Su historia irrumpió en la escena durante los Juegos Olímpicos. Cuatro meses después de haberse convertido en mamá por primera vez, y tras una recuperación récord, Rocío Sánchez Moccia (33) se despidió de su novio en Buenos Aires, dejó a su beba al cuidado de su mamá en España y partió a Tokio con la selección argentina de hockey femenino para disputarse el oro con Holanda.No llegó a cumplir el sueño máximo de toda Leona, que es ganarle a su eterno rival, pero aterrizó en nuestro país con la medalla de plata. Contra todo prónostico, “Rochy”, volvió a defender la camiseta argentina en la final más importante: lo logró cuando todo indicaba que su objetivo era casi imposible de cumplir.La ayuda de su mamá fue fundamental. Primero, Gabriela se comprometió a cuidar de Francesca durante los entrenamientos diarios de Rochy en el Cenard; después, se sumó con su nieta a las concentraciones; y, por último, quedó al cuidado de la beba en España. (Pilar Bustelo/)Quedar embarazada antes de los Juegos Olímpicos no estaba en los planes de Rochy, que integra la selección argentina de hockey desde hace 12 años. Francesca nació el 10 de marzo por cesárea y su mamá se recuperó en tiempo récord. El esfuerzo valió la pena: la delantera volvió con la medalla de plata. (Pilar Bustelo/)LA NOTICIA MENOS ESPERADA“Vestir la camiseta en cualquier torneo es un orgullo siempre, pero en un Juego Olímpico más. Te hace sentir más argentina que nunca”, nos confía en su primer reportaje con ¡HOLA! Si para sus compañeras entrenar en pandemia fue duro, para Rocío, que integra el seleccionado desde hace doce años, lo fue un poco más. La idea de la jugadora era llegar en su mejor forma a Tokio, participar del Mundial de Hockey de 2022 a modo de despedida, y recién ahí convertirse en mamá. Esto era lo que habían acordado con Alejandro Pérez (33), su novio desde los 16, pero el destino tenía preparado algo distinto para la leona, que en julio del año pasado se enteró de que estaba embarazada.“Si querés hacer reír a Dios, contale tus planes”, dice un conocido refrán inglés. Rocío asiente. Tras posar con Francesca, su beba de seis meses, y Gabriela (64), su mamá, se prepara para contarnos su historia.–¿Cómo fue recibir la noticia?–Fue un shock. No estaba en mis planes quedarme embarazada. Cuando me enteré, ya estaba de diez semanas (dos meses y medio). Me sentía rara y me compré un test creyendo que iba a dar negativo. El resultado fue instantáneo. [Se ríe].–¿Qué sentiste cuando decodificaste que ibas a ser mamá?–No estaba triste, ni feliz. Lo primero que pensé fue: “¿Cómo se lo digo a las chicas?”. Habíamos arrancado a entrenar juntas hacía dos semanas y yo había asumido un compromiso y tenía miedo de fallarles.Posa con su hija, que acaba de cumplir seis meses, en el PH de su mamá, en Núñez. Si bien la voluntad de acero y la confianza en uno mismo son condiciones necesarias para competir en el máximo nivel, Rocío es consciente que un olímpico no se hace solo. (Pilar Bustelo/)La deportista está de novia con Alejandro Pérez, el papá de Fran, desde hace 17 años. “Sin la ayuda de mamá y de mi novio hubiera sido imposible, pero por suerte salió todo perfecto”, reflexiona ella.RUMBO A TOKIO CON PANZATras una charla con Carlos “Chapa” Retegui, Rochy llegó a la conclusión de que aún tenía chances de ir a Japón. Los juegos seguían suspendidos, la nueva fecha aún no estaba definida, pero su director técnico había hecho las cuentas y la visualizaba en el equipo. “Llegás”, sentenció el entrenador y con esa afirmación, la alivió.Corrió hasta los siete meses de gestación y nadó hasta el final del embarazo. Una semana después del nacimiento de Francesca, que llegó al mundo el 10 de marzo, con 42 semanas de gestación, retomó el entrenamiento y para la primera concentración del team en Córdoba ya estaba al mismo ritmo que el resto de las jugadoras. “Laura, mi obstetra, me autorizó porque mi cuerpo estaba preparado”, explica la delantera, que empezó en el deporte a los 5, en el Liceo Naval, y a los 13 ya entrenaba fuerte en el Cenard.–Francisca nació por cesárea, ¿fue programada?–Yo quería que el parto fuera natural para hacer una recuperación más rápida, pero no tenía contracciones y a pesar del goteo, no dilaté. Ya estábamos ahí, así que fuimos a césarea.“Mi idea era volver de los Juegos y darle la teta de nuevo, pero Francesca no quiso más. Entendí que no se puede controlar todo”, nos confía Rocío, cuya participación en las Olimpíadas le costó la lactancia. En la imagen, posa con su hija y su madre en España, unos pocos días antes de su despedida. LA PRUEBA DE FUEGOHasta el 11 de julio, el día que se despidió de su beba después de la última concentración en Valencia, Rocío se organizó para cumplir con su rutina de deportista de elite y seguir dándole el pecho a su hija. Contaba con la ayuda de su mamá, Gabriela, quien primero se comprometió a cuidar de Francesca durante los entrenamientos en el Cenard y, después, aceptó sumarse a las tres concentraciones de las Leonas (Alejandro no podía viajar, por su trabajo).Lo lógico era que abuela y nieta también volaran a Tokio, pero la organización olímpica no lo permitió. Para Rochy, participar de los Juegos implicó decirle adiós a su hija en Europa y volver a verla cuarenta días después, tras un mes en Japón y una cuarentena obligatoria en Buenos Aires.–¿Cómo fue la despedida?–Durísima. Empecé a llorar tres días antes, me daba mucha culpa saber que me iba a perder un mes de su vida. La miraba y pensaba: ‘¿Cómo hago para dejarla?’. Muchísimas veces pensé en no ir a los Juegos.–¿Qué era lo que más te preocupaba?–Sacarle la teta por un objetivo que era mío y no de ella. También me daba cosa por mamá, cargarla con tanta responsabilidad. Si bien durante mis entrenamientos Fran tomaba la mamadera, no sabíamos si iba a agarrarla de noche con su abuela, ni cómo iba a ser la vuelta de ellas dos solas a Buenos Aires, donde las esperaba Ale. Por suerte, salió todo perfecto.–Ahora que ya pasó. ¿Con qué sensación te quedás?–Si bien fue difícil dejar a Fran y la extrañé un montón, hice algo que era muy importante para mí. Estuvo buenísimo poder haber cumplido mi sueño, que era volver a jugar una final en las Olimpíadas.–Hace unos días, contaste que el precio que pagaste por Tokio fue la lactancia.–Mi idea era darle la teta de nuevo, pero ella no quiso más. Entendí que no se puede controlar todo. Lo importante es que las dos estemos bien.–¿Repetirías la experiencia?–¿Con el diario de lunes? Sí. El esfuerzo valió la pena, pero soy muy consciente que sin la ayuda de mamá y de mi novio hubiera sido imposible.Maquillaje: Cecilia Olivestro, para Juan OliveraAdemás de España, la “minileoncita” acompañó a su mamá en las concentraciones de Córdoba y Cariló, a donde se la pasó de brazo en brazo. En la foto, madre e hija posan con Agustina Albertario.La tapa de la revista ¡Hola! de esta semana. (Rafael Delceggio/)

Fuente: La Nación

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Su historia irrumpió en la escena durante los Juegos Olímpicos. Cuatro meses después de haberse convertido en mamá por primera vez, y tras una recuperación récord, Rocío Sánchez Moccia (33) se despidió de su novio en Buenos Aires, dejó a su beba al cuidado de su mamá en España y partió a Tokio con la selección argentina de hockey femenino para disputarse el oro con Holanda.No llegó a cumplir el sueño máximo de toda Leona, que es ganarle a su eterno rival, pero aterrizó en nuestro país con la medalla de plata. Contra todo prónostico, “Rochy”, volvió a defender la camiseta argentina en la final más importante: lo logró cuando todo indicaba que su objetivo era casi imposible de cumplir.La ayuda de su mamá fue fundamental. Primero, Gabriela se comprometió a cuidar de Francesca durante los entrenamientos diarios de Rochy en el Cenard; después, se sumó con su nieta a las concentraciones; y, por último, quedó al cuidado de la beba en España. (Pilar Bustelo/)Quedar embarazada antes de los Juegos Olímpicos no estaba en los planes de Rochy, que integra la selección argentina de hockey desde hace 12 años. Francesca nació el 10 de marzo por cesárea y su mamá se recuperó en tiempo récord. El esfuerzo valió la pena: la delantera volvió con la medalla de plata. (Pilar Bustelo/)LA NOTICIA MENOS ESPERADA“Vestir la camiseta en cualquier torneo es un orgullo siempre, pero en un Juego Olímpico más. Te hace sentir más argentina que nunca”, nos confía en su primer reportaje con ¡HOLA! Si para sus compañeras entrenar en pandemia fue duro, para Rocío, que integra el seleccionado desde hace doce años, lo fue un poco más. La idea de la jugadora era llegar en su mejor forma a Tokio, participar del Mundial de Hockey de 2022 a modo de despedida, y recién ahí convertirse en mamá. Esto era lo que habían acordado con Alejandro Pérez (33), su novio desde los 16, pero el destino tenía preparado algo distinto para la leona, que en julio del año pasado se enteró de que estaba embarazada.“Si querés hacer reír a Dios, contale tus planes”, dice un conocido refrán inglés. Rocío asiente. Tras posar con Francesca, su beba de seis meses, y Gabriela (64), su mamá, se prepara para contarnos su historia.–¿Cómo fue recibir la noticia?–Fue un shock. No estaba en mis planes quedarme embarazada. Cuando me enteré, ya estaba de diez semanas (dos meses y medio). Me sentía rara y me compré un test creyendo que iba a dar negativo. El resultado fue instantáneo. [Se ríe].–¿Qué sentiste cuando decodificaste que ibas a ser mamá?–No estaba triste, ni feliz. Lo primero que pensé fue: “¿Cómo se lo digo a las chicas?”. Habíamos arrancado a entrenar juntas hacía dos semanas y yo había asumido un compromiso y tenía miedo de fallarles.Posa con su hija, que acaba de cumplir seis meses, en el PH de su mamá, en Núñez. Si bien la voluntad de acero y la confianza en uno mismo son condiciones necesarias para competir en el máximo nivel, Rocío es consciente que un olímpico no se hace solo. (Pilar Bustelo/)La deportista está de novia con Alejandro Pérez, el papá de Fran, desde hace 17 años. “Sin la ayuda de mamá y de mi novio hubiera sido imposible, pero por suerte salió todo perfecto”, reflexiona ella.RUMBO A TOKIO CON PANZATras una charla con Carlos “Chapa” Retegui, Rochy llegó a la conclusión de que aún tenía chances de ir a Japón. Los juegos seguían suspendidos, la nueva fecha aún no estaba definida, pero su director técnico había hecho las cuentas y la visualizaba en el equipo. “Llegás”, sentenció el entrenador y con esa afirmación, la alivió.Corrió hasta los siete meses de gestación y nadó hasta el final del embarazo. Una semana después del nacimiento de Francesca, que llegó al mundo el 10 de marzo, con 42 semanas de gestación, retomó el entrenamiento y para la primera concentración del team en Córdoba ya estaba al mismo ritmo que el resto de las jugadoras. “Laura, mi obstetra, me autorizó porque mi cuerpo estaba preparado”, explica la delantera, que empezó en el deporte a los 5, en el Liceo Naval, y a los 13 ya entrenaba fuerte en el Cenard.–Francisca nació por cesárea, ¿fue programada?–Yo quería que el parto fuera natural para hacer una recuperación más rápida, pero no tenía contracciones y a pesar del goteo, no dilaté. Ya estábamos ahí, así que fuimos a césarea.“Mi idea era volver de los Juegos y darle la teta de nuevo, pero Francesca no quiso más. Entendí que no se puede controlar todo”, nos confía Rocío, cuya participación en las Olimpíadas le costó la lactancia. En la imagen, posa con su hija y su madre en España, unos pocos días antes de su despedida. LA PRUEBA DE FUEGOHasta el 11 de julio, el día que se despidió de su beba después de la última concentración en Valencia, Rocío se organizó para cumplir con su rutina de deportista de elite y seguir dándole el pecho a su hija. Contaba con la ayuda de su mamá, Gabriela, quien primero se comprometió a cuidar de Francesca durante los entrenamientos en el Cenard y, después, aceptó sumarse a las tres concentraciones de las Leonas (Alejandro no podía viajar, por su trabajo).Lo lógico era que abuela y nieta también volaran a Tokio, pero la organización olímpica no lo permitió. Para Rochy, participar de los Juegos implicó decirle adiós a su hija en Europa y volver a verla cuarenta días después, tras un mes en Japón y una cuarentena obligatoria en Buenos Aires.–¿Cómo fue la despedida?–Durísima. Empecé a llorar tres días antes, me daba mucha culpa saber que me iba a perder un mes de su vida. La miraba y pensaba: ‘¿Cómo hago para dejarla?’. Muchísimas veces pensé en no ir a los Juegos.–¿Qué era lo que más te preocupaba?–Sacarle la teta por un objetivo que era mío y no de ella. También me daba cosa por mamá, cargarla con tanta responsabilidad. Si bien durante mis entrenamientos Fran tomaba la mamadera, no sabíamos si iba a agarrarla de noche con su abuela, ni cómo iba a ser la vuelta de ellas dos solas a Buenos Aires, donde las esperaba Ale. Por suerte, salió todo perfecto.–Ahora que ya pasó. ¿Con qué sensación te quedás?–Si bien fue difícil dejar a Fran y la extrañé un montón, hice algo que era muy importante para mí. Estuvo buenísimo poder haber cumplido mi sueño, que era volver a jugar una final en las Olimpíadas.–Hace unos días, contaste que el precio que pagaste por Tokio fue la lactancia.–Mi idea era darle la teta de nuevo, pero ella no quiso más. Entendí que no se puede controlar todo. Lo importante es que las dos estemos bien.–¿Repetirías la experiencia?–¿Con el diario de lunes? Sí. El esfuerzo valió la pena, pero soy muy consciente que sin la ayuda de mamá y de mi novio hubiera sido imposible.Maquillaje: Cecilia Olivestro, para Juan OliveraAdemás de España, la “minileoncita” acompañó a su mamá en las concentraciones de Córdoba y Cariló, a donde se la pasó de brazo en brazo. En la foto, madre e hija posan con Agustina Albertario.La tapa de la revista ¡Hola! de esta semana. (Rafael Delceggio/)

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La orden de detención dictada por la Fiscalía nicaragüense contra Sergio Ramírez por actos que “invitan al odio” y “conspiran contra la soberanía nacional” ha superado los límites imaginables de lo que es capaz el sátrapa que pretende presidir Nicaragua por quinta vez. Lo logrará, seguramente, el 7 de noviembre, con la aquiescencia de una asamblea nacional dócil a sus dictados y de un tribunal superior de justicia para el que la Constitución no vale más que un trapo sucio.El camino a la reelección de Daniel Ortega ha sido allanado después de la proscripción sucesiva de media docena de candidatos presidenciales. Entre ellos, Cristiana Chamorro, hija de Pedro Chamorro, el director del diario La Prensa asesinado en 1978 por esbirros de Anastasio Somoza, y de Violeta Chamorro, que sucedió a Ortega en 1990 en la presidencia.Podría detenerme en las delicias de una conversación con el ganador en 2017 del afamado Premio Cervantes y en sus explicaciones de por qué el voseo típico de los rioplatenses lo comparten del mismo modo sus coterráneos. Podría detenerme en su asombro, al entrar hace años en mi oficina en La Nación, y hallar entre los anaqueles una cabeza tallada en madera de Rubén Darío, y explicar con lujo de detalles, al verificar la data y autoría, que se trataba de una pieza de 1927 del mayor tallista nicaragüense, Roberto de la Selva (1895-1957). Podría detenerme, también, en el recorrido azaroso de aquella talla, llevada bajo uno de mis brazos por curiosas coincidencias en las sucesivas mudanzas de La Nación de San Martín 344 a Bouchard y Tucumán, y de allí a Vicente López, como el último tesoro de la antigua sala de editorialistas en la que Rubén aporreaba con dedos calificados una máquina de escribir a fines del siglo XIX.Pero no. Que quede todo eso para momentos más apropiados. Así liberamos hoy a pleno la indignación por la afrenta a un amigo que sabe hacerse querer como pocos, a un escritor valiente a quien han hostigado por igual dos dictaduras de signo opuesto, pero no menos vil una que otra. ¿Qué tuvo acaso de peor, comparado con el matrimonio de manos sangrientas de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la dinastía de los Somoza? A esta altura, esa dinastía tronchada hace cuatro décadas se está quedando corta en su historial de años en el poder, que comenzó a mediados de los treinta con el viejo Anastasio, continuó con Luis y terminó en 1979 con “Tachito”.Quienes baten palmas por infamias de los Castro, los Chávez, los Maduro, los Ortega, y desde luego, por la progenie variopinta que han diseminado por estas tierras de instituciones tan repetidamente doblegadas en los valores republicanos imputarán como agravante del somocismo la servidumbre con los Estados Unidos. Es cierto, pero lo hicieron sin traiciones; actuaron con la coherencia cruel de los déspotas, y no como Ortega, que estafó los ideales de la revolución sandinista, que despachó al destierro al último de los Somoza.El escritor, que recibe en estas horas el espaldarazo de colegas y de políticos de primer nivel mundial, encarna como nadie la condición de víctima de esa perfidia. Fue preso de los Somoza y comandante de la revolución sandinista. Por el doble ascendiente de intelectual y combatiente ocupó la vicepresidencia, junto a Ortega, entre 1985 y 1990.La anatomía de aquella traición demuestra que proviene de los impulsos obsesivos de una satrapía por perpetuarse en el poder. Tiene epígonos en la región para avalar con argumentos de aves negras la validez de la reelección indefinida. Cuando alguna razón frustra la intención, o la neutraliza un último arresto de inhibición personal, en este tipo de osadías se arbitran medios para que el poder pase a la mujer o los hijos.Cualquiera que sea el caso, las reelecciones indefinidas son por definición contrarias al espíritu de la República, que supone temporalidad del gobierno y alternancias. Y, si las reelecciones se consuman de forma dinástica como en el régimen comunista de Corea del Norte, se entra en terreno monárquico, distante del ideal de las dos grandes revoluciones de la modernidad en Estados Unidos y Francia. Ortega logró la presidencia por elecciones en 1985; insistió sin éxito en 1990, 1996 y 2001. Después amasó los triunfos de 2006, 2011 y 2016 y ahora se alista para ir de nuevo por todo.En la Argentina, la aspiración avariciosa por el poder no ha sido en sentido estricto una manifestación definitoria de la facción peronista dominante en el siglo XXI. Es una patología que viene del tronco e infecta las ramas. La reforma constitucional de 1949 abrió paso a la reelección indefinida del primer Perón. Pensemos en Carlos Menem: apenas tres años después de haber conseguido por la reforma constitucional de 1994 la posibilidad de la reelección, se ilusionaba con un tercer período.Escuché de un maestro del constitucionalismo, horas atrás, la revelación de que dos jueces de la llamada “mayoría automática” de la Corte Suprema de los noventa habían recabado su opinión sobre si cabía un resquicio legal para un tercer turno de Menem. Contestó que no. También la realidad, que manda más sobre los sueños que la voluntad, contestó que no: Menem comenzaba a trastabillar por fatiga ciudadana y por derivaciones de la crisis económica de Brasil, de 1997. Aparecían los primeros indicios de lo que sería un largo proceso recesivo. Tampoco el ministro del Interior, Carlos Corach, era partidario de forzar un tercer mandato de Menem, pero la temeridad encontró a comienzos de 1999, sin embargo, eco en el juzgado federal de Córdoba a cargo de Ricardo Bustos Fierro, a cuya consideración se llevó la cuestión.Alberto Dalla Vía, integrante de la Cámara Nacional Electoral, acaba de comunicar, en el ámbito académico de su actuación, un trabajo exhaustivo sobre el capítulo de las reelecciones. Lo seguiré por sus luces sobre un mal que se expandió desde los noventa con la irrupción de Hugo Chávez, aprendiz de Fidel Castro. Por esa época hubo otras reformas constitucionales para facilitar reelecciones, como en Perú y Brasil.Uno de los puntos sustanciales del examen de Dalla Vía refiere a los artilugios jurídicos que han propendido a fundamentar el derecho de reelección, incluido el de carácter indefinido. Teóricos del populismo, como Ernesto Laclau, acompañaron la causa. De lo contrario, decía Laclau, se frustrarían procesos radicales como el de Chávez en Venezuela. En esa línea, el tribunal supremo de Nicaragua anuló la reforma constitucional de 1995, que había prohibido las reelecciones, porque de otro modo se afectaba el “derecho humano a la reelección”. En Honduras y Bolivia tribunales amañados se pronunciaron más tarde en esa misma dirección.Tan delicado asunto llegó en consulta a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En un caso de especial resonancia, definió la reelección indefinida como la permanencia en el poder por más de dos períodos “de duración razonable”. Y descartó que estuviera en juego en su limitación un derecho humano, pues no es eso materia con reconocimiento normativo en los tratados interamericanos ni en el corpus iuris del Derecho Internacional.¿Quién votó en disidencia en el tribunal? Votó en disidencia el juez Eugenio Zaffaroni, pontífice en la interpretación de teoremas jurídicos y políticos controvertidos del kirchnerismo. Dijo, en lenguaje extraño a la organización republicana, que la reelección indefinida es un “derecho soberano” de los pueblos que está más allá del horizonte constitucional. ¿Es, acaso, más falaz la invocación de un supuesto derecho humano que la tesis de la soberanía para apañar el axioma de la reelección indefinida?Aquí, la admiten San Luis (1986), La Rioja (1986) y Catamarca (1988). Formosa y Santa Cruz la consagraron en dos pasos, una en 1991, y la otra, en 1994: primero, sancionaron la reelección por una vez, y luego, sin límites. Eso explica fenómenos como el de Insfrán, en Formosa.El autor de la sátira Tongolele no sabe bailar sí sabe que en su encrucijada él se halla lejos de una situación en soledad. Son muchas las víctimas de quienes no ahorran medios en el delirio por eternizarse en el poder. Son muchos, también, quienes se solidarizan con los hombres de valor que luchan sin otras armas que las palabras contra regímenes autoritarios y contra quienes, aun ocultando la verdadera naturaleza de sus propósitos últimos, reniegan de principios básicos de la democracia y la república.Las vicisitudes del escritor quijotesco que alguna vez nos dijo estar dispuesto a aprenderse de memoria la obra cumbre de Cervantes, antes de que una dictadura queme todos los libros, han advertido sobre los riesgos que acechan la libertad en la región. Ha sido providencial que esto ocurra en días excepcionales para el porvenir de la República Argentina.

Fuente: La Nación

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La orden de detención dictada por la Fiscalía nicaragüense contra Sergio Ramírez por actos que “invitan al odio” y “conspiran contra la soberanía nacional” ha superado los límites imaginables de lo que es capaz el sátrapa que pretende presidir Nicaragua por quinta vez. Lo logrará, seguramente, el 7 de noviembre, con la aquiescencia de una asamblea nacional dócil a sus dictados y de un tribunal superior de justicia para el que la Constitución no vale más que un trapo sucio.El camino a la reelección de Daniel Ortega ha sido allanado después de la proscripción sucesiva de media docena de candidatos presidenciales. Entre ellos, Cristiana Chamorro, hija de Pedro Chamorro, el director del diario La Prensa asesinado en 1978 por esbirros de Anastasio Somoza, y de Violeta Chamorro, que sucedió a Ortega en 1990 en la presidencia.Podría detenerme en las delicias de una conversación con el ganador en 2017 del afamado Premio Cervantes y en sus explicaciones de por qué el voseo típico de los rioplatenses lo comparten del mismo modo sus coterráneos. Podría detenerme en su asombro, al entrar hace años en mi oficina en La Nación, y hallar entre los anaqueles una cabeza tallada en madera de Rubén Darío, y explicar con lujo de detalles, al verificar la data y autoría, que se trataba de una pieza de 1927 del mayor tallista nicaragüense, Roberto de la Selva (1895-1957). Podría detenerme, también, en el recorrido azaroso de aquella talla, llevada bajo uno de mis brazos por curiosas coincidencias en las sucesivas mudanzas de La Nación de San Martín 344 a Bouchard y Tucumán, y de allí a Vicente López, como el último tesoro de la antigua sala de editorialistas en la que Rubén aporreaba con dedos calificados una máquina de escribir a fines del siglo XIX.Pero no. Que quede todo eso para momentos más apropiados. Así liberamos hoy a pleno la indignación por la afrenta a un amigo que sabe hacerse querer como pocos, a un escritor valiente a quien han hostigado por igual dos dictaduras de signo opuesto, pero no menos vil una que otra. ¿Qué tuvo acaso de peor, comparado con el matrimonio de manos sangrientas de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la dinastía de los Somoza? A esta altura, esa dinastía tronchada hace cuatro décadas se está quedando corta en su historial de años en el poder, que comenzó a mediados de los treinta con el viejo Anastasio, continuó con Luis y terminó en 1979 con “Tachito”.Quienes baten palmas por infamias de los Castro, los Chávez, los Maduro, los Ortega, y desde luego, por la progenie variopinta que han diseminado por estas tierras de instituciones tan repetidamente doblegadas en los valores republicanos imputarán como agravante del somocismo la servidumbre con los Estados Unidos. Es cierto, pero lo hicieron sin traiciones; actuaron con la coherencia cruel de los déspotas, y no como Ortega, que estafó los ideales de la revolución sandinista, que despachó al destierro al último de los Somoza.El escritor, que recibe en estas horas el espaldarazo de colegas y de políticos de primer nivel mundial, encarna como nadie la condición de víctima de esa perfidia. Fue preso de los Somoza y comandante de la revolución sandinista. Por el doble ascendiente de intelectual y combatiente ocupó la vicepresidencia, junto a Ortega, entre 1985 y 1990.La anatomía de aquella traición demuestra que proviene de los impulsos obsesivos de una satrapía por perpetuarse en el poder. Tiene epígonos en la región para avalar con argumentos de aves negras la validez de la reelección indefinida. Cuando alguna razón frustra la intención, o la neutraliza un último arresto de inhibición personal, en este tipo de osadías se arbitran medios para que el poder pase a la mujer o los hijos.Cualquiera que sea el caso, las reelecciones indefinidas son por definición contrarias al espíritu de la República, que supone temporalidad del gobierno y alternancias. Y, si las reelecciones se consuman de forma dinástica como en el régimen comunista de Corea del Norte, se entra en terreno monárquico, distante del ideal de las dos grandes revoluciones de la modernidad en Estados Unidos y Francia. Ortega logró la presidencia por elecciones en 1985; insistió sin éxito en 1990, 1996 y 2001. Después amasó los triunfos de 2006, 2011 y 2016 y ahora se alista para ir de nuevo por todo.En la Argentina, la aspiración avariciosa por el poder no ha sido en sentido estricto una manifestación definitoria de la facción peronista dominante en el siglo XXI. Es una patología que viene del tronco e infecta las ramas. La reforma constitucional de 1949 abrió paso a la reelección indefinida del primer Perón. Pensemos en Carlos Menem: apenas tres años después de haber conseguido por la reforma constitucional de 1994 la posibilidad de la reelección, se ilusionaba con un tercer período.Escuché de un maestro del constitucionalismo, horas atrás, la revelación de que dos jueces de la llamada “mayoría automática” de la Corte Suprema de los noventa habían recabado su opinión sobre si cabía un resquicio legal para un tercer turno de Menem. Contestó que no. También la realidad, que manda más sobre los sueños que la voluntad, contestó que no: Menem comenzaba a trastabillar por fatiga ciudadana y por derivaciones de la crisis económica de Brasil, de 1997. Aparecían los primeros indicios de lo que sería un largo proceso recesivo. Tampoco el ministro del Interior, Carlos Corach, era partidario de forzar un tercer mandato de Menem, pero la temeridad encontró a comienzos de 1999, sin embargo, eco en el juzgado federal de Córdoba a cargo de Ricardo Bustos Fierro, a cuya consideración se llevó la cuestión.Alberto Dalla Vía, integrante de la Cámara Nacional Electoral, acaba de comunicar, en el ámbito académico de su actuación, un trabajo exhaustivo sobre el capítulo de las reelecciones. Lo seguiré por sus luces sobre un mal que se expandió desde los noventa con la irrupción de Hugo Chávez, aprendiz de Fidel Castro. Por esa época hubo otras reformas constitucionales para facilitar reelecciones, como en Perú y Brasil.Uno de los puntos sustanciales del examen de Dalla Vía refiere a los artilugios jurídicos que han propendido a fundamentar el derecho de reelección, incluido el de carácter indefinido. Teóricos del populismo, como Ernesto Laclau, acompañaron la causa. De lo contrario, decía Laclau, se frustrarían procesos radicales como el de Chávez en Venezuela. En esa línea, el tribunal supremo de Nicaragua anuló la reforma constitucional de 1995, que había prohibido las reelecciones, porque de otro modo se afectaba el “derecho humano a la reelección”. En Honduras y Bolivia tribunales amañados se pronunciaron más tarde en esa misma dirección.Tan delicado asunto llegó en consulta a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En un caso de especial resonancia, definió la reelección indefinida como la permanencia en el poder por más de dos períodos “de duración razonable”. Y descartó que estuviera en juego en su limitación un derecho humano, pues no es eso materia con reconocimiento normativo en los tratados interamericanos ni en el corpus iuris del Derecho Internacional.¿Quién votó en disidencia en el tribunal? Votó en disidencia el juez Eugenio Zaffaroni, pontífice en la interpretación de teoremas jurídicos y políticos controvertidos del kirchnerismo. Dijo, en lenguaje extraño a la organización republicana, que la reelección indefinida es un “derecho soberano” de los pueblos que está más allá del horizonte constitucional. ¿Es, acaso, más falaz la invocación de un supuesto derecho humano que la tesis de la soberanía para apañar el axioma de la reelección indefinida?Aquí, la admiten San Luis (1986), La Rioja (1986) y Catamarca (1988). Formosa y Santa Cruz la consagraron en dos pasos, una en 1991, y la otra, en 1994: primero, sancionaron la reelección por una vez, y luego, sin límites. Eso explica fenómenos como el de Insfrán, en Formosa.El autor de la sátira Tongolele no sabe bailar sí sabe que en su encrucijada él se halla lejos de una situación en soledad. Son muchas las víctimas de quienes no ahorran medios en el delirio por eternizarse en el poder. Son muchos, también, quienes se solidarizan con los hombres de valor que luchan sin otras armas que las palabras contra regímenes autoritarios y contra quienes, aun ocultando la verdadera naturaleza de sus propósitos últimos, reniegan de principios básicos de la democracia y la república.Las vicisitudes del escritor quijotesco que alguna vez nos dijo estar dispuesto a aprenderse de memoria la obra cumbre de Cervantes, antes de que una dictadura queme todos los libros, han advertido sobre los riesgos que acechan la libertad en la región. Ha sido providencial que esto ocurra en días excepcionales para el porvenir de la República Argentina.

Fuente: La Nación

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Hace ya muchos años que la sociedad viene arrastrando frustraciones económicas y crisis. Hoy vemos apatía, desafección, desinterés y, diría, tristeza”, dice el politólogo Juan Negri. Así describe el ánimo social con el que la ciudadanía llega a las PASO de mañana, que definirán las candidaturas para las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Y aunque el Gobierno encuentra en la pandemia una excusa para la situación económica, dice, llega debilitado y va a perder votos respecto del 2019.Para Negri, la unificación de diversos sectores del peronismo y el kirchnerismo bajo el paraguas del Frente de Todos fue un artefacto eficaz para ganar las elecciones que no funcionó a la hora de gobernar. La dificultad para delinear un discurso unificado y una orientación definida, la gestión de la pandemia, las crisis autoinfligidas y los errores no forzados de un presidente que queda permanentemente expuesto, también entre los propios, son algunas de las razones por las que el Gobierno llega debilitado a estas elecciones. “Alberto Fernández nunca supo qué quiso ser al interior del Gobierno ni tuvo claro qué papel quería jugar. Es un liderazgo con poco volumen político”, dice. Y marca las diferencias con respecto a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. “Este gobierno carece de recursos materiales y simbólicos y no tiene ni la narrativa, ni el liderazgo, ni la cohesión, ni la oposición tan fragmentada que tuvo anteriormente el kirchnerismo”, dice Negri, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Pittsburgh.Una de las novedades del sistema político es que la principal fuerza opositora, a pesar de sus fricciones y diferencias, llega unida a las elecciones, señala Negri, director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella. Aun así, advierte la dificultad que supone hacer campaña a solo dos años “de un gobierno que fracasó en los términos por los que pidió que lo evaluarán”. Hoy hay una disputa por los nuevos liderazgos y el radicalismo rediscute su lugar en la mesa.¿Qué podría suceder con el discurso antipolítico de Javier Milei, que parece tener alguna pregnancia en los jóvenes? Por distintos motivos, la Argentina está mejor equipada que algunos de sus vecinos para contener al discurso antipolítico, cree Negri. “A pesar de la ineficiencia en términos de proveer bienes y servicios públicos de calidad, hasta ahora el sistema político ha sido muy resiliente. Pero estamos exigiéndole demasiado: hace diez años que el país no crece, no crea empleo y sube la pobreza. ¿Cuánto más le vamos a pedir a la gente que legitime el sistema político?”.¿Usted cree que hay más apatía y desánimo que bronca? Porque la bronca puede ser movilizadora.Por el momento creo que hay más desánimo que bronca y esa es una diferencia clave con el 2001. En 2001 se descompone uno de los polos partidarios, hay muchos votantes que quedan sin representación y eso se traduce en el voto bronca. Ahora tenemos otra situación y es que a pesar de su relativo fracaso, Cambiemos sigue existiendo. Y además hay identidades políticas bastante estructuradas. La mayoría de los votantes va a ir a votar al espacio con el que más o menos se sienten identificados, pero con desánimo y tristeza. No está la bronca de querer romper todo. De todos modos, veo que comparado con otras experiencias en la región, el sistema político argentino viene resistiendo bien. Pero le estamos exigiendo mucho: no sabemos cuánto más va a resistir el sistema político y ya empieza a ver una dinámica de antipolítica. Algunas de las experiencias políticas que hemos visto en países vecinos podrían replicarse acá.¿El fenómeno antipolítico lo ve sólo en la candidatura de Milei o además está en otros espacios?En Milei, definitivamente. Hay algo interesante. El kirchnerismo siempre se presentó como antisistema: “Nosotros no somos el poder”. Pero para la generación joven que vota por primera vez, gente que nació entre el 2003 y el 2005, el kirchnerismo es el establishment. La generación de nuevos votantes no solo vivió en un país constantemente en crisis sino que, además, el kirchnerismo es en parte responsable. A pesar de que a Néstor y Cristina les gustaba presentarse como afuera del sistema -”nosotros no somos el poder, el poder está en otro lado, en Clarín, en los grandes medios, en el Fondo Monetario”- ese discurso empieza a tener menos validez para un amplio segmento de la población porque el kirchnerismo es el corazón del sistema. El conflicto con el campo en 2008, que para mí es el último gran generador de identidades políticas en la Argentina, ya pasó hace mucho tiempo y quedó atrás. Y como el cristinismo es una expresión de izquierda dentro del peronismo es lógico que la reacción venga de la derecha.El kirchnerismo tuvo fuerte pregnancia en los jóvenes y la Cámpora, conformada inicialmente por jóvenes que ya no lo son, nació después de la muerte de Néstor como centinela de Cristina. Pero desde hace años conforman una organización que además hoy detenta lugares de decisión estratégicos.Sí, el ejercicio del poder te transforma inmediatamente en establishment. Y el poder es esencialmente muy conservador: desde el momento en el que uno lo tiene, lo único que a uno le preocupa es conservarlo.El Gobierno gestionó una pandemia que dejó más de 113 mil muertos y atravesó distintos escándalos, desde el vacunatorio vip hasta las reuniones en Olivos en plena cuarentena estricta. ¿En qué condiciones llega a esta instancia electoral?Llega debilitado por muchas cuestiones. El Frente de Todos es un experimento interesante que buscó unificar todos los pliegues del peronismo disperso. Eso funcionó electoralmente pero no funcionó desde el Gobierno. Desde el principio el Gobierno tuvo dificultades para hilvanar un discurso unificado en muchos temas; y esa incapacidad se ve también en una campaña descentralizada en la que cada candidato va por su lado y no está claro cuál es la razón final del Gobierno, ni la dirección. Por esa característica de origen y por la incapacidad del Presidente de estructurar una identidad propia el Gobierno llega con lo justo. En un momento parecía que nacía el albertismo, pero nació muerto. El albertismo como proyecto político fracasó: nunca quedó claro qué es lo que él quería. Además, llega debilitado por una situación económica complicada y también, por los errores no forzados y los comentarios de Alberto.¿Por qué cree que suceden esas crisis autoinfligidas?Alberto es una persona que parece no haber entendido muy bien cómo se ejerce un liderazgo. Está esta idea que circula incluso entre los propios votantes del peronismo: “Hay que cuidar a Alberto”. Así que al Gobierno no le sobra nada. Igualmente va a haber una retórica ganadora y no se va a enfrentar a una derrota aplastante. En algunos parámetros podría ganar, pero con lo justo. Es un Gobierno que llega agotado y al que le quedan por delante dos años complicados.Este Gobierno no tiene ni la épica de los tiempos de Cristina ni los superávits gemelos de Néstor. Y aunque al principio construyó una epopeya de lucha contra el virus, la pandemia dejó una tragedia de muertos. En ese sentido, tiene dificultad para mostrar algún logro.Definitivamente, el Gobierno no tiene ni los recursos materiales ni los recursos simbólicos para generar una narrativa. Néstor y Cristina, cada uno en su momento, generaron una narrativa. A partir del 2001 y desde el peronismo, Néstor construye una épica progresista sobre los escombros de la Argentina menemista. Este kirchnerismo no tiene ni los recursos materiales, ni la narrativa, ni el liderazgo, ni la cohesión, ni la oposición tan fragmentada que tenía el kircherismo: porque buena parte del éxito del kirchnerismo en ese momento se debió a que tenía una oposición que estaba contra las cuerdas. El kirchnerismo creció mucho también porque enfrente tenía muy poco. Hoy no hay nada de eso: tiene una recuperación económica heterogénea, con una inflación altísima y una vacunación que con todo lo que la sociedad pueda decir, el Gobierno intentará mostrar que “hay luz al final del túnel”. Y ese puede ser un mensaje poderoso. El riesgo es que el 2021 termine siendo el mejor año económico de Alberto. Ese verano económico no le va a durar.¿Cómo caracterizaría el liderazgo de Alberto?Hay muchas cuestiones estructurales pero hay algo que tiene que ver con la psicología y la personalidad. En Estados Unidos hay investigaciones y libros enteros sobre “la personalidad presidencial”. Es un mix insondable pero creo que Alberto nunca supo qué quiso ser al interior del Gobierno ni qué rol quería jugar. En ese sentido, las habilidades que algunos reconocíamos en 2019 al final no sirvieron para construir un liderazgo. Yo también me comí la curva: el presidente rosquero, operador, el que se sentaba con todos, no sólo la moderación hacia el centro sino cierto cambio en la manera de ejercer el poder. Cristina era soberana y radial: funcionaba como una centralidad. Alberto tenía diálogo con Clarín y con distintos sectores, y parecía poder ejercer el liderazgo de otro modo. Eso no funcionó. Hoy es un liderazgo deslucido, al igual que los funcionarios que le responden dentro del gobierno; un liderazgo que no encuentra su rol al interior del Frente de Todos -un espacio político en el que tampoco se la hacen fácil- y en el que queda claramente expuesto.¿Diría entonces que el Presidente es el principal funcionario que no funciona, formulado en los términos de Cristina Kirchner?Creo que sí. Alberto como presidente no funciona, si entendemos como presidente el hecho de establecer una dirección y un rumbo claro.A sus recurrentes contradicciones públicas se suma la erosión de la palabra presidencial. ¿Qué legitimidad tendría el Presidente de ordenar nuevos confinamientos frente a una nueva variante del covid?Creo que tendría poca, y a eso se le suma una sociedad que ya no podría resistir un nuevo confinamiento. Por todo eso creo que el Gobierno solo podría pedir confinamientos moderados. En un escenario como ese no solo imagino una fuerte reacción de los sectores opositores más recalcitrantes, también el Gobierno quedó muy expuesto ante los propios: se notó mucha bronca y tristeza entre los propios que habían militado mucho la cuarentena, muchos que sufrieron en términos personales historias muy dramáticas. Esas son cosas que pueden costar caras en las urnas.El peronismo se caracterizó históricamente por una jefatura clara acompañada por momentos económicos de bonanza. ¿Qué novedad introduce en esta gestión el hecho de que no haya un liderazgo definido que ordene el espacio y que además deba gobernar en tiempos de una dramática crisis multidimensional?Este kirchnerismo viene con novedades: carencias de recursos materiales, carencia de recursos simbólicos, carencia de liderazgo definido, carencia de cohesión. Eso introduce una novedad que es que el peronismo va a tener que ajustarse a sí mismo. Podría llegar a ser algo bueno porque el peronismo tiene una capacidad de llegar a sectores populares y gremiales que la oposición no tiene. El peronismo está mejor pertrechado para ajustar que el no peronismo porque tiene capacidad de contención en sectores populares que el no peronismo no tiene. Vimos la oposición que tuvo Macri cuando quiso pasar algunas reformas en el Congreso. Lo que sí veo es que no hay convergencia sobre eso adentro del espacio y los sectores kirchernistas van a demorar algo de lo que podríamos denominar ajuste lo más que puedan.¿Entonces?Y entonces se vienen dos años muy complicados, dos años de lenta agonía porque no existen los recursos materiales para desplegar que en general despliega el peronismo ni consenso para generar un nuevo modelo de crecimiento. A eso se le suma un problema de credibilidad del Gobierno y una desconfianza por parte de la mayoría de los actores a que el Gobierno pueda hacer cambios profundos. Me da la impresión de que nadie espera demasiado y que por delante, hasta 2023, tendremos un lento deterioro. Se suele hablar de Venezuela, pero para mí ese no es el problema: no vamos camino a ser Venezuela, entendido como colapso estatal ni rápido sino como lento deterioro.¿Cómo ve a la principal fuerza de la oposición que, a pesar de las diferencias, esta vez llega unida?Esa es una novedad del sistema político: los actores políticos vieron que la unidad les convenía. Recordemos los problemas que tuvo el radicalismo después del gobierno de Alfonsín y luego, la explosión de la Alianza. Ahora ese espacio tiene una vitalidad importante, que sacó el 41 % de los votos en 2019. Es una coalición y un polo que ante la ausencia de Macri rediscute su liderazgo y aprovecha las Primarias para eso también con fuerte competencia en los distritos más grandes. Tampoco creo que las elecciones intermedias sean pronosticadoras muy claras de lo que puede pasar en dos años: pensemos en Cafiero, Fernández Mejide, Massa. Y veo un radicalismo que estuvo muy pasivo durante el gobierno de Macri y que hoy de alguna manera quiere renegociar ese contrato por muchas razones: Macri era el líder conocido en todo el país, el radicalismo se subordinó a ese liderazgo y hoy lo vemos con ganas de rediscutir eso. Si ganan Vidal y Santilli, que parece que es lo que va a ocurrir, Larreta saldrá fortalecido. Y la pregunta es dónde van a quedar los halcones, los sectores más duros. Larreta parece ser un dirigente claramente orientado hacia el centro y sobre todo a hacer la coalición más amplia posible. Todo esto se irá reacomodando en el futuro y también, dónde queda Macri.¿Con la unidad de la oposición alcanza?Lo que veo en la oposición es también la dificultad de contar algo, en parte por la heterogeneidad que existe y en parte porque es difícil hacer campaña cuando el gobierno pasado –que puede dar todas las explicaciones- fracasó. El gobierno de Macri no estuvo a la altura y esa experiencia está muy cercana. A solo dos años de eso, es difícil hacer campaña. El gobierno de Macri no alcanzó los objetivos que él mismo se propuso y por los que pidió que lo evaluaran. En ese sentido le cuesta articular un discurso claro sobre lo que hay que hacer en economía y los que lo hacen son figuras que no están tan identificadas con la postura de Macri. El otro tema es que Cambiemos siempre se estructuró por oposición al kichnerismo y los votantes de ese espacio era votantes no peronistas hastiados por el kirchnerismo. Creo que hay una imitación en el Frente de Todos, un espacio en el que se unieron sectores muy distintos. Igualmente recordemos que es una elección legislativa porque creo que hay una sobre exageración de lo que una campaña legislativa puede traer. Se suele decir que la campaña es muy pobre y es verdad, pero también es una elección legislativa y no presidencial.¿La multiplicidad y las diferencias en los candidatos de la oposición fortalecen o debilita al espacio?En una elección legislativa claramente los fortalece. Si eventualmente llegaran al Gobierno y mostraran esa heterogeneidad de opiniones como sucede con el Frente de Todos, eso podría complicarse. La presencia de López Murphy en la Ciudad es un canal para absorber, por ejemplo, los votos de Milei. Es un doble juego: si debilita a Milei es una buena noticia pero no lo es si debilita a Vidal, en la que Larreta quedaría descolocado Pero en términos generales lo fortalece.La participación de Macri en la campaña, ¿perjudica a una oposición que necesita emanciparse del fracaso del gobierno de Cambiemos?Hay una tensión ahí y creo que en vastos sectores no suma mucho. Las apariciones públicas del ex presidente son bastante poco autocríticas en general, y hay una constante búsqueda de excusas. Hay un votante blando que votó por Macri primero y por Alberto en 2019, para el que la experiencia de Macri está muy fresca y no permite lavarse cara. Me parece que Macri suma un poco más en algunos sectores más conservadores, algunos sectores más radicalizados y en zonas agrícolas. En la campaña en el conurbano no suma y de hecho no aparece mucho ahí.¿Qué sería para el Gobierno una buena elección a nivel nacional?Una muy buena elección sería ganar por bastante la provincia de Buenos Aires, por 6 puntos o más, y ganar en varias provincias, lo cual le permitiría tener quórum propio en Diputados. Ganar, aunque sea por poco margen la provincia de Buenos, le permitiría al Gobierno hilvanar un discurso ganador. En 2019 sacó 14 puntos y va a perder votos, pero si gana por algunos pocos puntos el Gobierno puede descorchar champagne. Si el Gobierno hace una buena elección a nivel nacional, gana unas bancas y gana la provincia de Buenos Aires aunque sea por poco creo que va a poder decir “a pesar de la pandemia, a pesar de los errores, ganamos”.Si ganara en la Provincia por poco margen, ¿cómo imagina el día después?Sin tener la bola de cristal imagino un flujo de recursos económicos a la provincia, un populismo económico para que la elección no se le de vuelta en noviembre. Si llegara a perder, el cruce de facturas en el espacio va a ser muy alto y redundará en un fortalecimiento de la figura de Cristina y en un veto mayor a la figura de Alberto. Y por otro lado, un triunfo de Santilli -Santilli es más fuerte en el Conurbano y Manes, al interior de la Provincia- y un triunfo de Vidal fortalecen la figura y el peso específico de Larreta al interior de Juntos. De alguna manera lo transforma en el candidato natural. Fue muy hábil en establecer sus acuerdos y candidaturas.¿Fue hábil al definir que Vidal juegue en la Ciudad y no en la provincia?De alguna manera logró neutralizar la opción Bullrich y creo que para él ese era un escenario peor. Logró que en los dos principales distritos Juntos tuviese una mirada más moderada que tiene que ver con el tipo de gobierno que él imagina, un gobierno más amplio que el de Macri. Creo que mira la experiencia de Macri y dice “tenemos que ser un poco más amplios porque no podemos gobernar contra ellos sino con ellos”. La estrategia de neutralizar a Bullrich termina siendo funcional a ese interés y también neutraliza a Vidal porque la desdibuja un poco: no digo que ella pudiera hacerle sombra en el 23 pero Vidal era una figura ascendente que en esta campaña queda muy desdibujada. Me cuesta pensar que tiene que ver solamente con su pase de territorio porque son operaciones distritales que han venido ocurriendo toda la vida, mismo Kiciloff también lo hizo: era diputado por la Ciudad y pasa a la Provincia. Ese reclamo está y no sé cuán generalizado es y si no tiene que ver más con un reclamo de un micromundo que igual la terminan votando. Perdió por 15 puntos la Provincia, eso es un golpe para cualquiera, y eso la hizo retroceder casilleros al interior de Cambiemos. Por otra parte, ese silencio de dos años, que es entendible, es un silencio prudente porque perdió y la fue dejando al fondo del escenario.¿Cree que hoy la ciudadanía más que elegir, descarta?No sé si usar la palabra “descarte” pero creo que un poco sucede eso: hoy las dos grandes agrupaciones tienen un discurso más “anti” que propositivo. No es que Cambiemos en su momento no haya tenido una idea de país, pero desde el principio se estructuró en torno a ponerle fin al kirchnerismo y definitivamente el Frente de Todos hizo algo parecido. Entonces veo dos coaliciones que van a exhibir el voto de sus fieles más desencantados. Los dos están y estarán polarizando con lo que está enfrente.La apatía, el enojo y la desafección ciudadana, ¿quedan encapsuladas en la clase política o afecta al régimen democrático entendido como un lento deterioro desde adentro?En el corto plazo genera desazón, tristeza y mucha frustración pero todo lo que pasó, incluso la foto en Olivos. El hecho de que la clase política no esté a la altura y le falte conexión y empatía puede, en el mediano plazo, ir erosionando de apoco la confianza de la ciudadanía en el régimen democrático. El sistema político argentino está resistiendo pero le estamos exigiendo mucho y no nos podemos confiar: esto puede convertirse en un problema en un futuro. Creo que la Argentina está un poco mejor equipada que algunos de sus vecinos para contener al discurso antipolítico y a la erosión democrática. En ese tiene que ver con varios temas, con la capacidad del peronismo de llegada y contención, con la capacidad de procesar desde adentro a candidatos antisistema; y también juega mucho el recuerdo del 2001, pero tampoco podemos seguir viviendo de rentas. Estamos sobre exigiéndole demasiado al sistema político: hace diez años que la Argentina no crece, no crea empleo y sube la pobreza. ¿Cuánto más le vamos a pedir a la gente que legitime el sistema político? Ese capital, en algún momento, se va a gastar.Juan Negri, politólogo (silvana colombo/)UN AGUDO OBSERVADOR DE LA POLÍTICAPERFIL: Juan Negri? Juan Negri es doctor y máster en Ciencia Política por la University of Pittsburgh (Estados Unidos) donde asistió como becario Fulbright. Se especializa en metodología política, análisis de impacto de políticas públicas; también, en instituciones políticas latinoamericanas, con énfasis en los Ejecutivos y las burocracias.? Se desempeña como director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.? Fue docente investigador de la Escuela de política y gobierno de la Universidad Nacional de San Martín. También, consultor para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Unión Europea, Cippec, el Banco Mundial, entre otros.? Es autor de artículos y capítulos de libros de su especialidad. Colabora regularmente en varios medios sobre coyuntura política local e internacional.

Fuente: La Nación

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Hace ya muchos años que la sociedad viene arrastrando frustraciones económicas y crisis. Hoy vemos apatía, desafección, desinterés y, diría, tristeza”, dice el politólogo Juan Negri. Así describe el ánimo social con el que la ciudadanía llega a las PASO de mañana, que definirán las candidaturas para las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Y aunque el Gobierno encuentra en la pandemia una excusa para la situación económica, dice, llega debilitado y va a perder votos respecto del 2019.Para Negri, la unificación de diversos sectores del peronismo y el kirchnerismo bajo el paraguas del Frente de Todos fue un artefacto eficaz para ganar las elecciones que no funcionó a la hora de gobernar. La dificultad para delinear un discurso unificado y una orientación definida, la gestión de la pandemia, las crisis autoinfligidas y los errores no forzados de un presidente que queda permanentemente expuesto, también entre los propios, son algunas de las razones por las que el Gobierno llega debilitado a estas elecciones. “Alberto Fernández nunca supo qué quiso ser al interior del Gobierno ni tuvo claro qué papel quería jugar. Es un liderazgo con poco volumen político”, dice. Y marca las diferencias con respecto a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. “Este gobierno carece de recursos materiales y simbólicos y no tiene ni la narrativa, ni el liderazgo, ni la cohesión, ni la oposición tan fragmentada que tuvo anteriormente el kirchnerismo”, dice Negri, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Pittsburgh.Una de las novedades del sistema político es que la principal fuerza opositora, a pesar de sus fricciones y diferencias, llega unida a las elecciones, señala Negri, director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella. Aun así, advierte la dificultad que supone hacer campaña a solo dos años “de un gobierno que fracasó en los términos por los que pidió que lo evaluarán”. Hoy hay una disputa por los nuevos liderazgos y el radicalismo rediscute su lugar en la mesa.¿Qué podría suceder con el discurso antipolítico de Javier Milei, que parece tener alguna pregnancia en los jóvenes? Por distintos motivos, la Argentina está mejor equipada que algunos de sus vecinos para contener al discurso antipolítico, cree Negri. “A pesar de la ineficiencia en términos de proveer bienes y servicios públicos de calidad, hasta ahora el sistema político ha sido muy resiliente. Pero estamos exigiéndole demasiado: hace diez años que el país no crece, no crea empleo y sube la pobreza. ¿Cuánto más le vamos a pedir a la gente que legitime el sistema político?”.¿Usted cree que hay más apatía y desánimo que bronca? Porque la bronca puede ser movilizadora.Por el momento creo que hay más desánimo que bronca y esa es una diferencia clave con el 2001. En 2001 se descompone uno de los polos partidarios, hay muchos votantes que quedan sin representación y eso se traduce en el voto bronca. Ahora tenemos otra situación y es que a pesar de su relativo fracaso, Cambiemos sigue existiendo. Y además hay identidades políticas bastante estructuradas. La mayoría de los votantes va a ir a votar al espacio con el que más o menos se sienten identificados, pero con desánimo y tristeza. No está la bronca de querer romper todo. De todos modos, veo que comparado con otras experiencias en la región, el sistema político argentino viene resistiendo bien. Pero le estamos exigiendo mucho: no sabemos cuánto más va a resistir el sistema político y ya empieza a ver una dinámica de antipolítica. Algunas de las experiencias políticas que hemos visto en países vecinos podrían replicarse acá.¿El fenómeno antipolítico lo ve sólo en la candidatura de Milei o además está en otros espacios?En Milei, definitivamente. Hay algo interesante. El kirchnerismo siempre se presentó como antisistema: “Nosotros no somos el poder”. Pero para la generación joven que vota por primera vez, gente que nació entre el 2003 y el 2005, el kirchnerismo es el establishment. La generación de nuevos votantes no solo vivió en un país constantemente en crisis sino que, además, el kirchnerismo es en parte responsable. A pesar de que a Néstor y Cristina les gustaba presentarse como afuera del sistema -”nosotros no somos el poder, el poder está en otro lado, en Clarín, en los grandes medios, en el Fondo Monetario”- ese discurso empieza a tener menos validez para un amplio segmento de la población porque el kirchnerismo es el corazón del sistema. El conflicto con el campo en 2008, que para mí es el último gran generador de identidades políticas en la Argentina, ya pasó hace mucho tiempo y quedó atrás. Y como el cristinismo es una expresión de izquierda dentro del peronismo es lógico que la reacción venga de la derecha.El kirchnerismo tuvo fuerte pregnancia en los jóvenes y la Cámpora, conformada inicialmente por jóvenes que ya no lo son, nació después de la muerte de Néstor como centinela de Cristina. Pero desde hace años conforman una organización que además hoy detenta lugares de decisión estratégicos.Sí, el ejercicio del poder te transforma inmediatamente en establishment. Y el poder es esencialmente muy conservador: desde el momento en el que uno lo tiene, lo único que a uno le preocupa es conservarlo.El Gobierno gestionó una pandemia que dejó más de 113 mil muertos y atravesó distintos escándalos, desde el vacunatorio vip hasta las reuniones en Olivos en plena cuarentena estricta. ¿En qué condiciones llega a esta instancia electoral?Llega debilitado por muchas cuestiones. El Frente de Todos es un experimento interesante que buscó unificar todos los pliegues del peronismo disperso. Eso funcionó electoralmente pero no funcionó desde el Gobierno. Desde el principio el Gobierno tuvo dificultades para hilvanar un discurso unificado en muchos temas; y esa incapacidad se ve también en una campaña descentralizada en la que cada candidato va por su lado y no está claro cuál es la razón final del Gobierno, ni la dirección. Por esa característica de origen y por la incapacidad del Presidente de estructurar una identidad propia el Gobierno llega con lo justo. En un momento parecía que nacía el albertismo, pero nació muerto. El albertismo como proyecto político fracasó: nunca quedó claro qué es lo que él quería. Además, llega debilitado por una situación económica complicada y también, por los errores no forzados y los comentarios de Alberto.¿Por qué cree que suceden esas crisis autoinfligidas?Alberto es una persona que parece no haber entendido muy bien cómo se ejerce un liderazgo. Está esta idea que circula incluso entre los propios votantes del peronismo: “Hay que cuidar a Alberto”. Así que al Gobierno no le sobra nada. Igualmente va a haber una retórica ganadora y no se va a enfrentar a una derrota aplastante. En algunos parámetros podría ganar, pero con lo justo. Es un Gobierno que llega agotado y al que le quedan por delante dos años complicados.Este Gobierno no tiene ni la épica de los tiempos de Cristina ni los superávits gemelos de Néstor. Y aunque al principio construyó una epopeya de lucha contra el virus, la pandemia dejó una tragedia de muertos. En ese sentido, tiene dificultad para mostrar algún logro.Definitivamente, el Gobierno no tiene ni los recursos materiales ni los recursos simbólicos para generar una narrativa. Néstor y Cristina, cada uno en su momento, generaron una narrativa. A partir del 2001 y desde el peronismo, Néstor construye una épica progresista sobre los escombros de la Argentina menemista. Este kirchnerismo no tiene ni los recursos materiales, ni la narrativa, ni el liderazgo, ni la cohesión, ni la oposición tan fragmentada que tenía el kircherismo: porque buena parte del éxito del kirchnerismo en ese momento se debió a que tenía una oposición que estaba contra las cuerdas. El kirchnerismo creció mucho también porque enfrente tenía muy poco. Hoy no hay nada de eso: tiene una recuperación económica heterogénea, con una inflación altísima y una vacunación que con todo lo que la sociedad pueda decir, el Gobierno intentará mostrar que “hay luz al final del túnel”. Y ese puede ser un mensaje poderoso. El riesgo es que el 2021 termine siendo el mejor año económico de Alberto. Ese verano económico no le va a durar.¿Cómo caracterizaría el liderazgo de Alberto?Hay muchas cuestiones estructurales pero hay algo que tiene que ver con la psicología y la personalidad. En Estados Unidos hay investigaciones y libros enteros sobre “la personalidad presidencial”. Es un mix insondable pero creo que Alberto nunca supo qué quiso ser al interior del Gobierno ni qué rol quería jugar. En ese sentido, las habilidades que algunos reconocíamos en 2019 al final no sirvieron para construir un liderazgo. Yo también me comí la curva: el presidente rosquero, operador, el que se sentaba con todos, no sólo la moderación hacia el centro sino cierto cambio en la manera de ejercer el poder. Cristina era soberana y radial: funcionaba como una centralidad. Alberto tenía diálogo con Clarín y con distintos sectores, y parecía poder ejercer el liderazgo de otro modo. Eso no funcionó. Hoy es un liderazgo deslucido, al igual que los funcionarios que le responden dentro del gobierno; un liderazgo que no encuentra su rol al interior del Frente de Todos -un espacio político en el que tampoco se la hacen fácil- y en el que queda claramente expuesto.¿Diría entonces que el Presidente es el principal funcionario que no funciona, formulado en los términos de Cristina Kirchner?Creo que sí. Alberto como presidente no funciona, si entendemos como presidente el hecho de establecer una dirección y un rumbo claro.A sus recurrentes contradicciones públicas se suma la erosión de la palabra presidencial. ¿Qué legitimidad tendría el Presidente de ordenar nuevos confinamientos frente a una nueva variante del covid?Creo que tendría poca, y a eso se le suma una sociedad que ya no podría resistir un nuevo confinamiento. Por todo eso creo que el Gobierno solo podría pedir confinamientos moderados. En un escenario como ese no solo imagino una fuerte reacción de los sectores opositores más recalcitrantes, también el Gobierno quedó muy expuesto ante los propios: se notó mucha bronca y tristeza entre los propios que habían militado mucho la cuarentena, muchos que sufrieron en términos personales historias muy dramáticas. Esas son cosas que pueden costar caras en las urnas.El peronismo se caracterizó históricamente por una jefatura clara acompañada por momentos económicos de bonanza. ¿Qué novedad introduce en esta gestión el hecho de que no haya un liderazgo definido que ordene el espacio y que además deba gobernar en tiempos de una dramática crisis multidimensional?Este kirchnerismo viene con novedades: carencias de recursos materiales, carencia de recursos simbólicos, carencia de liderazgo definido, carencia de cohesión. Eso introduce una novedad que es que el peronismo va a tener que ajustarse a sí mismo. Podría llegar a ser algo bueno porque el peronismo tiene una capacidad de llegar a sectores populares y gremiales que la oposición no tiene. El peronismo está mejor pertrechado para ajustar que el no peronismo porque tiene capacidad de contención en sectores populares que el no peronismo no tiene. Vimos la oposición que tuvo Macri cuando quiso pasar algunas reformas en el Congreso. Lo que sí veo es que no hay convergencia sobre eso adentro del espacio y los sectores kirchernistas van a demorar algo de lo que podríamos denominar ajuste lo más que puedan.¿Entonces?Y entonces se vienen dos años muy complicados, dos años de lenta agonía porque no existen los recursos materiales para desplegar que en general despliega el peronismo ni consenso para generar un nuevo modelo de crecimiento. A eso se le suma un problema de credibilidad del Gobierno y una desconfianza por parte de la mayoría de los actores a que el Gobierno pueda hacer cambios profundos. Me da la impresión de que nadie espera demasiado y que por delante, hasta 2023, tendremos un lento deterioro. Se suele hablar de Venezuela, pero para mí ese no es el problema: no vamos camino a ser Venezuela, entendido como colapso estatal ni rápido sino como lento deterioro.¿Cómo ve a la principal fuerza de la oposición que, a pesar de las diferencias, esta vez llega unida?Esa es una novedad del sistema político: los actores políticos vieron que la unidad les convenía. Recordemos los problemas que tuvo el radicalismo después del gobierno de Alfonsín y luego, la explosión de la Alianza. Ahora ese espacio tiene una vitalidad importante, que sacó el 41 % de los votos en 2019. Es una coalición y un polo que ante la ausencia de Macri rediscute su liderazgo y aprovecha las Primarias para eso también con fuerte competencia en los distritos más grandes. Tampoco creo que las elecciones intermedias sean pronosticadoras muy claras de lo que puede pasar en dos años: pensemos en Cafiero, Fernández Mejide, Massa. Y veo un radicalismo que estuvo muy pasivo durante el gobierno de Macri y que hoy de alguna manera quiere renegociar ese contrato por muchas razones: Macri era el líder conocido en todo el país, el radicalismo se subordinó a ese liderazgo y hoy lo vemos con ganas de rediscutir eso. Si ganan Vidal y Santilli, que parece que es lo que va a ocurrir, Larreta saldrá fortalecido. Y la pregunta es dónde van a quedar los halcones, los sectores más duros. Larreta parece ser un dirigente claramente orientado hacia el centro y sobre todo a hacer la coalición más amplia posible. Todo esto se irá reacomodando en el futuro y también, dónde queda Macri.¿Con la unidad de la oposición alcanza?Lo que veo en la oposición es también la dificultad de contar algo, en parte por la heterogeneidad que existe y en parte porque es difícil hacer campaña cuando el gobierno pasado –que puede dar todas las explicaciones- fracasó. El gobierno de Macri no estuvo a la altura y esa experiencia está muy cercana. A solo dos años de eso, es difícil hacer campaña. El gobierno de Macri no alcanzó los objetivos que él mismo se propuso y por los que pidió que lo evaluaran. En ese sentido le cuesta articular un discurso claro sobre lo que hay que hacer en economía y los que lo hacen son figuras que no están tan identificadas con la postura de Macri. El otro tema es que Cambiemos siempre se estructuró por oposición al kichnerismo y los votantes de ese espacio era votantes no peronistas hastiados por el kirchnerismo. Creo que hay una imitación en el Frente de Todos, un espacio en el que se unieron sectores muy distintos. Igualmente recordemos que es una elección legislativa porque creo que hay una sobre exageración de lo que una campaña legislativa puede traer. Se suele decir que la campaña es muy pobre y es verdad, pero también es una elección legislativa y no presidencial.¿La multiplicidad y las diferencias en los candidatos de la oposición fortalecen o debilita al espacio?En una elección legislativa claramente los fortalece. Si eventualmente llegaran al Gobierno y mostraran esa heterogeneidad de opiniones como sucede con el Frente de Todos, eso podría complicarse. La presencia de López Murphy en la Ciudad es un canal para absorber, por ejemplo, los votos de Milei. Es un doble juego: si debilita a Milei es una buena noticia pero no lo es si debilita a Vidal, en la que Larreta quedaría descolocado Pero en términos generales lo fortalece.La participación de Macri en la campaña, ¿perjudica a una oposición que necesita emanciparse del fracaso del gobierno de Cambiemos?Hay una tensión ahí y creo que en vastos sectores no suma mucho. Las apariciones públicas del ex presidente son bastante poco autocríticas en general, y hay una constante búsqueda de excusas. Hay un votante blando que votó por Macri primero y por Alberto en 2019, para el que la experiencia de Macri está muy fresca y no permite lavarse cara. Me parece que Macri suma un poco más en algunos sectores más conservadores, algunos sectores más radicalizados y en zonas agrícolas. En la campaña en el conurbano no suma y de hecho no aparece mucho ahí.¿Qué sería para el Gobierno una buena elección a nivel nacional?Una muy buena elección sería ganar por bastante la provincia de Buenos Aires, por 6 puntos o más, y ganar en varias provincias, lo cual le permitiría tener quórum propio en Diputados. Ganar, aunque sea por poco margen la provincia de Buenos, le permitiría al Gobierno hilvanar un discurso ganador. En 2019 sacó 14 puntos y va a perder votos, pero si gana por algunos pocos puntos el Gobierno puede descorchar champagne. Si el Gobierno hace una buena elección a nivel nacional, gana unas bancas y gana la provincia de Buenos Aires aunque sea por poco creo que va a poder decir “a pesar de la pandemia, a pesar de los errores, ganamos”.Si ganara en la Provincia por poco margen, ¿cómo imagina el día después?Sin tener la bola de cristal imagino un flujo de recursos económicos a la provincia, un populismo económico para que la elección no se le de vuelta en noviembre. Si llegara a perder, el cruce de facturas en el espacio va a ser muy alto y redundará en un fortalecimiento de la figura de Cristina y en un veto mayor a la figura de Alberto. Y por otro lado, un triunfo de Santilli -Santilli es más fuerte en el Conurbano y Manes, al interior de la Provincia- y un triunfo de Vidal fortalecen la figura y el peso específico de Larreta al interior de Juntos. De alguna manera lo transforma en el candidato natural. Fue muy hábil en establecer sus acuerdos y candidaturas.¿Fue hábil al definir que Vidal juegue en la Ciudad y no en la provincia?De alguna manera logró neutralizar la opción Bullrich y creo que para él ese era un escenario peor. Logró que en los dos principales distritos Juntos tuviese una mirada más moderada que tiene que ver con el tipo de gobierno que él imagina, un gobierno más amplio que el de Macri. Creo que mira la experiencia de Macri y dice “tenemos que ser un poco más amplios porque no podemos gobernar contra ellos sino con ellos”. La estrategia de neutralizar a Bullrich termina siendo funcional a ese interés y también neutraliza a Vidal porque la desdibuja un poco: no digo que ella pudiera hacerle sombra en el 23 pero Vidal era una figura ascendente que en esta campaña queda muy desdibujada. Me cuesta pensar que tiene que ver solamente con su pase de territorio porque son operaciones distritales que han venido ocurriendo toda la vida, mismo Kiciloff también lo hizo: era diputado por la Ciudad y pasa a la Provincia. Ese reclamo está y no sé cuán generalizado es y si no tiene que ver más con un reclamo de un micromundo que igual la terminan votando. Perdió por 15 puntos la Provincia, eso es un golpe para cualquiera, y eso la hizo retroceder casilleros al interior de Cambiemos. Por otra parte, ese silencio de dos años, que es entendible, es un silencio prudente porque perdió y la fue dejando al fondo del escenario.¿Cree que hoy la ciudadanía más que elegir, descarta?No sé si usar la palabra “descarte” pero creo que un poco sucede eso: hoy las dos grandes agrupaciones tienen un discurso más “anti” que propositivo. No es que Cambiemos en su momento no haya tenido una idea de país, pero desde el principio se estructuró en torno a ponerle fin al kirchnerismo y definitivamente el Frente de Todos hizo algo parecido. Entonces veo dos coaliciones que van a exhibir el voto de sus fieles más desencantados. Los dos están y estarán polarizando con lo que está enfrente.La apatía, el enojo y la desafección ciudadana, ¿quedan encapsuladas en la clase política o afecta al régimen democrático entendido como un lento deterioro desde adentro?En el corto plazo genera desazón, tristeza y mucha frustración pero todo lo que pasó, incluso la foto en Olivos. El hecho de que la clase política no esté a la altura y le falte conexión y empatía puede, en el mediano plazo, ir erosionando de apoco la confianza de la ciudadanía en el régimen democrático. El sistema político argentino está resistiendo pero le estamos exigiendo mucho y no nos podemos confiar: esto puede convertirse en un problema en un futuro. Creo que la Argentina está un poco mejor equipada que algunos de sus vecinos para contener al discurso antipolítico y a la erosión democrática. En ese tiene que ver con varios temas, con la capacidad del peronismo de llegada y contención, con la capacidad de procesar desde adentro a candidatos antisistema; y también juega mucho el recuerdo del 2001, pero tampoco podemos seguir viviendo de rentas. Estamos sobre exigiéndole demasiado al sistema político: hace diez años que la Argentina no crece, no crea empleo y sube la pobreza. ¿Cuánto más le vamos a pedir a la gente que legitime el sistema político? Ese capital, en algún momento, se va a gastar.Juan Negri, politólogo (silvana colombo/)UN AGUDO OBSERVADOR DE LA POLÍTICAPERFIL: Juan Negri? Juan Negri es doctor y máster en Ciencia Política por la University of Pittsburgh (Estados Unidos) donde asistió como becario Fulbright. Se especializa en metodología política, análisis de impacto de políticas públicas; también, en instituciones políticas latinoamericanas, con énfasis en los Ejecutivos y las burocracias.? Se desempeña como director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.? Fue docente investigador de la Escuela de política y gobierno de la Universidad Nacional de San Martín. También, consultor para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Unión Europea, Cippec, el Banco Mundial, entre otros.? Es autor de artículos y capítulos de libros de su especialidad. Colabora regularmente en varios medios sobre coyuntura política local e internacional.

Fuente: La Nación

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Al menos 330.000 hectáreas de campos ganaderos están bajo el agua en zonas de los partidos bonaerenses de Pila y Dolores, en la Cuenca del río Salado, debido a las intensas precipitaciones que se registraron en la región en los últimos días y partidos vecinos. La situación se produce en un momento donde se están registrando pariciones de las vacas: se registra mortandad de terneros recién nacidos. En Pila hay unas 250.000 hectáreas anegadas. En tanto, en Dolores, que posee unas 198.000 hectáreas, ya se encuentran comprometidas unas 80.000 hectáreas, según los productores.En los últimos diez días, en la región se acumularon, según las zonas, entre 200 y 250 milímetros y el agua comenzó a circular a gran velocidad por canales que ya se saturaron y desbordó en los campos. “Esto es muy serio, complicado”, señaló a LA NACION Mariano Williams, integrante de la Comisión Directiva de la Sociedad Rural de Pila y tesorero de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap). “Llovió mucho en toda la zona y nosotros recibimos agua de Rauch, Las Flores, Tandil, Olavarría”, agregó.Según estimó, de 350.000 hectáreas que tiene el partido de Pila ya hay unas 250.000 hectáreas anegadas. Pila limita al norte con Chascomús y Lezama, al este con Castelli y Dolores, al sudeste con General Guido y Ayacucho y más al sur con Rauch. Al oeste tiene a Las Flores y General Belgrano.Pila es uno de los partidos de una zona de cría vacuna. Tiene unas 270.000 cabezas de ganado y allí se producen unos 120.000 terneros por año.“La gente empezó a sacar las vacas del agua, a llevarlas a lugares más altos. Las vacas están pariendo y hay lugares donde se están perdiendo los terneros; hoy ya hay terneros muertos”, apuntó Williams.Un campo bajo el agua, sobre la ruta 2, en el partido de General GuidoFotos y videos que grabaron pobladores de la zona permiten apreciar una impresionante masa de agua avanzando por la zona. Una fuente que realizó un vuelo por la región dijo que hay una columna de agua de 100 kilómetros de largo por 8 a 10 kilómetros de ancho avanzando.En Pila lo más crítico está en el cuartel V, donde están lugares como Casalins, La Victoria, Real Audiencia, El 80, entre otros. Williams dijo que hay contactos con la Municipalidad para ver cómo trasladar la preocupación por lo que está ocurriendo al gobierno provincial.Vista aérea de la zona de Pila-DoloresAlerta en DoloresEn Dolores están viviendo también una situación difícil, según indicó Guillermo Tramontini, presidente de la Sociedad Rural de esa ciudad.“Estoy a 40 kilómetros de Dolores en un campo que pertenece al partido de Pila. Acá estamos muy complicados y en Dolores algunos sectores también están muy complicados”, señaló el dirigente.Apuntó que Dolores tiene 198.000 hectáreas totales y lo que es en la parte rural hay entre 70.000 y 80.000 hectáreas ya afectadas, tanto por el agua de la lluvia registrada allí como por la que ingresa de otros partidos.“La situación se va a agravar con el paso de los días”, indicó. “En el transcurso de los días se va a ir modificando”, añadió. Sucede que falta que siga ingresando agua de otros partidos. Encima, hay pronósticos de más precipitaciones.Según el dirigente, el agua que se acumuló es “incalculable” y hay una situación difícil en torno de un corredor del canal 1.“Viene complicada la mano, llovió demasiado, ya están llenos todos los bajos y vamos a recibir agua del oeste”, apuntó una productora de la región.

Fuente: La Nación

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Los investigadores de la desaparición de Tehuel de la Torre, quien fue visto por última vez el 11 de marzo, cuando salió de su casa de la localidad bonaerense de San Vicente, determinaron que una mancha de sangre hallada en la vivienda de uno de los detenidos en el marco de la investigación pertenecía al joven trans, según informaron fuentes judiciales.Se trata de material genético encontrado sobre una pared de la casa de Luis Alberto Ramos (37), detenido junto a Oscar Alfredo Montes (46) por “encubrimiento en concurso real con falso testimonio”.María Servini, tras las acusaciones de la Cámara Electoral: “Quieren manejar la elección”Fuentes judiciales confirmaron a Télam que las pericias establecieron que el ADN pertenecía a Tehuel y en las próximas semanas continuarán otras medidas tendientes a dilucidar lo que ocurrió con el joven.Tehuel de la Torre de 21 años desapareció cuando fue a una entrevista laborar a la casa de un conocido, quien se encuentra detenido, informaron fuentes judiciales.En tanto, la fiscal de la causa, Karina Guyot, dispuso tres allanamientos que fueron realizados en la mañana de este viernes.Según las fuentes, dos de los operativos se hicieron en los domicilios de los detenidos y un restante en un santuario de San La Muerte por pedido del cuerpo de antropólogos abocados a la investigación.La desapariciónSegún relató su hermana, la última vez que se vio a Tehuel fue alrededor de las 19 del jueves 11 de marzo pasado, cuando el joven salió de su domicilio, en Buenos Aires al 500, para ir a la casa de Ramos, que le había ofrecido trabajo como mozo. “Ramos lo llamó, le dijo que fuera en ese horario para que se pudiera cambiar y estar listo para el evento” en el que tendría que trabajar, comentó Verónica Alarcón, la hermana de Tehuel.Con el paso de las horas, la pareja de Tehuel comenzó a llamar al joven y al no obtener respuesta radicó la denuncia en la comisaría 1a. de San Vicente, donde expuso que no había regresado a la casa que compartían.Al momento de su desaparición, Tehuel vestía una camisa de mangas cortas blanca, un camperón azul con detalles blancos, un pantalón gris, una gorra con visera gris y negra y zapatillas de color azul. Tiene contextura robusta, tez blanca, cabello corto oscuro y mide 1,56 metros.Tras la denuncia que hizo su pareja, la Policía y la fiscal Guyot desplegaron diversos operativos, entre ellos en la casa de Ramos. También se allanó la vivienda de la madre de Ramos, donde se secuestraron dos teléfonos celulares. También en el marco de la investigación un menor de edad declaró que el 13 de marzo a la mañana “había tres personas limpiando la casa de Ramos, sacando bolsas de residuos negras” y un joven de 21 años aseguró haber visto a Tehuel el viernes 12 “en la canchita del barrio junto con Luis Alberto Ramos, cuando este quiso increpar a unos pibes y lo sacaron corriendo tirándole piedras”.Con todos estos elementos, la Justicia ordenó la detención de Ramos. Además, a través de diversos elementos de prueba, también se detuvo a Montes. A pesar de que por esta causa ya hay dos detenidos, y una investigación que lleva más de dos meses, la Justicia todavía no puede dar con el paradero del joven.

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 10 de septiembre, en la provincia de Tierra del Fuego se contabilizan 32.278 casos de infectados y 486 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 15 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Tierra del Fuego, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 85 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 5.221.809 de infectados por coronavirus, 125.245 pacientes recuperados y 113.282 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Tierra del Fuego se encuentra en el puesto 24 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 2.047.203 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 10 de septiembre, en la provincia de La Rioja se contabilizan 32.928 casos de infectados y 932 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 39 casos nuevos de enfermos de coronavirus en La Rioja, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 344 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 5.221.809 de infectados por coronavirus, 125.245 pacientes recuperados y 113.282 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de La Rioja se encuentra en el puesto 23 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 2.047.203 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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