“Todo en Finlandia es impactante”, asegura Robertino Giorgetti, un hombre que jamás imaginó que un corazón en duelo lo llevaría a Escandinavia y, menos aún, a vivir en Finlandia.Desde que tiene memoria, el argentino con marcada ascendencia italiana, soñaba con ver el mundo desde la perspectiva de otra cultura, con otra mirada. A pesar de sus fantasías recurrentes, cuando los años de estudios secundarios llegaron a su fin, entre la carrera y el trabajo, la vida comenzó a girar a gran velocidad. Si bien el joven aprovechaba las vacaciones para conocer otros destinos, una pequeña pero firme angustia comenzó a crecer en su interior, acompañada de una certeza: no quería envejecer y pensar que jamás se había animado a vivir en otro lugar, más que en aquella ciudad que lo vio nacer.“Había un gran mundo para recorrer y, todos sabemos, no es lo mismo ir de vacaciones, que residir en otro lugar. Lo interesante, sin embargo, es cuándo y cómo se dio esta oportunidad”, asegura.A Finlandia se lo llama el país de los mil lagos, aunque lo cierto es que tiene un total de 187 888 lagos, de los cuales 56 000 tienen más de una hectárea.Una separación y un cambio de vida: solo es necesario postularse, recaudar dinero y volarRobertino se separó unas horas antes de que comenzara el día del amigo, una fecha por demás celebrada en Argentina. Los tres años de relación habían sido intensos, importantes, y su corazón vulnerable recibió con brazos abiertos “el aguante” de sus amistades en aquel primer momento tan amargo. “Sabés, tengo una prima viviendo en Dinamarca, que estaba en tu misma situación cuando se fue”, le comentó una amiga y, en apenas un segundo, Robbie dejó a un lado su pesar para absorber cada detalle de la conversación. “¿Cómo hizo?” “Con una visa Working Holiday”, replicó ella.“Soy una persona ansiosa, por lo que esa misma noche estuve mirando de qué se trataba, qué países estaban disponibles y a cuáles podría postularme según mi situación”, rememora el argentino. “Dinamarca seguía resonando en mi cabeza y sentí ese llamado, ese clic”.Adiós al viñedo: vendió su tractor para irse a vivir a ItaliaRobertino comprendió que solo necesitaba postularse, recaudar dinero y volar. A la semana siguiente, se reunió en la oficina de RRHH de su empresa para negociar una salida conveniente. Ocho años en el mismo trabajo, sin perspectivas, habían sido suficientes, y encaró la conversación con coraje y determinación: “Y, honestamente, la separación se sintió como una patada en la espalda, de esas que te sacuden y te invitan a moverte hacia adelante. Estaba a días de cumplir los 30, la edad límite para postularse. Es ahora o nunca, me dije”.Sin pensarlo dio el paso que tanto había esperado. Para cuando se dio cuenta de lo que había hecho, Robbie ya estaba sin empleo, con pasaje en mano y en contacto con la famosa prima, quien lo recibió y lo ayudó en su llegada a Dinamarca. En cuatro meses, había dejado su departamento, se despidió de sus amigos y familia, y de su vida en Argentina. El proceso, sin dudas, fue excitante, pero apenas cruzó el control de seguridad de Ezeiza, el joven se largó a llorar como un niño.Un giro inesperado: de Dinamarca a Finlandia, un país más lejano y más fríoEl primer suelo que pisó fue el italiano, siempre había querido conocer la tierra de sus abuelos. Antes de instalarse en Dinamarca, Robertino decidió hacer otra escala en Polonia para cumplir una promesa a su expareja en aquel destino. Por aquellos días su espíritu se sensibilizó, estaba solo, ante lo desconocido y sin pasaje de regreso: “Son instancias donde florecen las emociones más duras. Y más aún, cuando se está negociando un duelo”, confiesa. “Por otro lado, sentía que estaba iniciando un capítulo nuevo de mi vida”.Copenhague, Dinamarca.En un día lluvioso y frío, Robbie llegó a Copenhague. La Europa clásica del imaginario argentino quedó atrás y, ante él, Escandinavia emergió como otro mundo.Entre la adrenalina de lo nuevo, el trabajo y una adaptación desafiante, el tiempo pareció volar en Dinamarca. Pronto, tuvo la oportunidad de cambiar de empleo, sin imaginar que, de su mano, cambiaría de destino: “Trabajaba en un bar muy popular en el centro de Copenhague, The Old Irish Pub. Empecé como runner, que es básicamente el que levanta los vasos usados y los lleva hasta la cocina, y en poco tiempo me propusieron ser bartender. No tenía ni la menor idea de este tipo de trabajo, sin embargo, me fui enamorando de él de a poco y sintiendo que en esta nueva etapa tenía que incluir cambios y nuevas experiencias”, continúa.Francia: un hombre abofeteó a Emmanuel Macron en un acto y fue detenidoSu visa Working Holiday estaba por caducar, cuando a Robertino le ofrecieron un ascenso a supervisor: “Robbie, andá a hacer tus papeles a Italia y volvé porque te queremos con nosotros”, le dijo su jefe. La empresa estaba en expansión y necesitaban a alguien en Finlandia. ¡¿Finlandia?! El argentino no estaba interesado, no quería vivir en un lugar aún más lejano y más frío que Dinamarca.“Aun así, cuando obtuve mi ciudadanía, la empresa me ofreció un puesto como gerente en Helsinki y bueno, ¿Por qué no?, pensé. ¿Por qué no conocer un destino nuevo y seguir avanzando en este camino?”Robertino finalmente llegó a Tampere, una ciudad finlandesa situada a 170 kilómetros al norte de Helsinki, en el interior del país, en la región de Pirkanmaa.Un país atravesado por la naturaleza: “A los finlandeses no les preocupa si es invierno o verano”Tampere amaneció impactante y el asombro no menguó con el tiempo. Había arribado a la segunda ciudad más grande de Finlandia con la promesa de un traslado a Helsinki, algo que nunca sucedió. Todo, absolutamente todo, emergió nuevo, extraño, inesperado para sus costumbres latinas.A medida que los días transcurrían, camino al trabajo, Robbie develó a una comunidad con hábitos muy propios, como nadar en un lago congelado en invierno, ir en esquí al colegio, recoger hongos y frutos por el bosque, y pasear o correr por los numerosos senderos.“Este es un país absolutamente atravesado por la naturaleza. Los centros urbanos son pequeños y rodeados de lagos y árboles”, describe. “En Tampere el clima es duro y extremo. Los inviernos son oscuros y crudos, pero los veranos… ¡los veranos son la gloria! La vida al aire libre es casi obligatoria y es muy llamativo que a los finlandeses no les preocupa si es invierno o verano. En la época estival la temperatura es agradable, sin calores sofocantes, pero suficientes para nadar en los miles de lagos que hay. Además, el día es eterno, tanto que se hace difícil dormir ya que la luz natural no desaparece nunca. Asimismo, es muy popular visitar las cabañas de vacaciones o de fin de semana”, sonríe.El argentino, Robbie Giorgetti, en el invierno de Tampere, Finlandia.“Y, por supuesto, hay que mencionar el sauna, que acá es casi como una religión. Yo diría que es como el mate argentino. Es algo distintivo de la cultura y, a la vez, un evento social. Los latinos solemos experimentar un choque cultural muy grande con los escandinavos ya que acá son más distantes y muy celosos de su espacio personal y su soledad. Son individualistas al máximo, sin embargo, no tienen problema en desnudarse para ir al sauna y estar rodeados de desconocidos”.Calidad de vida, calidad humana en Finlandia: un país que enseña a disfrutar de la soledad y la singularidadRobbie arribó a Finlandia con una ventaja clara frente a otros extranjeros: un empleo bien remunerado. Sin embargo, pronto notó que, aun con un buen dominio del inglés, conseguir trabajo no parecía ser una tarea sencilla para los inmigrantes desempleados. Y el finés, con sus ¡quince declinaciones!, sin dudas no era un idioma sencillo de aprender.“Entiendo que en Helsinki hay más oportunidades ya que es la capital y es más cosmopolita”, dice pensativo. “Sin dudas, la calidad de vida en Finlandia es muy alta. La seguridad social está muy presente y el sistema de impuestos progresivos hace que quien más gana, más paga, y se traduce en beneficios para todos. El desempleo, la ayuda a la vivienda, el acceso al crédito hipotecario, un sistema de salud de primer nivel, seguridad, y un sistema educativo y carcelario ejemplares, hacen de este lugar un país muy organizado, con reglas que la gente sigue y con una suerte de estabilidad político-social muy diferente a la que se vive en Argentina”.En Finlandia es usual nadar en lagos congelados luego del sauna.“La contracara es que hay un consumo de sustancias bastante problemático. La venta de alcohol está muy controlada por el Estado y es prácticamente un monopolio, pero el alcoholismo está muy presente. Más de un colega hace referencia a padres o familiares cercanos alcohólicos. No se trata de jóvenes de fiesta el fin de semana, sino de personas incapacitadas por la adicción cuyas vidas están prácticamente arruinadas”.“La calidez humana es muy distinta a la que uno estaría acostumbrado en Sudamérica. Los vínculos parecen tener otra profundidad. Los niños se independizan antes, casi en la adolescencia. Los adultos tienen poco tiempo. Los encuentros se tienen que programar con mucha anticipación y los amigos son los que se hicieron de jóvenes. No está bien visto compartir tus problemas o preocupaciones íntimas, ya que el tiempo del otro es demasiado valioso. Por ello, tal vez, la depresión esté presente y veo que el rol del psicólogo no está tan activo como en Argentina. Acá es más común recibir medicación antes que terapia de conversación”.Una postal de Tampere, una ciudad activa y dinámica, con tres universidades, centros de formación profesional y una amplia tradición literaria y teatral. (Laura Vanza/)“Sin embargo, en líneas generales, hay una clara diferencia entre los finlandeses que han viajado o que tienen un trasfondo `internacional´ comparado con los más `locales´, que a veces no hablan inglés o no se animan a hablarlo por vergüenza. Los que viajaron suelen ser más amables y dispuestos a recibir extranjeros, mientras que los otros son más cerrados y prefieren estar con quienes hablen su idioma. Sin embargo, aunque las relaciones de amistad sean difíciles de entablar, uno sabe que cuando eso sucede, se trata de una amistad verdadera y duradera. Quizás suene un poco difícil para los que venimos de culturas tan socialmente apegadas, pero es un gran aprendizaje en cuanto a la individualidad y a disfrutar de la soledad y la singularidad”.Finlandia: ¿el país más feliz del mundo?Cuando la pandemia llegó a la tierra “más feliz del mundo” – según la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible de la ONU – nada pareció cambiar demasiado. El planeta colapsaba, pero la cotidianeidad de Robbie y sus conciudadanos apenas sufrió unos leves cambios. Con una buena gestión y un control de la enfermedad exitosos, junto a una sociedad acostumbrada a la soledad, “la felicidad” se vio casi inalterable. “Acá la gente te dice que no significó un gran cambio. Estar solos y en el hogar, ya era común antes de la pandemia, así como el hecho de mantener distancia física. Por otro lado, acá no hubo muchas limitaciones. Recién hace unos meses se hizo obligatorio usar barbijo en el transporte público de larga distancia. Entonces, imaginate que eso también hace que, comparado con otros países, haya un menor impacto en la salud mental y se mantenga `la felicidad´. Pero me pregunto cómo se puede medir la felicidad de todo un país, siendo esta un concepto tan particular e individual, ¿no?”Robbie, en su lugar de trabajo.“Sin dudas, creo que se basan en algunos datos estadísticos, como el índice de criminalidad, la confianza en el gobierno, el desempleo, la posibilidad de acceso a la vivienda, la esperanza de vida, la capacidad del Estado de proveer ayuda social, y el reconocido sistema de salud y educación. Ciertamente todos estos indicadores son muy buenos y dan cuenta de la calidad de vida, pero no creo que indiquen, per se, el nivel de felicidad de la gente”.“Yo más bien diría que Finlandia es el país más tranquilo y estable. Ojo, también depende de quién lo juzgue, pues claro, yo soy sudamericano, donde la felicidad mucho tiene que ver con la alegría, cosa que acá no se expresa tan efusivamente”.Las cabañas en Finlandia, que se pueden contar de a miles, simbolizan las típicas vacaciones de los finlandeses, con sauna (se estima que hay 2 millones de saunas, en una población de 5,3), el lago y una barca a remos.Volver a la Argentina: “Los primeros días son raros, sentís que no encajás”A Robbie, el trabajo le ocupa gran parte del día. Como responsable del local, está pendiente de su equipo y del negocio. En su tiempo libre, aprovecha la naturaleza como un ciudadano finés más y en algunas ocasiones también concurre al gimnasio. Por otro lado, la diferencia horaria de seis horas con la Argentina le resultan ideales para dedicar algunas noches a hablar con la familia y amigos de su querido país, que tanto extrañó y al que acaba de arribar hace unas horas, luego de mucha incertidumbre, testeos, barbijos y miedos: “Lo que antes era placentero y sencillo, ahora es algo más bien estresante. Por lo menos durante los trayectos”.“La primera vez que volví a la Argentina fue después de un año y en una situación especial: mi padre había fallecido. Coincidió con el cierre de una etapa, la de Italia y Dinamarca, y la apertura de una nueva, Finlandia, ya como ciudadano de la UE y con una oferta de trabajo estable. Entonces estaba entusiasmado y ansioso por volver. Pero los primeros días fueron un poco raros”, revela. “Sentís que no encajás, que no sos ni de allá ni de acá. La vida siguió adelante sin vos, muchas cosas cambiaron de lugar y tantas otras están absolutamente intactas. Sin embargo, recuerdo que al final de mi visita volví a sentirme conectado con mi familia y amigos y pensaba `Justo ahora que la estoy pasando bien me tengo que ir´”.Paisaje invernal finlandés.“En este regreso la ansiedad fue más fuerte. Primero y principal porque pasó más tiempo y segundo porque el contexto es distinto. Un año y medio de pandemia dificultó todos los encuentros planeados. Además, tengo un sobrino nuevo y mi madre cumple 60, por lo que siento, más que nunca, que tengo que estar ahí, presente”, se emociona.“Aprendí a ser emocionalmente independiente”Robertino recuerda como si fuera ayer aquel día del amigo que le cambió la vida para siempre. Una simple conversación trajo consigo las palabras justas, para brindarle el coraje necesario que lo llevó a transitar un nuevo camino. El fin de un amor marcó el final de una era y le dio inicio a un renacimiento en un mundo inesperado. Finlandia, tan peculiar y considerado un pueblo muy honesto, que poco entiende de sarcasmos ni dobles sentidos, hoy lo acompaña en su crecimiento constante.“Con mi experiencia aprendí a vivir solo. Finlandia me enseña a ser aún más independiente, algo así como emocionalmente independiente. A disfrutar de mis tiempos, de la individualidad y, a su vez, a maximizar mis contactos sociales. Viviendo lejos aprendí a valorar las relaciones construidas, y que es importante hacer lo que a uno le hace feliz y, sobre todo, a comprender que eso depende de vos mismo”.Robbie, en el verano de Tampere, Finlandia.“Siento que hay muchas oportunidades y experiencias para vivir y que hay que estar abierto a hacer cosas distintas, conocer gente, visitar lugares nuevos. Aprendí que es importante conocer las reglas del lugar que te abre sus puertas, y que ser ordenado y precavido te puede hacer la vida más fácil. Y que si las cosas no salen como uno quiere, hay que ser dinámico y flexible para sobrellevar lo que venga”.*Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, NO LOS PROTAGONISTAS. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

Fuente: La Nación

Comparte este artículo en: