Los especialistas coinciden en que el puñado de semillas que se lleva al laboratorio esconde la información de gran parte del futuro del cultivo.
Para conocer más sobre esa “información” que complica el potencial de rendimiento del cultivo, los expertos recomiendan el análisis de la calidad del simiente como una decisión acertada, debido a que provee información clave para conseguir un cultivo vigoroso: una semilla sana origina una plántula sana.
Según Mercedes Scandiani, especialista en protección vegetal, “conocer el perfil sanitario de la variedad, la sanidad de las semillas, los patógenos de suelo más prevalentes, de acuerdo a la región y las condiciones ambientales probables durante la emergencia a campo, contribuyen a un mejor manejo integrado de la sanidad y a elegir el terápico más adecuado para el tratamiento de la semilla”.
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Por su parte, el análisis de la semilla tiene más implicancias estratégicas. 
Según la experta, “contar con un buen diagnóstico de la sanidad también permiten proteger la fungitoxicidad de los ingredientes activos que componen los curasemillas y retrasar, así, la aparición de cepas de los patógenos con resistencia genética”.
En Argentina, según la información de otros países, la muestra de semilla debería presentar infecciones menores al 4 % de hongos que causan manchas foliares, como las Drechsleras, y tener entre 30 y 50 teliosporas de Tilletia (carbón) por semilla y de 0,01% a 0,5% de embriones infectados con Ustilago (carbón).
“En esos niveles se recomienda tratar la semilla con terápicos específicos, por encima de esos umbrales se debe descartar su uso como semilla”, apuntó.
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TRATAMIENTO
Con el objetivo de optimizar la acción de control de los terápicos, Gabriel Mina, responsable de la línea de terápicos de semillas de Rizobacter, el último avance de la ciencia en materia de protección de cultivos son los fungicidas de síntesis biológica.
“Esta nueva línea de curasemillas, basados en principios biológicos, busca sumar nuevos modos de acción fungicida para minimizar los riesgos de resistencia y agregar mayor persistencia de control”, explica el gerente. 
Scandiani, por su parte, resaltó que “los biofungicidas de comportamiento endófito resultan una alternativa para tener en cuenta, debido a que muestran grandes ventajas adaptativas y no presentan riesgos de que los patógenos generen resistencia”.
Sobre este punto, surge el caso testigo de Rizoderma. Este biofungicida, desarrollado en conjunto por el INTA y Rizobacter, está basado en la cepa que permite controlar la mayoría de los patógenos de gran relevancia en cereales de invierno, como Fusarium, Drechsleras, Bipolaris, Tilletia, Ustilago y Alternaria. 
“Desde Rizobacter desarrollamos e investigamos nuevas tecnologías de protección biológica que no sólo son más sustentables con el ambiente, sino que además resultan más efectivas que las tradicionales que existen en el mercado”, destacó Mina

Fuente: InfoCampo

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