TOKIO.- Se muestra inquebrantable. Quienes compartieron reuniones la describen como una mujer de respuestas tan nítidas y firmes como su comportamiento. Y su estilo no suele tener alteraciones: saco, blusa y pañuelo. Solo cambian de color según la ocasión. Y se sale de protocolo en momentos especiales: como cuando se mostró con un kimono en el Maracaná, en el cierre de Río 2016, o en sus comunicados sobre coronavirus, donde viste la campera que utilizan los empleados de la ciudad. De familia adinerada y vinculada con el petróleo, su pasado se repartió entre los estudios de sociología en El Cairo y una incipiente carrera como presentadora de noticias, por lo que su refinado japonés puede cambiar sobre la marcha al inglés o árabe, que los habla con fluidez. A los 69 años, Yuriko Koike es la imagen de una Tokio olímpica, pero también es la principal figura femenina en la política del país. La principal, y una de las pocas. La gobernadora de la capital es “la Dama de hierro”.Los números impactan. El voto femenino solo se instauró después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Las elecciones legislativas de 1946 exigían cambios. Aunque poco cambió 75 años después: por entonces, las mujeres ocupaban el 8,4% de los escaños en la Cámara. Ahora representan el 9,9%. El salto, tres cuartos de siglo después, fue de apenas el 1,5%. Cifras que ponen a Japón en el puesto 167 del ranking mundial de mujeres de la Unión Interparlamentaria. Detrás de Arabia Saudita, por ejemplo. Según datos replicados por la agencia Kyodo News tras el último Foro Económico Mundial, Japón ocupa el puesto 120 en la clasificación de “brecha de género”, en la peor ubicación entre los países del G-7. Y aunque el país cerró por completo la brecha en la educación primaria, se encuentra en la posición 147 en “empoderamiento político” y 117 en “participación y oportunidades económicas”. Con un círculo rojo dominado por hombres, Koike no acepta que le hablen de “romper el techo de cristal”. Va más allá.Koike ve la realización de Tokio 2020 como un mensaje positivo en medio de la pandemia de coronavirus ( Kim Kyung-Hoon / Getty Images/)Que “usa mucho maquillaje”. Que “es una mujer insensible” tras una operación de fibromas uterinos. Que “se viste como mujer, pero en el fondo es un hombre de línea dura”. Que “prefiere acercarse a hombres poderosos mientras pisa a sus competidoras”. Que “no le entusiasma mejorar el estatus de las mujeres porque esa agenda aburre a los hombres”. Las críticas anacrónicas de sus adversarios políticos apuntan al género o a su fuerte personalidad. Koike es la dama de hierro de Tokio. Aunque aclare que no le gustan las comparaciones con “la señora Thatcher”. Ni acepte la idea de “romper el techo de cristal”. “En Japón, no es de cristal, es una placa de hierro, una barrera que bloquea el camino de las mujeres”, destacó alguna vez. Por entonces, desde la prensa cuestionaban su mano dura y le consultaban si su lucha iba a ser con más fuerza que belleza. Tajante, ella disparaba: “Naturalmente lo primero. No soy hermosa”.Ecologista, nacionalista y liberal en lo económico, Koike inició su carrera política en 1992, en la Cámara de los Consejeros, después creció en el ámbito legislativo y llegó a ser ministra de Gobierno en dos oportunidades. Eso sí, su estreno como figura feminista recién le llegó en 2005, cuando formó parte de “las asesinas de Koizumi”. Así la describía el Washington Post, en una crónica sobre el avance de las mujeres y las nuevas ninjas políticas de lápiz labial: “Armada hasta los dientes con labial rojo sangre y una sonrisa asesina, Yuriko Koike irrumpió en las calles de un barrio de clase trabajadora con apretones de manos rápidos y al grito de ‘Es una batalla terrestre por la reforma, por cambiar Japón’. En un país donde solo un pequeño porcentaje de los funcionarios electos son mujeres y todavía se espera que las mujeres sirvan té para los compañeros de trabajo y se dediquen a sus maridos, ella encara la renovación”. Aquella movida de campaña del ex primer ministro Junichiro Koizumi tuvo dos lecturas entre los analistas: la primera, relacionada al sacudón a las estructuras vetustas; la segunda, la de una falsa inclusión “por usar caras bonitas para atraer votos”. La visión de Koike era más directa: se sentía catalizadora del cambio.Ministra del gobierno de Koizumi, su mentor, también tuvo un breve paso por la administración de Shinzo Abe, donde fue nombrada al frente de Defensa, aunque tuvo que renunciar 54 días después por una filtración de información sensible que partió desde un grupo de oficiales. Después, apuntó al liderazgo del Partido Liberal Democrático y aspiró al cargo de primera ministra, pero cayó en las internas. Por su cuenta, se abrió camino en las gobernación y un año después de llegar al poder con el PLD armó su propia estructura, el Partido de la Esperanza. En Tokio ya lleva dos mandatos, y su nombre hace rato que salió de la isla: es una de las 25 mujeres más poderosas e influyentes del mundo, según Forbes.Un cimbronazo antes de los JuegosLa última semana de junio tuvo que ser internada por fatiga, y pidió disculpas por ausentarse en semanas tan intensasAgotada, Koike salió del hospital el pasado 30 de junio y solo buscó la manera de pedir disculpas “por causar preocupación en semanas tan importantes”. No se quiebra con facilidad, pero esta vez su cabeza dijo basta. Su reciente internación por “fatiga extrema” -según el parte oficial- se dio en un momento clave: a tres semanas de unos Juegos Olímpicos que ella misma sostuvo frente al avance de la pandemia y varias voces críticas. Koike apuesta a que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos sean “la prueba de la victoria”.“Superaré la pandemia y llevaré a la ciudad a los próximos Juegos”, destacó el año pasado, cuando el calendario deportivo se hacía trizas. Los contagiados en el área metropolitana llegan en alza. Y aunque siempre estuvo lejos del impacto que tuvo el Covid-19 en otras grandes ciudades (ahora suma de a 800 casos diarios promedio y ayer 1380 infectados), los Juegos vuelven a estar en la mira. Tokio lleva cinco olas -con valores controlados, hasta esta última- y una baja tasa de mortalidad. El temor de los últimos meses pasó por el efecto de algunas reaperturas, por el faltante de vacunas Pfizer y por la cepa Delta. Solucionada la distribución, lograron mejorar el ritmo de inmunización en los primeros días del verano boreal y aceleraron al ritmo esperado. Pero no pudieron frenar las críticas sanitarias por las nuevas variantes. Motivo suficiente para unos Juegos sin público y la declaración de un nuevo estado de emergencia en el área metropolitana. No quieren transformar la cita olímpica en una bomba biológica.Con chances concretas de ir por el gobierno nacional -un camino que por ahora no le resultó sencillo-, transita el primer año de su segundo mandato como gobernadora de Tokio. “El primer ministro Yoshihide Suga tiene un 60% de rechazo de manejo del Covid, por lo que necesita esperar que la actual ola de popularidad de la señora Koike se apague, o que ella quede expuesta por un paso en falso”, deslizan los analistas. A mediados de 2020, Koike consiguió una abrumadora victoria electoral, en una campaña por la reelección que tuvo como eje el manejo de crisis por el coronavirus y la posibilidad de realizar los Juegos -uno de sus rivales prometía cancelarlos-. Para Tokio, la cita olímpica es una cuestión de estado y, más allá de hacerlo sin público, la mejor postal para mostrar la recuperación. La enésima resurrección nipona.

Fuente: La Nación

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