologías y resaltan la importancia del cuidado del medio ambiente”, destacó Konner.Mundo pyme. Cambio y adaptación, las claves para sobrellevar las crisisCada una de esas compañías exporta, en promedio, a 16 países. Esta globalización se dio en dos etapas. La primera respondió a las limitaciones de la demanda tras la II Guerra Mundial. La segunda se debió a la ralentización del crecimiento ante la reunificación.Enfoque exportadorHoy por hoy, su mercado es el mundo. Este enfoque es apoyado por el gobierno. Incluso, fuera de su nación son embajadores de la etiqueta “Hecho en Alemania”.Ese es un punto diferenciador con las pymes argentinas. Al estar integradas en las plazas internacionales, sus pares germanas deben invertir en innovación de manera constante. “Sería interesante que las pequeñas y medianas empresas de la Argentina puedan invertir en innovación para ser más productivas y, por ende, más competitivas internacionalmente. Ofrecer bienes con valor agregado y estar integradas en cadenas productivas mundiales reduce el riesgo de exposición a la volatilidad y las limitaciones del mercado interno”, explicó la vicepresidenta ejecutiva de la AHK Argentina.Con el foco puesto en la exportación, Federico Laso dirigió varias empresas de alimentos en el país. Sin embargo, siempre encontraban trabas para llegar a las góndolas de los supermercados europeos. Las cosas cambiaron al asociarse con el comerciante alemán Ralph Brands y el argentino Sebastián Choren quien vive desde hace tres años en Alemania. Nació así la mittelstand El Gauchito, que está radicada en Vestfalia pero comercializa productos de la Argentina.“De acuerdo a mi experiencia, las pymes locales deberían contar con una mentalidad más abierta al exterior. Elaborar o fabricar lo que el mundo demanda. No pensar: ‘produzco esto y veo a quién se lo puedo vender’. De esa manera se limitan”, puntualizó Laso.Pero, las exportaciones y la innovación no son las únicas fortalezas de las medianas empresas germanas. El gerenciamiento y una mirada “largoplacista” son otros de sus baluartes que las ayudan a sobrellevar las crisis.El Instituto de Investigaciones Económicas (IfO por sus siglas en alemán) de Múnich asegura que su éxito radica en el owner management. “Más que nada se fundamenta en no maximizar los beneficios en el corto plazo sino en el largo plazo. Precisamente busca la continuidad del negocio en el tiempo”, señaló Federico Edelstein de UADE Business School.Esa visión va más allá de los fundadores o segunda generación de una compañía. Compiten por calidad y marca, no por precio. Por eso las modas influyen muy poco en su dirección. Priorizan, entonces, la estabilidad al crecimiento. Sucede lo mismo con la creación de relaciones personalizadas y duraderas con empleados, proveedores y clientes. “Algunos de estos puntos podrían adaptar las pymes argentinas. Por ejemplo, pensar el business continuity más allá de la optimización de los costos”, acentuó Edelstein.La fórmula del éxitoLos empleados de una mittelstand creen firmemente que el éxito de la compañía es el éxito de todos. De acuerdo a esta óptica, la fidelidad de los empleados apareja un alto rendimiento y una alta rentabilidad. “Existe una identificación fuerte del trabajador con las empresas y con sus valores éticos. Eso se traslada aún cuando la compañía abre una sucursal en otro país”, manifestó Bárbara Konner.Debido a esa fuerte responsabilidad social, la mittelstand es la columna vertebral del sistema de educación germana. La teoría se enseña en las escuelas y la práctica en las compañías. “De alguna manera es como que el colegio técnico se inserta en la mittelstand. A la sazón, la firma se asegura de contar con empleados amoldados a sus necesidades”, añadió el director de El Gauchito.Cabe destacar que, en Alemania, existen 300 cursos terciarias de formación dual. Sus currículas se adaptan de modo constante a las demandas del mercado. “Un mecánico automotriz precisa de conocimientos digitales. Por eso no se los llama más mecánicos sino mecatrónicos. Es una de las carreras de la Formación Profesional Técnica que ofrecemos en la cámara para jóvenes argentinos. Las compañías invierten en la formación de talentos en el sistema dual no por simple altruismo. Más bien porque permite su funcionamiento y desarrollo a lo largo del tiempo”, destacó Bárbara Konner.

Fuente: La Nación

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Alemania es la cuarta economía del planeta y la tercera en solicitud de patentes gracias, en gran parte, a sus medianas empresas familiares (mittelstand), hiper especializadas, líderes mundiales de su sector y formadoras de mano de obra.Según el Instituto de Investigación Pyme (IfM por sus siglas en alemán) de Bonn, son compañías con menos de 500 empleados y una facturación anual menor a 50 millones de euros. En promedios, son administradas por dos personas de una misma familia, quienes controlan, como mínimo, el 50% de las acciones.Ecosistema financiero: Cómo lograr mayor inclusión y competitividad“No son las clásicas pymes de Italia o España que perduran como una firma familiar chica. Las mittelstand poseen una dirección muy profesional con el objetivo de internacionalizar su producción”, subrayó Federico Laso, socio de la empresa germana El Gauchito, importadora y distribuidora de productos argentinos a Europa.Ludwig Erhard, considerado el padre del “milagro alemán” de postguerra, fundó el IfM. Así introdujo la conceptualización de la economía social de mercado. “No solo el tamaño determina su pertenencia a este segmento sino también su mentalidad”, afirmó Federico Edelstein, profesor titular e investigador de UADE Business School.Uno de sus pilares es apuntar a nichos. Entonces en lugar de diversificarse, se centraron en una actividad para convertirse en participantes destacados de ese sector. “Se podría decir que, a lo largo de la historia de muchas pymes familiares especializarse fue necesario para sobrevivir”, resaltó Bárbara Konner, vicepresidente ejecutiva de la Cámara de Industria y Comercio Argentino- Alemana (AHK- Argentina)Campeones ocultosAlemania cuenta hoy con 1300 de las casi 3000 compañías del mundo que son conocidas como “hidden champion”. Este término fue acuñado, en la década del 90, por el profesor Hermann Simon y designa a las pymes familiares de nicho. Aunque son desconocidas para el público general; están entre las tres más exitosas de su rubro a nivel internacional.Gran parte de sus logros se debe a su inversión en innovación. Pueden desarrollar un producto de modo interno o en cooperación con instituciones académicas. Las mittelstand persisten en una idea, la pulen hasta transformarla en un éxito.Por otra parte, su renombre se asienta en la excelencia de sus productos. Esta depende, a su vez, de la idoneidad y dedicación de sus empleados. “La producción de una mittelstand es de muy alta calidad. Bajo el sello Made in Germany no suelen ser los más económicos; pero se destacan por su calidad y durabilidad. Al igual que las grandes corporaciones germanas, estas empresas aplican elevados estándares de fabricación, usan nuevas tecnologías y resaltan la importancia del cuidado del medio ambiente”, destacó Konner.Mundo pyme. Cambio y adaptación, las claves para sobrellevar las crisisCada una de esas compañías exporta, en promedio, a 16 países. Esta globalización se dio en dos etapas. La primera respondió a las limitaciones de la demanda tras la II Guerra Mundial. La segunda se debió a la ralentización del crecimiento ante la reunificación.Enfoque exportadorHoy por hoy, su mercado es el mundo. Este enfoque es apoyado por el gobierno. Incluso, fuera de su nación son embajadores de la etiqueta “Hecho en Alemania”.Ese es un punto diferenciador con las pymes argentinas. Al estar integradas en las plazas internacionales, sus pares germanas deben invertir en innovación de manera constante. “Sería interesante que las pequeñas y medianas empresas de la Argentina puedan invertir en innovación para ser más productivas y, por ende, más competitivas internacionalmente. Ofrecer bienes con valor agregado y estar integradas en cadenas productivas mundiales reduce el riesgo de exposición a la volatilidad y las limitaciones del mercado interno”, explicó la vicepresidenta ejecutiva de la AHK Argentina.Con el foco puesto en la exportación, Federico Laso dirigió varias empresas de alimentos en el país. Sin embargo, siempre encontraban trabas para llegar a las góndolas de los supermercados europeos. Las cosas cambiaron al asociarse con el comerciante alemán Ralph Brands y el argentino Sebastián Choren quien vive desde hace tres años en Alemania. Nació así la mittelstand El Gauchito, que está radicada en Vestfalia pero comercializa productos de la Argentina.“De acuerdo a mi experiencia, las pymes locales deberían contar con una mentalidad más abierta al exterior. Elaborar o fabricar lo que el mundo demanda. No pensar: ‘produzco esto y veo a quién se lo puedo vender’. De esa manera se limitan”, puntualizó Laso.Pero, las exportaciones y la innovación no son las únicas fortalezas de las medianas empresas germanas. El gerenciamiento y una mirada “largoplacista” son otros de sus baluartes que las ayudan a sobrellevar las crisis.El Instituto de Investigaciones Económicas (IfO por sus siglas en alemán) de Múnich asegura que su éxito radica en el owner management. “Más que nada se fundamenta en no maximizar los beneficios en el corto plazo sino en el largo plazo. Precisamente busca la continuidad del negocio en el tiempo”, señaló Federico Edelstein de UADE Business School.Esa visión va más allá de los fundadores o segunda generación de una compañía. Compiten por calidad y marca, no por precio. Por eso las modas influyen muy poco en su dirección. Priorizan, entonces, la estabilidad al crecimiento. Sucede lo mismo con la creación de relaciones personalizadas y duraderas con empleados, proveedores y clientes. “Algunos de estos puntos podrían adaptar las pymes argentinas. Por ejemplo, pensar el business continuity más allá de la optimización de los costos”, acentuó Edelstein.La fórmula del éxitoLos empleados de una mittelstand creen firmemente que el éxito de la compañía es el éxito de todos. De acuerdo a esta óptica, la fidelidad de los empleados apareja un alto rendimiento y una alta rentabilidad. “Existe una identificación fuerte del trabajador con las empresas y con sus valores éticos. Eso se traslada aún cuando la compañía abre una sucursal en otro país”, manifestó Bárbara Konner.Debido a esa fuerte responsabilidad social, la mittelstand es la columna vertebral del sistema de educación germana. La teoría se enseña en las escuelas y la práctica en las compañías. “De alguna manera es como que el colegio técnico se inserta en la mittelstand. A la sazón, la firma se asegura de contar con empleados amoldados a sus necesidades”, añadió el director de El Gauchito.Cabe destacar que, en Alemania, existen 300 cursos terciarias de formación dual. Sus currículas se adaptan de modo constante a las demandas del mercado. “Un mecánico automotriz precisa de conocimientos digitales. Por eso no se los llama más mecánicos sino mecatrónicos. Es una de las carreras de la Formación Profesional Técnica que ofrecemos en la cámara para jóvenes argentinos. Las compañías invierten en la formación de talentos en el sistema dual no por simple altruismo. Más bien porque permite su funcionamiento y desarrollo a lo largo del tiempo”, destacó Bárbara Konner.

Fuente: La Nación

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El gran historiador irlandés afirma que hay en el pasado ejemplos de resiliencia a veces ocultos que muestran la heroica capacidad humana de consuelo, de superación, de reorganización para salir adelante“Deme unos segundos”, dice Peter Brown, mientras su esposa conecta la cámara. Entonces sí, quien para muchos es el mayor historiador vivo en lengua inglesa aparece en la pantalla. A los 85 años, es la encarnación misma de un sabio. O así imagino a los sabios, qué va. Con su espalda algo encorvada, sus pocos pelos al viento, su tono mesurado, su humildad apabullante y hasta un ligerísimo tartamudeo.Ya no da clases en la Universidad de Princeton, pero Brown sigue viviendo y estudiando allí, a metros del campus. Habla 16 idiomas y ahora estudia etíope antiguo para leer documentos antiguos que le permitan vislumbrar, de primera mano, cómo irrumpió y creció el cristianismo en el cuerno de África, para compararlo luego con su expansión y consolidación en otras regiones, como Europa. “La historia es un anhelo de conocimiento y una adopción constante de nuevas perspectivas”, explica a la nacion.A los 36 años, Brown publicó El mundo de la Antigüedad tardía, un libro que cambió para siempre la visión sobre aquellos tiempos, entre los siglos III y VIII de nuestra era, enfatizando las luces de lo que nacía por sobre las sombras de lo que moría. Una premisa que mantiene durante la pandemia. “Ahora debemos mirar no sólo como sufre una sociedad, sino también cómo se recupera”, sugiere.De sonrisa afable, su rostro se ilumina cuando este cronista le muestra qué está leyendo: el tercero de los cinco libros de Historia de la Guerra del Peloponeso, que Tucídides, padre de la historiografía científica, escribió hace casi 2500 años. Un período anterior al de su especialidad, pero que aun así Brown tomará como referencia durante la entrevista.Le muestro la obra de Tucídides como excusa o disparador, ya que el ateniense abordó la guerra y la pandemia que asoló a la Antigua Grecia durante muchos años.–¿Cuáles son las lecciones que podemos aprender del pasado sobre la pandemia?–Tucídides puede ayudarnos a responder su pregunta. Porque lo que tenemos que hacer es lo que él trató de hacer. Primero, medir su impacto. En su caso, lo hizo con descripciones horrendas sobre la vulnerabilidad de una pequeña sociedad, inconmensurablemente diferente de la nuestra en muchos sentidos, pero golpeada también por una plaga terrible. Y al igual que otros historiadores de otros períodos que presenciaron o estudiaron casos de enfermedades pandémicas, se interesó en la resiliencia de la sociedad. Así es como Tucídides dio un relato horrendo del colapso de su sociedad, aunque no analizó los resortes ocultos de su resistencia. Durante los siguientes dos mil años, no obstante, hemos aprendido a hacer preguntas más amplias, ocupándonos de la historia de civilizaciones enteras. Si a Tucídides le hubieran dicho que un incidente en Wuhan, China, impactó en todos los rincones del mundo, se habría asombrado. Estamos lidiando con horizontes cada vez más amplios y ahora debemos mirar comparativamente no solo cómo sufre una sociedad, sino también cómo se recupera. Ciertamente, como historiador de la Antigüedad tardía, me interesa bastante menos el melodrama del impacto de la peste o la perturbación climática, que buscar los manantiales más ocultos, esas áreas de resiliencia que muestran la heroica capacidad humana de superación, de consuelo, de reorganizarse. Por eso, mi mensaje siempre será leer con atención a Tucídides, tratarlo con el mayor respeto como un analista de su propio tiempo, pero recordar que su misma agudeza, su misma claridad contrasta con la complejidad de nuestros tiempos.–¿Es optimista con lo que ve por estos días?–[Sonríe] Una de las pocas cosas que he aprendido como historiador es que los historiadores son muy buenos en el diagnóstico, pero son malos para el pronóstico [risas]. Obviamente todo enfermo quiere saber cuál es su pronóstico y ahí los historiadores deben enfatizar su humildad, en el gran sentido trágico griego de que el ser humano no conoce el futuro. Por eso, siempre tengo cuidado con los pronósticos, más aún cuando muchas personas, al plantear esa pregunta, muy a menudo ya tienen ideas muy rígidas sobre lo que quieren escuchar. Me pasa lo mismo cuando me preguntan sobre cómo se relaciona la historia con el presente. Mi primera respuesta es, siempre, ¿qué presente? Mi presente, a los 80 y en Estados Unidos, no es necesariamente tu presente, a los 40 y en la Argentina. Y eso conlleva una llamada al diálogo, a aclarar lo que pensamos. ¿Creemos realmente que el presente será totalmente desestabilizado por el Covid-19, por ejemplo? ¿O creemos que hay menos partidos xenófobos en, digamos, Europa? Por eso, mi primera respuesta a tu pregunta es: ¿percibes tu propio tiempo con precisión? Creo que la agudeza de hoy tiene que distribuirse entre quienes hacen las preguntas y quienes intentan dar respuestas.El historiador irlandés Peter Brown en su casa en Princeton, New Jersey, en abril pasado (JOANA TORO/EL PAIS DE ESPAÑA/)–¿Qué deberíamos aprender de la Antigüedad tardía?–La Antigüedad tardía, como su nombre lo indica, es el mundo antiguo en sus últimos siglos, que siempre se ha visto bajo una sombra de decadencia, del miedo a la inmigración y la mezcla cultural. Pero mi intención siempre ha sido sacarla de esas sombras. Al hacerlo, ganamos un gran respeto por la continuidad humana. Hablamos de mixturas y democracia, en lugar de caída o decadencia. Eso nos permite mostrar respeto por la resiliencia humana, a menudo en circunstancias terriblemente difíciles, en las que no obstante triunfaron. En el caso de la Antigüedad tardía, me concentré por ejemplo en los filósofos de los siglos V y VI que contemplaban cómo el mundo que conocían había cambiado irrevocablemente por el surgimiento del cristianismo, al que miraban con profunda desconfianza y tristeza, pero que aun así resistieron, reafirmando que Platón seguía siendo relevante, que estaba allí como un bien perpetuo que se podría compartir entre paganos y cristianos. Y que incluso si la mayoría del mundo cristiano avanzaba en contra de los principios filosóficos, estos todavía estaban allí. Estos filósofos de la Antigüedad tardía encarnaron un mundo que se elevó por encima de las tensiones de aquel presente, dejándonos su legado.–En una entrevista reciente con El País de España, usted destacó que “retorcer la historia es aún peor que olvidarla”, y que “lo peligroso son las medias memorias que utilizan los políticos para avivar el resentimiento y los miedos”. ¿Cómo sostener ese concepto de “continuidad humana”, que recién destacó, en tiempos de la “cultura de la cancelación”?– Como Tucídides en su tiempo, nosotros también sabemos que mucha gente abusa del pasado porque quiere que no suceda. Pero no hay nada más trágico que el hombre cuando ha perdido su memoria. Por eso, el deber del historiador es como el del filósofo. Tucídides era amigo de los filósofos. Nuestro deber es simplemente decir y apoyar la verdad, siempre que sea posible, sin glorificar la cultura de cancelación como si fuera un fenómeno maravilloso, sino como algo, de hecho, profundamente perturbador. No asumir aquello que pueda resultarnos hasta vergonzoso del pasado es un rechazo a estar aquí, a ser adulto, aunque no estemos orgullosos de aquello. Es un signo de inmadurez.–¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho hace tiempo, pero que considera que no nos planteamos? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?–[Calla varios segundos] Es una pregunta sumamente pertinente. Los historiadores somos como trabajadores de una mina de carbón que deben sacar el carbón a la superficie. ¿Qué más puedo aprender? ¿Qué más hay ahí? Nosotros tenemos que hacer las preguntas sociales que nos animan a saber más, que abran nuevas puertas, que no las cierren. Debemos pensar, por tanto, en una batalla constante por expandir nuestro campo de estudio y rehuir de la creencia de que lo sabemos todo sobre un tema. Uno de los privilegios de ser historiador es que siempre estamos frente a puertas que con un ligero empujón se abren, aunque muchas veces no lo sepamos. La historia se trata de descubrimientos, de aprendizajes constantes en lenguajes metafóricamente nuevos. Aunque solemos pensar en la historia como algo sólido, como esas filas de libros detrás tuyo [señala la biblioteca detrás de este cronista], no es así. La historia es un anhelo de conocimiento y una adopción constante de nuevas perspectivas, con la mejor fidelidad posible.–Demos otro paso, entonces. ¿Qué está aprendiendo ahora?–[Sonríe] Bueno, estoy aprendiendo sobre mí mismo. Estoy escribiendo mis memorias, lo cual me devuelve al contacto con mis propias ideas, aquellas que luego se solidificaron en libros impresos. Estoy volviendo al momento en que aquellas ideas aparecieron en mi mente por primera vez, recapturando aquella emoción y aquella ignorancia absoluta, aquella necesidad de saber más, aquella sensación de dolor. Volviendo a recordar, y creo que todo erudito debería recordar, que no hay viajes fáciles, que siempre vuelves a ese primer momento en el que miras los estantes de una gran biblioteca, en mi caso de la Gran Biblioteca Pública de Oxford, y te dices: “Tengo que sacar algo de esto, algo puro”, al mismo tiempo que sientes el terror de todo académico joven… Todas las memorias son, también, el pago de viejas deudas de gratitud al pasado, a grandes libros cuyos autores no conocía y a figuras vivas a las que tuve el privilegio de conocer. Estoy recuperando aquella ignorancia primordial y desafiante, y aquel deseo de superar esa ignorancia, de poner el aliento de vida en las palabras ya dichas.–¿Cómo emprende ese camino hacia el origen de sus ideas?–[Sonríe] Como la mayoría de los profesores jubilados, estoy en una situación en la que desearía poder postularme para un tiempo sabático en medio de mi jubilación [risas]. Como esto no es posible, ¿qué hago? Aprendo etíope antiguo, es decir, el tercer lenguaje básico de la iglesia cristiana primitiva, después del siríaco y el árabe. Quiero ver el cristianismo desde un punto de vista diferente. En la actualidad enfatizamos mucho que la historia es eurocéntrica o global, lo cual es, francamente, normal. Puedo decirlo como historiador que estudia el surgimiento y expansión de la iglesia cristiana, que estudia la cristalización y expansión del pensamiento griego antiguo en todo el Medio Oriente. Pero la historia del cristianismo siempre ha estado abierta al mundo más allá del mundo griego y romano, al mundo de la gran comunidad cristiana siríaca, a una gran comunidad que adoptó el árabe de manera extremadamente rápida y muy eficaz. Debemos tomar en cuenta, también, que el cristianismo etíope fue el único de Oriente Medio por fuera de la órbita del imperio islámico, lo que nos da una forma de comparar los cristianismos bizantino y siríaco con este otro vástago extraño. Si fuera ecologista, podríamos decir que me interesa la forma en que las plantas exóticas crecen de diferentes formas. En este caso, ¿qué significó para una cultura de origen mayoritariamente siríaco y griego llegar al cuerno de África para establecerse en un reino montañoso? Estudiar esto acaso nos permita ver que el recorrido etíope no fue el mismo que el de sus vecinos cristianos y así aprender algo nuevo. Se trata de mirar hacia atrás como un viajero que emprende un largo viaje y después regresa a Europa occidental, lo que le permite ver a su vieja Europa con ojos muy diferentes.–En estos días de pandemia global, ¿qué hace usted con su tiempo libre?–Como le dije, estoy aprendiendo etíope antiguo y aproveché la “oportunidad” que me dio el Covid-19 para leer A Companion to Medieval Ethiopia and Eritrea, de Samantha Kelly, profesora de Historia en Rutgers University. Es un resumen maravilloso de erudición dinámica sobre Prester John, un pionero del cristianismo que durante mucho tiempo se dio por sentado como algo mágico, pero que ahora cobra vida como algo real, mezclando creencias animistas tradicionales cristianas y musulmanas, entre otras.–¿Hay alguna pregunta que no le hice y quiera abordar?–[Calla por unos segundos] Sin duda, uno de los desafíos del historiador de la Antigüedad tardía es que debe lidiar con una revolución religiosa como una de las fuerzas impulsoras más importantes. Tucidides, por ejemplo, dio por sentada la religión griega y, aunque vio muy bien los horrendos efectos de la guerra y de la plaga, nunca describió una revolución religiosa. Pero en la Antigüedad tardía, el gran avance fue la creación de nuevas comunidades religiosas, en gran parte conectadas con el surgimiento del monoteísmo, con la estructuración de la creencia judía en el movimiento rabínico, con el ascenso a la prominencia del cristianismo no solo en Europa occidental, sino también en Asia occidental, transformando las tradiciones antiguas a su paso. Ahora, hemos recibido suficientes llamadas de atención para volver a mirar aquella época en que el amanecer de la religión como fuerza en los asuntos humanos adquirió una prominencia inesperada. Todo esto puede parecer lejano, pero basta con enfatizar la manera extremadamente inocente y desapercibida en la que el Islam fue tratado hace solo 50 años por los eruditos europeos. O la extrema displicencia con que los historiadores modernos pensaron que podían escribir la historia de Europa sin tener en cuenta todos los factores religiosos -protestantes, católicos, greco-ortodoxos- que intervinieron en la formación de las culturas europeas. Debemos volver a mirar fenómenos similares que ocurrieron en el pasado distante, esperando que aquello nos dé un nuevo punto de vista.UN GRAN EXPERTO DEL PASADOPERFIL: Peter Brown? Nacido en 1935, en Dublín, Peter Brown completó su licenciatura en Historia junto al gran Arnaldo Momigliano en la Universidad de Oxford.? Fue profesor en las universidades de Oxford y Londres, para luego cruzar el Atlántico y desempeñarse en Berkeley y Princeton, que en 2006 le otorgó un doctorado honoris causae al igual que otras 15 universidades, incluidas Harvard y Cambridge.? A los 36 años publicó el libro El mundo de la Antigüedad tardía, que significó un punto de inflexión y la reinterpretación completa de lo ocurrido entre los siglos III y VIII, con especial hincapié en la relación entre sociedad y religión.? Ganador de múltiples premios y reconocimientos, entre ellos se destaca el Gran Premio Kluge, por sus estudios de humanidades, además de integrar academias de Estados Unidos, Gran Bretaña y los Países Bajos.? Entre otros libros, escribió The Rise of Western Christendom, (El primer milenio de la cristiandad, Crítica, 1997) y Through the Eye of a Needle: Wealth, the Fall of Rome, and the Making of Christianity in the West (Por el ojo de una aguja: la riqueza, la caída de Roma y la construcción del cristianismo en Occidente, Acantilado, 2016)

Fuente: La Nación

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El gran historiador irlandés afirma que hay en el pasado ejemplos de resiliencia a veces ocultos que muestran la heroica capacidad humana de consuelo, de superación, de reorganización para salir adelante“Deme unos segundos”, dice Peter Brown, mientras su esposa conecta la cámara. Entonces sí, quien para muchos es el mayor historiador vivo en lengua inglesa aparece en la pantalla. A los 85 años, es la encarnación misma de un sabio. O así imagino a los sabios, qué va. Con su espalda algo encorvada, sus pocos pelos al viento, su tono mesurado, su humildad apabullante y hasta un ligerísimo tartamudeo.Ya no da clases en la Universidad de Princeton, pero Brown sigue viviendo y estudiando allí, a metros del campus. Habla 16 idiomas y ahora estudia etíope antiguo para leer documentos antiguos que le permitan vislumbrar, de primera mano, cómo irrumpió y creció el cristianismo en el cuerno de África, para compararlo luego con su expansión y consolidación en otras regiones, como Europa. “La historia es un anhelo de conocimiento y una adopción constante de nuevas perspectivas”, explica a la nacion.A los 36 años, Brown publicó El mundo de la Antigüedad tardía, un libro que cambió para siempre la visión sobre aquellos tiempos, entre los siglos III y VIII de nuestra era, enfatizando las luces de lo que nacía por sobre las sombras de lo que moría. Una premisa que mantiene durante la pandemia. “Ahora debemos mirar no sólo como sufre una sociedad, sino también cómo se recupera”, sugiere.De sonrisa afable, su rostro se ilumina cuando este cronista le muestra qué está leyendo: el tercero de los cinco libros de Historia de la Guerra del Peloponeso, que Tucídides, padre de la historiografía científica, escribió hace casi 2500 años. Un período anterior al de su especialidad, pero que aun así Brown tomará como referencia durante la entrevista.Le muestro la obra de Tucídides como excusa o disparador, ya que el ateniense abordó la guerra y la pandemia que asoló a la Antigua Grecia durante muchos años.–¿Cuáles son las lecciones que podemos aprender del pasado sobre la pandemia?–Tucídides puede ayudarnos a responder su pregunta. Porque lo que tenemos que hacer es lo que él trató de hacer. Primero, medir su impacto. En su caso, lo hizo con descripciones horrendas sobre la vulnerabilidad de una pequeña sociedad, inconmensurablemente diferente de la nuestra en muchos sentidos, pero golpeada también por una plaga terrible. Y al igual que otros historiadores de otros períodos que presenciaron o estudiaron casos de enfermedades pandémicas, se interesó en la resiliencia de la sociedad. Así es como Tucídides dio un relato horrendo del colapso de su sociedad, aunque no analizó los resortes ocultos de su resistencia. Durante los siguientes dos mil años, no obstante, hemos aprendido a hacer preguntas más amplias, ocupándonos de la historia de civilizaciones enteras. Si a Tucídides le hubieran dicho que un incidente en Wuhan, China, impactó en todos los rincones del mundo, se habría asombrado. Estamos lidiando con horizontes cada vez más amplios y ahora debemos mirar comparativamente no solo cómo sufre una sociedad, sino también cómo se recupera. Ciertamente, como historiador de la Antigüedad tardía, me interesa bastante menos el melodrama del impacto de la peste o la perturbación climática, que buscar los manantiales más ocultos, esas áreas de resiliencia que muestran la heroica capacidad humana de superación, de consuelo, de reorganizarse. Por eso, mi mensaje siempre será leer con atención a Tucídides, tratarlo con el mayor respeto como un analista de su propio tiempo, pero recordar que su misma agudeza, su misma claridad contrasta con la complejidad de nuestros tiempos.–¿Es optimista con lo que ve por estos días?–[Sonríe] Una de las pocas cosas que he aprendido como historiador es que los historiadores son muy buenos en el diagnóstico, pero son malos para el pronóstico [risas]. Obviamente todo enfermo quiere saber cuál es su pronóstico y ahí los historiadores deben enfatizar su humildad, en el gran sentido trágico griego de que el ser humano no conoce el futuro. Por eso, siempre tengo cuidado con los pronósticos, más aún cuando muchas personas, al plantear esa pregunta, muy a menudo ya tienen ideas muy rígidas sobre lo que quieren escuchar. Me pasa lo mismo cuando me preguntan sobre cómo se relaciona la historia con el presente. Mi primera respuesta es, siempre, ¿qué presente? Mi presente, a los 80 y en Estados Unidos, no es necesariamente tu presente, a los 40 y en la Argentina. Y eso conlleva una llamada al diálogo, a aclarar lo que pensamos. ¿Creemos realmente que el presente será totalmente desestabilizado por el Covid-19, por ejemplo? ¿O creemos que hay menos partidos xenófobos en, digamos, Europa? Por eso, mi primera respuesta a tu pregunta es: ¿percibes tu propio tiempo con precisión? Creo que la agudeza de hoy tiene que distribuirse entre quienes hacen las preguntas y quienes intentan dar respuestas.El historiador irlandés Peter Brown en su casa en Princeton, New Jersey, en abril pasado (JOANA TORO/EL PAIS DE ESPAÑA/)–¿Qué deberíamos aprender de la Antigüedad tardía?–La Antigüedad tardía, como su nombre lo indica, es el mundo antiguo en sus últimos siglos, que siempre se ha visto bajo una sombra de decadencia, del miedo a la inmigración y la mezcla cultural. Pero mi intención siempre ha sido sacarla de esas sombras. Al hacerlo, ganamos un gran respeto por la continuidad humana. Hablamos de mixturas y democracia, en lugar de caída o decadencia. Eso nos permite mostrar respeto por la resiliencia humana, a menudo en circunstancias terriblemente difíciles, en las que no obstante triunfaron. En el caso de la Antigüedad tardía, me concentré por ejemplo en los filósofos de los siglos V y VI que contemplaban cómo el mundo que conocían había cambiado irrevocablemente por el surgimiento del cristianismo, al que miraban con profunda desconfianza y tristeza, pero que aun así resistieron, reafirmando que Platón seguía siendo relevante, que estaba allí como un bien perpetuo que se podría compartir entre paganos y cristianos. Y que incluso si la mayoría del mundo cristiano avanzaba en contra de los principios filosóficos, estos todavía estaban allí. Estos filósofos de la Antigüedad tardía encarnaron un mundo que se elevó por encima de las tensiones de aquel presente, dejándonos su legado.–En una entrevista reciente con El País de España, usted destacó que “retorcer la historia es aún peor que olvidarla”, y que “lo peligroso son las medias memorias que utilizan los políticos para avivar el resentimiento y los miedos”. ¿Cómo sostener ese concepto de “continuidad humana”, que recién destacó, en tiempos de la “cultura de la cancelación”?– Como Tucídides en su tiempo, nosotros también sabemos que mucha gente abusa del pasado porque quiere que no suceda. Pero no hay nada más trágico que el hombre cuando ha perdido su memoria. Por eso, el deber del historiador es como el del filósofo. Tucídides era amigo de los filósofos. Nuestro deber es simplemente decir y apoyar la verdad, siempre que sea posible, sin glorificar la cultura de cancelación como si fuera un fenómeno maravilloso, sino como algo, de hecho, profundamente perturbador. No asumir aquello que pueda resultarnos hasta vergonzoso del pasado es un rechazo a estar aquí, a ser adulto, aunque no estemos orgullosos de aquello. Es un signo de inmadurez.–¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho hace tiempo, pero que considera que no nos planteamos? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?–[Calla varios segundos] Es una pregunta sumamente pertinente. Los historiadores somos como trabajadores de una mina de carbón que deben sacar el carbón a la superficie. ¿Qué más puedo aprender? ¿Qué más hay ahí? Nosotros tenemos que hacer las preguntas sociales que nos animan a saber más, que abran nuevas puertas, que no las cierren. Debemos pensar, por tanto, en una batalla constante por expandir nuestro campo de estudio y rehuir de la creencia de que lo sabemos todo sobre un tema. Uno de los privilegios de ser historiador es que siempre estamos frente a puertas que con un ligero empujón se abren, aunque muchas veces no lo sepamos. La historia se trata de descubrimientos, de aprendizajes constantes en lenguajes metafóricamente nuevos. Aunque solemos pensar en la historia como algo sólido, como esas filas de libros detrás tuyo [señala la biblioteca detrás de este cronista], no es así. La historia es un anhelo de conocimiento y una adopción constante de nuevas perspectivas, con la mejor fidelidad posible.–Demos otro paso, entonces. ¿Qué está aprendiendo ahora?–[Sonríe] Bueno, estoy aprendiendo sobre mí mismo. Estoy escribiendo mis memorias, lo cual me devuelve al contacto con mis propias ideas, aquellas que luego se solidificaron en libros impresos. Estoy volviendo al momento en que aquellas ideas aparecieron en mi mente por primera vez, recapturando aquella emoción y aquella ignorancia absoluta, aquella necesidad de saber más, aquella sensación de dolor. Volviendo a recordar, y creo que todo erudito debería recordar, que no hay viajes fáciles, que siempre vuelves a ese primer momento en el que miras los estantes de una gran biblioteca, en mi caso de la Gran Biblioteca Pública de Oxford, y te dices: “Tengo que sacar algo de esto, algo puro”, al mismo tiempo que sientes el terror de todo académico joven… Todas las memorias son, también, el pago de viejas deudas de gratitud al pasado, a grandes libros cuyos autores no conocía y a figuras vivas a las que tuve el privilegio de conocer. Estoy recuperando aquella ignorancia primordial y desafiante, y aquel deseo de superar esa ignorancia, de poner el aliento de vida en las palabras ya dichas.–¿Cómo emprende ese camino hacia el origen de sus ideas?–[Sonríe] Como la mayoría de los profesores jubilados, estoy en una situación en la que desearía poder postularme para un tiempo sabático en medio de mi jubilación [risas]. Como esto no es posible, ¿qué hago? Aprendo etíope antiguo, es decir, el tercer lenguaje básico de la iglesia cristiana primitiva, después del siríaco y el árabe. Quiero ver el cristianismo desde un punto de vista diferente. En la actualidad enfatizamos mucho que la historia es eurocéntrica o global, lo cual es, francamente, normal. Puedo decirlo como historiador que estudia el surgimiento y expansión de la iglesia cristiana, que estudia la cristalización y expansión del pensamiento griego antiguo en todo el Medio Oriente. Pero la historia del cristianismo siempre ha estado abierta al mundo más allá del mundo griego y romano, al mundo de la gran comunidad cristiana siríaca, a una gran comunidad que adoptó el árabe de manera extremadamente rápida y muy eficaz. Debemos tomar en cuenta, también, que el cristianismo etíope fue el único de Oriente Medio por fuera de la órbita del imperio islámico, lo que nos da una forma de comparar los cristianismos bizantino y siríaco con este otro vástago extraño. Si fuera ecologista, podríamos decir que me interesa la forma en que las plantas exóticas crecen de diferentes formas. En este caso, ¿qué significó para una cultura de origen mayoritariamente siríaco y griego llegar al cuerno de África para establecerse en un reino montañoso? Estudiar esto acaso nos permita ver que el recorrido etíope no fue el mismo que el de sus vecinos cristianos y así aprender algo nuevo. Se trata de mirar hacia atrás como un viajero que emprende un largo viaje y después regresa a Europa occidental, lo que le permite ver a su vieja Europa con ojos muy diferentes.–En estos días de pandemia global, ¿qué hace usted con su tiempo libre?–Como le dije, estoy aprendiendo etíope antiguo y aproveché la “oportunidad” que me dio el Covid-19 para leer A Companion to Medieval Ethiopia and Eritrea, de Samantha Kelly, profesora de Historia en Rutgers University. Es un resumen maravilloso de erudición dinámica sobre Prester John, un pionero del cristianismo que durante mucho tiempo se dio por sentado como algo mágico, pero que ahora cobra vida como algo real, mezclando creencias animistas tradicionales cristianas y musulmanas, entre otras.–¿Hay alguna pregunta que no le hice y quiera abordar?–[Calla por unos segundos] Sin duda, uno de los desafíos del historiador de la Antigüedad tardía es que debe lidiar con una revolución religiosa como una de las fuerzas impulsoras más importantes. Tucidides, por ejemplo, dio por sentada la religión griega y, aunque vio muy bien los horrendos efectos de la guerra y de la plaga, nunca describió una revolución religiosa. Pero en la Antigüedad tardía, el gran avance fue la creación de nuevas comunidades religiosas, en gran parte conectadas con el surgimiento del monoteísmo, con la estructuración de la creencia judía en el movimiento rabínico, con el ascenso a la prominencia del cristianismo no solo en Europa occidental, sino también en Asia occidental, transformando las tradiciones antiguas a su paso. Ahora, hemos recibido suficientes llamadas de atención para volver a mirar aquella época en que el amanecer de la religión como fuerza en los asuntos humanos adquirió una prominencia inesperada. Todo esto puede parecer lejano, pero basta con enfatizar la manera extremadamente inocente y desapercibida en la que el Islam fue tratado hace solo 50 años por los eruditos europeos. O la extrema displicencia con que los historiadores modernos pensaron que podían escribir la historia de Europa sin tener en cuenta todos los factores religiosos -protestantes, católicos, greco-ortodoxos- que intervinieron en la formación de las culturas europeas. Debemos volver a mirar fenómenos similares que ocurrieron en el pasado distante, esperando que aquello nos dé un nuevo punto de vista.UN GRAN EXPERTO DEL PASADOPERFIL: Peter Brown? Nacido en 1935, en Dublín, Peter Brown completó su licenciatura en Historia junto al gran Arnaldo Momigliano en la Universidad de Oxford.? Fue profesor en las universidades de Oxford y Londres, para luego cruzar el Atlántico y desempeñarse en Berkeley y Princeton, que en 2006 le otorgó un doctorado honoris causae al igual que otras 15 universidades, incluidas Harvard y Cambridge.? A los 36 años publicó el libro El mundo de la Antigüedad tardía, que significó un punto de inflexión y la reinterpretación completa de lo ocurrido entre los siglos III y VIII, con especial hincapié en la relación entre sociedad y religión.? Ganador de múltiples premios y reconocimientos, entre ellos se destaca el Gran Premio Kluge, por sus estudios de humanidades, además de integrar academias de Estados Unidos, Gran Bretaña y los Países Bajos.? Entre otros libros, escribió The Rise of Western Christendom, (El primer milenio de la cristiandad, Crítica, 1997) y Through the Eye of a Needle: Wealth, the Fall of Rome, and the Making of Christianity in the West (Por el ojo de una aguja: la riqueza, la caída de Roma y la construcción del cristianismo en Occidente, Acantilado, 2016)

Fuente: La Nación

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En el instituto Gamaleya están muy molestos con la Argentina. No pueden entender que la carta de reclamo por la demora en las vacunas que Cecilia Nicolini, asesora de Alberto Fernández, le envió el 7 de este mes a Anatoly Braverman, primer director adjunto del Fondo Ruso de Inversión Directa, haya tomado estado público. “¿Cómo un asunto privado puede haber llegado a los diarios?”, se quejaron a La Nación desde Moscú en la madrugada de ayer.Rusia tiene históricamente una diplomacia orgánica. Jamás, por ejemplo, se saltearía una embajada en una comunicación de Estado a Estado. Y los temas que su burocracia decide politizar están en general más relacionados con su agenda global estratégica, no con las transacciones bilaterales. Además del hecho en sí, lo que impresionó del texto revelado anteayer por Carlos Pagni es el lenguaje que usó la funcionaria. “Es una carta despechada”, evaluó un testigo del enojo del laboratorio.No es en realidad la primera sorpresa con el gobierno de Alberto Fernández. Al Kremlin ya le llamó la atención la cantidad de meses que la Argentina estuvo sin embajador en Rusia. El retraso, que duró un año, se explica por indefiniciones típicas de esta coalición gobernante: el pliego de la designada, Alicia Castro, se demoraba en el Senado por la cuarentena y porque la exdirigente sindical dudaba por motivos personales y diferencias operativas con el canciller Felipe Solá. Entre ellas, la provisión de un ascensor por razones de salud para su residencia en Moscú. La suposición general de que Castro es una dirigente de buena relación con Cristina Kirchner disuadió durante varios meses a la Casa Rosada de pedirle la renuncia y, como consecuencia, la embajada estuvo vacante hasta febrero de este año. El Gobierno nombró finalmente a Eduardo Zuain, un santiagueño cercano al gobernador Gerardo Zamora. Que Zuain hubiera sido en algún momento de su carrera vicecanciller –secundó a Héctor Timerman en el último gobierno de Cristina Kirchner– significaba un gesto de valoración diplomática hacia una nación que, como definió con ironía ante este diario un conocedor de la geopolítica, “se autopercibe igual que Estados Unidos”. Pero las versiones periodísticas de que no se trataba del preferido de Alberto Fernández volvieron a desencadenar dudas en Moscú: ¿por qué se enviaba a un embajador a quien el jefe del Estado no quería? La inquietud obligó a Alberto Fernández a sobreactuar en su siguiente conversación con Putin: habló varias veces de Zuain como “mi amigo”.A los rusos les preocupa más la filtración que el responsable de haberlo hecho. Esa es más una urgencia de la Casa Rosada, donde culpan a la oposición, cuyos diputados pudieron haber tenido acceso al expediente en la Comisión de Salud. En las empresas llegaron a pensar peor: están convencidos de que todo puede haber sido una picardía de quienes no le tienen simpatía ni a Gamaleya ni a Cecilia Nicolini, una asesora que llegó al cargo recomendada por Marco Enríquez-Ominami, amigo de Alberto Fernández y el diplomático que conectó al Presidente con el Grupo de Puebla. En los laboratorios valoran el trabajo de la asesora. “Es una leona trabajando: gracias a ella, la Argentina tiene más vacunas de las que podría tener en este momento”, la definió un ejecutivo del sector. La política es en cambio más recelosa. Hay quienes no le perdonan su rápido crecimiento en el Frente de Todos. No habría que descartar que hubieran sido los mismos que se encargaron de hacerle llegar a Felipe Solá, hace un par de meses, un sueño personal que Nicolini deslizó en privado ante otros tres confidentes: llegar a canciller.Los empresarios creen que incidentes como el de la carta desgastan la figura del Presidente. Fue él quien, después de un año difícil en la administración de la pandemia, intentó ordenarla delegando en Nicolini y en Carla Vizzotti la gestión de las vacunas. Y también quien le agradeció por Zoom a Putin el 4 de junio, un mes antes de la carta de su asesora, el aporte de la Sputnik V. Lo hizo a la manera de Alberto Fernández: enfáticamente. “La verdad es que estamos muy conformes con los logros que hemos alcanzado vacunando a nuestra gente con la vacuna salida del instituto Gamaleya y financiada por el Fondo Soberano de la Federación Rusa. Créame, señor presidente Putin: le estamos inmensamente agradecidos”, dijo, mientras el líder del Kremlin miraba serio, inconmovible pese a la traducción en simultáneo.El problema con la Sputnik V empezó en realidad bastante antes de la epístola de Nicolini. El contrato, que llevó al Presidente a ilusionarse con recibir 25 millones de dosis durante el verano pasado, arrastraba ya una falla de origen que la industria de los laboratorios no desconocía: Rusia tiene una histórica capacidad científica, pero no tanto industrial para ese rubro, y ha sido siempre más una potencia de investigación que un líder farmacéutico. Para peor, la Argentina apostó a ese proyecto en simultáneo con otro que también tuvo demoras, el de AstraZeneca, que trajo Hugo Sigman. ¿Está atrasado o no está atrasado AstraZeneca?, le preguntó anteayer Ernesto Tenembaum a Nicolini en Radio con Vos? La funcionaria fue extremadamente cuidadosa: “Lo que pasa es que es un cronograma que vamos dando cada semana. Al día de hoy, con lo que les han mandado del nuevo cronograma, empiezan a cumplir: estamos recibiendo cada semana las vacunas que esperamos. Pero con esto tenemos que ser responsables: nos van mandando cada semana la disponibilidad”, dijo, y graficó el flujo de entrega con una metáfora de casamiento a las 5 AM: “Esto es como si saliera la pizza del horno y nos la mandan”.El país quedó entonces expuesto a prometer lo que todavía no existe. Es en realidad una propensión argentina que trasciende al Covid. Se ejerce por ejemplo desde el Ministerio de Trabajo, donde últimamente solo se convalidan paritarias desde un piso del 45% de aumento. Para los empresarios es un problema. “Están repartiendo caramelos que no hay”, protestó uno de ellos. El caso más cabal de estas tensiones acaba de darse en el sector de la salud: ayer, en plena pandemia, clínicas, sanatorios y hospitales privados postergaron cirugías, consultas y estudios de diagnóstico por un paro de 12 horas liderado por Héctor Daer. El líder del sindicato de la sanidad había empezado reclamando 33% hace dos meses, pero, después, ante el 45% que Moyano conseguía para Camioneros, se sintió obligado a subir. Se lo explicó él mismo personalmente a Alberto Fernández. Como los empresarios dependen de aumentos a las prepagas que el Gobierno no está dispuesto a elevar en más del 29,5%, el resultado es peor de todos: una medida de fuerza en medio de los contagios y las muertes.Daer se juega en la negociación más que la paritaria: intuye que los Moyano pretenden desplazar a Juan Carlos Schmid de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, una entidad estratégica para ganar el control de la CGT. “¿Qué paro tiene sentido sin el transporte? A Schmid le falta poder porque no se puede bloquear el agua”, evaluó un dirigente gremial.Son exigencias propias de un año electoral. Pero la Argentina parece empecinada en volverlas estructurales: estancada económicamente desde hace al menos diez años, vive una campaña eterna en la que reparte cada vez menos riqueza y más ilusiones.

Fuente: La Nación

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En el instituto Gamaleya están muy molestos con la Argentina. No pueden entender que la carta de reclamo por la demora en las vacunas que Cecilia Nicolini, asesora de Alberto Fernández, le envió el 7 de este mes a Anatoly Braverman, primer director adjunto del Fondo Ruso de Inversión Directa, haya tomado estado público. “¿Cómo un asunto privado puede haber llegado a los diarios?”, se quejaron a La Nación desde Moscú en la madrugada de ayer.Rusia tiene históricamente una diplomacia orgánica. Jamás, por ejemplo, se saltearía una embajada en una comunicación de Estado a Estado. Y los temas que su burocracia decide politizar están en general más relacionados con su agenda global estratégica, no con las transacciones bilaterales. Además del hecho en sí, lo que impresionó del texto revelado anteayer por Carlos Pagni es el lenguaje que usó la funcionaria. “Es una carta despechada”, evaluó un testigo del enojo del laboratorio.No es en realidad la primera sorpresa con el gobierno de Alberto Fernández. Al Kremlin ya le llamó la atención la cantidad de meses que la Argentina estuvo sin embajador en Rusia. El retraso, que duró un año, se explica por indefiniciones típicas de esta coalición gobernante: el pliego de la designada, Alicia Castro, se demoraba en el Senado por la cuarentena y porque la exdirigente sindical dudaba por motivos personales y diferencias operativas con el canciller Felipe Solá. Entre ellas, la provisión de un ascensor por razones de salud para su residencia en Moscú. La suposición general de que Castro es una dirigente de buena relación con Cristina Kirchner disuadió durante varios meses a la Casa Rosada de pedirle la renuncia y, como consecuencia, la embajada estuvo vacante hasta febrero de este año. El Gobierno nombró finalmente a Eduardo Zuain, un santiagueño cercano al gobernador Gerardo Zamora. Que Zuain hubiera sido en algún momento de su carrera vicecanciller –secundó a Héctor Timerman en el último gobierno de Cristina Kirchner– significaba un gesto de valoración diplomática hacia una nación que, como definió con ironía ante este diario un conocedor de la geopolítica, “se autopercibe igual que Estados Unidos”. Pero las versiones periodísticas de que no se trataba del preferido de Alberto Fernández volvieron a desencadenar dudas en Moscú: ¿por qué se enviaba a un embajador a quien el jefe del Estado no quería? La inquietud obligó a Alberto Fernández a sobreactuar en su siguiente conversación con Putin: habló varias veces de Zuain como “mi amigo”.A los rusos les preocupa más la filtración que el responsable de haberlo hecho. Esa es más una urgencia de la Casa Rosada, donde culpan a la oposición, cuyos diputados pudieron haber tenido acceso al expediente en la Comisión de Salud. En las empresas llegaron a pensar peor: están convencidos de que todo puede haber sido una picardía de quienes no le tienen simpatía ni a Gamaleya ni a Cecilia Nicolini, una asesora que llegó al cargo recomendada por Marco Enríquez-Ominami, amigo de Alberto Fernández y el diplomático que conectó al Presidente con el Grupo de Puebla. En los laboratorios valoran el trabajo de la asesora. “Es una leona trabajando: gracias a ella, la Argentina tiene más vacunas de las que podría tener en este momento”, la definió un ejecutivo del sector. La política es en cambio más recelosa. Hay quienes no le perdonan su rápido crecimiento en el Frente de Todos. No habría que descartar que hubieran sido los mismos que se encargaron de hacerle llegar a Felipe Solá, hace un par de meses, un sueño personal que Nicolini deslizó en privado ante otros tres confidentes: llegar a canciller.Los empresarios creen que incidentes como el de la carta desgastan la figura del Presidente. Fue él quien, después de un año difícil en la administración de la pandemia, intentó ordenarla delegando en Nicolini y en Carla Vizzotti la gestión de las vacunas. Y también quien le agradeció por Zoom a Putin el 4 de junio, un mes antes de la carta de su asesora, el aporte de la Sputnik V. Lo hizo a la manera de Alberto Fernández: enfáticamente. “La verdad es que estamos muy conformes con los logros que hemos alcanzado vacunando a nuestra gente con la vacuna salida del instituto Gamaleya y financiada por el Fondo Soberano de la Federación Rusa. Créame, señor presidente Putin: le estamos inmensamente agradecidos”, dijo, mientras el líder del Kremlin miraba serio, inconmovible pese a la traducción en simultáneo.El problema con la Sputnik V empezó en realidad bastante antes de la epístola de Nicolini. El contrato, que llevó al Presidente a ilusionarse con recibir 25 millones de dosis durante el verano pasado, arrastraba ya una falla de origen que la industria de los laboratorios no desconocía: Rusia tiene una histórica capacidad científica, pero no tanto industrial para ese rubro, y ha sido siempre más una potencia de investigación que un líder farmacéutico. Para peor, la Argentina apostó a ese proyecto en simultáneo con otro que también tuvo demoras, el de AstraZeneca, que trajo Hugo Sigman. ¿Está atrasado o no está atrasado AstraZeneca?, le preguntó anteayer Ernesto Tenembaum a Nicolini en Radio con Vos? La funcionaria fue extremadamente cuidadosa: “Lo que pasa es que es un cronograma que vamos dando cada semana. Al día de hoy, con lo que les han mandado del nuevo cronograma, empiezan a cumplir: estamos recibiendo cada semana las vacunas que esperamos. Pero con esto tenemos que ser responsables: nos van mandando cada semana la disponibilidad”, dijo, y graficó el flujo de entrega con una metáfora de casamiento a las 5 AM: “Esto es como si saliera la pizza del horno y nos la mandan”.El país quedó entonces expuesto a prometer lo que todavía no existe. Es en realidad una propensión argentina que trasciende al Covid. Se ejerce por ejemplo desde el Ministerio de Trabajo, donde últimamente solo se convalidan paritarias desde un piso del 45% de aumento. Para los empresarios es un problema. “Están repartiendo caramelos que no hay”, protestó uno de ellos. El caso más cabal de estas tensiones acaba de darse en el sector de la salud: ayer, en plena pandemia, clínicas, sanatorios y hospitales privados postergaron cirugías, consultas y estudios de diagnóstico por un paro de 12 horas liderado por Héctor Daer. El líder del sindicato de la sanidad había empezado reclamando 33% hace dos meses, pero, después, ante el 45% que Moyano conseguía para Camioneros, se sintió obligado a subir. Se lo explicó él mismo personalmente a Alberto Fernández. Como los empresarios dependen de aumentos a las prepagas que el Gobierno no está dispuesto a elevar en más del 29,5%, el resultado es peor de todos: una medida de fuerza en medio de los contagios y las muertes.Daer se juega en la negociación más que la paritaria: intuye que los Moyano pretenden desplazar a Juan Carlos Schmid de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, una entidad estratégica para ganar el control de la CGT. “¿Qué paro tiene sentido sin el transporte? A Schmid le falta poder porque no se puede bloquear el agua”, evaluó un dirigente gremial.Son exigencias propias de un año electoral. Pero la Argentina parece empecinada en volverlas estructurales: estancada económicamente desde hace al menos diez años, vive una campaña eterna en la que reparte cada vez menos riqueza y más ilusiones.

Fuente: La Nación

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