Martín Barrenechea tiene 32 años. Nació en Comodoro Rivadavia, en Chubut. Vivió gran parte de su vida en Olivos, Vicente López. Durante seis años trabajó en el Banco Nación, hasta que renunció para hacer un viaje que tuvo que suspender intempestivamente por las restricciones de la pandemia de Covid-19. Después, consiguió empleo en una empresa que fabricaba productos sanitizantes. Desde hace casi tres meses está detenido con prisión preventiva acusado de formar parte de la banda de Los Impostores, una organización criminal que robaba casas después de cortarles el suministro de cable e internet para tener la excusa de ingresar en los domicilios como la cuadrilla de falsos operarios enviados a reconectar los servicios.Así lo reconstruyó LA NACION de calificadas fuentes judiciales. Barrenechea es uno de los cinco presos que tiene la causa que investiga el fiscal Alejandro Musso, con colaboración de detectives de la Policía de la Ciudad. El expediente comenzó el 21 de enero pasado después de la denuncia de un vecino de Vicente López que fue víctima de la banda de los falsos operarios. En esa oportunidad, los ladrones se alzaron con un botín de 100.000 dólares y 10.000.000 millones de pesos.Los Impostores: lujos, viajes, inversiones millonarias y otros secretos de la banda de los falsos operariosAntes de caer preso, “El niño bien”, como bautizaron los investigadores a Barrenechea, vivió con su pareja en una exclusiva zona de Tigre y en un edificio de departamentos de Puerto Madero.El edificio de Puerto Madero donde vivía el sospechoso“En el Banco Nación, Barrenechea trabajó como técnico del sistema SUBE. Su pareja y madre de su pequeño hijo pertenece a una familia de clase media alta de Quilmes y estudió en una reconocida universidad privada”, sostuvo a LA NACION un detective que participa de la investigación.A la banda de Los Impostores le adjudican al menos diez robos ocurridos en Vicente López y la ciudad de Buenos Aires. Se estima que entre dólares, billetes de moneda nacional y joyas, los ladrones se alzaron de un botín de casi 100.000.000 de pesos.Roban 67 pistolas en un golpe comando en Ramos Mejía“Barrenechea no tiene antecedentes penales. No se dedicaba al delito, como otros integrantes de la banda. Pero habría conocido a sus futuros cómplices por la relación de amistad de su novia con la pareja de otros de los sospechosos”, dijo una fuente del caso.“El niño bien” no es el único de los detenidos que vivió, antes de ser detenido, en Puerto Madero. Según fuentes judiciales, Barrenechea, durante 45 días, residió en las Torres Muelieris. En cambio, Luca Díaz Molina, otro de los cinco presos que tiene la causa, ocupó un lujoso departamento del edificio Torres Art María.Díaz Molina tiene 28 años, es fanático de San Lorenzo y, según detectives judiciales que estuvieron tras sus pasos desde febrero de este año, fue integrante de la barra brava del club que quiere regresar a jugar en un estadio propio en Boedo.Además de vivir en Puerto Madero y de manejar una camioneta VW Amarok V6 modelo 2021, se estaría construyendo, con todos los lujos, una casa en el exclusivo country Terralagos, en Canning. Habría comprado allí un lote por 50.000 dólares. Según fuentes judiciales, lo habría puesto a nombre de un familiar directo que no tendría cómo justificar la inversión.El modus operandi“La banda criminal utilizaba una camioneta Renault Kangoo robada. Periódicamente le cambiaban la chapa patente para eludir los sistemas que detectan los vehículos con pedido de secuestro instalados en jurisdicción de la Municipalidad de Vicente López y de la ciudad de Buenos Aires”, explicó a LA NACION una calificada fuente del caso.Para identificar el vehículo fue clave el trabajo del personal de Análisis Forense de la Secretaría Seguridad de la Municipalidad de Vicente López que logró, a pesar de los cambios de las chapas patente, ubicar la camioneta cuando ingresaba y salía del distrito.En esa camioneta colocaban, a cada lado, un imán con el logo de las empresas del servicio de cable e Internet que simulaban representar. Lo sacaban una vez que escapaban del lugar del robo.“El día anterior a los golpes, dentro del rango horario de entre las 12 y las 15, iban al domicilio que habían seleccionado, y una vez frente a la propiedad, vestidos con las ropas originales de la empresa Cablevisión, una escalera retráctil, cascos, guantes y todo el instrumental apropiado, subían hasta el poste de luz y con un corte preciso dejaban a las víctimas sin cable ni internet. Esta maniobra no les demandaba más de cinco minutos y luego se retiraban. En algunas ocasiones se pudo determinar que el mismo día hicieron lo mismo con vecinos de distintos barrios, como para tener más posibilidades de llevar a cabo un robo”, dijo una fuente con acceso al expediente.Cuando el cliente al que habían dejado sin servicio accedía a recibir a los operarios que harían la “reparación”, dos de los ladrones ingresaban en la casa. “Estos delincuentes se encargaban de revisar cada dormitorio de la propiedad para simular que buscaban el supuesto problema de conexión. Era la excusa para saber cuántas personas había en la vivienda y si el lugar tenía cámaras instaladas. Luego le decían a la víctima que el problema estaba en el módem y que debían llamar al supervisor”, explicó a LA NACION uno de los investigadores.Los dos supuestos técnicos se comunicaban con el cómplice que hacía las veces de supervisor. Le decían que llevara “la caja de herramientas”. Esa era la “contraseña” para que supiese que estaba todo bajo control, listo para reducir a las víctimas.El falso supervisor llegaba con una caja donde, en vez de herramientas, guardaban armas de fuego. Acto seguido, bajo amenazas, los habitantes de las casas eran maniatados con precintos y encerrados en alguna habitación.“Una vez reducidas las víctimas entraban otros integrantes de la banda. Un cómplice se quedaba en la puerta para avisar sobre cualquier contratiempo. Generalmente, en los domicilios, los falsos operarios se quedaban entre una hora y media y dos horas, tiempo en el cual revisaban cada habitación”, afirmó una fuente judicial.El informante judicial explicó que hubo casos en los que, en procura de hallar dinero, los falsos operarios llegaron a romper paredes y muebles. Los ladrones buscaban dólares, joyas y dispositivos electrónicos.
Fuente: La Nación