En los últimos 10 años, la superficie cultivada con maíz en el norte argentino se cuadriplicó, y alcanzó 1,1 millones de hectáreas sembradas. Esta expansión se logró gracias a la mejora de los márgenes económicos del cultivo y el acompañamiento de la tecnología.Si bien las temperaturas en la región permiten la siembra del maíz desde fines de septiembre, casi la totalidad se siembra entre diciembre y enero. Esta época equivale a las fechas de siembra tardía en la zona núcleo. A continuación, analizamos el porqué de esta decisión y cuál es el efecto sobre la disponibilidad y eficiencia de uso del agua y el nitrógeno (N).Mejora de las condiciones hídricasEn la región, la necesidad hídrica promedio del maíz varía entre 445 y 520 mm (57% corresponden al subperíodo reproductivo). Si comparamos estos valores con la serie de precipitaciones de dos localidades contrastantes, Las Breñas (subhúmeda) y Santiago del Estero (semiárida), en el 45 al 75% de los años, las necesidades hídricas no serán cubiertas por las precipitaciones en el ciclo. El retraso de la siembra incrementa la oferta de precipitaciones previas y permite aprovechar la buena capacidad de almacenaje de los suelos (100 a 150 mm por metro). Así, por ejemplo, siembras de noviembre solo recibirían 60 a 80 mm de precipitaciones en el mes de octubre; en cambio, con siembras de principios de enero, las precipitaciones promedio para la recarga serían de 240 mm en el área semiárida, a 300 mm en la subhúmeda. Malezas: harán mediciones con cultivos de servicioEn estudios que realizamos en Santiago del Estero comparando el comportamiento de híbridos tropical templado y templado, el consumo de agua promedio durante el ciclo fue de 462 mm, valor cercano a las necesidades del cultivo. En general, no detectamos diferencias en el consumo de agua entre híbridos, pero sí en la eficiencia de uso de agua para la producción de grano, que fue de 19,1 kg.ha-1.mm-1 y un 10% superior en el híbrido templado. Similares resultados encontramos al comparar un híbrido templado con un material tipo flint, que no se diferenciaron en el consumo de agua (en promedio, 450 mm), pero sí en la eficiencia de uso del agua (19,4 vs 14,2 kg.ha-1.mm-1 en templado y flint, respectivamente).Incremento de la disponibilidad de nitrógeno Trabajos que realizamos en la región demostraron que para alcanzar los rendimientos promedio en el cultivo de maíz se necesitan al menos 136 kg.ha-1 de nitrógeno como nitrato (N-NO3). Si bien la disponibilidad de nitrógeno depende de múltiples factores, el momento de siembra es un aspecto relevante. Los niveles de nitrógeno se mantienen prácticamente constantes entre mayo y septiembre. Sin embargo, con el incremento de las temperaturas y principalmente las precipitaciones, en primavera el nitrógeno aumenta por la mineralización. Así, de un promedio de 38 kg N-NO3-.ha-1 en septiembre, el nitrógeno disponible se incrementa un 74% y hasta un 190% en noviembre y en enero, respectivamente. Bajo estas condiciones, cuantificamos eficiencias de uso del nitrógeno similares a otras zonas del país con valores de 40,5 kg de grano por.kg de nitrógeno disponible en el suelo.Disminución de la probabilidad de estrés térmico Temperaturas del aire superiores a 35°C durante el período crítico del cultivo reducen drásticamente el rendimiento debido a un menor número de granos por planta. Trabajos realizados por Rattalino Edreira y Maddonni demostraron que la probabilidad de ocurrencia de días con temperaturas superiores a 35°C se minimiza al retrasar la siembra, ubicando la floración hacia fines de febrero y principio de marzo.En síntesis, el cultivo de maíz logró el lugar que se merecía en el norte del país. El actual manejo de la fecha de siembra permite alcanzar estabilidad y buenos rendimientos gracias a que se maximiza la posibilidad de cubrir la necesidad hídrica del cultivo, disminuye la probabilidad de estrés térmico y se incrementa la disponibilidad de nitrógeno. Sin embargo, se plantean nuevos desafíos que deberán ser trabajados para reducir las brechas de rendimiento aún existentes, como los ajustes de densidades de siembra y fertilización para cada ambiente particular y otros aspectos, como el sanitario.Berton es ecofisióloga de cultivos, INTA Quimilí y Prieto Angueira es ecofisiólogo de cultivos INTA Santiago del Estero
Fuente: La Nación