El reloj marcaba las 16.05 cuando el plantel de Boca llegó a la Bombonera para enfrentar a Talleres. Los jugadores, incluso Carlos Bianchi, ingresaban al vestuario con el pecho inflado y se animaban a soñar con que San Lorenzo provocara un agónico desempate. “Me parece que nos quedamos concentrados hasta después de las fiestas”, comentaba Guillermo Barros Schelotto.Previo al partido, había cierto margen para el optimismo cuando se erigió sobre el campo de juego un muñeco gigante xeneize con la leyenda “el papá del siglo”, soltaron 4000 globos y le entregaron una plaqueta a Diego Cagna, que dejó Boca para jugar en Villarreal, de España.De repente, la tarde se empañó de tristeza cuando comenzaron a escucharse en las radios los goles de River. Las suspicacias tejidas antes del cotejo comenzaron a hacer su juego y la confianza de los jugadores fue devorada por la bronca, cuando les insinuaron que el partido entre San Lorenzo y River ya tenía “un resultado pactado”.El clima ya no fue el mismo dentro de la cancha. Los futbolistas eran consumidos por los nervios y eso influyó en el partido. La mente estaba puesta más en lo que pasaba en el Nuevo Gasómetro que en la Bombonera. Por todos lados se escuchaba “los jugadores están recalientes”.Ya en el primer tiempo, cuando River estaba ganando 2 a 0, Bianchi había decidido que los jugadores no hicieran declaraciones a la prensa. Los ánimos estaban caldeados y la lengua iba a ser difícil de domar.Finalmente, esa voz que provocó la bronca y la impotencia de los jugadores no se equivocó con respecto al pronóstico de la definición del campeonato: San Lorenzo sellaba el empate en el último minuto de descuento y River se quedaba con el título, lo que potenció aún más la ira de los futbolistas y el cuerpo técnico. Bianchi, como una ardilla, salió disparado hacia el túnel. “Yo me fui tranquilo. Lo que pasa es que una vez que terminó el partido tenía poco para hacer ahí”, dijo minutos más tarde en la conferencia de prensa.Los hinchas dejaron sus gargantas disfónicas para hacer oír su respaldo. Pero los jugadores sólo atinaron a levantar los brazos por unos segundos en señal de “gracias”.A la salida del vestuario, los gestos valían más que las palabras. El único que dejó una frase fue Rodolfo Arruabarrena: “Ahora hay que pensar en los nuevos objetivos. Boca peleó hasta el final y, para mí, a pesar de que no fue el campeón de este torneo, es el mejor equipo del año.”Los demás integrantes del plantel no abrieron la boca, aunque uno de ellos explicó el motivo: “Si hablamos ahora, podemos decir cualquier barbaridad. Mejor nos callamos.”El empate con Talleres parecía una anécdota. Hasta Mauricio Macri tuvo tiempo para la ironía: “Si sabíamos que San Lorenzo ganaba, Boca hubiera ganado seguro…”-¿Por qué lo dice?-… Porque la gente hubiera gritado un gol de San Lorenzo y la gente hubiera empujado al equipo…Leonardo Insúa

Fuente: La Nación

Comparte este artículo en: