Las redes sociales son, desde hace ya algunos años, un terreno en el que se disputa buena parte de la pelea electoral, mucho más cuando se trata de ganar el voto joven. Sin embargo, en este contexto, el desencanto que experimentan quienes hoy integran la generación Z (hasta 24 años) enciende las luces de alarma en el Gobierno, ya que tras haber sido sido artífices importantes del anterior éxito electoral, ahora pueden ejercer el efecto contrario.La preocupación no es para menos, ya que la generación Z representa el 20% del padrón: son casi 7 millones de personas habilitadas para votar. Y a ellas afectan, como a ningún otro segmento etario, el desempleo y los bajos ingresos.En este contexto no se puede caer en análisis simplistas que reduzcan las discrepancias con la gestión de Alberto Fernández solo al encierro durante la cuarentena. Lo que realmente los motiva es no ver un futuro en el país, que incluya movilidad social ascendente. Muchos han visto a sus padres esforzarse, obligados a reinventarse más de una vez, sin conquistar nunca una recompensa a sus esmeros. Frente a esto, las proyecciones que hacen sobre sus propias posibilidades de desarrollo no son nada alentadoras. Para tener un panorama de cómo viven los centennials, dentro de este rango etario dos de cada diez jóvenes están desempleados, guarismos que se vienen sosteniendo desde 2004. A esto se le agrega que el 96% de los que tienen trabajo ganan menos de $50.000 mensuales, según un reciente informe de Equifax, con deudas que superan dichos ingresos,.Resulta entonces llamativo ver que la pelea se centre en si son las redes sociales un terreno apropiado para captar votos jóvenes. Lejos de constituir un número más al finalizar el conteo de boletas, ellos representan vidas que anhelan alcanzar su máximo potencial. Si el país no los acoge, algunos construirán su futuro lejos de la tierra que los vio nacer, pero la mayoría sucumbirá ante una triste realidad que marca a fuego sus destinos.En este punto, es preciso resaltar el retroceso que significó la no presencialidad en escuelas y universidades durante el ciclo 2020, y que aún haya localidades en las que se cursa remota o presencialmente de manera alternada. Así, en lugar de proteger a la juventud que buscaba completar su escolaridad, se promovió la deserción y se la sumergió aún más en la incertidumbre y el desconcierto, alejándola de cualquier sueño de progreso. La mezquindad de buena parte de la clase política queda en evidencia en muchas plataformas electorales que no contemplan la realidad en la que viven los jóvenes argentinos. Preocuparse solamente por captar sus votos, fundándose en vacuas promesas, es no asumir la responsabilidad que les cabe. Ojalá que la historia no encuentre en este presente a los culpables de un futuro aún más aciago para nuestros hijos.

Fuente: La Nación

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