La disponibilidad de agua en el suelo siempre es un tema crítico. A veces, los tiempos apremian y no se puede respetar la realización de un muestreo, el envío al laboratorio y la espera de los resultados.
Por eso, desde el área de suelos de INTA Coronel Suárez, el equipo de suelos, liderado por Alberto Quiroga, diseñaron un método de estimación que le permite al productor determinar la humedad del suelo, de manera manual y muy rápidamente. 
Gracias a esta posibilidad se pueden ir tomando algunas decisiones generales, como planificar un cultivo con un rinde medio a bueno y poner en marcha el resto de la tecnología: genética, control de malezas, prever enfermedades y nutrición,  mientras se espera el resultado final de los análisis de suelo. 
Primero, hay que proceder a la estandarización. 

Familiarizarse al tacto con tres tipos de suelos de textura diferente y los más comunes en la Región Pampeana: arenosos 80%-90% (textura gruesa), francos 40%-50% (textura fina) y suelos de textura intermedia, entre los intermedios. 
Reconocer los suelos en seco (diferencias texturales) y luego en tres estados de humedad, correspondientes a 0, 50 y 100% de agua útil.

Al tacto, groseramente, destacan los expertos, los suelos arenosos se comportan es como tocar granos de arroz; un suelo franco, de textura media, como polenta, y un suelo fino como harina o maicena”
Luego de esta identificación generalizada, hay que sacar muestras con barreno cada 20 centímetros hasta la tosca y calcular cuántos milímetros de agua tiene cada capa y obtener el volumen total en el perfil.
A modo de ejemplo, “lo importante es reconocer al tacto, los distintos contenidos de limo, arena y arcilla. Un suelo arenoso que puede retener -en 1 metro de profundidad- 60 milímetros de agua”, dicen desde el área de suelos, para tener como parámetro.
 

Fuente: InfoCampo

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