Julio Cortázar escribió: “En algún lugar debe de haber un basural donde están amontonadas las explicaciones”. Cualquiera que sea la explicación que pueda darse, nadie puede calificar precisamente de exitosa la gestión del gobierno argentino para implementar un plan de vacunación. Solo el 3,6% ha sido inmunizado y hay mucha gente, especialmente personas mayores, que no sabe cuándo recibirá su segunda dosis.Como agravante, la responsabilidad política por la depravada actitud de sustraer dosis para aplicárselas a funcionarios y amigos del poder de turno fue gestionada en el mero nivel del discurso insustancial. Un liderazgo ejemplar jamás se escudaría en los morosos y poco transparentes procesos judiciales para apostar al olvido y taparlo con cualquier otro tema que atrape la atención de los ciudadanos.Cada una de esas “picardías”, que no fueron tales, sino actos de clarísima corrupción en el manejo de recursos públicos, equivalió directamente a una muerte que habría podido evitarse. Cuando eso ocurrió, el país había recibido muy pocas dosis, suficientes para inmunizar apenas a una pequeña ciudad. No se birlaron recursos abundantes, sino demasiado escasos.Esos antecedentes habrían aconsejado algo de prudencia o de dignidad. Pero el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, hizo política demasiado elemental al criticar al expresidente Mauricio Macri por haberse vacunado en los Estados Unidos, donde varios estados han tomado la pragmática decisión de inmunizar prácticamente a cualquiera que se lo pida.Todo parece indicar que a las autoridades sanitarias norteamericanas no les interesa gran cosa si una persona reside en su país de manera legal, permanente o transitoria, pues si ya ha ingresado y circula puede contagiarse y contagiar. Es así de sencillo: el virus no verifica la condición migratoria de nadie.Por otro lado, ciudades como Miami están recibiendo una cantidad inusual de visitantes, lo que hace que el nivel de actividad económica haya aumentado considerablemente. Con toda seguridad, los mayores ingresos por el “turismo vacunatorio” han más que compensado el costo de esa aparente generosidad con los extranjeros.La crítica del funcionario referida a los que viajan para vacunarse es descabellada. Alguien que con sus propios medios soluciona su necesidad en todo caso tendrá que dar las explicaciones al país que visita, si es que se las piden, no a la República Argentina, que ha logrado vacunar a un porcentaje ínfimo de su gente. Por lo pronto, el jefe de Gabinete de la Nación debería agradecerle por permitir que él destine a una persona que no puede viajar la dosis que le hubiera correspondido a un “privilegiado”. El funcionario parece tener un curioso concepto de la igualdad, según el cual la frustración de alguien (debido a la ineficiencia de las autoridades) obliga también a padecerla a quien está en condiciones de evitarla.Semejante razonamiento implica afirmar que no existe el derecho de procurarse el propio bien ni siquiera cuando, al hacerlo, no se perjudica al prójimo, sino que, al revés, se lo beneficia, y cuando se exime de ocuparse de ciertas personas a un gobierno que no ha logrado ni siquiera atender a los más vulnerables.
Fuente: La Nación