Con el 50% de pobreza, el desafío de reconstruir la Argentina exigiría lideres como aquellos surgidos en la posguerra europea: Alcides de Gasperi, Luigi Einaudi, Konrad Adenauer, Ludwig Erhardt o Robert Schuman, para no citar a Winston Churchill, un lugar común. No sería un objetivo imposible, pues la Argentina tuvo estadistas de esa talla, desde 1853 hasta la mitad del siglo pasado, responsables de haber convertido un desierto en una potencia mundial.El amor a la patria y la angustia por la niñez sin futuro, requeriría el compromiso moral de priorizar el bienestar general sobre cualquier interés personal. El largo plazo, sobre el corto. Lo colectivo, sobre lo individual. La estatura del estadista, sobre la bajeza del truhán. ¿Puede el temor personal a una condena penal ser más fuerte que el dolor colectivo por la pobreza ajena? Basta recordar la soberbia de Cristina Kirchner cuando expuso ante el Tribunal Oral Federal N° 8 en la causa del memorandum con Irán, para comprender su reacción ante el inesperado resultado de las PASO. Súbitamente, el respaldo popular a su prepotencia judicial, pareció evaporarse y la alternativa de ir presa, volvió a tener vigencia. No es igual el celeste y blanco del Tango 04 que el azul del furgón de la Policía Federal.La ruptura intempestiva de la coalición gobernante tendrá duras consecuencias sobre la gobernabilidad y, por ende, sobre la recuperación socioeconómica, acechada por la altísima inflación, el desempleo, la enorme deuda del Banco Central, los vencimientos del FMI, la fuga de capitales y los cepos que coartan la producción.Si algo sorprende en la actual crisis, es la pequeñez moral de sus protagonistas y el tamaño minúsculo de sus molleras. No hay simetría entre la dimensión del drama y la cortedad de miras de sus actores. A menos que el drama, para ellos, no fuera el que aqueja a la Nación, sino el que se cierne sobre la jefa de la coalición. Si lograr su absolución es objetivo superior a comer, curar y educar, sería aplicable el aforismo “impunidad mata pobreza”.Con total impericia y completo desenfado, los voceros de la vicepresidenta proponen salidas tan torpes como irresponsables. En aras de recobrar en dos meses los votos desertores, pretenden un “shock distributivo” para recuperar el atraso de salarios, jubilaciones y subsidios impuesto por Martín Guzmán, con un ojo en el déficit fiscal. Hubo quien propuso, para evitar presiones sobre el dólar, la emisión de una moneda inconvertible, como el CUP cubano, que, en la práctica, es solo un cupón de racionamiento.Para Juan Grabois es “hora de avanzar con un salario universal de reconstrucción, recuperación educativa, alimentos sanos y accesibles, acceso a lotes y vivienda digna”. En definitiva, resultados ideales, fruto de un buen programa de gobierno, pero nunca medios para alcanzarlos en un país quebrado, salvo para acelerar el tránsito a Cuba, Venezuela o Nicaragua.Con 70 años de inflación, de estallidos y ajustes malogrados, la Argentina debería saber ya que es imposible recuperar los ingresos de la población, en términos reales, mientras haya altísima inflación. Es como vestir a un santo desvistiendo a otro. El impuesto inflacionario lo pagan los más pobres para sufragar los pesos destinados a otros pobres. Mientras se propone un país para todos (y todas), la inflación “multicausal” disgrega a la sociedad, haciendo a unos enemigos de otros. “Homo homini lupus”: la pesadilla del liberal Thomas Hobbes lograda por marxistas iletrados y pueriles.Tampoco servirá “transpirar la camiseta” o “profundizar la gestión”. Nada de eso sacará al país de la miseria. La máquina del Estado debe alimentarse con recursos que solo puede generar genuinamente el sector privado. Y éste no se pondrá en marcha por más que los burócratas transpiren, caminen el conurbano, alcen bebés o inauguren bacheos municipales.En una economía basada en la propiedad y el contrato, como todavía es la Argentina, el impulso a la producción no depende de emparches “a la bartola”, como el compre nacional, rebajas puntuales de costos o proyectos sin financiación, sino de la correcta administración de las expectativas. A diferencia de los gobernadores e intendentes, cuya misión es gestionar recursos para hacer obras o brindar servicios, el gobierno nacional es el único que da señales para que el sector privado invierta o desinvierta; para que los capitales fluyan o se fuguen; para que el empleo genuino crezca o decrezca; para que la economía se expanda o se contraiga. Lo relevante para poner en marcha el aparato productivo son los incentivos que surgen de una visión de futuro, en un marco de seguridad jurídica.Sin duda, esta crisis provocada por la vicepresidenta, aterrada ante la perspectiva de Marcos Paz y acompañada por una cohorte de militantes pródigos en agravios y huérfanos de ideas, impedirá que esas señales sean alentadoras. A la fragilidad inicial de la coalición, ha añadido, en forma dolosa, esa fractura expuesta, cuyo único objetivo es la impunidad. Creerá que puede emular a Adolfo Rodríguez Saá en 2017 y revertir el resultado de las primarias, con un festival irresponsable de pesos, planes, colchones y heladeras. Ya le reclamó Axel Kiciloff al ministro Guzmán “una visión menos fiscalista”.Después de la batalla de Pavón (1861), la llamada “traición” de J.J. de Urquiza al acordar con Bartolomé Mitre fue un acto de sensatez institucional, que abrió las puertas a la Organización Nacional, aún a costa de su propia vida. En la Argentina de 2021, los protagonistas de las traiciones en el Frente de Todos son la antítesis de aquellos estadistas: priorizan sus intereses personales, aunque se destruya al país.

Fuente: La Nación

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Ella es previsible. Sus gustos son sus gustos, aunque cumplirlos haya provocado una de las más graves crisis institucionales desde 1983. No es una política clásica ni le tiene respeto al sistema. Es más bien una política antisistema. Cristina Kirchner fue derrotada en las elecciones del último domingo. El Presidente, también. Cualquier otro político hubiera posado al menos cierta humildad ante la constatación de que una mayoría social se alejó de la coalición gobernante que ella lidera. Hizo lo contrario. Dobló la apuesta. Intentó vaciarle el gabinete a Alberto Fernández. Intentó irse ante la adversidad. Tuvo poca suerte. Gobernadores, intendentes, sindicalistas y movimientos sociales rodearon al jefe del Ejecutivo. Ahí estaba el peronismo. Ella se quedó sola con La Cámpora. Quedó claro: ese es su único patrimonio político. Cualquier otro político hubiera disimulado la segunda derrota en tres días; hubiera promovido en las formas una reconciliación con el mandatario y negociado con él un nuevo gabinete de coalición. No pudo con su genio. Volvió a doblar la apuesta con una carta que se pareció más a la reprimenda de una patrona a un empleado inepto e indisciplinado. El empleado era nada menos que el Presidente. Su desprecio por la institucionalidad tiene una dimensión cósmica. O es una persona de un monumental egoísmo o está muy desesperada. El Presidente cometió los errores que cometió, pero corporiza a la institución presidencial.La crisis se saldó con un cambio de gabinete prematuro, sobre todo para Alberto Fernández. Él quería que los cambios sucedieran después de las elecciones posiblemente perdidosas de noviembre; ella presionaba para que los cambios fueran inmediatos. En los tiempos ganó ella. El nuevo gabinete sirve para el equilibrio entre los sectores internos de la coalición peronista, no para ganar una elección ni para enviarle un mensaje a la sociedad. Se reparten entre ellos lo que queda. Si la designación de Juan Manzur como jefe de Gabinete hubiera sucedido el jueves, el Presidente habría ganado. En la tarde del jueves, Cristina divulgó que lo propuso ella. Hay una contradicción: ella siempre fue leal en Tucumán al matrimonio Alperovich, enemigo irreconciliable de Manzur. Manzur es, en cambio, un viejo amigo político del Presidente. Después de la carta, parece una imposición de la vicepresidenta. Cerca del Presidente aseguran que fue él quien propuso en esa reunión el nombre de Manzur, no ella. Aníbal Fernández será seguramente mejor ministro de Seguridad que Sabina Frederic, pero perdió la provincia de Buenos Aires en 2015. Justo la provincia que el peronismo volvió a perder el domingo último. Nicolás Trotta se abrazó al impopular cierre de escuelas durante la cuarentena, pero Daniel Filmus nunca ganó una elección en la Capital. La mejor designación del Presidente es, sin duda, la de Julián Domínguez en el Ministerio de Agricultura. Domínguez es un hombre consensual que comprende los problemas del imprescindible sector rural.Fuentes cercanas al Presidente dijeron que este no consultó las designaciones con la vicepresidenta. ¿Por qué se quedó entonces el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro? “Su salida hubiera sido un punto de no retorno en la relación con Cristina”, explican al lado del mandatario. “Se cerró un libro de hacer política”, dicen los albertistas. Es el libro de Cristina. ¿Será así? “El Presidente sigue enojado con ella”, aseguró el viernes un alto funcionario del Gobierno. ¿Por qué? “Porque no lo respetó ni lo cuidó ni le retribuyó la solidaridad que tuvo con ella”, respondió. Son ofensas demasiado profundas. Ofensas públicas, además, que no se pueden esconder. De Pedro, por ejemplo, es un hombre cordial, respetuoso de las formas. Fue el que abrió la crisis con su renuncia en nombre de Cristina. Ni siquiera le avisó al Presidente de su dimisión, que no firmó ni se la entregó al mandatario. El jefe del Estado se enteró por los medios periodísticos. De Pedro cumplía la orden de ser desconsiderado e irreverente. Son las disciplinas que impone Cristina, pero el ministro ya es un hombre grande como para ser fiel a sí mismo en las formas, por lo menos. El ministro demostró que su terminal está en el despacho de Cristina, no en el de Alberto Fernández. La vieja ceremonia concluyó. Una coalición que no respeta al jefe formal del gobierno es una coalición condenada a la extinción.¿Quedó Cristina más fortalecida? Ningún gesto de ella fue de fortaleza, sino de una conmovedora debilidad. La desesperación de Cristina es doble: judicial y política, en ese orden. No es casual que hayan renunciado casi todos los funcionarios cristinistas del gabinete, menos el viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, y el procurador general del Tesoro, Carlos Zannini, que es el jefe de los abogados del Estado. Ellos son los que tienen la relación con jueces y fiscales. No podía correr riesgo. A veces, Alberto Fernández acepta renuncias. Mena y Zannini deben quedarse como potenciales escudos de su seguridad personal. Cristina sospecha que la derrota electoral pronostica otra derrota en noviembre y que los jueces lo saben. La Justicia Federal oscila con los resultados electorales. La sociedad no se equivocó cuando el domingo de elecciones le envió un burofax a la dirigencia gobernante: la situación dramática de la gente común no es una prioridad para la jefa de la coalición gobernante.Esa coalición, tal como se la conoció, se rompió definitivamente. Hay agravios que nunca se olvidan. Sergio Massa se autoproclamó mediador entre el Presidente y la vicepresidenta. Fue un mediador que se describió como tal ante los periodistas. Poco después de que posara como pacificador, Cristina revoleó la carta que pulverizó la relación con el Presidente. O Massa es un mal mediador o fracasó su misión de amable componedor, o ese papel no lo cumplió nunca. Ninguna posibilidad lo deja bien al presidente de la Cámara de Diputados, cargo que podría perder en diciembre si las elecciones de noviembre fueran una reedición de las del domingo que pasó. Juntos por el Cambio sería, en tal caso, la primera minoría y, como tal, reclamará la presidencia de Diputados. Por algo, la oposición anunciará en las próximas horas que toda negociación con el Gobierno se hará en el Congreso, no con el Poder Ejecutivo.La nueva epístola de Cristina tiene los rasgos de la radicalización que se anunciaba. Se queja porque el Gobierno no distribuye más plata cuando el problema argentino es el descomunal gasto público. Populismo sin plata. Una fórmula imposible. También tiene mucho de hipocresía. Asegura que no cuestiona la continuidad del ministro de Economía, Martín Guzmán, pero la carta solo le dedica durísimos reproches a la gestión económica. Se ofendió porque pasaron 48 horas desde la derrota y el Presidente no la llamó. ¿Desde cuándo es el presidente el que debe llamar al vicepresidente?La carta de Cristina tiene un párrafo de verdad. La coalición gobernante sacó en las elecciones de hace una semana en la provincia de Buenos Aires más de 400.000 votos menos que los que ella sacó cuando perdió en 2017. Pero los que gobiernan esa provincia son ella misma, su principal ahijado político, Axel Kicillof, y su propio hijo, Máximo Kirchner, autoerigido en mandamás del peronismo bonaerense. ¿Qué dijeron Kicillof y Máximo Kirchner de la derrota? ¿Hicieron alguna reflexión pública? ¿Les hablaron a los bonaerenses enojados? Nada. Silencio. El único culpable es Alberto Fernández, según el oficio postal de Cristina. Hasta la oposición salió a respaldar al Presidente. Ese papel lo jugó Elisa Carrió que directamente habló de un golpe de Estado. El concepto de coup d’etat nació en Francia en el siglo XVII; se refería a las decisiones que tomaba el monarca para liquidar a una facción gobernante. La diferencia es que la monarca autóctona no tiene una monarquía ni el país es su feudo ni los argentinos son sus súbditos.

Fuente: La Nación

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El 84,4% de los consultados en una encuesta admitió que sintió “vergüenza ajena” con los spots difundidos en las PASO. Ese es el resultado de un trabajo realizado por la consultora Taquion a partir de un método de testeo de frases.Según el trabajo, el 67,6% respondió que se sentía “muy de acuerdo” con esa frase, mientras que el 16,8% manifestó que se sentía “de acuerdo” con esa formulación. En tanto, 5,7% contestó que estaba “poco de acuerdo”, 3% “nada de acuerdo”, 3,5% eligió responder que “no hubo propuestas de campaña, y 3,4% se clasificó como “no sabe, no contesta”.A través de las franjas etarias, se mantiene la misma percepción. El 87,4% de los menores de 25 años manifestó su desagrado con los spots, mientras que la misma opinión la compartieron el 88,3% de los que tienen entre 26 y 38 años. A su vez, tuvieron la misma percepción el 83,7% de los que tienen entre 39 y 55 años. Finalmente, entre los mayores de 56 años, esa opinión fue avalada por el 80.8%.El retiro de Gendarmería de la villa 1-11-14, primer reto para Aníbal FernándezPor otro lado, el trabajo de Taquion analizó el impacto de las declaraciones de algunos candidatos que generaron fuertes controversias, como la frase “En el peronismo siempre se garchó, es así”, pronunciada por Victoria Tolosa Paz, la primera candidata a diputada del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires.El 42,1% respondió que le había generado “vergüenza”, mientras que el 15,8% sostuvo que le causó “risa”, un 11,1% manifestó “bronca”, y un 4,8% “bronca”. Se trata, en suma, de un impacto negativo del 73,8%. Esa frase generó el rechazó del 80% de los mayores de 56 años, mientras que en las franjas más jóvenes el descontento se ubicó en torno al 70%.El estudio analizó también una frase de Javier Milei, durante una transmisión en vivo por Instagram. “Larreta, zurdo de mierda, te puedo aplastar aún en silla de ruedas”. El 72% de los consultados manifestó rechazo, dividido entre quienes manifestaron vergüenza (36,3%), bronca (13.6%), risa (12,3%) y desconfianza (9,7%). De vuelta, el mayor rechazo se evidenció en los mayores de 56 años (79,4%), mientras que en los menores de 25 años esa percepción fue avalada por el 65% y en las franjas intermedias se ubicó en torno al 70%.El Gobierno prepara “medidas de shock” de consumo y un nuevo aumento del piso de GananciasPor último, se midió el impacto de la frase lanzada por María Eugenia Vidal: “Una cosa es fumarte un porro en Palermo y otra es vivir en la 1-11-14 rodeado de narcos y que te ofrezcan”. En este caso, un 66,4% de los consultados respondieron que recibieron negativamente esa afirmación de la primera candidata a diputada de Juntos por el Cambio en la ciudad de Buenos Aires. De ese total, el 28,6% consideró que le daba vergüenza, el 22,6%, bronca, el 7,7% desconfianza, y el 7,6% risa. A diferencia de los casos anteriores, el mayor rechazo se registró entre los más jóvenes (en torno al 70%), mientras que el descontento de esa frase abarcó solo al 61,2% de los mayores de 56 años.Taquion señaló que 4 de cada 10 argentinos manifestó que la comunicación de los postulantes “fue, en general, mala”. En esa línea, 7 de cada 10 respondió que “cambió para mal o no cambió su imagen de algún político” la comunicación realizada en la etapa electoral.Entre las conclusiones del informe, se afirma que 1 de cada 2 jóvenes no sigue a dirigentes políticos en las redes sociales. En ese sentido, 6 de cada 10 argentinos afirman que la mejor manera de hablarle a los jóvenes “es de manera directa y con propuestas”.Por otro lado, si bien 9 de cada 10 argentinos manifestaron que es importante ejercer el derecho al voto, fueron varios los que alegaron distintas razones para no hacerlo el domingo 12. En ese sentido, el trabajo mostró que 5 de cada 10 afirmaron que no concurrieron a las urnas porque no se sentían representados por nadie.

Fuente: La Nación

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Un “tapado”. De los que suelen aparecer en la Copa Davis. Rivales ignotos o semidesconocidos que juegan el partido de su vida y dan la gran sorpresa. Le tocó esta vez sufrirlo a Diego Schwartzman, superado claramente por Daniil Ostapenkov, que este fin de semana se sumará a la nómina de inesperados tenistas coperos. Antes de su éxito sobre el número 15 del mundo, poco y nada se sabía del bielorruso, que se hizo lugar en el equipo por las bajas de Ilya Ivashka y Egor Gerasimov, los dos principales jugadores, y que no solamente no acompañaron al equipo en este encuentro sino que además están anotados en el Astana Open, que se desarrollará desde mañana en Kazakhstán.Ostapenkov tiene 18 años y es diestro, con revés de dos manos. No ha protagonizado partidos en el nivel ATP, y antes de este duelo había disputado la Copa Davis sólo en marzo del año pasado, con una holgada derrota frente al alemán Dominik Koepfer. Sin posición en el ranking ATP, está 63º en la clasificación junior de la ITF. Pero en el Buenos Aires no jugó como un juvenil ni mucho menos. Se mostró suelto, con un tenis agresivo, desde la base o bien metido en la cancha, para estampar la peor derrota de un jugador argentino en la historia de la Davis.Así Ostapenkov le ganaba el partido a Schwartzman. Bielorrusia está 1 a 0 arriba ante Argentina en la Copa Davis.pic.twitter.com/nsJeUA6cFm— Nicolás Panni (@NicoPanni) September 18, 2021“Fue una gran victoria. No siempre juego como lo hice hoy. También para mí fue una sorpresa, y espero seguir jugando así en el futuro. Mi capitán y el equipo estuvieron ayudándome durante todo el partido. Sé que jugué contra uno de los mejores y espero que el equipo mantenga el nivel y consiga la victoria”, destacó Ostapenkov luego de un éxito rutilante, que tomó con naturalidad.Ostapenkov, una de esas sorpresas que se dan de tanto en la Davis; para la Argentina, fue la más grande de su historia. (Mauro Alfieri/)Precedentes de cachetazosEl juvenil bielorruso amplió una nómina de derrotas duras para el tenis argentino, más allá de lo que suceda con el resto de la serie. Entre otros antecedentes, se destacan el de Kenneth Carlsen, vital para un triunfo dinamarqués por 3-2 en Aarhus en 1992, con éxitos sobre Gabriel Markus y Alberto Mancini, y las victorias de los húngaros Sandor Noszaly e Jozsef Krocsko sobre Guillermo Pérez Roldán y Luli Mancini en una tremenda caída argentina por 4-1 en Budapest en 1993, con Pancho Mastelli como capitán y Guillermo Vilas en la función de director deportivo.En julio de 1997, Hernán Gumy perdió en Buenos Aires contra el ecuatoriano Luis Adrián Morejón, que ocupaba el puesto 301º en el mundo, y en esa misma serie, que terminó 3-1 para Ecuador, en el dobles del equipo visitante jugó Giorgio Carneade, que era entrenador de academia en Estados Unidos y no figuraba en el ranking, pero acompañó a Nicolás Lapentti en el punto del sábado.

Fuente: La Nación

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A pesar de que viven en una isla de Miami, a pesar de que se encuentran a tiro de piedra del club de playa de la isla, apenas cinco minutos en auto desde su casa, a pesar de que las costas de la Florida están bañadas de playas preciosas, los Barclays eligen visitar una playa distante, al otro lado del océano, a nueve horas en avión.¿Por qué viajan nueve horas en avión para ir a la playa, cuando podrían dirigirse al club de playa de la isla que les queda a sólo cinco minutos en auto, en bicicleta o en scooter? Probablemente porque están afiebrados por la ilusión de que, en esa playa lejana, en el Mediterráneo, serán más felices, mucho más felices. Quizás también porque, renuentes al trabajo en cualquiera de sus formas, los Barclays confunden viajar con trabajar, y cuando viajan creen que están haciendo algo meritorio, esforzado, admirable, como si sentarse nueve horas en un avión a ver películas fuese un trabajo agotador, digno de encomio.Han elegido Sitges, una playa coqueta al sur de Barcelona, porque Barclays, el escritor itinerante, guarda buenos recuerdos de aquella playa, y porque su esposa Silvia y su hija Zoe no la conocen todavía. Los hermanos de Barclays, más refinados, consideran que Sitges es una playa mesocrática, tumultuosa, popular, y por eso van a Niza, a Menorca, a Ibiza. Pero los Barclays no quieren tomar un segundo avión que, desde Barcelona, los lleve a las Baleares o la Costa Azul. Perezosos, comodones, alquilan un auto en el aeropuerto de Barcelona y conducen apenas media hora hasta el pintoresco pueblito de Sitges, pasando por un balneario, Casteldelfells, donde se divisan, a lo lejos, en las montañas, las casas de los futbolistas famosos, incluyendo la de Messi.Barclays ha sido feliz en Sitges, en hoteles modestos, de tres estrellas, y en playas masivamente visitadas por señores gays europeos (británicos, alemanes y holandeses, principalmente) que ejercen su identidad sexual sin alardes ni estridencias, sin bullicios ni alborotos, con discreto señorío, una forma de ser gay, la del gay europeo, que es naturalmente elegante y permite exhibir el cuerpo con todos sus defectos, imperfecciones, protuberancias y desmesuras. Recuerda con emoción sus primeras visitas a Sitges, cuando aprendió a querer, asombrado, a las parejas de gays y lesbianas que, en edad madura, septuagenarios y hasta octogenarios, visitaban las playas de Sitges con sombrero y bastón y se acompañaban con una delicadeza y una ternura conmovedoras. Como ha sido feliz en esas playas, como ha conocido la libertad en grado sumo en aquel balneario, Barclays quiere compartir esa dicha con su esposa y su hija: no hay ninguna playa de Miami ni de la Florida que se parezca remotamente a Sitges, piensa él, y entonces encuentra bríos para llegar a las costas catalanas un sábado a media mañana.Dado que son una familia liberal, emancipada de las taras religiosas (Zoe, la niña, no ha sido bautizada, y sus padres se declaran ateos o, si el avión entra en zona de turbulencia, agnósticos), y dado que consideran que el sentido mismo de la vida es que la vida carece de sentido, y dado que, por consiguiente, se niegan a creer que la misión primordial de la existencia humana sea sacrificarse, sufrir y entregar las libertades personales a ciertos dioses y a sus predicadores charlatanes, y dado que, en suma, piensan que la vida es breve, absurda, caótica y sin sentido y por eso mismo hay que gozarla sin complejos ni inhibiciones, reivindicando con insolencia las libertades individuales, los Barclays llegan a Sitges con un propósito hedonista, epicúreo: ser felices como nunca han sido, ser libres como nunca han sido.No irán a las playas preferidas por los gays europeos con sombrero y bastón, ni a las playas de los efebos y los eunucos que usan unos bañadores tan acotados que a lo lejos parecen desnudos, ni a las playas de las lesbianas rumberas y jacarandosas, ni a las playas de los perros: han elegido la playa más familiar, Terramar, con un mar manso y unos peces confianzudos que rozan tu piel y a menudo te muerden como aguijones, buscando comer tus carnes flácidas y adiposas, qué insolencia la de los pececillos de Sitges que se creen pirañas y cada tanto te mordisquean, como si quisieran comerte de a poquitos. Esa playa carece de olas y parece un lago porque una herradura de piedras a ambos lados recorta la entrada del mar y aleja la rompiente mar adentro, y está enfrente del hotel en que se alojan los Barclays, el ME Sitges Terramar, recientemente remozado, una propiedad bellísima, con vistas de ensueño y a pocos pasos de la playa.Dicha playa de Sitges, Terramar, es particularmente estimable porque las mujeres, casi todas, van con los pechos descubiertos: mujeres jóvenes y no tan jóvenes, delgadas y no tan delgadas, con hijos o sin ellos, exhiben sus senos con absoluta naturalidad, con esa gracia distraída tan europea respecto del propio cuerpo, lo que, a los ojos de Barclays, constituye, a no dudarlo, un paisaje feliz, libérrimo, inspirador, mujeres que se liberan de las taras y los prejuicios y aprenden a querer sus cuerpos tal como son. Entre tantas mujeres a pecho descubierto, Silvia y Zoe Barclays, orgullosas de ser feministas, se sienten a gusto, en la playa correcta, y Silvia se pregunta, y se lo consulta a su esposo, si se animará a despojarse de la parte superior del bikini y, por vez primera en su vida, hacer toples.Pero, además, esa playita de Sitges, Terramar, a unos pasos del mejor hotel del balneario, el ME, ofrece insólitas comodidades al visitante: hay tumbonas con sombrillas y jóvenes industriosos que plantan las sombrillas en la arena y esparcen sombra bienhechora al bañista reacio al sol, como Barclays, tan consentido, y hay un chiringuito, con música en vivo los fines de semana, cuyos camareros ofrecen una carta variada de comidas y bebidas y te acercan el pedido hasta la tumbona: los Barclays toman gazpacho, se dan un atracón de croquetas, patatas bravas y tablas de quesos, comida que comparten con una bandada de palomas y gorriones que les rodean en la arena, y luego no se cortan en pedir helados de postre. Por si fuera poco, hay carpas que ofrecen masajes, pero los Barclays, debido a la pandemia, no se animan a visitarlas.Una tarde, de pronto rompe a llover, una lluvia fina y persistente en medio de brisas recias que sacuden el aguacero y lo hacen caer como en zigzag. De inmediato, los bañistas recogen sus cosas y se marchan, presurosos. No los Barclays: procurando no mojarse demasiado bajo las sombrillas, permanecen en la playa, eligen disfrutar de la lluvia repentina y la arena despoblada de bañistas. Media hora después, deja de llover, pero ya nadie regresa y los Barclays están solos en la playa. En ese momento, Silvia se pregunta si debe experimentar el desahogo o la desinhibición de quitarse la parte superior del bañador y hacer toples por primera vez en sus treinta y dos años de vida. Su esposo la anima:-No hay nadie en la playa. Es el momento perfecto. Nadie te va a mirar. Atrévete.-Me da vergüenza que me miren los chicos del chiringuito -dice Silvia.-No te van a mirar -le dice su esposo-. Están acostumbrados a ver tetas en la playa. Ni se van a dar cuenta.Hija de padres creyentes, Silvia fue creyente en el colegio, pero dejó de creer cuando se enamoró de una mujer, una profesora austríaca, que no la correspondió y la sumió en una profunda depresión: fue entonces cuando descubrió que ella no encajaba, no era sociable como sus amigas, no era una más, no quería ser una más: fue entonces cuando comprendió que sería marginal, arisca, ermitaña, antisocial: después asumió que, como era rara y no encajaba en el mundo convencional de sus amigas, y como quería vivir sola y no tener esposo ni hijos, sería escritora, una escritora maldita, a contracorriente, marginal: por eso ha publicado cuatro libros y es probable que el próximo año publique una novela más, recreando sus primeros amores.-En el mundo musulmán, los fanáticos religiosos obligan a las mujeres a cubrirse enteras, a vestirse de negro, a mostrar sólo los ojos agazapados -le dice Barclays a Silvia-. Nosotros debemos ser lo contrario a ellos: nosotros creemos que las mujeres deben destaparse, descubrirse, exhibirse, mostrar con orgullo sus cuerpos, sacudirse del pudor que es una imposición machista y afirmar su identidad, caminando con las tetas al aire en una playa como esta.Luego añade:-Mi consejo es que hagas toples. No pierdas la oportunidad. Libérate.Silvia no se lo piensa más: se despoja de la parte superior del traje de baño, le pide a su esposo que le haga una foto, ella de espaldas a él, y luego entra deprisa en el mar, y detrás de ella entran también Barclays y Zoe, entusiasmados. Es un momento liberador y feliz, luminoso y feliz, una mínima conquista de la libertad personal, una afirmación del feminismo contestatario de Silvia, de su rebeldía como mujer rara, excéntrica, que no encaja, que no quiere ver a nadie, que no quiere ir a fiestas ni ser popular.En el mar quieto de Sitges, bajo un cielo encapotado después de la lluvia, desierta la playa de bañistas, acercándose con desfachatez los pececillos hambrientos que mordisquean como aguijones, los Barclays se abrazan, se besan y acaso comprenden que la felicidad, aquella desusada felicidad que de pronto los invade, es sólo un desprendimiento suave e invisible de la libertad, una recompensa reservada a los que se atreven a emanciparse de la prepotencia moral de sus mayores, una conquista de los audaces, los intrépidos, los valientes.

Fuente: La Nación

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MIAMI (AP) — Ke’Bryan Hayes bateó un par de dobletes y se sobrepuso a una caída para que los Piratas de Pittsburgh doblegaran el sábado 6-3 a los Marlins de Miami.Hayes tropezó en el montículo, durante lo que fue el segundo intento fallido por atrapar un globito en el encuentro. De cualquier modo, los Piratas se colocaron a un triunfo de lograr su primera barrida en la campaña.El receptor Nick Fortes disparó un jonrón y un sencillo al debutar en las mayores por Miami. Una noche antes, Payton Henry estuvo detrás del plato también en su debut con Miami.La última vez que dos cátchers debutantes jugaron de inicio en juegos consecutivos por el mismo equipo fue el 30 de abril y el 1 de mayo de 1914, cuando Joe Jankins y Jack Enzenroth aparecieron por los Browns de San Luis, de acuerdo con STATS.Cole Tucker bateó tres imparables por los Piratas, mientras que Bryse Wilson (3-7) aceptó dos anotaciones y cuatro hits en cinco actos. Wilson había tenido una foja de 0-4 con una efectividad de 5.09 en siete aperturas desde el 30 de julio, cuando los Piratas lo adquirieron a Atlanta.Pittsburgh, último de la División Central de la Liga Nacional con un registro de 56-92, tiene asegurado ganar cuatro series seguidas, algo que no había conseguido en el año.El dominicano Edward Cabrera (0-2), abridor novato de los Marlins, aceptó tres carreras —dos limpias— y seis imparables en cuatro episodios.Por los Piratas, el puertorriqueño Michael Pérez de 3-0 con una anotada.Por los Marlins, los venezolanos Miguel Rojas de 4-1, Sandy León de 1-0. Los dominicanos Bryan de la Cruz de 3-0, Jesús Sánchez de 4-0, Lewin Díaz de 4-1 con una anotada, Cabrera de 1-0.

Fuente: La Nación

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Son autos. Son huertas. Son pequeños autos y pequeñas huertas, todo al mismo tiempo. La pandemia golpeó con crueldad a la capital de Tailandia –aún lo está haciendo– y entre los diversos sectores afectados por las restricciones está el de los taxistas.Con la actividad urbana reducida, sin pasajeros ni recursos, algunos desesperaron, otros optaron por regresar a las aldeas rurales que habían dejado para buscar mejores horizontes en la gran ciudad.Y hubo también quienes, como los integrantes de las cooperativas Ratchapruk y Bovor taxi, adoptaron un novedoso mecanismo para llamar la atención del gobierno tailandés sobre la situación desesperante que atraviesan y, de paso, generar algún mínimo sustento para ellos y sus familias.Buscaron bolsas de plástico de las dimensiones adecuadas, las enmarcaron con cañas de bambú y las incrustaron en los techos de algunos de sus vehículos. Luego las cubrieron con tierra, algún que otro plantín– hubo tomates, pepinos, habas– regaron y dejaron que el sol también hiciera lo suyo.El resultado fue algo así como un florecer colectivo: un gran jardín urbano, o más bien una huerta, hecho de múltiples cuadraditos de tierra sostenidos sobre la abrupta detención de lo que antes era puro y continuo movimiento.De los 2500 autos que integran esas cooperativas, hoy por hoy solo unos 500 están activos: los jardincitos se hicieron sobre los techos de los vehículos que aún languidecen sin poder trabajar.Y hay que reconocerles lo luminoso y astuto de la iniciativa. Porque si querían llamar la atención, realmente atraparon, como un imán, las cámaras de cuanto periodista y fotógrafo anduviera por allí. Pusieron vida y color donde solo se les ofrecía desolación. Transformaron, crearon, se unieron; ellos fueron su propio jardín, su mejor cosecha.

Fuente: La Nación

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La anomalía institucional quedó planteada el mismo día en que Cristina Kirchner anunció a Alberto Fernández como su “hombre de paja” para reconquistar el Gobierno, invirtiendo el orden de quién tiene más poder dentro de la fórmula presidencial.El resultado electoral de 2019 convalidó el engendro y le dio legitimidad, pero dejó latente el problema de fondo.El Frente de Todos llegó a la Casa Rosada con la promesa de ser mejores y hacer convivir a distintos sectores del peronismo, con Alberto Fernández como garante de ese equilibrio. Pero muy pronto abandonó ese objetivo y se dedicó a satisfacer -sin lograrlo- a la jefa de la porción más influyente de esa alianza, Cristina Kirchner, su mentora.Las PASO, celebradas hace justo una semana, significaron un inesperado tsunami para el oficialismo y aquella anomalía, que había quedado escondida como un tumor oculto, y que solo de vez en cuando se manifestaba con esporádicas molestias, se hizo explícita de la peor manera en estos días de vértigo político.El presidente vicario había arrancado la semana, más allá de los insuficientes y difusos potenciales del tipo “algo no habremos hecho bien”, con su característica impronta procastinadora del “vamos viendo” y una ratificación del camino emprendido, como si no hubiese pasado nada. A quien debería ser apenas su segunda y, en verdad, es su poderosa jefa suprema, le hirvió la sangre.El oficialismo hizo una pésima y negadora lectura del contundente sentido del mensaje de las urnas. Eso les pasa por no conocer bien la propia historia del peronismo.Movimiento férreamente vertical, cuando un líder (o lideresa, en este caso) está vigente, nadie puede osar disputarle, de igual a igual, el poder interno ni, mucho menos, intentar sobrepasarlo. Ni Eva Duarte pudo hacerlo con Juan Perón (por mucho que con el paso del tiempo se los equipare idílicamente), ni Domingo Cavallo con Carlos Menem. Néstor Kirchner le hizo sentir de inmediato su rayo inmovilizador a su vice, Daniel Scioli, tan pronto se quiso desmarcar por un tema menor, y Cristina Kirchner metió en el freezer al primero de los suyos, Julio Cobos, tras el “voto no positivo”.Mucho menos puede ejercer independencia de ella un forzado artefacto político de su exclusiva creación. Fernández era un gris armador de candidaturas ajenas (la de su anterior amo, Néstor Kirchner, del que fue su jefe de Gabinete, y las de Sergio Massa y Florencio Randazzo).Cristina Kirchner lo concibió como un presidente delegado para que se encargara del pesado día a día burocrático de la Casa Rosada y para oficiar como escudo y pararrayos de las malas noticias inevitables de una época en que no hay nada para repartir y encima cayó la pandemia.Aun así, Fernández procuró, muy al principio, emprender un camino político posible: presentarse, con melodía alfonsinista de fondo, como el estadista que venía a cerrar la grieta y establecer los consensos imprescindibles para iniciar la recuperación nacional. Escoltado por Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof en la presentación de las primeras cuarentenas, su imagen positiva no tenía techo. El mensaje de las encuestas era inequívoco: la gente lo quería así, sin devaneos ideológicos, concentrado en la administración, incluido el jefe opositor de la principal ciudad del país.Duró poco: algo (o alguien; imaginen quién) lo hizo desistir muy pronto de ese camino y a partir de ese momento el derrape fue sin pausa hasta que chocó de frente con las urnas, el domingo pasado.Todo el hermético secretismo con el que se tramitaba la extraña relación política entre el minipresidente y la supervicepresidenta hasta hace una semana estalló en mil pedazos con tres movimientos bruscos: la estudiantina de los Cristina’s boys con sus sorpresivas renuncias de mentirita, el whatsapp guarro de la diputada Fernanda Vallejos (¿para qué perder el tiempo averiguando si fue producto de una filtración o algo buscado?) y la histriónica carta pública de la vicepresidenta, en la que ensaya un curioso desdoblamiento, como si fuera una mera observadora de la precarización de su artefacto político. Como el doctor Frankenstein, que se autocompadecía por los desmanes de su monstruo, siendo que él mismo lo había creado.Lo que se ocultaba hasta hace pocos días con tanta dedicación, o se culpaba a los medios de comunicación de inventar divergencias inexistentes en el binomio presidencial, quedó al desnudo, a la vista de todos.Alberto Fernández se enfurruñó un poquito, dijo que iba a hacer lo que quería pero, al final, se acordó cuál era su razón de ser y obró en consecuencia.Nada impedirá que cuando se reinicie la campaña, los integrantes de esta desavenida familia se sonrían nuevamente y los medios sean, una vez más, los culpables de todo.

Fuente: La Nación

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De la devastación a la falsa calma. De allí a la tormenta, el huracán y al día después. Todo en una semana que, en rigor, en la Casa Rosada, pareció tener mucho más que cinco días. La intensidad de cada jornada desde la derrota electoral del último domingo estuvo marcada por dardos cruzados, funcionarios con las emociones a flor de piel y la certeza de que ya nada pudo seguir como estaba.Las 21:30 del último domingo señalaron el inicio de la cuenta regresiva rumbo a la mayor crisis política del gobierno nacional desde su asunción en diciembre de 2019. A esa hora se dieron a conocer los datos de las elecciones primarias de medio término en la que se dio una demoledora derrota del oficialismo, que lo dejó al borde del abismo. El quiebre y pase de facturas entre el presidente Alberto Fernández y la vice, Cristina Kirchner, se tornaba una realidad cada vez más palpable, pero aún faltaban horas para dimensionar la magnitud de esa grieta interna.La devastación marcó la jornada del lunes en la Casa Rosada, en medio de una Buenos Aires que amaneció fría y gélida, casi como un espejo de lo que sucedía adentro. Las caras y humores de los funcionarios, sin distinción de rango, daban cuenta de eso. “Irreversible”, era la palabra con la que varios de ellos auguraban el escenario en las urnas en noviembre próximo. “Se puede achicar la diferencia, pero no dar vuelta”, completaban otros. También estaban quienes iban más allá y se animaban a hablar en voz alta del miedo a lo que puede pasar en 2023. Otros preferían, o ni alcanzaban, a verbalizarlo. Por entonces todavía eran protagonistas la campaña y los candidatos que, golpeados, preferían evitar entrevistas con medios no oficialistas tras una derrota incómoda aún en territorios siempre favorables al justicialismo.Cómo se reconfiguraría los próximos dos meses de campaña y algunas medidas a anunciarse era parte de lo que se empezaba a hablar en las horas siguientes. Ante la latente posibilidad de cambios, desde el albertismo le bajaban el precio al impacto real que podía tener en la realidad. En varios despachos afines se prefería apuntar a la responsabilidad de La Cámpora en la derrota electoral. Del otro lado pensaban que los cambios eran tan necesarios como, a esa altura, tardíos. Los dardos se cruzaban cada vez más seguido, fuerte y bien dirigidos.El martes fue un día de tensa calma en la que, cerca del primer mandatario intentaban mostraban convencidos de que la fórmula de “más plata en los bolsillos” ayudaría de cara a las urnas, y mientras se asumía el impacto de lo que los meses de encierro dejaron en la población, se empezaban a delinear medidas en ese sentido. Bajo un sol cálido que adelantaba la llegada de la primavera, Fernández se mostró activo puertas afuera de la Rosada. La Casa parecía buscar dejar atrás, aunque sea por un momento, la desolación del día anterior, pero seguía sin haber anuncios, cambios o definiciones ante el indudable mensaje del electorado.El miércoles era un día peronista de acuerdo a varios, con un sol irrefutable hasta que llegó la tormenta interna. Pasado el mediodía comenzó la escalada que terminaría de cambiarlo todo. La sorpresa fue total con la renuncia de Eduardo “Wado” de Pedro, incluso para sus colaboradores más estrechos, que se enteraron minutos antes de la difusión, y hasta para el presidente, que lo supo durante un viaje en helicóptero. Luego vendría un dominó de dimisiones que sumó sorpresa, desconcierto y reuniones de urgencia en busca de entender y contener la rebelión interna. La tormenta era total. Las operaciones cruzadas también.En ese esquema de idas y vueltas, el histórico Patio de las Palmeras se transformó en el epicentro de los periodistas acreditados en casa de Gobierno. Ver quiénes ingresaban y salían por la explanada que da a Rivadavia, monitorear las entradas en las oficinas del Ministerio del Interior o en la contigua Secretaría de Legal y Técnica, que dan ambas al patio, fue tan clave como ir reconstruyendo vía mensajes, llamadas y encuentros, lo que sucedía en los encuentros que marcarían los días siguientes. Los funcionarios evitaban los pasillos más concurridos y los encuentros cara a cara, todo era confusión y había temores de todo calibre.El jueves amaneció en medio de versiones y contraversiones de lo que vendría. Fernández, vía Twitter fijó posición y el clima en Rosada pareció ceder su intensidad, al menos en lo aparente. El flujo de información seguía tan dinámico como confuso. Entonces, desde el propio gobierno a se envió a varias terminales la noticia de que Fernández había aceptado la renuncia de de Pedro, cuando no era cierto. La maniobra terminó por desatar el huracán con la carta de Cristina Kirchner. La convulsión se volvió total. El desconcierto alcanzó a todo el oficialismo que, atónitos, pedían tiempo para procesar el impacto de lo sucedido. Pasaban los minutos y nadie se recuperaba del impacto de esas letras.El “día después” llegó el viernes, con reuniones que alcanzaron su punto máximo en medio de un ritmo frenético, con terminales en Rosada, Olivos, el Congreso y el Ministerio de Hacienda. La danza de nombres estaba abierta y las negociaciones, por momentos empantanadas. Empezaron al mediodía y se extendieron en la noche. Cuando todo parecía indicar que ya no habría novedades, llegaron con media docena de cambios en el gabinete. Obligaron a correr a contramarcha, introducir cambios y hacer análisis a velocidades express. Era el final de la semana más voraz en años. Sobre el final de la jornada, cerca de la medianoche las luces tenues daban al patio ya vacío, la mayoría de los despachos estaban cerrados y en el exterior móviles de televisión, que llevaban una semana en el lugar, todavía transmitían en directo. Fernández ya se había retirado y Kirchner no pisa desde hace años el lugar, pero la Rosada seguía siendo el escenario de la mayor crisis política en años.

Fuente: La Nación

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Después de una semana de turbulencia política, Juana Viale no pudo evitar dar su opinión sobre la situación del país. Ni bien ingresó al estudio de La Noche de Mirtha, la conductora hizo una pequeña reflexión sobre los acontecimientos ocurridos después de las PASO.“Ante todo tranquilidad, porque hemos vivido una semana en donde te despertabas o te ibas a acostar y no sabías que pasaba”, dijo con tono serio. “Me da muchos nervios saber que las PASO hayan generado un quiebre tan grande en todos los escalafones del gobierno”, agregó.Fiel a su estilo, Viale no pudo dejar de hacer un picante comentario al respecto. “Mientras ellos se pelean, los argentinos subsistimos a esta Argentina que está bien, pero bien difícil”, reflexionó y anunció que durante la noche iban a analizar en detalle lo sucedido en los últimos días. “Una semana para mí preocupante, de bastante angustia e incertidumbre, pero acá tenemos a grandes para poder hablar y aclarar todo”.Mientras sus invitados aguardaban para ingresar al piso, Juana planteó: “Tenemos mucho que hablar en una Argentina bien, bien movidita. Yo no sé quién maneja el país. ¿Las decisiones las toma Alberto o las toma Cristina?”. Luego, hizo alusión a los rumores que terminaron con los cambios en el gabinete.En esta oportunidad, participaron de la mesaza el diputado nacional Luis Juez, quien obtuvo hizo una buena elección de la mano de Juntos en Córdoba; el exministro de economía Alfonso Prat Gay; la periodista y candidata a senadora Carolina Losada quien fue la sorpresa de las elecciones en la provincia de Santa Fe; la periodista María Julia Oliván, especializada en actualidad política. También se sumó el director de cine Juan José Campanella, quien se conectó vía Skype desde Estados Unidos para aportar su mirada sobre distintos temas.Noticia en desarrollo

Fuente: La Nación

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