Un equipo del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación (GrInBiC) (INIBIOMA_CONICET) realizó un estudio para comparar las creencias que abundan en el sector ganadero sobre las aves carroñeras con lo que sucede realmente en esos ambientes.
“Pudimos corroborar que muchas de las percepciones de los productores no coincidían exactamente con lo que nosotros observábamos en el campo. Para esto recopilamos testimonios de productores mediante entrevistas y las contrastamos con observaciones metódicas en los campos de parición, donde se decía que ocurrían depredaciones a los corderos recién nacidos”, explicó Fernando Ballejo, becario post doctoral del CONICET y autor del estudio, a Agencia CTyS-UNLaM.
Las aves carroñeras son especies que se caracterizan por la ingesta de animales muertos. Dentro de un ecosistema, estas aves tienen el rol clave de mantener el ambiente libre de agentes patógenos y de evitar la proliferación de otros carroñeros que pueden ser peligrosos para el ganado, tales como perros asilvestrados.
Sin embargo, hay quienes creen que son verdaderos depredadores de crías de ganado, ya que durante los partos se puede ver una gran cantidad de jotes, caranchos, chimangos, águilas y cóndores en la zona cuando ocurren estos eventos, y en ocasiones se han registrado algunos ataques a corderos recién nacidos.
“También se dice que estas especies son plagas, sin considerar todas las variables que hacen que una especie sea percibida mucho más que antes”, añadió Ballejo y explicó que una mayor presencia de las aves en sitios rurales puede dar cuenta de que sus propios ambientes se vieron retraídos por actividades humanas.
El problema de las creencias es, sobre todo, el accionar que a veces desencadenan en consecuencia: “El hecho de percibir estos animales como plaga o peligro justifica su control y, por lo tanto, su persecución”. Pero de todas las formas de mitigación posibles, la más peligrosa es el uso de cebos tóxicos, como el carbofurán, que puede matar decenas de ejemplares de estas aves en una sola oportunidad.
“El uso de venenos puede afectar gravemente a la población de los cóndores, una especie que está amenazada y que tiene una tasa de crecimiento muy baja. Son animales que viven mucho, pero se reproducen muy poco a lo largo de su vida: pueden poner un huevo cada dos años, en el mejor de los casos”, amplió el investigador.
Durante el periodo de observación, los investigadores registraron cientos de pariciones y miles de ovejas. “Nos llamó la atención que, en el momento de la parición, aparecían muchos grupos de aves carroñeras en la zona, pero a medida que pasaban las horas fuimos notando que las interacciones reales entre los corderos y las aves eran muy pocas”.
En rigor, solo en seis oportunidades hubo ataques letales a las crías. “Esto es importante –profundizó Ballejo- porque el hecho de ver muchos jotes o caranchos da lugar a la creencia de que los encuentros letales son más frecuentes de lo que en verdad son”.
Además, el biólogo señaló que, cuando ocurren, los eventos letales implican muchas aves y tienen hasta seis horas de duración, por lo que, teniendo en cuenta esos datos, se pueden generar medidas de prevención no invasivas, como el hecho de hacer vigilancias regulares o utilizar perros protectores.
Los científicos pudieron contabilizar un mayor número de interacciones leves entre las aves carroñeras y los corderos, en las que las aves se posaron en las inmediaciones de la parición para comer la placenta que desprende la madre o molestar al cordero, pero en estos casos la madre alejaba a las aves con su cabeza, sin producir daños evidentes.
Según el estudio publicado en la revista Biological Conservation, la duración de los ataques letales da cuenta, por un lado, de la baja habilidad que tienen las aves carroñeras para matar una presa y, por otro, de que el estado del cordero o de la madre también podría explicar el ataque, ya que los más debilitados tienen menos facultades para ahuyentar a las aves.
Por otro lado, los investigadores encontraron que existe una mayor probabilidad de que ocurran este tipo de interacciones en pariciones sincronizadas, ya que en un mismo día pueden parir decenas de ovejas, muchas de las cuales pueden nacer muertas o débiles, atrayendo a las aves al lugar. Frente a esto, el estudio sugiere reforzar la nutrición de las madres para que las crías puedan desarrollarse en mejores condiciones.
A contramano de lo que las creencias podrían sugerir, contar con aves carroñeras en las inmediaciones de un campo pecuario permite que estas especies puedan desarrollar su rol de limpieza del ecosistema, beneficiando en consecuencia a los mismos productores.
“Este tipo de estudios son muy importantes porque les da voz y entidad a los protagonistas del conflicto. Son estudios interdisciplinarios que permiten tener una mirada más acertada de la problemática y, con eso, generar estrategias más acordes”, concluyó Ballejo.
Fuente: InfoCampo