MAR DEL PLATA.— Nacido en 1984 como local de pastelería europea, luego café cuando la calle Güemes se insinuaba como nuevo y próspero paseo comercial, la posterior inauguración cercana del Teatro Bar La Subasta convirtió esas mesas exteriores de confitería Hardi en un cotidiano desfile de figuras del espectáculo durante cada temporada estival y escala casi obligada de espectadores antes y luego de cada función.Había crecido durante estas dos décadas con más amplia propuesta gastronómica a la par de la expansión y desarrollo de esa suerte de shopping a cielo abierto próximo a los chalets del tradicional Barrio Los Troncos. Y, ya en pandemia, hizo su última apuesta con la habilitación de decks sobre la calle en busca de más mesas disponibles ante las limitaciones vigentes puertas adentro para albergar clientes. Pero no alcanzó, y tras 37 años de servicio la firma se sumó al enorme lote de cafés, bares y restaurantes que cerraron aquí durante los últimos 16 meses.La Boquería de la Villa 31: se frustró el proyecto para instalar un mercado gastronómico de primer nivelMediante un comunicado, los responsables de Hardi explican que llegaron a esta instancia como consecuencia de dificultades que han alejado al sector de la posibilidad de cumplir su actividad “en un marco de certidumbre y previsibilidad”.“Esto, sumado al golpe de nocaut que significó la pandemia de Covid-19, con sus efectos negativos sobre la economía toda”, acotan para respaldar esta despedida que resumen como “una decisión por cierto dolorosa”.El cierre de Hardi significó la pérdida de empleo para 17 trabajadores que eran parte de la planta permanente y se suma al de Caballito Blanco, otro reconocido restaurante que supo brillar sobre calle Rivadavia y se rindió a mitad de este año, cuando jugaba su última carta, mudado a un local de la céntrica esquina de Bolívar y Córdoba.La esquina donde estaba Caballito Blanco (Mauro V. Rizzi/)LA NACION no logró contactar a los responsables del lugar. Fuentes gremiales confiaron que no recibieron reclamos de los trabajadores que allí se desempeñaban y aseguran que ya estaría encaminada en ese mismo lugar un nuevo emprendimiento gastronómico, con perfil de cafetería.Referentes del sector reconocen que más de un centenar de comercios del rubro se perdieron desde marzo del año pasado en Mar del Plata, cuando el coronavirus hizo su aparición en escena y con él las muy drásticas y extensas medidas de distanciamiento y aislamiento social. La parrilla Pehuén, a fines de junio del año pasado, expuso un callejón sin salida en el que cayeron otros del ramo y también reconocida trayectoria.PionerosFrente a Hardi funcionó desde 1998 el Teatro Bar La Subasta, luego convertido en Nuevo Teatro Güemes, siempre con el empresario y productor Pablo Pérez Iglesias como uno de los propietarios, primero con el actor Darío Grandinetti y luego con el productor teatral Javier Faroni. “Pasé mucho tiempo en esas mesas”, dijo Pérez Iglesias a LA NACION, que había hecho de esa vereda su oficina al aire libre, siempre rodeado de amigos y protagonistas del mundo del espectáculo. Aporta una de tantas fotos logradas allí en la que se lo ve junto a los actores Carlos Calvo, Patricio Contreras, Guillermo Bredeston y su amigo Fernando Larocca.Hardi era, sin dudas, la confitería que frecuentaban los artistas
(Gentileza Pablo Pérez Iglesias/)También vecina comercial de Hardi y directiva de la Cámara Textil de Mar del Plata, María Liberati destacó a los propietarios de la confitería por ser “de los pioneros de Güemes como nosotros, y sabemos que es gente de trabajo”.“Es impactante este cierre”, reconoció, y como empresaria admitió “una gran desazón no sólo por ellos, sino porque pasan a engrosar una abultada lista de locales gastronómicos que no han podido soportar la pandemia ni realidad económica del país”.Los propietarios de Hardi destacaron: “Una y otra vez hemos apostado al crecimiento y la adaptación a los cambios, además de comprometer nuestro mayor esfuerzo para superar las distintas crisis económicas y sociales con las que hemos convivido en todos estos años”, explicaron desde Hardi.Vale recordar que la última temporada de verano tuvo un rendimiento regular en esta ciudad, condicionada por las limitaciones existentes para viajar y alojarse, así como también los protocolos y aforo que aún rigen para los servicios de gastronomía.Si bien las últimas vacaciones de invierno registraron aquí un arribo de turistas superior al esperado, el volumen no alcanzó para mejorar el comprometido escenario económico local. Para la industria turística en particular, según coinciden operadores del ramo, las últimas medidas de confinamiento que implicaron la suspensión del fin de semana largo de mayo —para el cual había buen nivel de reservas— resultaron un cachetazo letal para quienes empezaban a carretear un camino de recuperación tras meses de agonía.En el actual contexto de habilitación del gobierno para más actividades y vacunación en crecimiento asoman por estas horas algunas buenas ilusiones de cara al futuro inmediato y en particular el próximo verano marplatense. El hito a la vista es octubre, con mejor clima y otro fin de semana largo clave, cuando se esperan señales claras para determinar posibilidades reales de una recuperación sostenida para una industria que llegará a la temporada alta con varias bajas.

Fuente: La Nación

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