Dos días como máximo, decían los especialistas, puede estar un ser humano sin bañarse. Más que neutralizar hedores, el agua y el jabón combaten las bacterias que se encuentran en la piel y en las manos, coinciden, que si las dejamos avanzar entrarán en el organismo toda vez que nos toquemos ojos, boca y nariz, causando infecciones tales como gripe y problemas de acné, entre otras. Sin embargo, la falta de espacios de socialización impactó en nuestra vida privada al punto de que en el encierro muchas personas dejaron de higienizarse a diario para hacerlo por partes (no el cuerpo completo), y dos o tres veces por semana. No estamos hablando de nuevos “ablutófobos” (gente con fobia o miedo irracional a bañarse o lavarse) sino de individuos que desterraron el rito diario por falta de motivación y desgano, o bien por considerar que ahorrando agua contribuyen a salvar el planeta. Uno de estos ecologistas de última hora coincidió en Inner Circle con una conocida, y el tema no vendría a cuento si no fuera que el match lo confesó abiertamente en el primer encuentro offline. No sabemos si lo usó para huir o si realmente se trataba de un sincericida, pero quién imagina la intimidad con alguien que ralea el aseo personal. Sin embargo todo indica que habrá que ir acostumbrándose, pues en el mundo que se viene lo normal será lo “natural”.Una encuesta realizada por YouGov durante el confinamiento de 2020 demostró que el 17% de los británicos había suspendido la ducha diaria, dato que animó a miles de personas en Twiter a confesar que estaban en la misma. Según el estudio, una cuarta parte se lava el pelo menos que antes y una tercera recicla la ropa del día anterior, como Heather Whaley, una escritora de Connecticut que en un artículo del New York Times admite haber reducido la ducha diaria un 20 % en el último año, después de hacerlo cada día durante casi toda su vida. “¿Lo necesito? ¿Quiero hacerlo? El acto de ducharse dejó de ser un hábito y se convirtió en una cuestión de hacer algo por mí misma, algo que disfrutaba” afirmaba la mujer de 49 años.Históricamente la relación de las personas con el agua ha sido cuestión social: hay que acercarse a otros y oler mal provoca rechazo, en consecuencia, aislamiento. Las duchas diarias son un fenómeno bastante nuevo, aseguraba al diario The Guardian el ecologista y escritor Donnachadh McCarthy. “Antes nos bañábamos una vez a la semana y nos lavábamos debajo del fregadero el resto de los días —las axilas y las partes íntimas— y eso era todo”, explicaba el hombre de 61 años. De adulto empezó a hacerlo con más frecuencia hasta que en 1992 visitó la selva amazónica y, viendo los estragos causados por la industria, entendió que sus hábitos diarios afectaban al medioambiente y a su propia salud. Idéntica postura adoptó el médico y profesor Robert H. Shmerling, que en un texto titulado Ducharse todos los días, ¿es necesario? reflexionaba acerca de las normas sociales de Occidente que no responden a criterios de salud, puesto que a contramano de lo que se pensaba originalmente, el sistema inmunológico sufre el exceso de limpieza. Para James Hamblin, profesor de la Escuela de Salud Pública de Yale, no existe sustento científico para usar jabón en la ducha todos los días. Hamblin, que dijo lavarse las manos varias veces a lo largo del día, se baña solo con agua, y ocasionalmente se moja y lava el pelo porque, asegura, bajar la frecuencia del aseo ayuda a preservar los microorganismos benéficos en la superficie de la piel que apoyan al sistema inmunológico y protegen el cutis. “Recordemos que estos microbios se alimentan de la grasa natural de nuestra piel, por lo que pueden ser eliminados cuando nos aplicamos jabón. El microbioma cutáneo también ayuda a prevenir la entrada de patógenos al organismo, reduce la inflamación y disminuye las posibilidades de enfermedades de la piel, como el eccema y la psoriasis” agregaba.Desde el punto de vista ecologista, el dilema es contundente: una ducha de ocho minutos consume hasta 64 litros aproximadamente, según el Fondo de Investigación del Agua. Para la Agencia de Protección Medioambiental, dejarla correr cinco minutos consume tanta energía como hacer funcionar una lámpara de 60 voltios durante 14 horas. Además, lavarse con frecuencia significa gastar más botellas de plástico y jabón, que se fabrica con petróleo y otros derivados contaminantes de ríos y mares.Aunque el agua y amor son dos recursos en carencia, no parece que la humanidad esté dispuesta a volver a una sociedad maloliente, pero es cierto que nada está escrito en piedra y que, puestos a elegir entre la soledad y lo que es “natural”, algunos probablemente terminen apretándose la nariz.
Fuente: La Nación