El que habla es Lionel Messi: “Jugué 15, 20 minutos. Me tenían ahí, no me ponían. Estaba lleno de pibes. Me dijeron que volviera a los 10 días. Volví, hicieron un partido y metí tres o cuatro goles. ‘Traé el pase, nosotros nos vamos a hacer cargo de tu tratamiento (de crecimiento)’, me dijo un técnico. Fui a Newell’s y me sacaron cagando… Después quedó en la nada y ya no regresé”.Para los buceadores de historias mínimas, ese episodio es un capítulo entero de una biografía. Cualquiera de ellos, seguro, daría lo que no tiene por un video o al menos una foto de esas escenas: un petisito sentando en el piso a grandotes y haciendo goles con la naturalidad de quien levanta un vaso y toma agua. Pero, más allá de coloridos testimonios de testigos, no existe una prueba que le dé el valor de autenticidad a una historia oral que creció con los años.Messi, Lautaro Martínez y Joaquín Correa festejan un gol ante Venezuela, el jueves pasado: el capitán junto a los jóvenes delanteros, un mix que abastece a la selecciónEntre aquellas prácticas en River -en rigor, en las canchas de Ciudad Universitaria próximas al Monumental- y este momento de oro, Messi dio varias vueltas al mundo. En esos viajes levantó 35 títulos con Barcelona, fue elegido seis veces el mejor futbolista del mundo y jugó cuatro mundiales. Vuelve esta noche al lugar. Hubo otras visitas, pero ninguna con el sabor que disfrutará hoy, con un tercio del estadio cubierto de público: Messi ya jugó 15 partidos y anotó seis goles jugando para Argentina en partidos de eliminatorias en el Monumental. Nunca, hasta esta noche, pisó como campeón con la selección argentina el estadio del que se fue en 2000 sin nada.Si le quedaba algo de carga en la espalda, no existe más. Nueve días atrás, en el inicio del periplo de la selección por Sudamérica, llegó a Caracas radiante, tal como había terminado en la Copa América. Incluso desde antes ya les mandaba mensajes a los compañeros, porque él aterrizó un día después que los demás. Ni siquiera el escándalo de San Pablo lo alteró demasiado: el domingo, mientras el mundo hablaba de la suspensión y la sigla Anvisa se hacía popular, charlaba en los vestuarios con su amigo Dani Alves.Sonrisas de equipo en torno al capitán: la selección disfruta un momento muy esperado, luego del título de la Copa América (NELSON ALMEIDA/)La vuelta a Ezeiza mantuvo el tono: la AFA había preparado un recibimiento a los campeones con vestuarios decorados y todo el cotillón ad hoc. Hubo una comida general dentro de la burbuja, que se pinchó y generó un susto por el caso del cocinero que contrajo Covid. Y lluvia, mucha lluvia, que impidió una práctica sobre el moderno césped del Monumental, un piso que solo Gonzalo Montiel y Julián Álvarez conocen bien (Franco Armani fue desafectado).Messi es un hombre de rutinas. Alterada como está su vida con la mudanza familiar a París, en esta mini gira al menos retomó las que conserva en la selección. Sin Agüero, le falta el compañero habitual de habitación, pero no los de truco: Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, los dos de la generación intermedia con los que mejor feeling desarrolló. Mantiene el ejercicio de tiros libres en las prácticas, que en las previas de los partidos se viraliza gracias a la TV. El mate, claro, una tradición que ahora tiene los ajustes que la pandemia impone: no pasa de mano en mano, todavía. Y las sobremesas nocturnas, siempre cerca de Di María y Otamendi, los otros de la vieja guardia que, como él, levantaron la Copa y están en esta triple fecha.La rutina de lo extraordinarioLas otras rutinas, las de la cancha, volverán a ponerse a prueba contra Bolivia, casi como si volviera sobre sus pasos hasta aquellas tardes de 2000. Es que, más que lo que los otros midan de él, lo puede la autoexigencia. Por eso, solo él y Danilo (Brasil) son los jugadores de campo que estuvieron en cancha todos los minutos que jugaron sus seleccionados en estas eliminatorias. La última vez que salió en un partido oficial (Eliminatorias, Mundial o Copa América) fue en el 3-2 contra Nigeria en Brasil 2014 cuando, por idea de Alejandro Sabella, Ricky Álvarez lo reemplazó a los 63 minutos.Messi hace un gesto inequívoco en el fallido partido ante Brasil, el domingo. El capitán, a los 34 años, recorre el camino hacia su quinto Mundial (Andre Penner/)Según un reporte de Stats Perform, en el actual recorrido sudamericano hacia Qatar 2022 es el jugador que más pases hizo en el último tercio del campo (155) y el que más pateó: 28, aunque solo 11 fueron al arco (segundo, después de los 12 de Neymar). Y un dato muy específico, que retrata un rasgo sobre suyo que se suele enfocar menos: es el futbolista que más pelotas recuperó en campo contrario, tomando las diez selecciones como base. Fueron 24 quites o intercepciones en esa mitad rival, y 19 en el último tercio del campo: lo sigue el uruguayo Brian Rodríguez con 9, diez menos…Números propios que, se sabe, a él no le importan demasiado. Juega por los títulos, ninguno como el que acaba de ganar con sus compañeros en el Maracaná. O tal vez haya otro en su mente, en el futuro inmediato… Por eso tampoco lo conmueve la celebración que habrá hoy, en el reencuentro con el público argentino: quiere ganar el partido y, si se viene como agregado, anotar el gol que le falta para igualar a Pelé como los máximos anotadores de selecciones sudamericanas, con 77 tantos. Todo ocurrirá en su vuelta al Monumental, del que se fue por última vez entre murmullos, cuatro años atrás, después de un insípido empate con Venezuela que puso patas para arriba la clasificación al Mundial de Rusia. La vida cambió.Messi corre con sus compañeros en un entrenamiento de la selección argentina en el predio de Ezeiza. (Prensa AFA/)

Fuente: La Nación

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