El fin de semana, la célebre pianista argentina Martha Argerich cumplió 80 años, pero las postales, los pasajes y los fragmentos de sus conciertos que se vieron y oyeron para homenajearla en todos los rincones del mundo recorrieron sus edades desde la infancia hasta la madurez. El escritor Emmanuel Carrère, que obtuvo esta mañana el premio Princesa de Asturias a las Letras, le dedica a una Martha en sus veinte un capítulo de su último libro, Yoga (Anagrama), publicado el mes pasado en la Argentina.El perfil corresponde al relato de los días que el francés pasó en Leros, isla de Grecia adonde viaja mientras se recupera de una profunda depresión para contar el drama de los refugiados. No hace falta saber que la Polonesa heroica de Chopin acaba de marcar a fuego su relación con una mujer, Erica, quien se va de pronto y le deja como simple recado la indicación de ver un video. Dar más detalles sería caer en un spoiler por otra parte innecesario para disfrutar de este fragmento, sencillamente titulado Martha, que se reproduce a continuación.Divorcio de autoficción y realidadLo que quizá sí amerite contarse es que en otro breve texto posterior, Lo que hay a la izquierda, Carrère demuestra saber perfectamente qué hizo la mayoría que pasó por las líneas de la página 274: “Después de haber leído el capítulo anterior, supongo que el lector habrá tecleado ‘martha argerich polonesa heroica’ y lo habrá visto también. Tal vez verlo le haya sido provechoso. Tal vez lo haya enviado a sus seres queridos. El video recuerda que existe, como dice Hervé, un lado abierto en las cosas. El algoritmo de Google remite a quienes han visto con agrado este video a un documental sobre la pianista realizado por su hija, que aun cuando la admira desmesuradamente tiene buenos motivos para guardarle rencor por ser una madre tan neurótica, despótica, tóxica, tan terrible como poderosa –sigue el autor–. Es bien reconfortante que el cielo no se les abra solamente a los santos”.Martha“Blanco y negro, plano general: filmada desde bastidores de una sala de concierto, se ve a una mujer con un vestido negro de lunares blancos, de espaldas, sentada delante de un piano. Posa los dedos en el teclado y empieza a tocar. He escuchado bastante la Polonesa heroica en estos últimos tiempos para reconocerla desde el primer compás. Segundo plano: los dedos corren por el teclado. Solo habrá tres ejes, el tercero de frente sobre la cara de la pianista. Es una mujer muy joven, de una belleza deslumbrante, la belleza del joven Alain Delon en Rocco y sus hermanos. A ella también la reconozco al instante porque es una de mis pianistas preferidas, y no soy el único. Es Martha Argerich, debe de tener veinte años, quizás incluso menos, luce ya esa melena negra y suelta, nunca recogida, que tendrá toda su vida. Su nariz es recta; sus labios, llenos; sus párpados, bajos y pesados. Es salvaje, sensual, intensa, indómita, genial. La escucho, la miro preguntándome por qué, antes de partir, Erica me ha enviado el enlace con este video, sin otro comentario que el del asunto del mail: 5?30”. El cursor indica que el video dura 6?40?. Ahora conozco de memoria la Polonesa heroica, puedo reproducirla mentalmente de principio a fin, lo que me permite maravillarme con toda tranquilidad de la interpretación de Martha Argerich, muy rápida (6?40?: más rápida que Hórowitz, menos que todos los demás), pero nunca apresurada, increíblemente poderosa y aérea. Hechiza ver sus dedos corriendo por el teclado, pero eso no es nada comparado con las expresiones de su cara al compás de la música. Concentración y abandono extremos. A los 4?30? llegamos a la pequeña nota, muy alta en el cielo, a partir de la cual se desenrolla la guirnalda. Contienes la respiración cuando Martha Argerich la despliega. La embarga una especie de trance lánguido, suspendido. La indicación de Chopin para este pasaje es smorzando, una indicación muy rara que significa muriendo. Martha Argerich muere en directo dejando que burbujeen estas notas de ensueño, pero ella sabe y nosotros sabemos que en este punto va a retornar el gran tema de la Polonesa y que ese resplandeciente retorno es el momento culminante de la pieza.Estamos en los 5?15?, quince segundos antes de los 5?30? que Erica me ha señalado especialmente, y he aquí lo que sucede: son las últimas notas de la guirnalda antes de que vuelva el tema, grandioso y festivo, en el lado derecho del teclado, en el lado derecho de la pantalla. El retorno del tema transporta a Martha Argerich, que lo aborda como un surfista la ola. Se abandona totalmente, ya no se mantiene en el encuadre, con una sacudida desplaza la cabeza hacia la izquierda con su mata de pelo negro, desaparece un instante y cuando vuelve dentro del encuadre, después del cimbreo de la cabeza, Martha Argerich sonríe. Y entonces… Esa sonrisa de niña dura muy poco tiempo, esa sonrisa que viene de la infancia y de la música, esa sonrisa de pura alegría. Dura exactamente cinco segundos, desde los 5?30? a los 5?35?, pero en esos cinco segundos vislumbramos el paraíso. Ella lo ha visto durante cinco segundos, pero son suficientes, y al mirar a Martha Argerich tienes acceso a él. A través de Martha Argerich, pero tienes acceso. Sabes que existe”.

Fuente: La Nación

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