Cuando se demoran las decisiones porque no se explica con claridad cuál es el rumbo por seguir, el Gobierno apela a un curioso mecanismo: anunciar la creación de una mesa de diálogo. La táctica es simple. Llama a las personas con las que quiere conversar, los hace hablar, los organiza en comisiones y enfría los reclamos. Días después se olvida de lo que se habló allí y decide por su cuenta.Esto es lo que está ocurriendo con la Cadena Agroindustrial Argentina (CAA), el agrupamiento en el que confluyen unas 61 entidades y cámaras de la actividad, que esta semana se volvió a reunir con el presidente Alberto Fernández.El CAA había presentado una propuesta para elaborar un proyecto de ley agroindustrial que le otorgue estabilidad fiscal a la actividad por un lapso de diez años con el propósito de incrementar las exportaciones en US$15.000 millones anuales, sin descuidar el mercado interno, y generar unos 700.000 puestos de trabajo. Todo, sin solicitar subsidios.Nicolás Pino buscará sumar a la Rural al Consejo AgroindustrialCon inteligencia, el CAA fue llevando su iniciativa a todo el arco político del oficialismo, incluida la vicepresidenta Cristina Kirchner, a las fuerzas de la oposición y a varios gobernadores. También se formaron comisiones con representantes del gabinete económico para acordar un proyecto común y, en los puntos que se pudiera, avanzar en medidas concretas. Esto último se había logrado en cuestiones burocráticas que todavía mantiene el Estado en el comercio exterior y el temas de logística.Sin embargo, los propios coordinadores del CAA empezaron a observar que el proyecto se demoraba, que sus propuestas en temas como los derechos de exportación a los productos de las economías regionales no eran tomados del todo en cuenta.“Está en vía muerta”, dijo el presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, José Martins, sobre el proyecto de ley, durante una conferencia de prensa con los medios especializados del sector el martes pasado. Ese día, el CAA le solicitó una audiencia al Presidente.Esta vez, Alberto Fernández reaccionó con rapidez y, al día siguiente, recibió a un grupo de referentes del CAA y, básicamente, les prometió una mesa de diálogo y que él seguía interesado en impulsar la ley para la agroindustria. Aunque no lo parezca, es la misma persona que hace poco más de dos semanas anunció el cierre de las exportaciones de carne por 30 días con el argumento de que eso permitirá bajar los precios de los cortes vacunos en el consumo interno. En otras palabras, si consigue aprobar la propuesta del CAA estaría promoviendo una ley contra sí mismo.Mientras tanto, el Gobierno aplica otra táctica para mantener sus decisiones y hacer creer que dialoga: correr el arco. En las negociaciones con la industria frigorífica un día se habla de aumentar el volumen de carne a precios populares, otro de cupos y el restante, de restringir ciertos cortes. De esa forma, la cadena productiva, no puede planificar, organizarse ni saber si se va a achicar o a expandirse. Nada que pueda ser previsible.En el exterior, sacan partido de este retroceso argentino. Lo demostró esta semana el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuando afirmó que él no tomaría una medida como la adoptada por el gobierno argentino porque estaba en contra de la intervención en los mercados. No hay una gran novedad en la expresión de Bolsonaro, dada su configuración política que abreva en el nacionalismo y en el liberalismo. En Brasil, lo relevante es que quienes están en posiciones ideológicas y políticas opuestas a Bolsonaro como los expresidentes Fernando Henrique Cardoso o Lula da Silva tampoco frenan las exportaciones de carne. Más aún, gracias a la coherencia estratégica que ha sabido mantener Brasil, pese a las diferencias políticas de sus gobernantes, el país se convirtió en el principal exportador de carne vacuna con empresas nacionales que lideran el mercado global.Se dirá que en el socio mayor del Mercosur el precio de la carne vacuna no es un asunto de alta sensibilidad política. Pero, como explican, los economistas, en Brasil, Paraguay o Uruguay, solo por citar a las naciones vecinas también líderes en la producción de carnes, la inflación que tienen en un año aquí se registra en un mes.En definitiva, otra vez, el origen de los aumentos de precios, como intentan explicar hasta el cansancio en la cadena, está en los desequilibrios macroeconómicos. El Gobierno se siente cómodo echándole la culpa a la industria o la producción acusándolos de que prefiere exportar en vez de vender en el mercado interno. Es el discurso al que apela para que sus votantes no le reclamen lo que debería hacer. Mientras tanto, se van perdiendo las oportunidades para desarrollar una política de mediano y largo plazo que atienda a todas las partes del mercado.

Fuente: La Nación

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