MAR DEL PLATA.— Tambalean en lo alto de la medianera este las letras desalineadas del mismo cartel que en una fotografía, brillante e iluminado, muestra Ana Menester de aquellos días de las décadas del 80 y mediados de los 90, cuando como empleada vivió el cierre y principio del fin del Chateau Frontenac, un hotel de lujo y una de las joyas arquitectónicas de la ciudad que hoy exhibe desidia y hasta riesgo de convertirse en escombros.El hotel, en su época de esplendor (Mario Fabelli/)El emblemático edificio de la esquina de Alvear y Bolívar, de sin igual vista a todo el complejo Bustillo, tiene hoy sus revoques derruidos, las ventanas de madera salidas de los marcos y pendientes de bisagras corroídas por el aire del mar y tejas que llueven de las alturas, cada vez más a medida que el techo cede se curva por los tirantes de madera que se pudren y quiebran.Esa triste postal de abandono se eligió como epicentro para la denominada Jornada de Visibilización del Estado de Bienes de Valor Patrimonial convocada por la Defensoría del Pueblo de General Pueyrredon, profesionales de la arquitectura y el turismo e instituciones vinculados al cuidado y defensa de estos inmuebles, todos alcanzados por normativas de protección pero también expuestos a un final si no hay un plan de preservación adecuado.Pelé con Zito, en la primera visita del Santos de Brasil a Mar del Plata (Archivo General de La Nación/)Eduardo Agüero, presidente del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires–Distrito IX, dijo a LA NACION que se está pidiendo un debate urgente y profundo sobre lo que se puede hace con estas propiedades, algunas centenarias de la Belle Epoque y otras de diseño más moderno. “Hasta ahora no hemos sido exitosos en el objetivo pretendido”, dijo, sobre algunas que son víctimas del deterioro y también otras que, con algunos gestos de preservación, quedaron envueltas en medio de desarrollos inmobiliarios no tan felices.Sputnik V: por qué la vacuna rusa no se aprueba en Estados Unidos y EuropaEsta convocatoria a sectores comprometidos con la defensa del patrimonio arquitectónico de la ciudad se hizo la semana pasada frente al Chateau Frontenac, que cerró en 1994 y su última trascendencia pública fue hace pocos años, cuando su deteriorado interior fue un escenario ideal para dar forma a una suerte de conventillo ocupado por personas en situación de calle para el rodaje de “Animal”, una película que protagonizó Guillermo Francella.Aquella imponente casona se construyó a comienzos del siglo pasado a pedido de Antonio Leloir para quien era su esposa, Adela Unzué. De la obra se hizo cargo Adán Gandolfi y tuvo algunas reformas, una de ellas a cargo de Alejandro Bustillo, responsable del complejo que alberga los edificios del Casino Central y ahora NH Provincial. Venta mediante a la familia Mazmorro, se convirtió en un hotel de lujo.La casona se construyó a comienzos del siglo pasado a pedido de Antonio Leloir para quien era su esposa, Adela UnzuéEl hotel cerró en 1994 (Mauro V. Rizzi/)“Esa araña de vidrio, iluminada e imponente, era inolvidable”, cuenta Menester, que recuerda haber sido despedida el 31 de agosto de 1994, en coincidencia con el cierre del hotel. “Aquí paraba Mirtha Legrand, hasta Pelé estuvo”, resaltó sobre el prestigio y lujo que tenía el establecimiento en el que había trabajado desde 1986.Hace cinco años trascendió un proyecto para construir en esa esquina un par de torres de 13 pisos de altura, propuesta que preservaría el frente original del que nació como Chalet Leloir. Reclamos de vecinos y planteos judiciales congelaron la iniciativa. Ya no hay carteles de la obra y solo sobreviven protecciones en todo el perímetro ante riesgo de desmoronamientos o caída de mampostería.La advertencia de los preservacionistas alcanza también a otros inmuebles que están cada vez más dañados en su infraestructura y sobre los cuales pesa la sombra de proyectos inmobiliarios —torres de departamentos— que amenazan con llevarse casi todo lo que de ellos queda en pie. Suman otros como Villa Marina, Villa Titito y Las Brisas, entre tantos. “Son bienes únicos e irrepetibles que se llevan un pedazo importante de la historia de la ciudad”, dijo Fernando Rizzi, uno de los defensores del Pueblo de la comuna.El partido de General Pueyrredon tiene desde hace casi tres décadas la ordenanza 10.075 que vela por la preservación de los inmuebles de valor patrimonial (Mauro V. Rizzi/)Acudieron también a este llamado representantes del Colegio de Profesionales del Turismo de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Asociación Marplatenses Defensores del Patrimonio Arquitectónico y Urbano, Carreara de Turismo de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales-UNMdP, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo-UNMdP y Facultad de Arquitectura de la Universidad Atlántida Argentina, y Maestría en Gestión e Intervención del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de Faud, además de vecinos que acompañaron el reclamo.El partido de General Pueyrredon tiene desde hace casi tres décadas la ordenanza 10.075 que vela por la preservación de los inmuebles de valor patrimonial. “Los resultados que se ven no han sido satisfactorios”, reconoce Agüero, disconforme con la suerte corrida por los edificios intervenidos o tapiados, como es el caso de alguno de los últimos nombrados.Detalles del Chateau Frontenac (Mauro V. Rizzi/)“No hay demolición de bienes patrimoniales pero a veces se aprueban proyectos que ahogan las características particulares del inmueble que se pretende defender”, señaló Agüero, y citó algunos casos de desarrollos inmobiliarios que avanzaron sobre propiedades protegidas, de las cuales solo sobrevivieron la fachada o alguna dependencia más. “Venimos pidiendo la conformación de una comisión honorífica entendida en el tema que nunca se formó en casi 26 años que tiene la ordenanza municipal vigente”, recordó.Además, reclamaron que tanto el sector privado como el Estado compartan un esfuerzo conjunto para salvaguardar los bienes patrimoniales. “Se pierden inmuebles históricos, paisajes de época irrepetibles”, dijeron frente al Chateau Frontenac que, en poco más de un cuarto de siglo, pasó de la vigencia y el lujo al encierro, las paredes agrietadas y un incipiente goteo de ladrillos de sus cada vez más endebles paredes.
Fuente: La Nación