PUNTA DEL ESTE.- Aquí los semáforos volvieron a apagarse, las calles están menos transitadas y los supermercados, más vacíos. Desde la península hasta José Ignacio, pasando por La Barra y Manantiales, en estos días cada vez más cortos y fríos, los restaurantes y comercios abren solo de jueves a lunes. Para muchos argentinos este será el primer invierno con residencia uruguaya.A un año de haber cruzado el charco, la vida de este lado incluye más contacto con la naturaleza, nuevas actividades deportivas (generalmente acuáticas) y la sensación de un mayor rendimiento del tiempo. Algunos lograron crear vínculos de amistad con uruguayos y otros siguen por el momento relacionándose principalmente con argentinos.Mientras que los argentinos confiesan estar adaptándose a un ritmo más lento en todos los aspectos del día a día, desde los permisos de obra a las sobremesas más largas, los uruguayos hablan de una activación del mercado inmobiliario. También destacan la mayor cooperación entre emprendedores de ambas orillas. Dicen que los vecinos llegan muy agradecidos con el país y dispuestos a colaborar con la comunidad local.De a poco, los argentinos se acostumbran a las nuevas costumbres
(Nicolás Celaya/)“Las relaciones entre la Argentina y Uruguay siempre son buenas más allá del fútbol. Lo que estamos aprendiendo es una dinámica diferente a la que estamos acostumbrados. Los argentinos son compradores agresivos, las negociaciones son largas, con muchas etapas y facetas. Tenés que tener cintura porque los propietarios uruguayos no están acostumbrados. Aquí ellos suelen competir entre sí, pero los que vienen de la Argentina vienen compitiendo como compradores. Es lo que necesitaba Montevideo para dinamizar el mercado. A diferencia del uruguayo, el argentino no sale a pasear el domingo y ver casas. Viene con una idea precisa de lo que quiere”, analiza Juan Palacios, director de la inmobiliaria Engel & Völkers, en Carrasco.A diferencia de Punta del Este, un mercado “de capricho” en el que se compran departamentos millonarios, Palacios explica que Montevideo es una ciudad más real, que vio la influencia de argentinos. “Diferenciamos dos grandes perfiles: los que ya tenían la situación fiscal resuelta en la Argentina y venían a instalarse acá, y aquellos algo más tímidos que alquilaron con opción a compra. Los precios de las ventas rondan el millón de dólares, lo que para Montevideo es mucho. Uruguay es muy estable, pero no es el país de las oportunidades como para que vengas a pelearla”, plantea.Entre los argentinos que decidieron instalarse en Uruguay están quienes aún tienen hijos en edad escolar y aquellos que ya pasaron por esa etapa de la vida. En ambos casos, llegan con una situación financiera sólida. En el caso de los primeros, suelen ser emprendedores con empresas consolidadas, algunas multinacionales, que tomaron la decisión de mudarse y operar desde Uruguay. Muchos de ellos, según cuentan, vinieron primero por una cuestión más familiar en búsqueda de más calidad de vida, pero transcurrido un tiempo, vieron que podían proyectarse profesionalmente desde este lado. Si bien no suelen mudar su cuartel general a este país, sí les proponen a sus empleados clave hacerlo. Para muchos, Uruguay es un país que abre puertas y deja que la gente pase, como en tránsito. Esto les permite hacer base aquí mientras piensan hacia dónde quieren dar el salto, generalmente Miami o Europa. Por último, también están quienes vinieron, no se adaptaron y se volvieron.Año a año, se incrementan las residencias otorgadas a ciudadanos argentinos en Uruguay
(Nicolás Celaya/)Sebastián Stranieri se mudó con su familia al barrio residencial de Carrasco, en Montevideo, hace cinco meses, cuando a su mujer, Valeria Pardal, la nombraron Country Manager de una importante compañía con sede en Uruguay. Su empresa de soluciones de ciberseguridad está presente en 27 países y radicada en Uruguay desde 2012. Desde que llegó, multiplicó por seis la cantidad de empleados uruguayos y destaca la coherencia, la apertura y la capacidad de los profesionales.Sebastián y Valeria, conformes con la apuesta de cruzar el charco (foto cediada/)“Mi principal preocupación como padre era que mis hijos no hicieran amistades rápidamente. La verdad es que no notaron el cambio y fue muy fácil. Hicimos amistades uruguayas muy rápido así que estamos muy felices con el intercambio cultural”, cuenta Stranieri.Distinto es el caso de Roberto R, que llegó hace un año y medio a Uruguay después de vivir 70 años en la Argentina. “Dejar un país en el que uno vivió tanto tiempo es dejar muchos afectos. Si bien la pandemia nos limitó, debo admitir que mis hijos, al no verlos pero sí llamarlos, me dedican más tiempo. Acá juego al tenis, casi siempre con uruguayos. Fui maravillosamente bien recibido. Con ellos comparto también un buen café y charlas entretenidas. Pero aún no tengo grandes amistades. Quizá se debe al hecho de que tengo muchos amigos de la vida argentinos que ahora están acá. Son muchos los que vinieron en los últimos dos años a vivir acá”, relata.Cooperación entre empresariosEn la sede uruguaya de Endeavor, la comunidad que nuclea a emprendedores de compañías de alto impacto -esas que duplican la facturación de un año a otro-, están fascinados con la llegada de estrellas con quienes pueden intercambiar ideas, aprender, inspirarse y hasta buscar inversiones. Es que aquí desembarcaron empresarios como Marcos Galperin (Mercado Libre) Martín Migoya y Guibert Englebienne (Globant), entre otros.“Cuando les pedimos a estos grandes que nos hablen, tenemos el privilegio de que un founder pueda estar en un webinar. Cualquier joven uruguayo que está armando su startup puede sumarse gratuitamente e inspirarse. No hay que pensar en Elon Musk o Steve Jobs. Los inyectamos con inspiración. Y del lado de ellos siempre hay colaboración, se sienten muy a gusto y lo hacen de forma honoraria. Ninguno viene con aires de grandeza. Muchos de estos argentinos nos enseñaron que uno no necesariamente tiene que vivir donde tiene su cuartel. Lo único que nos jugó en contra fueron la pandemia y la cuarentena para la integración social: hubiéramos generado más asados y más encuentros”, reflexiona el director ejecutivo de Endeavor Uruguay, Joaquín Morixe. Esta comunidad reúne a 35 emprendedores que representan a 20 empresas activas.“En formas de actuar, el uruguayo es más conservador y el argentino se caracteriza por ser más transgresor. Creo que nos va a venir bien a los uruguayos contagiarnos un poco de esa transgresión, obviamente sin irnos para el otro lado, pero sí buscar un punto medio para a veces no ser tan conservadores. Esta es una oportunidad única para que el país reciba a los empresarios y a sus familias, y mostrarles que Uruguay es un país con reglas claras, donde somos transparentes y la ley se cumple, y así darles la tranquilidad para que vengan más”, agrega Morixe.La cantidad de argentinos que concretaron la residencia fiscal en Uruguay se triplicó en 2020 y la tendencia es que siga en aumento en 2021. Los registros de la DGI indican que en 2019 se habían otorgado 1624 residencias fiscales, de las cuales 207 habían sido para argentinos, y que en 2020 esa cifra trepó a 2343 casos, con 641 argentinos alcanzados.Las residencias legales, en tanto, son tramitadas conjuntamente por la Dirección Nacional de Migración y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay. Según datos de Migración suministrados a LA NACION, mientras que en 2019 se concedieron 235 residencias a ciudadanos argentinos, en 2020 la cifra subió a 431 y, sólo entre enero y febrero 2021, se sumaron 224 nuevas residencias.Cambio de vidaMirta, Grace, Esther y Elda se reúnen casi todos los días en el café Papirosen, en la península, al lado de la tienda Kallalith. El lugar, al aire libre, se convirtió en un punto de encuentro para estas cuatro mujeres argentinas de más de 60 años que cruzaron el charco entre agosto y diciembre del año pasado, “en busca de una mejor calidad de vida”. No todas tienen en claro si se quedarán para siempre, y algunas ya tenían la residencia legal desde antes de la pandemia. Tres vinieron desde Buenos Aires y una, desde Tucumán. Se conocían desde antes pero aquí profundizaron el vínculo. Todas ya fueron vacunadas.“En Buenos Aires te ves con una amiga una vez por semana porque cada quien tiene su vida. Acá es como la convivencia de un viaje en barco. Nos vemos todos los días. No estamos tanto con uruguayos porque no tuvimos oportunidad, pero jamás sentimos que no nos quieran. Son súper cálidos”, expresa Mirta. “Creo que tiene que ver con la edad. Mi hijo y mi nuera también vinieron y entre las madres se integran más porque en el colegio se conocen. Pero si no tenés una actividad particular que te ponga en contacto con uruguayos es más difícil”, agrega Grace.Esther confiesa que con el golf se integró bastante, y que en paralelo sigue con sus clases vía Zoom en la Argentina. “Es la primera experiencia de inmigrantes que tenemos. Acá sos extranjera. Estamos más solas, muchas sin nuestros hijos, y entonces cuando te ves con tus amigas estás contenta. La situación de la Argentina nos estaba acobardando y empezamos a pensar que, a esta edad, tendremos mejor calidad de vida aquí, aun extrañando. Me siento mejor que en mi país”, asegura. Elda, que irá a Tucumán por dos meses para luego volver, dice: “Mi sensación es que recibí mucho amor y que me voy con el corazón cargado de buena energía y buena vibra. Aquí todo es siempre con una sonrisa”.Alberto Fontana, de 58 años, llegó en agosto del año pasado con un proyecto de hostel y cabañas en la Laguna de los Flamencos Rosados, a pocos kilómetros de José Ignacio. En estos meses, se inició en el kite, el surf y en el stand up paddle, pero también sintió los efectos del cambio. “Fue todo muy difícil. Tenía que pedir permisos y los organismos estaban cerrados y sin personal por la pandemia. El uruguayo es poco pragmático, pero muy serio. En la Argentina, los tiempos vuelan porque todo te cambia de un día al otro. Acá tardé un año para inscribir empresas, en la Argentina quizá lo hubiera hecho en una semana, pero hubiera tenido que arreglar a todo el mundo. Acá no. Hoy ya aprobaron todo, pude armar la sociedad y empezó la obra”, cuenta Fontana. Y agrega que muchos de sus amigos que vinieron decididos se volvieron porque no les cerraban los números.“Esto es la panacea para quien lo quiere, no para cualquiera. Hay una cierta soledad para el porteño acostumbrado a la calle Corrientes, el invierno es duro, y todo te parece lento. Pero es también lo que venimos a buscar: vivir más tranquilos. Me tendrían que echar para que me vaya”, concluye.A Alberto Fontana no le resultó fácil adaptarse, pero ya no se iría de Uruguay (Foto cedida /)¿Qué es boniato, maestro?Quizás anticipándose a estos tiempos, Gustavo Fripp Rojas publicó a fines de 2019 el libro ¿QBM? ¿Qué es boniato, maestro?, un “pequeño diccionario ilustrado de uruguayismos para porteños”. La idea surgió cuando el autor vivía en Colonia del Sacramento, donde tenía un restaurante.“Una amiga argentina me tiró la idea de que hiciera un pequeño librillo con algunos términos clásicos como champión, caldera, lampazo o ondulín para darle a los visitantes argentinos. Cuando me puse a juntar palabras, llené una cuadernola, así que me largué a hacer algo más grande y el resultado fue el libro. La pandemia hizo que el libro no cruzara la orilla”, cuenta Fripp Rojas. El diccionario es divertido y completo con palabras o expresiones como “buenazo”, “abundante”, “vamo arriba”, “relajo” y otras que vale la pena descubrir.
Fuente: La Nación