MADRID, España.– El cambio anunciado en Real Madrid por Florentino Pérez se traduce, de momento, más en las salidas que en las llegadas. Por el tonelaje de quienes se marchan y por la forma de hacerlo. Bastante accidentada. Tres semanas después del cabezazo de Zinédine Zidane al presidente, en el que lo acusó de falta de “memoria, confianza y apoyo”, llegó el adiós de Sergio Ramos. Las palabras del sevillano no resultaron tan gruesas, pero en el mensaje no faltaron dardos y reproches más o menos velados a la dirección. Lo que se esperaba fuera una escenificación más pacífica, a diferencia de las protagonizadas por Iker Casillas, Cristiano Ronaldo y Zizou, no lo fue tanto. “No quiero rencor. Me quedo con que es un «hasta luego»”, intentó zanjar el defensor de 35 años.El esfuerzo por trasladar una despedida en paz de Ramos resultó evidente. En Valdebebas se anunció un acto “de homenaje” con la presencia del mandatario, la familia del futbolista y los 22 trofeos conquistados en sus 16 años de blanco. Pérez calificó al jugador como “leyenda” en su discurso de cinco minutos, le entregó la insignia de oro y brillantes, y todos se repartieron parabienes, lágrimas incluidas. El ambiente general era de tristeza.Zinédine Zidane se alejó por segunda vez del gran club de la capital española, y ciertamente no en buenos términos. (Juan Medina/)Pero una vez cumplido el protocolo, el todavía capitán merengue se sentó en la sala de prensa y expuso su versión de los hechos. ¿Por qué no había renovado? “El club me hizo una oferta de un año con la bajada de salario [del 10% por la pandemia] y yo quería dos. Quiero recalcar que el dinero nunca fue un problema, que era un asunto de años. El presidente lo sabía. Y, llegados a este punto, en las últimas conversaciones acepto la propuesta y entonces se me dice que tenía fecha de caducidad. Nadie me lo notificó. Es súper respetable, pero me sorprendió”, relató en un discurso muy medido.Sus palabras fueron un ejercicio de equilibrismo entre mirar hacia adelante –”siempre le estaré agradecido al presidente por traerme. Me quedo con el último abrazo; no voy a hacer una declaración en su contra”– y deslizar el desgaste de la relación. “Con el tiempo he ido dejando el rencor a un lado, aunque me gusta contar la verdad”, añadió. Cuanto más insistía en huir del enfrentamiento, más se adivinaba su frustración. “Nunca he querido irme del Real Madrid”, se lamentó. Ante la insistencia de los periodistas en cuestiones que Ramos prefirió no contestar para no salirse del guion, sí dejó caer que le habría gustado que el presidente se hubiera sentado en la sala de prensa para responder a las preguntas. “Quizás no habría estado mal”, apuntó. Tampoco lo hizo tras la incendiaria misiva de Zidane.Con Ramos, los litigios laborales han sido varios en los últimos tiempos. Esta vez, sin embargo, no hubo una solución. A los 35 años y tras media temporada en la enfermería, las cartas del jugador no fueron suficientes para arrancar otra ampliación. Ni con su posición de inicio ni después, resignado ya a la postura inamovible en los despachos. Cuando no le quedó más remedio que atenerse a las condiciones del club si quería continuar, las normas habían cambiado. No figuraba en los planes de la cúpula. En ese proceso de desgaste, admitió haber dicho a la entidad que podía “planificar” la siguiente temporada sin él. “Mi negociación era al margen de la planificación”, trató de justificarse este jueves.Los casos de 2003 y 2018El proclamado giro será, pues, un cambio de ciclo en toda regla sin ZZ ni Ramos. Sus sustitutos ya están fichados: Carlo Ancelotti, un viejo zorro de los banquillos que conoce el paisaje madrileño y a quien ya destituyeron en 2015 en busca de “un nuevo impulso”, y David Álaba, el exjugador de Bayern atado hace tiempo, cuando las conversaciones con Ramos empezaron a torcerse. Dos cambios que, a falta de comprobar su eficacia futbolística, evidencian la pérdida de jerarquía y peso político en el vestuario.La historia moderna de Real Madrid es inquietante cuando pierde a la vez dos figuras de este calibre. Ocurrió en 2003. Recién ganada la Liga, Vicente del Bosque y Fernando Hierro salieron de forma abrupta. Con el primero querían “modernizar el librillo tradicional” del banquillo. Y con el segundo, rebajar el nivel de poder del camarín. El caso es que después sobrevinieron tres años sin títulos, cinco entrenadores (Carlos Queiroz, José Antonio Camacho, Mariano García Remón, Vanderlei Luxemburgo y Juan Ramón López Caro), un proyecto de “zidanes y pavones” fracasado cuando se lo ejecutó en su máxima expresión y un presidente, Florentino Pérez, que entregó la carta de renuncia.Iker Casillas y Cristiano Ronaldo, dos referentes de Real Madrid que terminaron dejando a disgusto el club. (Andres Kudacki/)Y también pasó en 2018. Las salidas de Zidane y Cristiano Ronaldo a pocas horas de levantar la tercera Champions consecutiva abrieron otro período de gran inestabilidad, también institucional, que sólo el regreso de ZZ fue capaz de calmar, porque en nueve meses habían ardido dos directores técnicos (Julen Lopetegui y Santiago Solari). Ahora volvió a irse el francés, ataque a la dirección incluido, y lo ha seguido Ramos, con incomprensión con la cúpula, en un momento en el que el club todavía no ha sido capaz de tapar el agujero ofensivo dejado por Cristiano. Y todo ello, en otro verano de pandemia debido a las estrecheces financieras tan comentadas por Florentino Pérez. Tiempo de cambios con reproches en Valdebebas.

Fuente: La Nación

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