En última instancia siempre ocurre lo mismo: gana Magnus Carlsen. Así pasó en la Cripto Cup, que reunió a toda la crema del ajedrez mundial. Los torneos online son una moda de la pandmia que dejan la duda de si más adelante volverán los certámenes presenciales de la misma modalidad que antaño, o si, por lo menos, esta opción virtual ya ocupará un lugar en las vidas de los jugadores.En el primer nivel, según lo que se observa, estas competiciones tienden a terminar en un match de partidas ultrarrápidas o en una partida sola de muerte súbita, conocida con el bíblico nombre “Armageddon”. En ese fuero de vértigo, que alguna vez comparé con el clutch time de los partidos de la NBA, prevalece el espíritu ganador del campeón mundial. ¿Por qué? ¿Qué tiene que los demás no? ¿Qué le permite superar el obstáculo final con el último aliento? Es el temple de los campeones.Alan Pichot, el mejor ajedrecista argentino entre los mejores del mundo, y con margen para crecerPor el momento ningún jugador parece poner en peligro esa supremacía. No da la impresión de que pueda conseguirlo nadie de la generación de Carlsen. Muchos señalan a Alireza Firoudza, de dieciocho años, pero por ahora el iraní no representa una amenaza inmediata. Habrá que esperar; mientras, Carlsen se enseñorea en lo alto.Esta vez se trató de un torneo que tuvo excelentes premios, incluidos 82.000 euros al primero –lo que se llevó Carlsen–, y una etapa preliminar de dieciséis ajedrecistas que clasificaba a los ocho primeros para los cuartos de final. Cada uno disponía de quince minutos por partida más diez segundos por movida. Nuestro crédito, Alan Pichot, participó en esa preliminar, en la que fue vapuleado sin piedad por la elite. Cosechó un valioso empate con Carlsen, un triunfo y trece derrotas, que en el mejor de los casos podrán ser una enseñanza para el futuro.Magnus Carlsen es el rey del ajedrez en general y del “clutch time” en general.Por su parte, al campeón le costó clasificarse entre los ocho mejores, y luego, cada encuentro, consistente en dos matches de cuatro partidas, con eventual desempate en partidas rápidas, le demandó una lucha sin cuartel. Logró un triunfo in extremis sobre Hikaru Nakamura en cuartos y una victoria sobre Teimour Radjabov en las semifinales, para llegar a la final contra Wesley So. El filipino, pragmático, eficiente y de buena preparación teórica, había jugado bien y eliminado al próximo contendor por el campeonato mundial, Ian Nepomniachtchi.Cien años de un título inolvidable: José Raúl Capablanca, talento natural y temperamento latinoComo se presumía, con Carlsen extenuado, el match decisivo fue parejo. Uno ganaba una partida; el otro se imponía en la siguiente. Otra vez hubo que recurrir a las rápidas: dos partidas a cinco minutos. En la primera, So, llevando piezas negras, superó al noruego. Contra otro rival habría sido un golpe definitivo, pero no lo fue frente a Carlsen. El campeón, por enésima vez, volvió desde el Hades, y ganó con negras, llevando el encuentro a la instancia límite del Armageddon. Y entonces, como si se tratara de una ley que debe ser cumplida a rajatabla, ganó la partida, el match y el torneo.

Fuente: La Nación

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