Por una calle irregular de Villa Elisa, una localidad de La Plata que aún conserva rastros de un pasado rural, entre matorrales y cañaverales, aparece el acceso principal a la vivienda-estudio Zenobia. La pareja de arquitectos propietaria de la casa convocó al estudio de paisajismo Flux Estudio para intervenir su jardín con algunas operaciones experimentales que venían compartiendo, orientados a trabajar con los procesos espontáneos y el estudio de las áreas baldías en el ámbito urbano.Izquierda: en una calle irregular de Villa Elisa, entre matorrales y cañaverales, aparece el acceso principal a la vivienda-estudio Zenobia. Derecha: Uno de los senderos principales que atraviesa la praderapastizal. (Inés Clusellas/)El jardín contaba con una arboleda joven y estructurada de unos 15 años de madurez que, como un bloque irregular, ondulaba despegándose del perímetro y contenía en su centro una pampita de césped asoleada. Allí es donde se definió realizar el foco de la intervención. Además, se incorporaron algunos ejemplares específicos, para fortalecer la estructura prexistente.Diseño sustentable e identidad nativa en un jardín vivero donde reinan los pastizalesLa propuesta inicial fue, a partir del otoño, dejar de cortar el césped en toda la superficie del jardín, darle descanso al suelo, y esperar hasta entrada la primavera para tomar algunas iniciativas. En la primavera temprana ya se podían notar algunas hierbas atravesando la fuerte trama cespitosa, la cual empezaba a ceder después de muchos años de estabilidad, producto de cortes regulares.Entonces, entre el pasto largo y las nuevas especies que emergían, se definió un sistema de senderos circulatorios para hacer un primer corte y seguir dejando que el suelo se expresara libremente.Senderos y praderas de nativas marcan el ritmo de un jardín naturalista con espíritu pampeanoLa casa-estudio: La implantación y el proyecto se jugaron sobre dos ejes, uno es la forma de apropiación. Se priorizó la idea de que permanezca presente la topografía con su pendiente hacia el sudeste. Y el otro eje, la configuración material del refugio, un contenedor cuya transformación de uso debía realizarse sin perder la identidad de caja hermética móvil. (Inés Clusellas/)“La propuesta implicaba tomarnos un ciclo anual para observar, y que las operaciones a realizar fueran el fruto de un diálogo con lo sucedido en el espacio, y con las sensaciones de sus usuarios”, cuenta el paisajista Valentín Asprella.No se generaron planos ni un itinerario de tareas preestablecidas, para que el proyecto se fuera manifestando en un proceso habitado. “Por eso entendemos a este proyecto como colaborativo, un diálogo entre Flux (el estudio de paisajismo) y Zenobia (el estudio de arquitectura de los dueños de casa), donde algunas certezas intuitivas de nuestra investigación coincidieron con la sensibilidad de los propietarios, que nos permitieron experimentar en su terreno y donde nosotros los acompañamos en los primeros pasos de esta aventura que continúa en sus manos”. Aventura ligada a procesos de autoexploración, porque el jardín siempre es reflejo de quienes lo habitan, y animarse a dejar de cortar el pasto es un acto de transformación muy significativo.Un sector de sombra bajo una añosa morera. Por detrás, un área con vegetación palustre donde se vierten las aguas grises de la vivienda. (Inés Clusellas/)A la izquierda, el acceso secundario a la propiedad. A la derecha, sendero con baldosas y durmientes cementicios premoldeados. (Inés Clusellas/)Inicialmente se trabajó con la edición de lo que crecía de manera espontánea y se propuso un listado de especies sugeridas, que se fueron incorporando aisladamente. Ese listado incluye especies autóctonas de pastizal, monte y matorrales, principalmente aquellas que fácilmente generan descendencia, y otras que son grandes potenciadoras de circuitos biológicos de interacción.Luego de esta primera etapa de observación se identificaron algunas especies invasoras que se controlaron manualmente: algunas herbáceas y principalmente árboles como moreras, arces, álamos, ligustros. Las especies que se destacaron por su pronta aparición y estabilidad en el tiempo son de los géneros Baccharis y Eryngium (bien típicos de esa zona de pastizales bonaerenses), también gramíneas como Deyeuxia viridiflavescens. Particularmente la carqueja parecía haber estado siempre ahí, latente, resistiendo a los cortes regulares; durante la primera temporada, emergieron grandes superficies de esos tallos alados con su característico verde fosforescente del rebrote.Con el tiempo, se fueron incorporando otras especies autóctonas sugeridas, para potenciar la diversidad de la pradera-pastizal y a la vez generar nuevos recorridos, tales como: Pavonia hastata, Sphaeralcea bonariensis, Chromolaena laevigata, Andropogon lateralis, Erianthus angustifolius y varias especies del género Eryngium.Erianthus angustifolius, una gramínea nativa de follaje perenne, glauco, porte erguido y una altura de 1,20 m. Con panojas florales que se destacan a fines de verano y otoño. Brinda alimento y refugio a gran variedad de pájaros e insectos. Le gustan los sitios asoleados y los suelos húmedos. (Inés Clusellas/)Ese primer año, se hicieron visitas frecuentes al jardín experimental, donde además de registros del proceso, se fue construyendo en diálogo un boceto de operaciones a realizar. Este tipo de jardines invitan a correrse de una posición dominante sobre lo salvaje, proponen dejar de “mantener” la naturaleza y habitar lo silvestre, lo autónomo, lo incierto, que también nos constituye. Se manifiesta el potencial de la tierra, se enaltece el ciclo de la vida resaltado en la imagen de cada estación, se invita a la interacción de especies potenciando la biodiversidad.Este jardín puede ser visto como un laboratorio, un taller, que ofrece permanentemente un reflejo de la energía del ambiente. Para algunos puede ser visto como una amenaza y, para otros, una fuente inagotable de belleza.Izquierda: Chromolaena laevigata, un arbusto nativo de follaje semipersistente, puede llegar a superar los 1,8 m de altura. Florece a fines de verano y es visitado por gran variedad de mariposas,
abejas y otros insectos polinizadores. Requiere sitios asoleados y suelos húmedos. Es rústico. Derecha: Pavonia hastata, arbusto nativo, de follaje persistente, de 2,5 m de altura. Requiere sitios asoleados y suelos húmedos. Es muy rústico, se adapta a terrenos modificados por urbanizaciones y sequías prolongadas. Genera descendencia en su base por resiembra natural. (Inés Clusellas/)

Fuente: La Nación

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