La pandemia de coronavirus lleva más de un año, y los países atraviesan distintas realidades a medida que avanza el plan de vacunación en el mundo. El día 11 de Septiembre, en Ecuador
no se conocieron casos nuevos de enfermos y ninguna muerte, según lo detallado por las autoridades sanitarias.A la fecha, Ecuador acumula un total de 505.075 infectados por coronavirus, 32.426 muertos y 443.880 pacientes recuperados.Ecuador se encuentra en el puesto 53 de los países con mayor cantidad de infectados por coronavirus. La lista de los primeros diez se compone de la siguiente manera: Estados Unidos 41.741.693, India 33.208.330, Brasil 20.974.850, Reino Unido 7.168.806, Rusia 7.121.516, Francia 6.887.791, Turquía 6.613.976, Irán 5.275.567, Argentina 5.221.809, Colombia 4.926.772.Vacunación Covid 19 en Ecuador al 11 de SeptiembreLa campaña de vacunación contra el coronavirus en Ecuador alcanza un total de 13.351.482 dosis aplicadas al 11 de Septiembre. De esa cantidad, 9.929.240 personas recibieron una dosis, mientras que 3.422.242 ya tienen ambas dosis.Si se considera la densidad poblacional, Ecuador se encuentra en el puesto 56, con 806.940 dosis aplicadas. El listado es liderado por Malta con 1.898.999 en segundo lugar se ubica Maldivas con 1.803.411 y en el tercer puesto se encuentra Islandia con 1.586.883 de habitantes inoculados.

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus lleva más de un año, y los países atraviesan distintas realidades a medida que avanza el plan de vacunación en el mundo. El día 11 de Septiembre, en Chile
no se conocieron casos nuevos de enfermos y ninguna muerte, según lo detallado por las autoridades sanitarias.A la fecha, Chile acumula un total de 1.643.156 infectados por coronavirus, 37.178 muertos y 1.600.353 pacientes recuperados.Chile se encuentra en el puesto 25 de los países con mayor cantidad de infectados por coronavirus. La lista de los primeros diez se compone de la siguiente manera: Estados Unidos 41.741.693, India 33.208.330, Brasil 20.974.850, Reino Unido 7.168.806, Rusia 7.121.516, Francia 6.887.791, Turquía 6.613.976, Irán 5.275.567, Argentina 5.221.809, Colombia 4.926.772.Vacunación Covid 19 en Chile al 11 de SeptiembreLa campaña de vacunación contra el coronavirus en Chile alcanza un total de 26.794.302 dosis aplicadas al 11 de Septiembre. De esa cantidad, 14.056.388 personas recibieron una dosis, mientras que 12.737.914 ya tienen ambas dosis.Si se considera la densidad poblacional, Chile se encuentra en el puesto 9, con 1.472.869 dosis aplicadas. El listado es liderado por Malta con 1.898.999 en segundo lugar se ubica Maldivas con 1.803.411 y en el tercer puesto se encuentra Islandia con 1.586.883 de habitantes inoculados.

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus lleva más de un año, y los países atraviesan distintas realidades a medida que avanza el plan de vacunación en el mundo. El día 11 de Septiembre, en Venezuela
se registraron 1.263 casos nuevos de enfermos y 12 fallecidos, según lo detallado por las autoridades sanitarias.A la fecha, Venezuela acumula un total de 345.560 infectados por coronavirus, 4.179 muertos y 329.335 pacientes recuperados.Venezuela se encuentra en el puesto 72 de los países con mayor cantidad de infectados por coronavirus. La lista de los primeros diez se compone de la siguiente manera: Estados Unidos 41.741.693, India 33.208.330, Brasil 20.974.850, Reino Unido 7.168.806, Rusia 7.121.516, Francia 6.887.791, Turquía 6.613.976, Irán 5.275.567, Argentina 5.221.809, Colombia 4.926.772.Vacunación Covid 19 en Venezuela al 11 de SeptiembreLa campaña de vacunación contra el coronavirus en Venezuela alcanza un total de 4.000.000 dosis aplicadas al 11 de Septiembre. De esa cantidad, 2.900.000 personas recibieron una dosis, mientras que 1.100.000 ya tienen ambas dosis.Si se considera la densidad poblacional, Venezuela se encuentra en el puesto 130, con 128.912 dosis aplicadas. El listado es liderado por Malta con 1.898.999 en segundo lugar se ubica Maldivas con 1.803.411 y en el tercer puesto se encuentra Islandia con 1.586.883 de habitantes inoculados.

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus lleva más de un año, y los países atraviesan distintas realidades a medida que avanza el plan de vacunación en el mundo. El día 11 de Septiembre, en Paraguay
se registraron 74 casos nuevos de enfermos y 5 fallecidos, según lo detallado por las autoridades sanitarias.A la fecha, Paraguay acumula un total de 459.207 infectados por coronavirus, 16.033 muertos y 439.877 pacientes recuperados.Paraguay se encuentra en el puesto 60 de los países con mayor cantidad de infectados por coronavirus. La lista de los primeros diez se compone de la siguiente manera: Estados Unidos 41.741.693, India 33.208.330, Brasil 20.974.850, Reino Unido 7.168.806, Rusia 7.121.516, Francia 6.887.791, Turquía 6.613.976, Irán 5.275.567, Argentina 5.221.809, Colombia 4.926.772.Vacunación Covid 19 en Paraguay al 11 de SeptiembreLa campaña de vacunación contra el coronavirus en Paraguay alcanza un total de 2.123.997 dosis aplicadas al 11 de Septiembre. De esa cantidad, 1.837.008 personas recibieron una dosis, mientras que 286.989 ya tienen ambas dosis.Si se considera la densidad poblacional, Paraguay se encuentra en el puesto 103, con 309.867 dosis aplicadas. El listado es liderado por Malta con 1.898.999 en segundo lugar se ubica Maldivas con 1.803.411 y en el tercer puesto se encuentra Islandia con 1.586.883 de habitantes inoculados.

Fuente: La Nación

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Nadie imagina que un presidente puede ponerse a leer un libro de cuentos infantiles sobre “La cabra mascota” luego de enterarse de que su país está sufriendo un ataque terrorista. Pero es exactamente eso lo que hizo George W. Bush el 11 de septiembre de 2001 a las 9.05 después de que su jefe de Gabinete le dijo al oído “Un segundo avión golpeó la segunda torre. Estados Unidos está bajo ataque”.El presidente tenía previsto visitar esa mañana la escuela primaria Emma E. Booker, de Sarasota, Florida, y decidió no suspender la recorrida pese a que ya antes de ingresar sabía que una aeronave -sin saber cómo era- se había estrellado contra la Torre Norte en Nueva York.Ya sentado en la clase de lectura frente a los 16 alumnos de segundo grado, luego de que su entonces jefe de gabinete, Andrew Card, le dijo esas palabras al oído, Bush permaneció impávido durante siete largos minutos. Su imagen con la mirada perdida y mientras leía el libro infantil, fue objeto de críticas y burlas, especialmente luego del premiado documental Fahrenheit 9/11 de Michael Moore.Pero el recuerdo de los docentes y los alumnos presentes en el lugar, hoy ya adultos, es diferente.Stevenson Tose’-Rigell, uno de los estudiantes de la Escuela Booker, cuya madre, Gwen Tose´-Rigell, era la directora del establecimiento, recordó en una entrevista con LA NACION los hechos de esa jornada histórica.Stevenson junto a su madre, GwenGwen, que murió de cáncer en 2007, escribió incluso el libro The 9/11 Principal (”La directora del 11-S”), con un detalle de lo ocurrido en esa jornada histórica en la que el presidente visitó la escuela para felicitarlos por elevar los niveles de lectura de los estudiantes y por las calificaciones obtenidas en los exámenes.“Cuando llegamos esa mañana con mi mamá a la escuela había francotiradores en los techos y el servicio de Seguridad había puesto colectivos delante del edificio para que no se pudiera ver nada desde afuera. Además, nos revisaron a cada uno las mochilas antes de entrar”, recordó Stevenson.Gwen recibe al presidente Bush en la escuela BookerSu mamá fue quien recibió al presidente y lo acompañó a la sala de segundo grado donde lo esperaba la maestra Sandra Kay Daniels junto a los 16 alumnos.Los primeros tres minutos de la clase de lectura, Bush sonreía e interactuaba divertido con los chicos. Luego se acercó Card, le habló al oído y se retiró. Los siguientes 40 segundos, visiblemente impactado por la noticia, el presidente se quedó primero con la mirada perdida y por momentos se mordió el labio inferior. Observó a los periodistas ubicados al fondo de la sala (que en ese momento estaban mirando en sus teléfonos el mismo mensaje que él acababa de recibir de boca de Card) y recorrió con la mirada los rostros de los alumnos. Mientras la clase continuaba, en los 2,5 minutos siguientes Bush tomó el libro y simuló estar leyendo con los chicos, aunque en realidad miraba una y otra vez a los periodistas y por momentos se quedaba con la mirada perdida. Luego tuvo un breve intercambio con los alumnos y los felicitó por sus avances en la lectura. Finalmente, entró en escena Gwen, cerró la clase, y Bush se retiró a la biblioteca donde media hora más tarde daría su primer discurso al país sobre el ataque.“Yo creo que tuvo una reacción equilibrada. Estaba frente a 16 chicos, y todas las cámaras estaban viendo qué actitud tomaba”, dijo Stevenson.Dinasty Brown, otra de los alumnos, dio su visión desde su mirada infantil. “De pronto puso cara de inquietud, como cuando a alguien le agarra urgencia por ir al baño”.La maestra Kay Daniels, que dirigía la clase, también registró el cambio de actitud: “Luego que le habló Card me pregunté: ‘¿qué pasó? ¿hice algo mal?’”.Durante la campaña que lo llevó a la presidencia, el fuerte acento texano y sus modismos campechanos, el cliché de un vaquero norteamericano, habían sido uno de los activos de Bush. Pero ya en el gobierno, la intelectualidad de las grandes ciudades puso en duda sus habilidades como estratega para dirigir la principal potencia mundial, y hasta comenzaron a recolectar “bushismos” con sus frecuentes errores en público.Su versiónFrente a la comisión independiente que investigó los hechos del 11 de septiembre, el mandatario dijo que ante los alumnos tuvo “una reacción instintiva de proyectar calma, para que el país no vea una reacción exaltada en un momento de crisis”.Después de dejar la clase, el presidente se dirigió a la biblioteca de la escuela desde donde media hora más tarde dirigió su esperado mensaje televisado al país. “Hoy tuvimos una tragedia nacional (…). El terrorismo no podrá contra nuestra nación”, dijo.Stevenson recordó los momentos de tensión vividos luego junto a su madre en la sala de dirección. “En las horas siguientes no nos despegamos de la pantalla de televisión, mientras no paraban de sonar los teléfonos con llamadas de padres angustiados que querían venir a la escuela a buscar a sus hijos”.En un salto al presente, el exalumno de la escuela Booker expresó su apoyo a la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán, a la que consideró “una decisión que debía ser tomada”. Pero la unió a sus recuerdos del 11 de septiembre de 2001: “Nuestras libertades siguen estando bajo ataque, y estos son momentos que cambian no solo la vida de los norteamericanos, sino las de todo el mundo”.

Fuente: La Nación

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“Permíteme comenzar mi recuerdo de los eventos del 11 de septiembre de 2001 diciendo esto: perdí a mi madre cuando tenía tres años”.Pasaron 20 años desde el día en que la vida de los Marshall cambió para siempre. Drake Marshall, el hijo mayor de la familia, aún no logra identificar qué parte de lo que recuerda de ese momento es cierto, y qué tanto es una invención de una mente de tres años que intentó llenar fragmentos de una historia en donde sabía que faltaba algo.Lo que sí es real es ese vacío irremplazable que lleva el nombre de Shelley Marshall, su madre, quien murió aquella mañana junto a otras 124 personas tras el impacto del vuelo 77 de American Airlines en el edificio del Pentágono.El fotógrafo de la icónica imagen del “falling man” del 11 de Septiembre: “Nunca olvido el ruido del impacto de los cuerpos contra el suelo”La mañana en la que el mundo se detuvo, el pequeño Drake, por casualidad o por milagro, no estaba en su salón de clases habitual en la guardería de la sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Con la intención de que socializaran con otros niños, sus maestros habían decidido llevarlo a él y a sus compañeros a una sala distinta, justo en el lado opuesto al edificio en donde impactó el avión secuestrado por jihadistas.“Me acuerdo que estaba jugando con bloques de colores, construyendo un castillo con otro niño”, dijo Marshall, ahora de 23 años, en conversación con LA NACION. “Cuando el castillo estaba a punto de llegar a la altura de mi cabeza, una de las maestras tomó un banco, lo puso contra una ventana en lo alto de la pared y subida a él miró hacia el Pentágono. Y dijo: ¨Hay humo, está en el aire¨”.Donn Marshall junto a sus hijos, Drake y Chandler, afuera del Pentágono tras el ataque (Gza. Drake Marshall/)A partir de ese momento la película en su mente se vuelve confusa, tanto como la realidad que tuvo que vivir, que le sigue pareciendo un sueño. O una pesadilla. Entre el caos y el pánico, una maestra tomó en brazos a Drake, quien rompió en un llanto desgarrador, y huyó con él hacia el estacionamiento del lugar.“Mirando por encima de su hombro, recuerdo haber llorado y pedido ‘papi, papi’ una y otra vez”, relató. “Y entonces, de repente, ahí estaba él, corriendo por el estacionamiento con su traje verde”.El escalofriante relato de Joseph Dittmar, el sobreviviente del piso 105 de una de las Torres Gemelas: cuál fue su “mejor decisión”Este pudo haber sido uno de los primeros recuerdos en la mente de Drake. En la de Donn Marshall, según cuenta su hijo, el abrazo que siguió al encuentro con el pequeño y también con su hija Chandler –la hermana menor de Drake, que estaba junto a él en la guardería– quedó grabado como el mejor y el peor momento de su vida: sintió la felicidad inexplicable de ver a sus hijos sanos y salvos, pero también el dolor de darse cuenta de que, si Shelley estuviese viva, estaría allí, con ellos.“Más tarde, recuerdo la vigilia a la luz de las velas que tuvo lugar en todo el país, de pie en la oscuridad en la entrada de la casa de mis abuelos en Vienna, Virgina. Unos días después, recuerdo cuando mi papá me dijo que mi mamá no volvería”, rememoró el hijo mayor de los Marshall.Cada 11 de septiembre desde entonces, Donn Marshall, quien al igual que su esposa trabajaba en el emblemático edificio de cinco esquinas ubicado en Virginia, muy cerca de Washington, utiliza ese saco verde con el que murió y renació en un mismo día.Drake Marshall y su padre, en el memorial afuera del Pentágono (Gza. Drake Marshall/)“Siempre íbamos al Pentágono. Caminábamos alrededor del monumento [en homenaje a las víctimas] y mi padre nos contaba qué recordaba de ese día: cómo se ofreció de voluntario, pero había tanto humo en el interior que era demasiado denso para respirar, por lo que los bomberos no lo dejaron entrar; o cuando vio a un bombero solitario salir de la ventana de la planta baja con una bandera estadounidense. Siempre nos decía que le gustaba creer que la bandera todavía estaba en pie dentro de la oficina antes de que la sacaran”, recordó Drake.Drake Marshall (Gza. Drake Marshall/)Del Pentágono al té en la playaHace años que el aniversario de la muerte de su madre se volvió un día solitario. Al terminar la escuela, Drake se mudó a Boston para estudiar en la Universidad de Harvard, y hace apenas unos meses llegó a Escocia para comenzar su posgrado en Estudios Estratégicos en la Universidad de St. Andrews.“Cuando era niño, ese día se trataba de apoyar a mi padre y ahora lo hago lo mejor que puedo por teléfono. Sin mi familia, el 11 de septiembre es un día muy largo y contemplativo”, admitió.El banco en homenaje a Shelley Marshall afuera del Pentágono (Gza. Drake Marshall/)Drake asegura que en estos veinte años entendió de a poco la magnitud de lo que vivió. Al principio, todo le parecía confuso y absoluto: un día su madre estaba allí y al otro ya no volvería jamás. Ahora, al adoptar la geopolítica global como su vocación, logra comprender lo que implicó el mayor atentado terrorista en Estados Unidos para el resto del mundo.“Mis clases de posgrado todavía no empezaron de forma oficial y el 11 de septiembre y su efecto en el mundo moderno ya se ha discutido en nuestras lecturas previas al curso”, dijo a LA NACION, al tiempo que reflexionó: “No es algo de lo que pueda escapar nunca, pero cuanto más aprendo sobre el panorama general, más puedo ver el potencial que ese momento pudo tener para definir una era”.Shelley Marshall en el cumpleaños de su hija Chandler (Gza. Drake Marshall/)Comprar unas rosas y ponerlas sobre la arena; preparar el té favorito de Shelley; caminar por las costas del Mar del Norte. Así es como planea Drake conmemorar a su madre en el vigésimo aniversario de su fallecimiento. “Me sentaré a tomar el té con ella”, dijo.Y agregó: “Me gusta pensar que mi mamá todavía puede verme de alguna manera. Me pregunto si la he hecho sentir orgullosa”.

Fuente: La Nación

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NUEVA YORK.- La noche del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush brindó su primer mensaje al país como presidente desde el Salón Oval de la Casa Blanca. Fue un discurso breve, de poco más de cuatro minutos. Bush intentó poner de pie a un país quebrado tras haber sufrido el peor ataque de la historia –”pueden sacudir los cimientos de nuestros edificios más grandes, pero no pueden tocar los cimientos de Estados Unidos”, dijo–, prometió justicia, y, sobre el final, plantó con una frase el pilar de una doctrina que marcó el resto de su presidencia: “No haremos ninguna distinción entre los terroristas que cometieron estos actos y los que los albergan”, dijo.Nueve días después, en un discurso ante el Congreso, Bush lanzó la “guerra contra el terrorismo”, una brutal ofensiva militar jamás vista en la historia de la primera potencia global. Les dijo a los norteamericanos que debían esperar una “larga campaña”, diferente a todas las anteriores. Prometió justicia –una vez más– y una victoria. Y le advirtió al mundo: “Cada nación en cada región tiene ahora una decisión que tomar. O están con nosotros, o están con los terroristas”.Las dudas y las teorías que dejaron los atentados del 11 de SeptiembreDos décadas después, un nuevo presidente, Joe Biden, brindó un mensaje antagónico desde la Casa Blanca a un país fracturado, devaluado, más endeudado, golpeado por la pandemia del coronavirus, y cansado de guerras y ataúdes tapados con banderas. Biden abrió un nuevo capítulo en la política exterior de Washington: había llegado el momento, dijo, de terminar con “la era de grandes operaciones militares para rehacer otros países”.Ese giro doctrinario de Estados Unidos de un discurso a otro se forjó, en palabras de Winston Churchill, con “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas” a lo largo de dos décadas.Los talibanes recuperaron Afganistán y echaron por la borda veinte años de presencia norteamericanaEn esos veinte años, Estados Unidos sostuvo dos guerras en Irak y Afganistán y lanzó ataques en otros países, como Siria, Yemen o Somalia que costaron más de 8 billones de dólares y dejaron más de 900.000 muertos, incluidos civiles, y millones de refugiados, según el Instituto Watson de la Universidad Brown. El país nunca volvió a sufrir un atentado masivo como en la fatídica mañana del 11 de septiembre de 2001. Pero la amenaza terrorista perdura. Y las incursiones en Medio Oriente terminaron en una penosa retirada de Occidente de Afganistán, y un victorioso retorno de los talibanes al poder.De Bush a BidenEn esos veinte años, Estados Unidos y el mundo cambiaron. Recostado en la hegemonía que consiguió Estados Unidos con el fin de la Guerra Fría, y la bonanza económica de los 90, Bush gastó sin límites y desplegó el músculo del ejército más poderoso del planeta para arropar a un país en pánico. Osama ben Laden escribió que el atentado del 11-S buscó “destruir el mito de la invencibilidad norteamericana”. Lo consiguió: sus terroristas burlaron el andamiaje de inteligencia y seguridad más sofisticado del planeta, convirtieron aviones en misiles, y perpetraron el ataque más mortífero en la historia del país, peor aún que Pearl Harbor.La cruzada de Bush para evitar otro 11-S se apuntaló en la premisa de que una inyección –forzada– de democracia en los países árabes, su ambición de crear un “gran Oriente Medio”, llevaría a un mundo más seguro. Bush se movió de Afganistán a Irak, y en mayo de 2003 celebró la caída de Saddam Husseim desde un portaaviones con un cártel icónico: “Misión Cumplida”. “La batalla de Irak es una victoria en una guerra contra el terrorismo que comenzó el 11 de septiembre de 2001, y aún continúa”, afirmó.Lo que siguió fueron años sangrientos, el nacimiento de una era de insurrección y conflictos sectarios, la guerra civil en Siria y la fulminante aparición de Estado Islámico (EI), que alcanzó su punto cúlmine con la caída de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak. Occidente se enredó. El exitismo se transformó en escepticismo, y luego en cansancio y hartazgo.Barack Obama prometió poner fin a las guerras. Lo hizo en Irak, pero no en Afganistán, incluso después de la operación que mató a Ben Laden. Donald Trump –cuya irrupción desnudó, para muchos, la fragilidad doméstica del país– ofreció la misma promesa, y tampoco lo logró, aunque marcó la puerta de salida con un muy criticado acuerdo con los talibanes. Biden, quien en su época de vicepresidente de Obama ya era un crítico del intervencionismo militar, nunca dudó del punto final.La guerra de Irak fue otra decepción para Washington“Es hora de terminar la guerra eterna”, dijo Biden, en abril, al anunciar el repliegue final de Afganistán. Ni siquiera recalculó después del fulminante retorno de los talibanes a Kabul.“¿Cuántas generaciones más de hijas e hijos de Estados Unidos enviarían a luchar en la guerra civil de Afganistán cuando las tropas afganas no lo harán? ¿Cuántas vidas más, vidas estadounidenses, lo vale? ¿Cuántas filas interminables de lápidas en el Cementerio Nacional de Arlington? Mi respuesta es clara: no repetiré los errores que cometimos en el pasado”, desafió.“Es suficiente”Para Biden y los defensores del repliegue, es hora de enfrentar otras prioridades. China representa un desafío real a la hegemonía de Washington, el cambio climático demanda respuestas urgentes, y el país tiene que reconstruirse a sí mismo.Los críticos advierten que el repliegue alentará un nuevo germen terrorista en Medio Oriente. Biden y su equipo responden comparando al terrorismo con un cáncer metastásico desparramado en varios países. Es un legado del 11-S: las tareas de contraterrorismo, la cooperación en inteligencia y una mejor seguridad nacional han protegido a Estados Unidos de otro ataque masivo, y han atomizado al enemigo. En veinte años, el peor atentado fue el tiroteo masivo en la discoteca gay Pulse, en Orlando, donde murieron 49 personas, además del atacante, Omar Mateen, quien dijo actuar en nombre de Estado Islámico.Revelan la llamada que Osama ben Laden le hizo a su madre un día antes de los ataques del 11 de SeptiembreDaniel Byman, profesor de la Universidad Georgetown y experto en terrorismo y Medio Oriente, remarcó en un ensayo para Foreign Affairs que, después de años de metas ambiciosas, Estados Unidos se replegó a la misión de debilitar a los jihadistas y proteger el territorio, el homeland. Byman bautizó a esta estrategia la doctrina de “es suficiente”.“En lugar de una victoria decisiva, Estados Unidos parece haberse conformado con algo menos ambicioso: es suficiente”, escribió Byman. “Reconoce que aunque el terrorismo jihadista puede ser imposible de erradicar total y permanentemente, o los costos de intentarlo son simplemente demasiado altos, la amenaza puede reducirse hasta el punto en que mata a relativamente pocos estadounidenses, y ya no le da forma a la vida diaria en Estados Unidos”, completó.Otro trauma como el del 11-S puede forzar otro giro. En su discurso al Congreso, Bush anticipó que la nueva guerra de Estados Unidos comenzaba con Al-Qaeda, pero no terminaba ahí. Tenía razón. La amenaza terrorista perdura, y nada indica que vaya a desaparecer. Esa es, en definitiva, la verdadera guerra eterna.

Fuente: La Nación

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Judíos ultraortodoxos ven las noticias en un restaurante de Jerusalén tras el ataque a los edificios del World Trade Center en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001 (MENAHEM KAHANA/)El Chicago Tribune y el Chicago Sun-Times imprimieron ediciones “Extra” el 11 de septiembre de 2001 después de los ataques terroristas en los Estados Unidos (AFP PHOTO/)La gente ve pasar las noticias en Times Square sobre los ataques terroristas al World Trade Center en Nueva York, el martes 11 de septiembre de 2001 (TIM DONNELLY/)Las portadas de los periódicos rusos del 12 de septiembre de 2001 muestran titulares como “Guerra y paz”, “Armagedón”, “El apocalipsis fue ayer” y “Armagedón ahora” tras los atentados suicidas con aviones en Nueva York y Washington el 11 de septiembre (YURI KADOBNOV/)Ciudadanos bolivianos observan ediciones extras de periódicos que circularon el 11 de septiembre de 2001 en La Paz (GONZALO ESPINOZA/)Un inversor observa en la pantalla de cotización en la Bolsa de Valores de Sao Paulo (Bovespa), en la mañana del 11 de septiembre de 2001. La jornada terminó con una caída de casi el 10% (MAURICIO LIMA/)Los diarios iraníes, a la venta en Teherán, incluyen el 12 de septiembre de 2001 en sus portadas sobre los ataques terroristas de ayer contra Estados Unidos (BEHROUZ MEHRI/)Los ciclistas españoles Antonio Cruz (izq.) Y Roberto Heras (der.) leen un periódico antes del inicio de la quinta etapa de La Vuelta, Vuelta a España, conmocionados por las noticias de primera plana sobre los ataques terroristas en Estados Unidos (MONDELO/)Personas fuera de los estudios NBC en Nueva York ven informes de los aviones que se estrellaron contra las torres gemelas del World Trade Center, el martes 11 de septiembre de 2001 (MARTY LEDERHANDLER/)Naomi Jones, ve informes de televisión en el centro de medios de la Escuela Primaria Emma Booker en Sarasota, Florida, el martes 11 de septiembre de 2001 (CHRIS O’MEARA/)

Fuente: La Nación

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Con 11 generaciones a cuestas, Corolla es uno de esos modelos que logró convertirse en una marca en sí mismo. Un best seller global que en Argentina también consiguió ganarse una reputación. El Corolla, no obstante, enfrenta un desafío que impone el mercado: el de la caída de los sedanes medianos ante la voracidad de los SUV. Una salida al dilema, en una jugada no exenta de riesgos para Toyota, es expandir el prestigio del Corolla al formato estrella, el de los SUV.Así llegó, made in Brasil, el Corolla Cross, que se posiciona entre los medianos como una de las mejores opciones precio-producto. Es que sin resignar equipamiento ni prestaciones, el nuevo Toyota no agrega al valor final un IVA ficticio por la moda del segmento, como suelen hacer otras marcas, incluso con SUV nacionales. La versión manejada es la tope de gama con motor naftero (existen también variantes híbridas).DiseñoA nivel estético, tiene rasgos que se asemejan a la RAV4, su hermana mayor. La altura es elevada y exhibe musculatura en las puertas y en los pasarruedas, que tienen protecciones plásticas en un guiño típico off road, pese a que el Corolla Cross no ofrece opciones 4×4. Lo menos convencional es la parrilla de amplia boca, agresiva, mientras que las ópticas rasgadas con la línea led horizontal es, junto a las llantas de 18 pulgadas, de los detalles exteriores más logrados. La pelea por el cartel se da en el portón trasero: allí, la palabra “Cross” luce en grandes dimensiones, opacando a “Corolla”, que asoma como banda soporte.La calidad y los materiales son correctos, con un mix entre plásticos duros y materiales blandos.Si en el exterior el parentesco con el Corolla es difuso, en el interior, al primer vistazo, la semejanza es casi total. La plancha plana y minimalista, el tablero, el volante y la pantalla son un enlace directo al sedán. La calidad y los materiales son correctos, con un mix entre plásticos duros y materiales blandos. Las butacas en cuero tienen ajustes eléctricos y resultan agradables. Las plazas traseras, con espacio de sobra, aun con una reducción de la distancia entre ejes, contra el Corolla tradicional.RespuestaOtro punto para destacar es que mientras la industria camina hacia motores chicos con turbo, Toyota mantiene un 2.0 aspirado de 170 caballos, con doble distribución variable por cadena. La ventaja: buena respuesta en todo momento y la sensación de que siempre “le sobra”. La contra: un consumo que en ciudad supera los 10 litros cada 100 km, aunque la caja CVT con 10 marchas programadas le da oxígeno en ruta, con un andar relajado que le permite orillar los 8 litros cada 100 km.Tiene una aceleración de 0 a 100 km/h en 9,5 segundos, acorde a un vehículo familiar, y con pimienta adicional si se presiona el botón power. Las suspensiones le permiten un buen andar en ciudad, que es el hábitat natural de un modelo con tracción delantera.El equipamiento de esta variante en seguridad es excelente: sensores de estacionamiento delanteros y traseros, siete airbags, control de estabilidad y de tracción, con el paquete Toyota Safety Sense como plus (sistema de precolisión frontal, asistente de mantenimiento de carril, luces altas automáticas y control de velocidad crucero adaptativo).

Fuente: La Nación

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“Me sentí muy frustrada y angustiada. Sentía que hacía todo lo posible y, aún así, no era capaz de llegar a todos los alumnos. Creía que nunca iba a terminar”. A Laura Barragán, de 49 años, y directora de la Escuela de Educación Secundaria N° 45, en Berazategui, le invadió la incertidumbre y la desesperación cuando comenzó el aislamiento social preventivo y obligatorio, en marzo del año pasado. Al ser la responsable del equipo, tuvo que coordinar, en el menor tiempo posible, que todos los docentes, los alumnos y los familiares se adaptaran a la nueva modalidad que trajo la pandemia, la virtualidad.“Estábamos repletos de trabajo y también teníamos la misión de contener a los alumnos y familiares, y al equipo de docentes. Nos sentimos solos y toda la situación me quebró”, contó la directora a LA NACIÓN.Sorpresa y dudas de padres: empiezan los testeos semanales en las escuelas bonaerenses que no puedan cumplir con 90 centímetros de distancia en el aulaEse tipo de angustia, agotamiento después de cada jornada laboral o el estrés que implicó enfrentarse a un escenario completamente nuevo son algunos de los ítems más frecuentes en los cuadros de cansancio emocional. Un informe elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella, realizado al finalizar el ciclo escolar en el marco de la pandemia –entre el 22 y el 30 de diciembre del año pasado–, reveló que el 72% de los directivos presentó un riesgo alto o medio de cansancio emocional, despersonalización o falta de realización personal. El estudio, dirigido por la doctora en Educación Claudia Romero y realizado junto al licenciado en Educación Fernando Zullo y psicóloga Mayra Cobos, abordó la dimensión socioemocional de este grupo durante la pandemia y se titula Liderazgo heroico en las escuelas. “Son la cara de la escuela y trabajaron como nunca. Se enfrentaron a algo que era desconocido para toda la población, pero ellos no tuvieron ese respiro para pensar. Tuvieron que actuar de inmediato, porque los chicos no podían perder clase”, afirmó Romero.Y agregó: “Estuvieron sobrecargados de trabajo [un 49% declaró sentir un alto nivel de cansancio emocional], pero, al mismo tiempo, sintieron realización personal [69%] porque pudieron llevar adelante esta situación inédita. Pero el estilo de liderazgo heroico conlleva al estrés y al agotamiento. Deberíamos potenciar un liderazgo posheroico, más distribuido y colaborativo”.El estudio se realizó a través de encuestas online a 252 directivos, de 14 jurisdicciones de la Argentina, que tenían incidencia en 87.000 alumnos de nivel inicial, primario y secundario de gestión pública y privada. Sin embargo, aclararon en el estudio, los resultados no permiten generalizar a la totalidad de directivos por tratarse de una muestra no representativa.InquietudesLa mayor preocupación de los directivos fue la organización de la continuidad pedagógica, que atañe a la calidad educativa y a los formatos presencial y virtual. “En el caso de nuestra escuela, tuvimos que involucrarnos de golpe en metodologías que no conocíamos previamente, especialmente en el caso de los docentes con mayor edad. El principal problema fue que muchos de nuestros alumnos no contaban con insumos suficientes para adaptarse a la modalidad virtual”, contó Barragán.En el centro educativo que ella dirige, un 20% de los alumnos no tuvo ningún contacto con la escuela en todo 2020. “Era una situación muy estresante. Es difícil contener a una comunidad que se siente desorientada con lo que está sucediendo cuando una misma también se enfrenta a lo desconocido. Me terminé quebrando, pero tuve que movilizarme porque, si la directora de la escuela no da esa fuerza de esperanza, ¿qué quedaba para el resto?”, expresó.“Vivimos un gran momento de incertidumbre que tuvimos que aprender a manejar: un chico enfrentándose a muchas horas de computadora, docentes enseñando a través de una pantalla… Tuvimos que organizarnos con equipos de directivos y expertos en pediatría para poder diseñar un plan que pudiera compensar la presencialidad”, destacó Karina, directora de una escuela de entidad privada en la Capital.El estudio reveló también que los profesionales de edades más avanzadas presentaron un menor cansancio emocional y que, cuanto mayor experiencia tenían como directores, aumentó la despersonalización.Vuelta a la presencialidadDesde el inicio del ciclo lectivo 2021, el gobierno nacional elaboró un plan para volver a la modalidad presencial de forma escalonada. “Estábamos deseando volver a la presencialidad. En términos cuantitativos, sufrimos pérdidas en la pandemia, en cuanto a la calidad de contenidos y al número de alumnos. Ahora estamos intentando contactar a las familias que desaparecieron del marco escolar para averiguar por qué se produjo la deserción e intentar que vuelvan a retomar la escuela”, detalló Barragán.“Se cumplió por fin la vuelta a las aulas”, destacó Karina, aunque reveló que en su escuela se presenta actualmente un fenómeno que no se observaba previo a la pandemia: “Tenemos que trabajar más las relaciones personales. La situación de la pandemia, sumado a la hipersensibilidad e irritabilidad de la sociedad, está dando lugar a situaciones de conflicto entre los chicos, especialmente los más pequeños”.

Fuente: La Nación

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