“Soy apicultor desde 1976 y es la primera vez que veo algo así”, comentó Joseph Zgurzynski, un hombre que trabaja en Country Barn Farm en Pensilvania con casi seis millones de abejas.
Mientras trabajaba con sus colmenas, descubrió una abeja melífera con ojos enormes que se parecían a los de los zánganos (abeja macho), mientras que el resto del cuerpo era característico de una hembra.
El insecto tenía también ojos amarillos, y los expertos creen que pasará mucho tiempo hasta que ocurran nuevamente ambos fenómenos.
Durante su descubrimiento, el apicultor estaba junto a Annie O’Neill, una fotógrafa que documentó al insecto y luego envió las fotos a David Tarpy, especialista en abejas de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.
Luego de observar al insecto, Tarpy confirmó que se trataba de una mutación genética que había afectado la pigmentación de los ojos y que probablemente la había dejado ciega, un rasgo muy poco frecuente en las abejas.
Además, había causado lo que se conoce como ginandromorfismo: un organismo que posee rasgos tanto femeninos como masculinos. Esta eventualidad es muy poco común incluso en las especies más estudiadas, sin embargo en los últimos años se documentaron ejemplos llamativos en mariposas y aves, como el caso de un cardenal avistado en Erie, Pensilvania.
“Por eso es tan asombroso”, cuenta Tarpy, y agregó que “es como encontrar una aguja en un pajar”.
Abuelos, pero no padres
Los humanos tienen pares de cromosomas —uno por cada progenitor— y su combinación determina los rasgos que se heredan. Por eso, un niño puede tener pelo negro y ojos marrones, mientras que su hermano puede ser rubio con ojos azules teniendo los mismos padres.
En cambio, la genética de las abejas es diferente, indica Natalie Boyle, entomóloga de la Universidad Estatal de Pensilvania.
Cuando una reina y un zángano se aparean, los huevos fecundados solo generan abejas hembra. Esto se debe a que los machos se crean a partir de huevos no fecundados, lo que significa que solo tienen la mitad de cromosomas, los de la reina. Por consiguiente, las abejas macho no tienen padres ni hijos, pero sí abuelos y nietos.
Boyle explica que, como los zánganos solo tienen la mitad de cromosomas, cuando se produce una mutación genética rara como la del color de ojos amarillo, siempre se pone de manifiesto.
Si bien son poco comunes, estas mutaciones oculares ya se han documentado: los científicos han estudiado las mutaciones del color de ojos en abejas desde 1953.

“La biología puede ser muy rara”
Sin embargo, el ginandromorfismo en abejas no se explica tan fácilmente.
Si la abeja fuera ginandromorfa bilateral —con características masculinas expresadas en una de las mitades del cuerpo y femeninas en la otra—, entonces podría especularse que el óvulo se dividió antes de fecundarse, señala Tarpy.
Pero como los rasgos de la abeja presentan ginandromorfismo en mosaico, en el que están presentes los rasgos de ambos sexos de forma dispareja, es posible que se produjera una anomalía en una etapa del desarrollo posterior. Se desconoce exactamente cómo ocurrió.
“Al fin y al cabo, la biología puede ser muy rara”, afirma Tarpy.
Animales subestimados
Es común que los animales del tamaño de aves y las mariposas se manifiesten como ginandromorfos coloridos y bien identificables, pero no siempre es tan sencillo detectar todos los ejemplos.
Cuando trabajaba en el Instituto Smithsonian de Investigación Tropical en Panamá, Erin Krichilsky necesitó de la ayuda de un microscopio para comprobar el ginandromorfismo bilateral en una abeja diminuta. Cuando notó que un insecto de cuatro milímetros tenía, del lado izquierdo, la gran mandíbula de una hembra y, del lado derecho, la mandíbula pequeña de un macho, salió corriendo del laboratorio para contárselo a todo el mundo.
“Estos mutantes suelen ser ignorados”, afirma Krichilsky, que publicó sus hallazgos en el Journal of Hypmenoptera Resarch. Y agrega: “Pero creo que los estamos subestimando. Por ejemplo, estos animales mitad macho, mitad hembra podrían ser precursores evolutivos de nuevas formas o comportamientos. Se desconoce cómo afecta esta anomalía a su longevidad y fertilidad”.
Respecto a la abeja de ojos amarillos, Zgurzynski cuenta que la conservó en un frasco. Puede parecer cruel, pero el científico explica que es probable que el insecto ciego hubiera muerto de todos modos o que lo hubiesen expulsado de su nido.
“Qué bueno que conservaron el espécimen”, expresa Krichilsky. “Es probable que pase mucho tiempo hasta que ocurran nuevamente ambos fenómenos”.

Fuente: InfoCampo

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