Hace tiempo ya, visitamos a Carlos Martín Canale y Leo Menna. Su hogar se llama Mburucuyá, por la flor de la pasionaria cultivada por las hermanas de una orden francesa que tenía aquí una casa de retiros espirituales. Ellas construyeron una capilla en el interior de esta antigua vivienda ferroviaria, que adaptaron a la vida de claustro. Cuando la orden tuvo que abandonar la zona, Carlos vio en ese pequeño convento una morada ideal, a la que solo sumarle más luz y la calidez de las obras de ambos y de tantos amigos.El living es pura quietud y luminosidad. Aquí reina la austeridad decorativa, quizá para no distraer la atención del encanto del cielo raso y de los ventanales de madera. La mesa frente a la ventana fue hecha artesanalmente por Carlos. (Daniel Karp/)La capilla se convirtió en un gran living y varios claustros concatenados, en dos amplias habitaciones. Todo sobrante de obra se recicló: las puertas pasaron a ser ventanas o postigos, las sillas abandonadas se restauraron, una antigua bañadera hoy es fuente y el viejo garaje, en el fondo del parque, es un lugar de trabajo que tiene más alma de carpintería que de atelier. Recientemente, Carlos y Leo construyeron, en un rincón del parque, el showroom de Compañía de Arte, nueva sede de la famosa galería que durante años tuvieron en el centro de La Cumbre.Detrás de la arcada, donde solía estar la sacristía, una mesa hecha con la tapa de mármol que perteneció al altar sostiene una obra conceptual de la serie “Industria Argentina”, de Carlos Martín. Canale (Daniel Karp/)Obras propias y de amigos cercanos les dan color a las paredes blancas. Más importante aún, les imprimen la calidez del afecto y el vuelo de la fantasía. (Daniel Karp/)Carlos, dando vida a una obra con pequeñas piezas de madera. (Daniel Karp/)Archivo Living. Volvemos a una casa en La Cumbre que fue tapa de la revistaCocina de campoLas mesadas fueron hechas con estucado de cemento y, con los tableros de las puertas del convento, se construyeron los muebles debajo de ellas. (Daniel Karp/)Idílico, en este ambiente deslumbran los detalles: porcelana antigua sobre los estantes o relucientes fuentes de plata junto a pavas materas bien generosas. (Daniel Karp/)En la cocina económica se siguen elaborando riquísimos platos, que se sirven en la mesa central que hace de único comedor, con la distinguida compañía de una araña de caireles y cuadros con importantes marcos.Cuarto y baño en suiteEn lo que solía ser un claustro, hoy está uno de los dormitorios, Donde en el pasado había una galería techada, hoy se ubica el baño principal. (Daniel Karp/)En los dormitorios se agregaron pequeñas aberturas con postigos hechos a partir de puertas sobrantes de la construcción original. Por mesa de luz, una grande pintada por Carlos en sintonía con el antiguo tapiz de herencia familiar. Como el baño fue un agregado posterior, para continuar con estilo general se restauraron los pisos y se agregó una bañadera con patas comprada en un anticuario.Cultivar el propio jardínAfuera, un sector para sentarse a disfrutar del aire de las sierras con mesa baja, sillas de distintos juego y sillón de madera. (Daniel Karp/)“Alguna vez escuché un antiguo proverbio que dice: ‘El que hace un jardín, se salva’. Bueno, eso es lo que intentamos hacer con el nuestro”, nos cuenta Carlos que, con dedicación y esfuerzo en este clima seco, fue haciendo crecer rosales y enredaderas para llenar de vida cada rincón de la fachada.Reminiscencias del pasado asoman por la enredadera. (Daniel Karp/)Poco queda de la monotonía del jardín dejado por el convento. De a poco, se lo fue poblando de rosales, enredaderas y fuentes, y nutriendo de vida con rincones donde sentarse a disfrutar del paisaje que regalan las sierras.La mayoría de estos ventanales son originales y fueron restaurados por Carlos. (Daniel Karp/)Archivo Living. Volvemos a la estancia La Carolina, pura elegancia criollaCompañía de ArteLeo Menna (izq.) y Carlos Martín Canale reciben clientes y público general con cita previa en la flamante sede de Compañía de Arte. (Archivo Living/)En Companía de Arte, acompañan a Carlos y Leo el escultor Manuel de Francesco y Karina Cortés con sus joyas. (Gentileza Clemar Tosetto/)
Fuente: La Nación