NUEVA YORK (EFE).- El empresario Jeff Bezos, fundador de la mayor empresa de ventas por Internet, Amazon.com, ha sido elegido “hombre del año” por la revista Time por su contribución al desarrollo del comercio en la red.Bezos, de 35 años, es calificado por el semanario estadounidense como “el rey del cibercomercio” y destaca su contribución al desarrollo de las actividades comerciales en Internet, así como su influencia para cambiar la forma en que una mayoría creciente de norteamericanos realizan sus compras.La revista pone énfasis en que 1999 ha sido el año de la consolidación del comercio en la red y que Bezos y la empresa que creó en julio de 1995 han jugado un papel esencial en ello.El joven empresario abandonó en 1994 su trabajo en una firma de inversiones neoyorquina y desde unas modestas oficinas en Seattle, con una inversión inicial de 300.000 dólares y un reducido equipo informático, comenzó a vender libros a usuarios de la red.Cuatro años después, la compañía se ha transformado en un gigante con más de 13 millones de clientes y una oferta ampliada a todo tipo de producciones musicales y video.De los 18 dólares que costaba una acción de Amazon.com cuando salió a la Bolsa en 1997, su precio se ha triplicado desde entonces. El viernes último cerró a 94 dólares por título.Bezos, al igual que otros ambiciosos empresarios de Internet, ha sido criticado a veces por sus deseos ilimitados de expansión y sus continuas inversiones, a pesar de lo cual la firma nunca repartió beneficios.El empresario explicó a Time que tiene previsto doblar la oferta de acciones al público durante el año 2000 y seguir con sus planes de adquisición de empresas y de alianzas estratégicas con otras compañías.Agencias EFE y ANSA

Fuente: La Nación

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Cuando la soga se acerca más al cuello del gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, y a algunos gobernadores ante sus delicadas finanzas, desde el Gobierno volvieron a disparle dardos a los mandatarios.Sumándose al reto público que ayer les propinó la presidenta Cristina Kirchner a los gobernadores por el manejo de sus jurisdicciones -en especial a Santa Cruz-, el ministro de Planificación, Julio De Vido, les enrostró “previsión en las variables fiscales, sin ajustar el cinturón”, según consignó la agencia DyN.En un encuentro con intendentes de Santa Fe, donde coordinó la ayuda de la Nación para programas de obras públicas locales, el funcionario kirchnerista consideró que la Casa Rosada “tiene políticas claras de financiamiento” y diferenció a la Nación de las provincias: “Sí tomamos financiamiento, a tasas razonables y a plazos que podemos pagar, pero lo hacemos para bienes de capital, no para renovación de gastos corrientes o no para aumentar salarios”.Santa Cruz y Buenos Aires son algunas de las provincias que atraviesan desde hace meses un rojo en sus cuentas, lo que agrava su dependencia de las arcas nacionales. El gobernador Daniel Scioli lo sufrió cuando tuvo que pagar el medio aguinaldo y Daniel Peralta está rascando el fondo de la olla provincial para los sueldos de este mes: ayer presentó ante la Legislatura un pedido de endeudamiento por 200 millones de dólares.Respecto de la posibilidad de que los distritos tomen deuda, De Vido señaló: “Creemos que el único endeudamiento factible tiene que ser realizado a tasas internacionales”.”El endeudamiento hay que tomarlo y charlarlo a nivel nacional con el ministerio de Economía y siempre en base a tasas pagables, a plazos posibles y para proyectos que beneficien”, subrayó.Y apuntando contra las entidades que miden el riesgo país que se tiene en cuenta a la hora de hacer inversiones y otorgar empréstitos, el ministro se quejó: “No creemos que la Argentina tenga el riesgo país que dicen las calificadoras, esa es una multa al proyecto político, al modelo y no estamos dispuestos a pagarlo y mucho menos a sufrir un condicionamiento”.Críticas presidencialesAyer, desde la Casa Rosada, Cristina Kirchner criticó a los gobernadores -implícitamente a Peralta- que “ponen excusas”, “echan culpas a los demás” y no asumen sus responsabilidades.”Cada gobernador es algo muy parecido a un presidente en su provincia, y que a ningún argentino le vayan con el cuento de que hacen tal o cual cosa porque esta presidenta lo manda”, aseveró la jefa de Estado.En muestra de las prioridades políticas actuales del Gobierno, De Vido no se reunió con los gobernadores, sino con intendentes. “[La Presidenta] le da mucha importancia al intercambio con los intendentes, porque es una forma de profundizar el modelo de inclusión, y al recambio generacional”, destacó el jefe de la cartera de Planificación.Los intendentes santafesinos presentarán dentro de 15 días los proyectos que quieran impulsar y, posteriormente, el Gobierno les informará cuáles de ellos serán incluidos en el Plan Nacional de Desarrollo Territorial, tal como lo hizo hasta ayer con los jefes comunales de la provincia de Buenos Aires.

Fuente: La Nación

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MAR DEL PLATA.- Son carreras que no tienen distinciones. Porque no necesariamente hay que seguir a una categoría para disfrutar de una definición del campeonato. Las particularidades de este desenlace del Turismo Sudamericano hacen que esta carrera final de la temporada tenga varios puntos de atención. Hay tres candidatos al título, de los cuales los puestos ocupados en la clasificación son opuestos a sus posiciones en el certamen. Y a ello se le suma una lucha directa a los pilotos del equipo oficial Peugeot: Emiliano Spataro y el brasileño Carlos Bueno.Más allá de esta disputa por el título, Osvaldo Cocho López (Alfa Romeo 156) logró la pole position y hoy, desde las 12, largará adelante para marchar en los 37 giros sobre el circuito de 2723 metros de extensión. Bueno, a bordo de un Peugeot 406, se ubicó segundo, pero en el campeonato tiene 132 puntos, seis menos que el líder del torneo, su compatriota Ingo Hoffmann (BMW 320), que ayer terminó sexto.Spataro largará tercero. Quizás, entre los tres candidatos (tiene un punto menos que Hoffmann), es el más beneficiado por una clasificación complicada. Porque de mantenerse así, logrará el campeonato. “Estoy conforme por el equipo, ya que debemos llegar adelante del BMW. Y mi proyección de largada es muy buena, porque lo haré por el lado interno de la curva. Obviamente que si Bueno se me mete adelante en la primera curva, lo dejaré pasar”, comentó el piloto argentino.Hoffmann se ve confiado. Con su pícara verborragia se quita la presión de encima y la arroja hacia sus rivales: “Yo no tengo la obligación de salir campeón. Por supuesto que quiero serlo, por mí y por mi escudería. Pero el equipo Peugeot es oficial, el nuestro no, y tiene la necesidad de lograr el resultado. Además, los propios compañeros de equipo son rivales directos en la pelea por el título. No es una situación muy sencilla para ellos”.Un problema de difícil resolución se dará si el ganador resultara Bueno y Spataro terminara segundo, ya que ambos empatarían en puntos y no habría desempate, pues igualarían en cantidad de victorias, en segundos puestos, en terceros y así indefinidamente. Hasta el momento, no hay ninguna palabra oficial al respecto. Bueno sostiene que el título, en ese caso, debería ser compartido. Ni el delegado de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), Peter Riches, que llegó especialmente para observar esta carrera, se jugó por la solución.

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Ayer, Leonardo Astrada dio su décima vuelta olímpica con la camiseta de River Plate -en la foto con Rambert y Angel-, y así se convirtió en el jugador más ganador del club de Núñez. El capitán, próximo a cumplir 30 años (nació el 6 de enero de 1970), aventajó en el ranking de triunfadores millonarios a Angel Labruna, Norberto Alonso y Hernán Díaz; todos obtuvieron nueve títulos. El capitán del campeón, además, es el futbolista argentino en actividad que más consagraciones acumula, porque con la selección nacional conquistó la Copa América en dos oportunidades (Chile 1991 y Ecuador 1993).Junto con el Apertura 99, todas las coronas de Astrada son las siguientes: Campeonato 1989-90, Apertura 1991, Apertura 1993, Apertura 1994, Copa Libertadores 1996, Apertura 1996, Clausura 1997, Supercopa 1997 y Apertura 1997.

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La Argentina tuvo su primer partido con público en el país desde el inicio de la pandemia de Covid-19. En el Monumental, el campeón de América disfrutó de un merecido homenaje, le ganó a Bolivia por 3-0 y recibió el calor de su gente más allá de la destemplada y lluviosa noche porteña. Y en la prueba piloto de los simpatizantes dispuesta por el gobierno nacional y la AFA, aparecieron algunas cuestiones en ambos lados de la balanza.En lo previo, en los accesos se les solicitó a los hinchas el DNI y la aplicación Cuidar con registro actualizado al día del partido. Cabe recordar que, desde el martes, la venta de entradas fue desordenada. Primero, con un sistema que colapsó en internet; luego, con los inconvenientes que tuvo el público para retirar la localidad tanto en la cancha de River como en Obras Sanitarias. El paso inicial había sido dado con el pie izquierdo. Y en la noche del jueves las sensaciones resultaron ambiguas.En esta prueba piloto con el 30% de aforo, el público fue acomodándose en las tribunas del Monumental mientras la voz del estadio enfatizaba en las medidas de prevención contra el coronavirus. En general, se observó un uso correcto del tapabocas, aunque escaseó la distancia social, fundamentalmente en las populares.Los fuegos artificiales en los festejos posteriores al partido, ante los 21.000 espectadores que hubo en el Monumental. (LA NACION/Rodrigo Néspolo/)¡Dale, campeón! ¡Dale, campeón!”, resonó con frecuencia antes del encuentro. Cuando el equipo argentino salió a la cancha fue ovacionado por los 21.000 espectadores. Ése resultó el número oficial, aunque dio la impresión de que hubo más gente que la estipulada. Sobre todo, porque se observó muy pobladas a las tribunas cabeceras altas. “Vení, vení, cantá conmigo […] que de la mano de Leo Messi todos la vuelta vamos a dar”, se escuchó. Al rato, otra vez los gritos fueron destinados al capitán argentino: “¡Meeessi, Meeessi!”. Cuando se anunció la formación del equipo, el podio de los mas vivados fue liderado por Messi, Lionel Scaloni y Ángel Di María. Tras la conquista de la Copa América, el DT nacional se ganó el crédito de los hinchas. “¡Vamos la scaloneta!”, gritaron en una de las plateas.A las 20.25, el equipo albiceleste entró al terreno de juego de River después de cuatro años y sonó el clásico “¡Argentina, Argentina!”. El himno nacional estuvo interpretado por el cantante santafesino Sergio Torres. A pesar del frío y de la llovizna, los simpatizantes jamás perdieron el entusiasmo.Cuando el tablero del Monumental marcó el minuto 10, la emoción invadió el estadio y flotó en el ambiente la imagen de Diego Maradona: “¡Olé, olé, olé, olé, Diego, Diego!”, retumbó. Al cabo, también fue el primer partido con público en una cancha argentina tras el fallecimiento del ídolo.Diego Maradona, inolvidable para los hinchas de la selección argentina. (JUAN IGNACIO RONCORONI/)Apenas tres minutos después llegó la obra maestra de Messi, una exquisita definición de zurda tras un caño a Luis Haquín. Rápidamente, con los clásicos gestos de reverencia, los hinchas volvieron a rendirse a los pies del futbolista de Paris Saint-Germain.En el segundo tiempo los cánticos estuvieron destinados a los clásicos rivales: Brasil e Inglaterra. La gente estalló una vez más con el segundo y el tercer goles de Messi. Se aplaudió con fuerza. Ya era una fiesta que se coronó con el agasajo y el show de Los Totora, Jimena Barón y Luck Ra. Aparecieron la Copa América, los fuegos artificiales y la vuelta olímpica. Y también el llanto de felicidad del astro rosarino. Con un abrazo grupal que será para siempre.

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La celebración de las PASO tiene lugar en un contexto dramático para la Argentina, ya que el fenómeno de la pobreza nunca había llegado al extremo actual. Sin embargo, los candidatos no formulan alternativas claras para erradicarla en forma sustentable. Es como la famosa cuadratura del círculo, que nadie puede resolver.Algunos han recurrido a frivolidades, procurando atraer a los votantes jóvenes como si fuesen yuppies ajenos al drama que los rodea. Otros, a propuestas voluntaristas que prometen obviedades, sin explicar el cómo. La izquierda cerril repite modelos fracasados. Los libertarios arengan achicar el Estado, sin aclarar qué harán con los pobres en la transición. Y la gran mayoría, en ausencia de ideas, recurre a martingalas ingeniosas que implican más gasto público, aunque lo llamen inversión.La pobreza cambió toda la estructura social y laboral de la Argentina. Ya alcanza a la mitad de la población y nadie sabe cómo reducirla. Actualmente, tienen más predicamento los expertos en gestionar pobreza que los versados en generar riqueza.Ese fenómeno ha ido creciendo desde los años 80, aunque tuvo su origen en 1973, año “dorado” del camporismo. El fracaso del plan Austral, en 1987; la hiperinflación, en 1989; la crisis mexicana de 1994; el fin de la convertibilidad, en 2001, y las devaluaciones de 2014 y 2018 fueron episodios que incrementaron la informalidad, la pobreza y los planes sociales.Más de seis millones de personas sobreviven en la llamada economía popular, sin empleo formal ni cobertura de salud ni protección laboral. Una cifra equivalente corresponde a quienes aún trabajan en el sector privado, pero, ante la falta de inversiones, observan el crecimiento de ese entramado de cooperativas precarias que requieren del Estado y de las exacciones que este debe realizar en sus bolsillos para sostenerlas.Hasta los sindicatos tradicionales tiraron la toalla frente al fenómeno piquetero, cuya expansión los supera. Haciendo de tripas corazón, prefieren buscar alianzas en nombre de la unidad peronista para mantener su poder, retornos y cajas negras.Inflación y pobreza son como el problema del círculo y el cuadrado, que desafió a los matemáticos desde la antigua Grecia, hasta que Carl von Lindemann (1882) demostró que “cuadrar el círculo” es imposible, pues la constante pi no es algebraica como el área del cuadrado. O desborda uno o se desencaja el otro.Esa divergencia irresoluble provoca un dilema que los candidatos prefieren soslayar. Erradicar la pobreza con medidas que generan inflación multiplica la pobreza. Detener la emisión, sin un plan creíble, también. En ambos casos, las protestas sociales serán incontrolables.Desde el año pasado, la presión sobre los precios se retarda mediante artificios financieros del Banco Central, que se endeuda para recuperar los mismos pesos que emite, cada vez más. Alberto Fernández hizo al revés de lo prometido y las letras del Banco Central han crecido cuatro veces, hasta alcanzar cuatro billones de pesos.Como resultado de esa aspiradora monetaria, el 90% de los depósitos en pesos del sector privado está colocado en instrumentos del Banco Central (62%) o del Tesoro (28%). Se trata de una bola de nieve que contiene, en forma reprimida, el mismo potencial inflacionario sujeto con pinzas. Esa tensión creciente provoca controles, prohibiciones y cepos para que la inflación no se manifieste por otro lado. Pero se refleja en la brecha cambiaria, el cierre de empresas, la liquidación de vientres y la fuga de cerebros.Esa solución artificiosa muestra la enorme fragilidad de la situación y los límites que tendrá cualquier alquimia que implique más emisión. Todas las crisis económicas empiezan en el sistema financiero, cuando el público descubre que el rey está desnudo y se abalanza para recuperar sus ahorros. En la Argentina, vivimos el Plan Bonex en 1990, con una hiperinflación del 3000%, situación –por ahora– muy distinta de la actual.Ese peligro, desconocido para el gran público, no puede ser soslayado por los dirigentes políticos, aunque lo prefieran. Estamos volando en un Hindenburg criollo que no fue diseñado por ingenieros alemanes, sino por técnicos del Banco Central instruidos por el populismo. Si se insiste en que nuestro zeppelin tolera cualquier cosa, basta con investigar qué ocurrió en Lakehurst, Nueva Jersey, en 1937. La imposibilidad de cuadrar el círculo de la inflación y la pobreza no causará un desajuste matemático, sino una catástrofe en la vida real.El dilema podría resolverse si se introdujera otra dimensión. Se trata del factor confianza, solo alcanzable mediante un compromiso de gobernabilidad de largo plazo, que prevea reformas estructurales creíbles y que se sostengan en el tiempo. Un acuerdo en el que no tengan lugar el “vamos por todo” ni la impunidad de la vicepresidenta y sus secuaces.La confianza, al presagiar un horizonte favorable a la inversión, permitirá acceder a recursos anticipados para dar respuesta al interrogante que los políticos no saben cómo contestar: ¿qué hacer con los millones de pobres hasta alcanzar crecimiento con inversión, mayor productividad y empleos de calidad?Precisamente, el rol del buen político consiste en hacer posible lo que parece imposible. Lograr consensos para viabilizar reformas indispensables para el bien común es elevarse al nivel de estadistas. Es la única forma. No hay otra manera de resolver el problema de la cuadratura y erradicar la pobreza, sin inflación.

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El próximo domingo son las PASO, y las elecciones legislativas generales se harán el 14 de noviembre próximo. En estas nueve semanas, Candela Ini y Matías Moreno te proponen, en el podcast Sin protocolo, una mirada diferente sobre estas elecciones tan particulares, marcadas por la pandemia y su impacto en la economía y, de cara a las PASO, el desinterés de muchos votantes por concurrir a las urnas. Para tener un mejor pulso de lo que puede suceder el domingo hablaron, en este episodio, con Carlos Pagni, Juan Germano, Leandro Santoro, Martín Lousteau y Patricia Bullrich. Qué es estoSin protocolo es un podcast de LA NACION que se actualiza todas las semanas. No te pierdas los próximos episodios: podés escucharlos en LA NACION o tu teléfono, computadora o en el auto. Este podcast está en Spotify, Apple Podcasts, Google Podcasts, o lo podés escuchar en tu reproductor de audio favorito vía RSS. Si te suscribís vas a tener un aviso automático cada vez que se publica un episodio nuevo.¿No sábés qué es un podcast? Acá te lo explicamos fácil

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Un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) demuestra que el COVID-19 influye en la calidad de la atención a los bebés con bajo peso al nacer o problemas de salud. Según la publicación, el contacto inmediato y prolongado entre el recién nacido y sus padres tras el parto, y la lactancia materna son de vital importancia: se ha comprobado que reducen la mortalidad infantil al menos en un 40%, la hipotermia en más de un 70% y las infecciones graves en un 65%.Ana Pedraza (MP 42867), integrante de la Fundación para la Salud Materno Infantil (FUNDASAMIN) y una de las máximas referentes del país en materia de neonatología, explica: “en muchos lugares, tanto públicos como privados, no permiten el acompañamiento de las mujeres que van a tener sus bebés. Estamos trabajando con eso, pero cuesta porque el temor al coronavirus todavía está. Durante la pandemia solo se estuvo permitiendo un acompañante en la habitación, con lo cual no hay hermanos, ni abuelas, toda esa familia que es un apoyo importante para una madre”.La problemática del COVID-19 asociado al embarazo y el parto, como así también al tratamiento de los bebés prematuros, la lactancia y la vacunación de las mamás, forma parte de la amplia variedad de cursos de capacitación para personal de salud incluidos en el programa “Creciendo Juntos”, que lleva adelante Pan American Energy (PAE) desde hace 17 años, en un trabajo de articulación público-privada junto a autoridades sanitarias y centros de salud provinciales, y especialistas de FUNDASAMIN.La doctora Pedraza indica que, en sus comienzos, el objetivo de este programa apuntaba a colaborar para reducir la mortalidad infantil en Chubut y Neuquén, pero ahora se amplió, para trabajar en lo que se denomina “Mejora en la Calidad de Atención”. Además, se rediseñó en función de la nueva realidad impuesta por la pandemia y, lejos de discontinuarse, aumentó su alcance de la mano de la virtualidad.“El COVID-19 resaltó la importancia del sistema de salud, sus profesionales y la atención diaria a los pacientes con el virus. Además, nos dejó en claro que es clave trabajar en equipo y sostener una escucha activa y permanente para proponer y adaptar iniciativas, tanto desde su formato como el contenido”, destacó Agustina Zenarruza, Gerente de Sustentabilidad de PAE.En este sentido, algunas de las temáticas que se abordan en los cursos y capacitaciones son: la elaboración de protocolos de actuación frente a casos de embarazadas con diagnóstico positivo, la asistencia de bebés con sospecha o confirmación de Covid-19, los factores de mal pronóstico y transmisión perinatal. Cabe destacar que, solo durante 2020, el programa alcanzó a más de 1.200 miembros del personal de salud. “Creciendo Juntos” también participa activamente de la Semana de la Lactancia, realizando capacitaciones y material de comunicación específico para la concientización, para reforzar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud de la Nación.Si bien gradualmente se irán retomando las visitas del equipo de “Creciendo Juntos” a los centros de salud patagónicos para realizar actividades presenciales, el alcance logrado con las capacitaciones virtuales revolucionó las formas de docencia y de comunicación y es un cambio que llegó para quedarse.El Programa Creciendo Juntos forma parte de la estrategia de Responsabilidad Social de Pan American Energy. A través de esta iniciativa, promueve programas que mejoran la calidad de vida de las comunidades cercanas a sus operaciones y la creación de vínculos sólidos y de largo plazo.________________________________________________________Content LAB es la unidad de generación de ideas y contenidos de LA NACION para las marcas con distribución en sus plataformas digitales y redes sociales. Este contenido fue producido para un anunciante y publicado por el Content LAB. La redacción de LA NACION no estuvo involucrada en la generación de este contenido.

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Una efímera ilusión de principio de año hizo albergar a una buena parte de la sociedad norteamericana la esperanza de que superados Donald Trump y su mandato de insidias y odios una nueva era de bonanza se abría ante Estados Unidos. Han bastado unos meses para comprobar, precisamente al celebrarse el aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que no es así, que el declive de este país prosigue su curso independientemente de quién sea la persona que ocupe la Casa Blanca.El recuerdo de los sucesos que estremecieron al mundo y sacudieron a la sociedad norteamericana hace 20 años está marcado por una inocultable sensación de derrota y de fracaso. El gigantesco esfuerzo humano, militar y económico puesto en marcha como respuesta a aquellos atentados no ha servido para nada. Aún peor, la posición de Estados Unidos se ha debilitado, su prestigio se ha visto manchado por los múltiples episodios de guerra sucia contra el terrorismo, su influencia internacional ha decrecido y hoy se ve abiertamente desafiada por el poder creciente de China. En el plano interno, la división social y racial y la polarización política se han adueñado de la población hasta el punto de hacer parecer su sistema político ineficaz y anacrónico.Sería motivo de otro artículo analizar la responsabilidad que ese declive ha tenido en el auge de movimientos populistas iliberales de izquierda y derecha en diversas partes del mundo. Pero, limitados al caso de Estados Unidos, es innegable que el desgaste producido por las aventuras militares lanzadas tras el 11 de Septiembre ha acabado por agotar los mismos valores de libertad y democracia sobre los que se fundamenta el modelo norteamericano. Esta es hoy una democracia más frágil que la de hace 20 años, la convivencia se ha deteriorado y la fe de esta nación en su papel y en su destino ha decrecido.La caótica retirada de Afganistán, que simboliza perfectamente el desastre de estas dos últimas décadas, ha generado, incluso entre los que eran contrarios a esa guerra, un sentimiento derrotista que representa un pesado lastre en el esfuerzo de este país por extender su liderazgo. Estados Unidos encuentra hoy fuerte resistencia, no solo de parte de China y Rusia, sino también de otros países que sienten ahora potenciados sus propósitos totalitarios, como Irán, Corea del Norte, Cuba o Venezuela, o incluso de dirigentes y partidos que propician fórmulas autoritarias de gobierno en países democráticos de América Latina y Europa.El único precedente del clima de fracaso provocado por la retirada de Afganistán y los 20 años de inútil guerra contra el terrorismo es el de la huida y derrota en Vietnam, un conflicto que, curiosamente, duró también dos décadas, desde que el gobierno norteamericano asumió en 1955 el apoyo y la protección del régimen establecido en el sur del país dividido hasta la retirada de las tropas, en 1975. A raíz de ese conflicto, la potencia que hasta entonces había vivido la era de mayor esplendor e influencia mundial sufrió una crisis que minó su capacidad de liderazgo en el exterior y debilitó la cohesión social en el interior.Vietnam demostró por primera vez que Estados Unidos era vencible, y el trauma dejado por aquella guerra se extendió casi hasta nuestro días. Afganistán –y antes Irak, otro episodio negro de estas dos décadas– ha demostrado que Estados Unidos no tiene capacidad para custodiar el mundo ni siquiera allí donde sus intereses están directamente amenazados. Puede discutirse la conveniencia de poner fin de una vez a la presencia militar en un país remoto y complejo como Afganistán; puede argumentarse si este era o no el momento propicio para hacerlo, pero de lo que no hay duda es de que, al abandonar ese país, Estados Unidos está reconociendo su incapacidad para construir sistemas democráticos en naciones que se resisten y está entregando una pieza muy importante en el difícil tablero de Medio Oriente a su máximo rival, China. El régimen comunista de Pekín es poco exigente con las credenciales democráticas y de derechos humanos de sus aliados –más, prefiere que carezcan de ellas– y es, por tanto, un socio más cómodo que Estados Unidos. Actualmente, China puede permitirse además ser un socio mucho más generoso.El 20º de aniversario del 11 de Septiembre se ve así marcado por la retirada de Afganistán. Al hacer coincidir el final de esa guerra con esta fecha emblemática, el presidente Joe Biden intentaba destacar la conclusión de un período largo y oscuro y el inicio de otro optimista y luminoso. La operación no ha funcionado. Los últimos días en Afganistán han sido tan aciagos y desafortunados como las dos décadas anteriores y, aunque se pretendía que los norteamericanos recibieran este momento como un alivio, en realidad se ha recibido con frustración. Con frustración por no haber sido capaces de trazar un mejor futuro para los afganos, especialmente para sus mujeres, sometidas a una tiranía cruel; frustración por no haber podido dejar el país en manos de fuerzas reconciliadas y comprometidas con el progreso general; frustración, por no haber sido capaces siquiera de salvar la vida de tantos como ayudaron a lo largo de estos años a los soldados norteamericanos, pese al enorme esfuerzo de la misión de rescate.Aún es pronto para saber cuáles van a ser las consecuencias dentro y fuera de Estados Unidos del final de la guerra contra el terrorismo. En la política doméstica, es difícil atisbar de qué manera Biden puede revertir a su favor esta situación. La popularidad del presidente ha caído hasta el 45,8%, según la media que elabora RealClearPolitics, y a comienzos de este mes, por primera vez en su mandato, el porcentaje de los que desaprueban su gestión es mayor que el de los que la respaldan. Esa caída afectará indudablemente su capacidad para sacar adelante sus iniciativas en el Congreso, frente a una férrea oposición republicana que sigue parcialmente tutelada por Trump, y aunque las perspectivas económicas son optimistas, el horizonte político de Biden se hace sombrío.Mucho peor que eso es el hecho de que la polarización política apenas ha decrecido, que algunos debates enormemente divisorios, como el del aborto, han tomado nuevo brío y que Trump no ha renunciado a volver a la carga en 2024.En todo caso, los efectos más profundos del fracaso de estos 20 años –culminado en Afganistán– son los que pueden afectar al orden internacional. Europa está discutiendo la necesidad de crear un ejército europeo que sustituya a la incierta protección militar norteamericana. ¿Sigue siendo Estados Unidos un dique de contención para la total ocupación de Ucrania por parte de Rusia? ¿O para la anexión de Taiwán por China? Biden ha asegurado que Estados Unidos no puede ser el policía del mundo. ¿Significa eso una carta blanca para todos los sátrapas?El dominio norteamericano ha facilitado durante un siglo, pese a los muchos errores cometidos, la extensión a lo largo del mundo de sistemas parcial o plenamente democráticos que en diferente medida permitían la libertad y el progreso de sus ciudadanos. Es de temer que el repliegue que se anuncia en Estados Unidos tras el fracaso de estos 20 años de guerra contra el terrorismo dé lugar al repliegue simultáneo de la democracia en muchas partes de la Tierra.

Fuente: La Nación

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