Cuenta la tradición que los sopladores de vidrio de Murano (Venecia) se quejaban porque los comerciantes no retribuían bien su esfuerzo de soplar piezas de cristal que vendían luego, por fortunas, en las cortes europeas. Cuando los sopladores dejaron de trabajar, recién entonces aquellos que creían poder sustituirlos con facilidad advirtieron la complejidad de su tarea. No era solo “soplar y hacer botellas”.Ante la pandemia del Covid-19 se ha puesto de manifiesto la dramática diferencia entre los países desarrollados y el resto, en cuanto a la disponibilidad de vacunas. Como alternativa, la India y Sudáfrica propusieron una suspensión temporal de esas patentes para ampliar la producción y saldar el desequilibrio. La adhesión del gobierno de los Estados Unidos ha impulsado esa iniciativa en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ello requeriría modificar el Acuerdo sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (TRIPS, por su sigla en inglés), adoptado por los países miembros de la OMC.Pero, como el caso de los sopladores de Murano, no se trata de soplar y hacer vacunas. La suspensión no es una llave mágica para acceder a un gran stock de vacunas listas para distribuir. Es una llave de un depósito vacío que solo contiene un anaquel con documentos técnicos, bien distantes aún de los productos finales. Como si los sopladores hubiesen descripto en un memorándum la forma en que lo hacen. ¿Bastaría leerlo para soplar como ellos? Faltaría acceder a su know how aunque los venecianos no supieran decirlo en inglés.Irregularidades en las vacunas. Muertos que reciben turnos y dosis que no lleganLa urgencia actual no se soluciona con acceso a registros de patentes, sino con la disponibilidad inmediata de vacunas terminadas. El mundo no enfrenta un obstáculo legal, sino de restricciones fácticas, impuestas por la realidad: la complejidad productiva; los cuellos de botella en insumos y materias primas; las aprobaciones sanitarias para evitar riesgos a la población; los protocolos de traslado, conservación y aplicación y, también, la ineficiencia, la política y la corrupción, como bien sabemos.El proceso de fabricación de vacunas tiene tal nivel de complejidad que solo pueden transitarlo quienes cumplen con máximas garantías de calidad, eficacia y seguridad. Una de las más utilizadas contiene más de 260 componentes provenientes de 30 países. Los estudios clínicos tienen costos muy elevados que requieren grandes espaldas para costearlos a riesgo.Tan complejo es el proceso que, por primera vez, se han desarrollado acuerdos de cooperación entre competidores para hacer posible, uniendo fortalezas, la disponibilidad de vacunas con una velocidad que nadie se hubiera imaginado. Por ejemplo, Pfizer/BioNtech; AstraZeneca/Oxford; Cure Vac/GSK o Moderna/Lonza. Y la tercerización en plantas con tecnología de punta, bajo la supervisión de los innovadores, como el laboratorio argentino mAbxience, con experiencia en anticuerpos monoclonales, que elabora el principio activo para Astra Zeneca.Estos acuerdos son posibles por existir derechos de propiedad intelectual que aseguran aportes recíprocos, incluyendo la transferencia del indispensable know how y las responsabilidades de cada uno. Si no hay patentes, “lo que es de todos no es de nadie” y lo que es de nadie se depreda y se abandona.Las vacunas no son drogas sintéticas, sino productos biológicos que requieren pruebas muy complejas para lograr las autorizaciones de copias (biosimilares). Ello es muy difícil para laboratorios sin la colaboración de los “inventores”. Esto es también aplicable a las eventuales “licencias obligatorias” o autorizaciones para fabricar, logradas no mediante acuerdos con los innovadores sino por ejercicio de una facultad legal, forzada en forma unilateral.Por otro lado, este tema debe ser analizado con una visión de largo plazo. Sin patentes, ninguna de las vacunas de mayor efectividad estaría hoy disponible. El ARN mensajero (el código genético de los virus) es resultado de una larga y costosa investigación previa a su actual utilización, hecha durante años, para otras aplicaciones. Ningún laboratorio invertiría en fármacos que, por su éxito en pandemias, pudiesen luego sufrir la pérdida de patentes en razón de un “interés público”. La investigación debe ser un proceso continuo, que no debe afectarse con medidas de corto plazo: el Covid-19 tiene mutaciones y, si las patentes se suspendieran, se paralizaría la investigación para adaptar las vacunas actuales, según esas variaciones.La canciller alemana, Angela Merkel, tomó una posición clara y práctica al respecto: la solución radica en una pronta disponibilidad de vacunas por parte de los países que las han acumulado, como los Estados Unidos, y no suspendiendo las patentes, que son la culminación de esfuerzos innovadores.Vacunas contra el Covid-19: la Ciudad anunció la siguiente etapa, para personas de 55 a 59 añosMerkel, quien creció bajo el régimen comunista, vio el fracaso del marxismo en Alemania Oriental. La colectivización de los bienes de producción implica la extinción del impulso inventivo, propio del capitalismo y su reemplazo por la abulia burocrática. Desde 1949 hasta 1990, el comunismo solo dejó allí fábricas obsoletas, teléfonos de baquelita y automóviles destartalados. La reunificación fue posible gracias a Alemania Occidental que asumió su transformación con vocación patriótica y potencia económica.No debe frenarse la locomotora de la innovación que funciona gracias a los derechos de propiedad, incluyendo la propiedad intelectual. El esfuerzo debe hacerse a nivel de acuerdos entre naciones, con aportes de fondos y eliminación de restricciones para hacer compatible el incentivo de las patentes, con equidad en el acceso a sus frutos: las vacunas. Es de interés global alcanzar la inmunidad de rebaño en todo el planeta; de lo contrario, el virus continuará acechando.Pero la Argentina tiene otros problemas de su propia factura, que no se resuelven con la liberación de las patentes. La ideología ha impedido acceder a millones de vacunas que ofrecía Pfizer; la corrupción ha facilitado el robo de partidas; la ausencia de ética, la proliferación de vacunados VIP y, la ineficiencia, ha sido causa del lentísimo proceso de aplicación de las pocas cantidades recibidas.

Fuente: La Nación

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