Las cifras del parte diario de muertos por coronavirus lo anticipaban desde hace meses de manera impiadosa: la Argentina, inevitablemente, iba a perforar la barrera de los 100.000 fallecidos y se acercaba una cobertura que nos interpelaba.¿Cómo dimensionar la tragedia que representa la muerte de 100.000 argentinos? Humanizar el número de víctimas no era solo un desafío periodístico. Era, sobre todo, un deber.En nuestro país no se conocen las identidades de los muertos por coronavirus, por lo que era imposible consignar sus nombres y apellidos. Nos propusimos, entonces, representar a cada uno de ellos de manera simbólica.ESPECIAL. La dimensión de una tragedia que aún no terminóA la hora de elegir historias, pensamos en aquellas familias diezmadas, en las que el virus se cobró más de una vida. Entendimos que en esos hogares se reflejaba el dolor en su máxima expresión.Ambas ideas derivaron en una producción especial en la que buscamos transmitir la inmensidad de un drama que aún no terminó. Pablo Loscri y su equipo de Nuevas Narrativas Digitales lograron desarrollar una pieza visual en la que, desde la primera víctima hasta la última, las 100.250 fueron representadas por medio de estrellas con las fechas de sus partidas a lo largo de este año y cuatro meses de pandemia.Para que la experiencia sensorial fuera completa, un sonido irrumpía cada vez que se pasaba la marca de 10.000 muertos. En los tramos más trágicos de la cronología, los momentos en los que se disparó en el país el número de fallecidos, el sonido se tornaba estremecedor.Cada estrella representa una vida perdida durante la pandemia en la ArgentinaAcercarnos a familias devastadas en distintos puntos del país, en algunos casos con más de cuatro integrantes muertos, tampoco era una tarea sencilla. Con su sensibilidad característica, el periodista Federico Acosta Rainis logró entrar en esas casas de tristeza infinita. Los deudos nos permitieron publicar la identidad de sus seres queridos y nos aportaron fotos de tiempos felices, cuando nada hacía suponer que el virus se iba a ensañar con ellos con semejante crueldad.Ver un mismo apellido en más de una estrella fue realmente impactante. Conocer las historias detrás, aún más: desde un padre y su hijo que fallecieron el mismo día hasta un matrimonio que no pudo conocer al nieto que estaba por nacer.El miércoles 14 de julio, la Argentina atravesó el umbral más temido, al que solo llegaron otros diez países en el mundo hasta el momento. Apenas se difundió el parte epidemiológico, cerca de las 17, se publicó en la web de LA NACION este contenido que empezamos a delinear hace meses. Al día siguiente, se reflejó en el diario impreso con una portada histórica con fondo negro que logró informar, conmover y rendir homenaje a los que ya no están. Ana Gueller y su equipo de Diseño lo hicieron posible.En rigor, se trató de una sobretapa inédita que envolvió la edición del día, en la que decenas de páginas abordaron la noticia desde múltiples perspectivas: análisis políticos, balances de la gestión de la crisis sanitaria, evaluación del proceso de vacunación, testimonios de quienes vivieron de cerca el horror y perspectivas de futuro en un mundo que ya no será el mismoHistórico. La sobretapa que envolvió la edición del día cuando se superaron los 100.000 muertos por coronavirus.En determinadas coberturas, no alcanza solo con el profesionalismo o la dedicación de periodistas, fotógrafos, diseñadores y programadores. La empatía marca el camino, y esa fue la premisa desde el inicio de este proyecto.Tras la publicación de la producción especial por los 100.000 muertos, las repercusiones empezaron a llegar a nuestros celulares. Valoramos cada mensaje de colegas, conocidos y amigos. Pero sobre todo nos reconfortaron aquellos enviados por familiares de víctimas, que nos manifestaban su agradecimiento por el respeto y la emotividad de la propuesta. Nada para agradecer. Era nuestro deber.

Fuente: La Nación

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