Uno de los imperativos de nuestro tiempo es detener la degradación de la Nación, resultado de intereses, corrupción o inoperancia sostenida de sectores de la dirigencia política y social.En LA NACION del 10 de julio de 2007, la nota titulada “Los chicos del desamparo”, de mi autoría, expresaba lo siguiente:“Parecería que la problemática del niño en riesgo social ha dejado la primera plana de la mayoría de los medios de comunicación, tapada por noticias que nada tienen que ver con el dolor presente -y la preocupación a futuro- de nuestros chicos muertos o sumidos en la postergación por políticas económicas y sociales generadoras de inequidad y marginación o exclusión social…“… Podremos, entonces, llegar a la conclusión de que en estos momentos está llegando la avanzada de la marea de los niños del desamparo, compuesta por segmentos de la población infantil cuyos desempeños cognitivos y oportunidades de aprendizaje se encuentran con algún tipo de desventaja vinculada con el riesgo de origen social respecto de los otros niños. Y esa marea, cuyo frente tiene hoy 14 años, puede estimarse -sumando ambos segmentos mencionados- en alrededor de un millón y medio o dos millones de niños. Esos niños de menos de 14 años son la expresión de un verdadero tsunami social, que requiere atención especializada, programas de recuperación y contención para que tengan una oportunidad de completar exigencias curriculares que les permitan desarrollar aptitudes mínimas para la competencia laboral y lograr una calidad de vida aceptable, recuperación en el desempeño de funciones básicas que es posible gracias a las características de plasticidad del sistema nervioso. Esta marea, compuesta, en su cresta, por los niños del desamparo crónico y de la segunda debacle que comenzó a gestarse en los 90 e hizo aguda crisis pocos años después irrumpirá en la vida de la comunidad, exigiendo derechos de ciudadanía a quienes una economía con exclusión social los ha privado. A ello debe sumarse el deterioro de los hogares respectivos por el desempleo, la educación insuficiente, problemas habitacionales y sanitarios…“…Para lograr una estrategia eficaz no alcanza con multiplicar programas y planes de ingresos familiares. Esos chicos necesitan, además de dietas alimentarias adecuadas, una exposición sistemática y sostenida para el entrenamiento de procesos mentales básicos, necesarios para optimizar las condiciones de aprendizaje. Este, a su vez, debe complementarse con condiciones sociales que desalienten la deserción escolar. Para ello hacen falta recursos bien gerenciados, capacitación y estrategias activas administradas desde edades tempranas.”“Hay que frenar el tsunami desde su origen, restarle volumen a esa marea de los niños del desamparo, conteniéndolos eficazmente. Una coordinación ágil que permita cruzar los datos de los programas infantiles en los distintos ministerios que eviten superposición ineficaz, la evaluación periódica y frecuente de los programas en actividad y de la eficiencia de sus operadores, su integración con las organizaciones de base y un plan sanitario viable y eficiente son algunas de las acciones necesarias. La capacitación progresiva y continua de jefas de guardería y de madres contribuiría a hacer posible algunas de las fases de esta operatoria. La marea de los chicos del desamparo no es un problema solamente de ellos: es también un problema de la sociedad en conjunto, por sus orígenes y por sus consecuencias; por cuestiones de ética, de solidaridad, de equidad y de desarrollo.”***Han pasado 13 años de la nota que copio en parte. Sin embargo, el tsunami de la pobreza y la indigencia no solo no ha sido controlado, sino que las condiciones se han deteriorado más aún… Consecuencia del desarrollo frustrado de una comunidad debido a la negligencia y objetivos sectoriales de dirigentes políticos, sindicales y corporativos carentes de proyectos progresistas colectivos.El subsidio no productivo no es reemplazo de la educación y trabajo digno. Es una fuente de dependencia y deterioro cognitivo y social. Debería invertirse en planes de desarrollo familiar productivo y educación continua y promocionar la producción nacional que en conjunto representan la única salida posible a la crisis actual.Hoy en día seria inútil resaltar los números de pobreza e indigencia, su impacto en las generaciones jóvenes y en la oferta y el acceso laboral futuros. Los subsidios deberían dirigirse en gran parte a regenerar la cultura del trabajo y la producción, comenzando en pequeña escala, en núcleos productivos según las características ecológicas y sociales en cada región del país. Una dirigencia que sepa rescatar desde el corazón del país el resurgimiento y dignidad colectivos. Fomentar y subsidiar los programas pro-huerta, las pymes, las escuelas agrarias y técnicas, apoyar el desarrollo industrial y tecnológico en aquellos campos en los que existe know how y sumar emprendimientos industriales asociados con empresas del exterior que además dejen nuevos conocimientos. En resumen, formar y emplear juventud en programas productivos de diversa complejidad. Promover un país que intenta recuperarse desde el conocimiento y el trabajo, no desde el subsidio y la dadiva política.Exinvestigador principal Conicet, director emérito UNA (Cemic-Conocet)

Fuente: La Nación

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