Pasados ya veinte años del mayor atentado terrorista en suelo estadounidense -el ataque a las Torres Gemelas, que causó miles de víctimas y una dura respuesta del gobierno de Estados Unidos-, escritores y ensayistas elaboraron a su modo el trauma que representó ese acontecimiento en la sociedad. Para muchos, el 11-S significó el final del “sueño americano” y la perturbadora entrada al nuevo milenio. Narradores y ensayistas como Don DeLillo, Thomas Pynchon, Naomi Klein, Noam Chomsky, Jonathan Franzen, Martín Amis y Ken Kalfus intentaron dilucidar los sentidos del 11-S. “Sufrir un daño significa que uno tiene la oportunidad de reflexionar sobre el daño, de darse cuenta de cuáles son sus mecanismos de distribución, de enterarse de quién otro es víctima de fronteras permeables, violencia inesperada, desposesión y miedo, y de qué manera”, escribió la filósofa estadounidense Judith Butler en Vida precaria. El poder del duelo y la violencia (Paidós), que compila cinco ensayos escritos después del 11-S.Don DeLillo es uno de los escritores estadounidenses que mejor captó la atmósfera de duelo y desasosiego del 11-S en “El hombre del salto”“La literatura post-atentado a las Torres Gemelas se puede pensar de muchas maneras -dice la escritora e investigadora Julia Kornberg, desde Nueva York-. Por un lado, están las respuestas claras, quizás más unidireccionales, de representación del horror por el horror mismo. Las más inmediatas son un género interesante, porque nos permiten ver la formulación de preguntas antes de que el discurso estuviera establecido, solidificado. Martin Amis dijo: ‘Después de un par de horas en sus escritorios, en el 12 de septiembre del 2001, todos los escritores de la tierra estaban considerando con displicencia un cambio ocupacional’”.Portada de “Mi año de descanso y relajación”, de Ottessa Moshfegh (Maqueta/)Para la autora de Atomizado Berlín (Club Hem), es difícil pensar el modo en que cambiaron ciertas formas y preguntas en la literatura después de los atentados. “A partir de algo que señala Slavoj Žižek en Bienvenidos al desierto de lo real, creo que podríamos pensar que hay un cambio en el discurso general de los EE.UU. que se empalma con el de la caída de la Unión Soviética. Ahí, si antes el enemigo ideológico era el comunismo, la bestia geográfica y nuclear, ahora pasa a ser el terrorista oculto, la posibilidad de un nuevo enemigo aterrador, cruel y (casi) invisible. A esto se le suma quizás un refuerzo de las tecnologías de vigilancia de la mano de internet y una respuesta de los sectores más progresistas respecto a las políticas de la identidad, sobre todo a partir de los discursos de odio que surgen frente a lo árabe”. La novela de John Updike, Terrorista (Tusquets), lanzada en 2006, sigue los pasos de Ahmad, un joven musulmán estadounidense, que quiere convertirse en un terrorista suicida.Portada de “Al límite”, de Thomas Pynchon (Maqueta/)Kornberg destaca tres ficciones, disponibles en español. “Al límite (Tusquets), de Thomas Pynchon, publicada en 2013, trabaja desde el género policial las paranoias globales y los formatos de vigilancia -señala-. Es interesante porque, más allá del genio de Pynchon, renueva el artefacto detectivesco a partir de la renovación de las tecnologías que, además, son las que dieron pie para llevar a cabo los abusos de poder que devienen de la ‘Ley Patriótica’. Por otro lado, en 2018, Ottessa Moshfegh publica Mi año de descanso y relajación (Alfaguara), una novela sobre una chica hermosa, millonaria y sofisticada que pasa todo el 2001 tomando antidepresivos y durmiendo. Trabaja muy bien la imposibilidad de la que habla Amis, al mismo tiempo en que la vuelve un testimonio generacional y marca, con la edad y la clase sociocultural de la protagonista, varias de las postas generacionales para los millennials más adultos o los más jóvenes de la generación X; el ennui post-9/11 se vuelve, en Moshfegh, un principio constructivo”. Un último caso señalado por la escritora argentina es el de Teju Cole, “un crítico de arte, escritor y fotógrafo que escribió una novela hermosa llamada Ciudad abierta (Acantilado); como un discípulo de W. G. Sebald, el narrador nigeriano recorre la ciudad de Nueva York y va haciendo resurgir, a partir de elementos que ve caminando, instancias de la historia de la ciudad particularmente sangrientas y violentas”.El escritor argentino Hernán Vera Álvarez reside en Miami desde hace décadas (Maj Lindström/)En estos días, el escritor y profesor argentino residente en Miami Hernán Vera Álvarez publicó su segunda novela, Los hermosos (SED), donde se narra la jornada del 11-S y sus consecuencias desde el punto de vista de los inmigrantes que viven en Estados Unidos. El atentado no solo cambió las condiciones de vida en Nueva York, sino también en otras ciudades estadounidenses y el mundo entero.Portada de “Los hermosos”, de Hernán Vera Álvarez“El atentado a las Torres Gemelas despertó viejas obsesiones que venían dormidas gracias a los dos gobiernos exitosos del demócrata Bill Clinton -dice Vera Álvarez a LA NACION-. En política internacional, la administración republicana de George W. Bush aprovechó para armar más conflictos bélicos en Medio Oriente. Puertas adentro, debido a que la economía se contrajo rápidamente, y con la excusa del terrorismo, los controles de seguridad se hicieron más opresivos y avivaron la paranoia, resabios de la Guerra Fría, en la sociedad norteamericana. En ese panorama, los inmigrantes se volvieron el target favorito para cargarles la culpa de todos los males del país”. Basta recordar algunas historias de detenidos en la prisión de Guantánamo para acordar con esta afirmación del autor argentino.En 2001, Vera Álvarez era un veinteañero indocumentado. “Ese 11 de septiembre me agarró trabajando en un astillero en Fort Lauderdale -recuerda-. Vivía con otros extranjeros en un minúsculo departamento en Miami. Si nuestra situación era de por sí frágil, después de esa jornada todo se complicó profundamente. Los hermosos retrata ese momento de la historia en un grupo de inmigrantes. Cómo se vieron afectados y qué posibilidades tomaron para salir adelante. El derrumbe de las Torres Gemelas ocurrió en Nueva York pero hizo metástasis en cada rincón de Estados Unidos. Me pareció interesante mostrarlo en una ciudad como Miami asociada a millonarios, frivolidad y cierta calidad de vida. A estas alturas, París y Miami son dos suburbios de la Argentina. Por eso la novela cuestiona la noción de ‘sueño americano’ y lo que en verdad deseamos”. Su primera novela, La librería del mal salvaje, gano el Florida Book Awards en 2019.Portada de “Un trastorno propio de este país”, recomendable novela de Ken Kalfus En la biblioteca del 11-S sobresalen novelas que encuentran en la jornada del 11-S un lúgubre telón de fondo o motor narrativo. En El hombre del salto (Seix Barral), Don DeLillo (autor que fue considerado profético por sus elucubradas tramas que combinan terrorismo, contraterrorismo, armamentismo y vigilancia estatal y paraestatal) elige a dos protagonistas: un sobreviviente del atentado y un aspirante a “mártir”. Un trastorno propio de este país (Tusquets), del narrador y periodista neoyorquino Ken Kalfus, es una comedia negra protagonizada por una pareja -Joyce y Marshall- tocada por la suerte de no morir en una de las torres o a bordo de uno de los fatídicos vuelos (aunque cada uno de ellos piensa que el otro ha muerto). En Windows of the World (Anagrama), el escritor francés Frédéric Beigbeder narra en paralelo dos hechos: uno se desarrolla minuto a minuto la mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando el agente inmobiliario Carthew Yorston llega con sus hijos a desayunar en el restaurante Windows of the World, en el piso 107 de la torre norte del World Trade Center; el otro episodio tiene lugar meses después, cuando el autor decide escribir, desde el café parisino Le Ciel de Paris, una historia de supervivencia de uno de los eventos más funestos de la historia contemporánea: el 11-S.

Fuente: La Nación

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