Los esquemas no son importantes, dibujitos al fin. Lo realmente trascedente son los nombres y el estilo. Porque el estilo es el genoma del equipo, la esencia para intentar imponer las condiciones del juego y el refugio para soportar las tormentas. La selección no tiene estilo, un déficit que ya se ha postergado mucho más de lo aconsejable entre propuestas titilantes, decenas de correcciones y algunos futbolistas que entran y salen por una puerta giratoria. La mayor certeza es una duda: ¿juega la Argentina? Puede suceder cualquier cosa. Anoche, antes del duelo con los colombianos, nadie se atrevía a afirmar nada. Un par de horas después, había ofrecido una de sus actuaciones más convincentes en el camino al Mundial de Qatar 2022.Si a Lionel Scaloni siempre le ha costado darles vigor y profundidad a las raíces de su idea, ya es momento de detener los experimentos. Si cree en lo que propuso en Barranquilla, con más tenencia y menos vértigo, con los pases y panorama de Giovani Lo Celso-Leandro Paredes y sin las corridas de Lucas Ocampo, con la versatilidad de Nicolás González y sin Ángel Di María, deberá sostenerlo. Y no someter a todos a que con el próximo desafío aparezca otra evaluación. Porque los que juegan bien también necesitan certezas, e incluso, saber que se podrán equivocar sin riesgo a tener que empezar de nuevo. El debut en la Copa América tendría que ser una extensión de la húmeda noche de Barranquilla.Hace tiempo que Scaloni definió un grupo, pero no afirma un equipo. No puede demorarlo más porque el funcionamiento nunca se consolida. Y no se define el estilo. La Argentina es sinuosa, porque genera peligro y desconcierta. Hay un eje rector: varias veces gana (más del 70% de eficacia, con 15 triunfos, 8 empates y 4 derrotas) y pocas veces conforma. Anoche, además de ser puntualmente oportuna para castigar los miedos iniciales de Colombia, primero exhibió madurez para administrar la ventaja. Debió ganar y pudo marcar el tercero, pero el fútbol tiene esos trazos caprichosos y empató. Pero la Argentina nunca abandonó la búsqueda, incluso cambiando de esquema, porque una vez más quedó claro que el dibujo no es importante.El triunfo en Lima, en el cierre de 2020, le había entregado señales confiables. Pero contra Chile, en Santiago del Estero, eligió otra apuesta. Falló. Quitó a cinco titulares y retomó las huellas de Lima, con los mismos seis futbolistas de mitad del campo hacia adelante. El equipo mutante debe dejar de zigzaguear. Los futbolistas resuelven, pero el técnico es el dueño de los mensajes. Probar, equivocarse y corregir siembra desconfianza si se prolonga en el tiempo. El arte del técnico es convencer. Este empate, como los esquemas, son secundarios. Asoma el estilo y Scaloni no tiene que tocar más nada.

Fuente: La Nación

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