Tiene un don para escuchar los sonidos de la naturaleza. Ciego de nacimiento puede identificar tres mil sonidos de aves por su cantar. Trabaja registrando emisiones de la vida silvestre. Y graba conciertos invisibles.Nacido en Uruguay, hace 35 años, publicó más de 12 obras sonoras. Y recorre América para grabar lo que pocos se detienen a escuchar. Estudió en Brasil, con un curador de sonidos neotropicales de la Universidad Estatal de Campinas. Además, trabajó en Chile, Ecuador, Colombia, Paraguay y Estados Unidos. Es colaborador de la biblioteca Macaulay, el registro de sonidos de la naturaleza más importante del mundo.Los sonidos de la selva Atlántida fueron registrados por Juan Carlos CulassoEn Argentina, Juan Pablo Culasso grabó los sonidos de la selva y de las Cataratas del Iguazú. También los sonidos de las playas de cantos rodados, en Ushuaia. Su incansable búsqueda del universo sensitivo lo llevó hasta la Antártida para registrar la emisión sonora del contienen blanco: icebergs, pingüinos, elefantes marinos, olas, viento… registro una vasta fotografía sonora en el continente blanco.Eso no es todo. Por su habilidad para captar los sonidos de los pájaros fue distinguido como un Supercerebro por la National Geographic.Juan Pablo Culasso, ciego de nacimiento registra los sonidos de la naturaleza (Picasa/)Es que Juan Pablo hizo de la ausencia de visión una virtud. Su lema es “el cielo es el límite”.“Yo nací ciego. La vista no me hace falta. Cada experiencia la puedo aprovechar más porque todos mis otros sentidos están ahí, presentes. No me cuesta construir un paisaje sonoro”, sostiene.Juan Pablo Culasso graba los sonidos de la naturalezaSu exploración del mundo es transversal. Y trabaja para oír los matices de la naturaleza que no puede ver. Pero sí puede identificar miles de sonidos distintos de aves. Su enorme registro abre caminos: es precursor en la primera ruta de aveturismo para personas con discapacidad visual, en Colombia. Y eso lo llevó a convertirse en guía, a ojos cerrados. Pero no solo para personas que no pueden ver. También para aquellos que buscan explorar a través de sonidos.Sonidos de la selvaEn Argentina grabó los sonidos las Cataratas del Iguazú, en un registro sonoro promovido por el hotel Awasi. Visitó la selva atlántica durante el día, al amanecer y al atardecer. Registró sonidos de aves específicas, del tucán de pico verde, del pepitero verdoso, del bailarín azul. Los sonidos del agua, y de la garanta del Diablo.Juan Pablo Culasso trabaja en la biblioteca sonora más grande del mundo“No entiendo eso del verde, el azul, el amarillo. Entiendo es que hay una orquesta musical relacionada un sonido de las aves. Para mí la naturaleza no precisa de la música que inventamos, la naturaleza hace música por sí misma. Cuando la selva quiere o la dejamos ella revela su música”, sostiene.“Todo el mundo describe Iguazú como un lugar de paisajes deslumbrantes, pero deja de prestarle atención a los sonidos, y es una pena porque tiene un patrimonio sonoro único en el mundo”, afirma Juan Pablo, quien asegura que Iguazú suena totalmente diferente a otras selvas, incluso a otras zonas de bosque atlántico.Amanecer en Iguazú, uno de los registros sonoros de CulassoSu principal diferencia son los amaneceres. “Son amaneceres muy vivos, con muchísima variedad de aves. Muchas más que en otras zonas vecinas del bosque atlántico”. ¿Por qué? Por su la latitud.“Río de Janeiro, por ejemplo, es más tropical, los días y las noches duran más o menos lo mismo, la temperatura es siempre similar. En cambio, en esa región de la provincia de Misiones el invierno es relativamente largo y frío y, en primavera y verano, los pájaros dicen vamos a cantar hasta que no podamos más. Y eso es lo que yo descubrí en Iguazú, una magia preciosa”, sostiene.Los registros de las Cataratas de Iguazú fueron promovidos por Awasi (LUCIANO BACCHI/)A través de la página de Soundcloud de Awasi, se pueden oír 68 grabaciones, con sonidos de las Cataratas del Iguazú, pero también oír los atardeceres en las Correderas del Ñandú, sentir cómo se aproxima la tormenta por el río Paraná o asistir a los conciertos nocturnos de la selva atlántida.
Fuente: La Nación