La carta de la semanaNo perdamos la humanidadn un contexto de incertidumbre como el que atravesamos desde hace más de un año, las percepciones de la población han cambiado. El surgimiento de medidas restrictivas ha sido común en todo el mundo, pero sobre todo en la Argentina. Dejemos de lado por un momento el debate sobre su razonabilidad o no. Lo que también es grave y preocupante son las secuelas a nivel cultural y humano que puede tener la sociedad argentina pospandémica a la que estamos yendo. Seamos claros, no tiene nada de positivo intrínsecamente fomentar la cultura de la delación excesiva entre vecinos, insultar gente porque en pandemia elige salir a tomar un café o menospreciar las ganas que pueda tener una persona de ir a una misa presencial o de salir a bailar con amigos, por ejemplo. Se generan mayores males que bienes al fomentar directa o indirectamente estas actitudes. El principal activo que podría contrarrestar esto es el sentido común en el discurso por parte de referentes políticos, y entender que nadie es un asesino por salir a ganarse el pan o anhelar la normalidad pasada. Hay que seguir cuidándose, por supuesto. Pero no existe la “nueva normalidad”, la normalidad es normalidad y punto, y es justamente normal que el ser humano quiera volver a la libertad. Cierto es que estamos en pandemia, pero no perdamos la humanidad.Alejandro Eros Pontel alejandroepontel@gmail.comObsesiónDel informe del jefe de Gabinete del 3 del corriente mes me surge pedirle que hable con el señor Presidente y le diga que no hace falta que se juegue por la vida de los argentinos. Solo le pedimos que cumpla con sus obligaciones como primer mandatario, entre ellas, conseguir las vacunas necesarias en el menor tiempo posible. Con todo respeto lo corrijo sobre lo dicho sobre los visitadores médicos: ellos visitan a los médicos para informarles sobre los nuevos productos del laboratorio que representan. Y la oposición debe, entre otras cosas, informar a la población sobre el no cumplimiento de los deberes de los gobernantes de turno. Sí es cierto que los argentinos tenemos la “obsesión” por estar vacunados, para terminar con esta mortandad. Jorge Robbiojorgerobbio@gmail.comPantallas para sanar Siempre tuve la inquietud de cómo mejorar la estadía de un paciente en terapia intensiva, que quizás es uno de los escenarios menos gratos y donde nos convertimos en seres absolutamente vulnerables. Son días, semanas o meses en los que el nombre pasa a ser un número de cama, y el cuerpo desnudo es un receptáculo de punciones, maniobras, tubos, catéteres, sondas, etcétera. En la pandemia le agregamos toda la carga de temores por el bombardeo de información, habiendo deseado no ingresar nunca a una UTI ni requerir asistencia respiratoria mecánica, por todo lo que eso significa, además de no poder ver a nuestros seres queridos. Como médica (me desempeño en Terapia Intensiva en el Hospital Tornú) intento imaginar algo de lo que sienten, observar sus miradas, sus expresiones, alguna lágrima en sus mejillas, y creo leer sus pensamientos recorriendo sus vidas. Allí no importa quiénes somos, qué oficio o profesión tenemos, cuánto éxito alcanzamos, cuánto bien o mal hicimos, cuánto amamos o dejamos de amar, o cuánto sufrimos. Pero existen pequeñas cosas que podemos hacer, que además de aliviar pueden ayudar a sanar a los pacientes, ya sea porque sienten menos la soledad o sienten afecto y disminuyen sus miedos, o porque les da esa energía tan necesaria para continuar soportando los tratamientos. Los trabajadores de la salud hacemos lo que está a nuestro alcance para subsanar esto, hablarles aunque estén en coma, decirles una pequeña oración, tomarles la mano, o el hombro, ponerles alguna música desde nuestro celular, o cantarles. Pero esto no es posible hacerlo muy seguido por la cantidad de trabajo, sumado al tiempo que requiere colocarse los equipos de protección personal para ingresar con cada paciente. Y, por otro lado, hay que recordar que el personal de salud también vive la pandemia, arrastra sus propios temores, los de sus familiares, y se lleva a su hogar la tristeza e impotencia de una jornada de trabajo. Por todo esto, creo que puede sumar al bienestar de muchos pacientes que se hallan lúcidos o que recién salen de un coma farmacológico, y deben regresar paulatinamente a un estado de conciencia habitual, brindarles unas pantallas, que colocadas en cada cama puedan ofrecerles hermosas imágenes de naturaleza, acompañadas de música. Esto reemplazaría los escenarios que les toca ver en una terapia y ayudaría a su pronta recuperación, debido al estímulo placentero visual y auditivo. Por eso apelo a la solidaridad de las casas de venta de equipos audiovisuales, para que colaboren en ese sentido con los hospitales públicos. Daniella Carboni carboni.dan@gmail.com Libertad y libertades Hay mucha preocupación en algunos ciudadanos por la pérdida de libertades. Es bueno distinguir entre el gran don de la libertad y “las libertades” (de expresión, de circulación, de trabajo, de decisión, etcétera), importantes en sí mismas. Se equipara perder la libertad con perder alguna de esas “libertades”, cuando en realidad podemos ser esclavos de lo mismo que pensamos que nos libera… Hay muchos ejemplos: “soy libre de consumir lo que quiero”, “soy libre de hacer y tener como me parece”, “soy libre de decir lo que se me ocurre sobre otro”, y así… Las “libertades” son fruto muchas veces de un extremo individualismo egoísta, de “hacer la mía” y desentenderme de los demás y se parecen más a una estatua dura que a través de los años siempre está en el mismo lugar. La libertad es una sola, propiedad exclusiva del ser humano, no es estática, se va educando, desarrollando-creciendo, a medida que se asocia con la verdad y la justicia, la verdad de lo que somos, de lo que tenemos, en lo que decimos o hacemos… Solo la verdad nos hace libres. Si rigen mecanismos que la sujetan, como el engaño y la simulación, la mentira, el miedo y la ignorancia, aunque trabajemos, circulemos, nos expresemos, … podemos ser esclavos. “La verdad es como un león, no necesitas defenderla, suéltala, se defenderá sola” (San Agustín). Soltemos cada uno de una vez a la verdad. Juana M. González Calderón DNI 14.069.701Chocobar Cuatro posibilidades se me ocurren ante una situación en la que un efectivo policial, estando de civil, presencie un sangriento asalto: 1) seguir caminando sin dar a conocer su condición de policía y continuar con su vida normalmente, salvo el cargo de conciencia por no haber defendido a la persona atacada; 2) intervenir e intentar detener al atacante, trabarse en lucha hasta someterlo; 3) intervenir pero no poder someterlo y convertirse el mismo en víctima de heridas o morir, tras lo cual posiblemente recibirá un ascenso post mortem y un homenaje de su fuerza, resaltando su abnegado y riesgoso trabajo y tal vez algunos beneficios para la viuda y sus hijos; 4) finalmente, los hechos tal como ocurrieron realmente en el caso Chocobar: su intervención ante el delito deviene en un juicio en su contra y recibe un castigo que transmite a él mismo y a toda la sociedad una terrible sensación de desamparo. Yo no tendría ninguna duda de cuál de estas reales posibilidades elegiría para el bien de mi familia y para mí mismo. Armando R. Vasini armandovasini@speedy.com.ar Adiós al BárbaroSomos las hijas de Daniel Mon, uno de los fundadores, junto a Yuyo Noé, del mítico Bar Baro o el “Bárbaro” o “Bar o Bar” como lo llamaban algunos, por la originalidad de su cartel. El Bárbaro fue considerado el primer pub de Buenos Aires. Reducto de bohemios, nucleó a los artistas plásticos de nuestro país, transformándolo en uno de los centros culturales de Buenos Aires y fue un espacio único en la ciudad que lo hizo merecedor de ser catalogado como Bar Notable. Podríamos contar miles de anécdotas, hablar del famoso barril de maníes, de la foto del mono Zippy que invitaba a no tirar maníes en el suelo, de las largas reuniones de los sábados, en las que los artistas plásticos de todas las generaciones se encontraban. El Bárbaro se fue haciendo de a poco y albergaba recuerdos de todos sus protagonistas que dejaron su huella en una pared, cuadro o columna. Hoy todo está pintado de negro. Con profunda tristeza vemos que en nombre de una supuesta puesta en valor y restauración han destruido el primer pub de la ciudad de Buenos Aires. Nada queda de su ambiente bohemio, que fue su sello. Poner en valor no es romper con el pasado sino rescatarlo. Ahora, tras su original puerta naranja, vemos un bar igual a cualquiera de los que podemos ver en el lobby de un hotel internacional o en la sala vip de un aeropuerto. Una pena, los porteños perdieron uno de sus íconos. Y desde lo personal nosotras ahora sabemos que el “Bárbaro” murió con nuestro papá, cuando nos dejó el año pasado. Adriana MonDNI 13.664.204 Fabiana MonDNI 17.874.431 Loris ZanattaQué placer es leer y reflexionar sobre los artículos que escribe Loris Zanatta. Nos conoce mejor que nadie. Incluso, por no vivir en estas tierras, realiza sus análisis desprovistos del vértigo diario con el que convivimos. Un honor tenerlo en vuestro diario. Benjamín Torres ArgüelloDNI 13.334.589 Los textos destinados a esta sección no deben exceder las 15 líneas o los 1100 caracteres. Debe constar el nombre del remitente, firma, domicilio, teléfono y número de documento. Por razones de espacio y de estilo, la naciOn podrá seleccionar el material y editarlo. Los mensajes deben enviarse a: cartas@lanacion.com.ar o a la dirección: Av. Del Libertador 101, Vicente López (B1638BEA)
Fuente: La Nación