El 5 de octubre de 2017 no fue un día más para Florencia Souto (36). Incluso, podría decirse que esa fecha representó “un antes y un después” no solamente en su vida, sino también en la de sus hijos Tomás (15) y Ana Paula (9). A partir de aquella mañana, entre los tres comenzó a tomar forma un proyecto que los llenaría de felicidad: el de agrandar la familia.Por aquel entonces Florencia trabajaba como administrativa en un hogar para personas con discapacidad en Bariloche, Río Negro, donde vive. Ese día una persona le pidió que llamara a Sandra, una niña de 9 años, porque había recibido una visita. En ese instante sucedió lo inesperado. “La vi venir corriendo y me dijo ´mamá´. Nos abrazamos y no nos separamos más”, recuerda, emocionada, Florencia. No solo se había sentido conmovida por la situación, sino sorprendida de que una pequeña estuviese en un hogar para adultos.Sandra junto a hermana Ana Paula y el perro de la familia (Martinez Marcelo/)No pudo dejar de pensar en eso todo el día. Esa misma noche, al regresar del trabajo, les contó a sus hijos que había conocido a una niña “muy bonita, con una carita especial”, y los chicos le pidieron si la podía llevar a su casa de visita. Como se había quedado tan enganchada con Sandra, a los dos días Florencia le consultó a su jefa por su historia y supo que, además de síndrome de Down, tenía otras problemáticas de salud, entre ellas, una cardiopatía severa, insuficiencia respiratoria y epilepsia. “Me dijeron que su mamá tenía epilepsia y que su papá, que vivía en situación de calle, era alcohólico, y que no podían cuidarla”, recuerda.El diagnóstico de la niña, no le importó. Todo lo contrario: la motivó para poder cumplir el deseo de estar más tiempo con ella. Como tenía muchas ganas de poder compartir un momento junto a sus hijos y a Sandra, Florencia le pidió a la mamá si la dejaba sacarla unas horas del hogar. La mujer accedió al pedido y la autorizó por escrito.“La primera vez que salimos la llevamos a una plaza y fue algo nuevo para ella y también para nosotros. Estábamos convencidos de que podíamos brindarle mucho amor. Almorzamos en casa y le enseñamos que había que sentarse bien y que comíamos todos juntos ?describe Florencia?. Teníamos que darle seguridad porque era un mundo nuevo que ella no conocía. Desde ese día supimos que no nos íbamos a separar más”.Se agranda la familiaCada día, cuando Florencia llegaba a su trabajo en el hogar, iba hasta la habitación de Sandra para despertarla, como a ambas les gustaba. Al mediodía, la niña iba a la escuela, ella la pasaba a buscar y la llevaba a su casa. La bañaba, cenaban en familia y volvía a acompañarla al hogar. “Llegó un momento en que no quiso ir más al hogar y lloraba. Con mis hijos soñábamos que se quedara definitivamente en casa. Su defensora me preguntó si quería ser su figura de apoyo y me ofrecieron la guarda judicial”, recuerda Florencia.¡Selfie! Florencia posa con sus tres hijos: Tomás, Sandra y Ana PaulaAsí, a fines de 2018, su familia tuvo, formalmente, una nueva integrante. “Las primeras noches no dormíamos porque ella estaba acostumbrada a otro ritmo de vida, se despertaba mucho. Así que nos tuvimos que adaptar y, de a poquito, fue entendiendo que tenía su cama, su espacio. Mucho tiempo durmió conmigo y ahora lo hace sola en su camita. Utiliza oxígeno por su patología neurológica de base y yo la asisto a la noche”, describe Florencia.Para ella, lo más lindo de despertar al lado de la niña y escucharla decir: “Hola mamá, gracias”, ya que si bien tiene un vocabulario limitado, puede expresarse. “Como mamá de ella soy la más detallista, pero sobre todo me centro en los vínculos y lazos de amor. Amo ser la mamá de estos tres hijos”, subraya Florencia.Una de las cosas que más le llamaron la atención era que Sandra no sabía lo que era un cumpleaños, un regalo y mucho menos pasar una Navidad en familia. Todo eso se hizo realidad gracias a que Florencia y sus hijos no miraron para otro lado frente a una niña cuyos derechos más elementales habían sido vulnerados. “Los chicos querían que Sandra se quedara definitivamente en casa y ya con la guarda judicial podíamos pedir la adopción. Sus hermanos querían que ella tuviera su identidad y también era algo que yo les debía, más allá de que un papel no nos hace familia: nos hace familia el amor y el vínculo que tenemos”, dice Florencia.“Ya es una Souto”En enero, Florencia recibió por mail la noticia que tanto anhelaba junto a Tomás y Ana Paula: la sentencia de adopción. “Apenas lo leí, le grite a Tomi para contarle porque estaba en otra pieza, la abracé a Sandrita y le dije lo agradecida que estoy de que ella me haya permitido ser su mamá. Luego, llamé a toda la familia para contarle que Sandrita ya era Souto”, recuerda con mucha alegría.Sabe que su historia y su amplia disponibilidad para ahijar a Sandra, es casi una excepción. Según los últimos datos de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua), de los 3024 legajos de personas inscriptas para adoptar, casi el 90% estarían dispuestas a ahijar a bebés de hasta dos años, mientras que solo el 10% recibiría a niños mayores de 9, la edad que tenía Sandra cuando Florencia la conoció. Por otro lado, del total de inscriptos apenas el 16% contempla la posibilidad de adoptar a niñas y niños con alguna discapacidad o problemática de salud.Sandra con Florencia, su mamá, y Fernanda, su abuela (Martinez Marcelo/)Hoy Sandra tiene 13 años y va a la Escuela Especial N° 6 de Bariloche, que según su mamá es “su segunda casa”. “Tiene su profesor, Martín, que fue quien le enseñó a caminar y entre ellos hay una conexión especial. Ella es una nena muy transparente, alegre, disfruta mucho de la música, le gusta compartir cosas en familia, le encanta irse de campamento y que su abuelo le haga asados”, cuenta la madre.A la hora de referirse a la relación de Sandra con sus hermanos, Florencia cuenta que con Tomi tienen un vínculo de complicidad en el que él es su protector y quien le permite hacer todo lo que ella quiera, mientras que Ana Paula la acompaña en su cuidado personal: le enseña a peinarse y a colocarse cremas, entre otras cosas.A quienes están pensando en adoptar pero dudan sobre la posibilidad de ahijar a niñas y niños con discapacidad o problemáticas de salud, Sandra les diría: “No hay que tener miedo, hay que animarse y dar oportunidades. Si hay amor, nada es imposible”.Más informaciónQuiero adoptar:En el especial Quiero una familia de LA NACION también pueden encontrarse convocatorias abiertas para niñas, niños y adolescentes de todo el país que esperan tener una familia. Además, en la web de la Dnrua hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y se realizan charlas informativas de forma mensual.Quiero ser familia de acogimiento:Los requisitos y los pasos a seguir para ser familia de acogimiento dependen de cada jurisdicción. En CABA, pueden inscribirse en el Programa de Acogimiento Familiar y pedir más información en acogimientofamiliar@buenosaires.gob.ar.Quiero ser cuidador familiar:El Registro de Cuidadores Familiares es una experiencia que se orienta a cubrir la necesidad de contar con figuras de cuidado para niñas, niños y adolescentes de 10 a 17 años alojados en instituciones y para quienes la figura de adopción no resulta una alternativa posible, ya sea porque no se han encontrado postulantes en el Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción, porque no brindan su consentimiento subjetivo para ser adoptados, o bien porque la adopción no resulta ser para ellos la figura adecuada. Se convoca a personas que residan en la provincia de Buenos Aires dispuestas a prepararse para asumir el cuidado estable y sostenido (con o sin convivencia familiar) de estas infancias y así poder acompañarlas en sus trayectorias hasta que puedan tener una vida autónoma. Por ahora, esta experiencia, que comenzó en el Juzgado de Familia Nº 2 de San Miguel, se extendió a los Juzgados de Familia Nº 5 de Mar del Plata, Nº 1 de Tigre y Nº 5 de La Plata. Más info: cuidadoresfamiliares@pjba.gov.ar

Fuente: La Nación

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