La casa del bosqueCuando Guillermo Alejandro de Holanda accedió al trono, el 30 de abril de 2013, su residencia era Villa Eikenhorst, en Wassenaar, próximo a La Haya. Allí fue donde vivió durante quince años con la Reina Máxima y donde formaron su familia. Pero siguiendo las costumbres, al convertirse en Rey, Guillermo debía mudarse a alguno de los cuatro palacios que pertenecen a la Corona. Y ya que la princesa Beatriz decidió regresar al castillo Drakensteyn –su verdadero hogar, donde vio crecer a sus hijos hasta que fue proclamada Reina en 1980–, el palacio Huis Ten Bosch quedó deshabitado.La construcción de Huis Ten Bosch comenzó en 1645 y fue ordenada por Amalia van Solms, quien se encontraba exiliada en esa zona junto a su marido, Federico Enrique de Nassau. A principios del siglo XIX, fue usado como galería de arte y fue la residencia del rey Luis, hermano de Napoleón Bonaparte. (Getty Images/)La mudanza no se dio rápidamente. Antes, los Reyes quisieron renovar algunos de los salones y, en el medio de las refacciones, se descubrieron problemas mayores (como la aparición de amianto, un mineral dañino para la salud), por lo que los arreglos se demoraron más de lo esperado.El Salón Azul es una suerte de museo privado. Del lado izquierdo, hay recuerdos entrañables de Guillermo, mientras que a la derecha hay mates, un cóndor típico de los cielos patagónicos y el traje que la Reina usó el día de su entronización. (AFP/)Tres años y medio después –además de 63 millones de euros invertidos mediante–, Guillermo, Máxima, Amalia, Alexia y Ariane se instalaron en su nuevo hogar. Recién a principios de julio se abrieron las puertas para la prensa, a la que se le brindó un recorrido por algunas de las salas del palacio, que se edificó en el siglo XVII por pedido de la condesa Amalia van Solms-Braunfels, mujer del estatúder Federico Enrique de Nassau, magistrado supremo de la antigua República de los Países Bajos. El ala donde se encuentran las habitaciones fue lo único que se mantuvo reservado para preservar la intimidad de Sus Majestades y sus hijas.Un poco más de la intimidad de Huis Ten Bosch, con sillones tapizados en terciopelo. (AFP/)Mientras, muchos se preguntan cuál será el destino de Villa Eikenhorst. La propiedad se encuentra dentro de la finca De Horsten, tiene 415 hectáreas y hasta 2018 dichas tierras pertenecían a la princesa Beatriz (que las heredó de su madre). Pero ésta las donó a su primogénito. Muchos consideran que los reyes de Holanda harán con su “refugio” lo mismo que la princesa Beatriz con su castillo: conservarlo para regresar algún día. Después de todo, es el lugar donde vieron crecer a sus hijas.El “refugio” de la princesaPara Beatriz de los Países Bajos, el castillo de Drakensteyn siempre fue su hogar.Rodeada por sus hijos, nueras y nietos, la princesa Beatriz posa en los jardines de Drakensteyn. La fotografía se tomó en el otoño de 2017. (Royal House/Jeroen van der Meyde/)Se trata de una propiedad que compró en 1959, rodeada de veinte hectáreas de bosques que lindan con un pueblo llamado Lage Vuursche, en el municipio de Baarn. Allí vivió con su marido y sus tres hijos desde 1963 hasta 1981, cuando se mudaron al palacio Huis ten Bosch, la propiedad que Beatriz había elegido para su vida como reina (mientras su madre, Juliana, había optado por el Palacio de Soestdijk). Pero unos meses después de dejar el trono, ya con su nuevo título de princesa, Beatriz volvió a vivir a Drakensteyn. Si bien sus dimensiones son menores al resto de las viviendas de la familia real, la laguna que bordea a la propiedad, además del estilo clásico holandés sobre una singular planta octogonal, conquistó a la princesa.Un recuerdo en la casa de Italia, cuando Beatriz era reina y Guillermo y Máxima esperaban su turno. Los acompañan las princesas Amalia, Alexia y Arianne. (Gettyimages/)La princesa, además, tendría varias propiedades fuera de Holanda. De público conocimiento sólo es Rocco dei Dragoni, ubicada en Tavernelle, entre Florencia y Siena. Allí fue donde, años atrás, Guillermo Alejandro le presentó a Máxima, y también donde protagonizaron varios posados familiares.Los otros palaciosSiguiendo los pasos de su madre, Guillermo Alejandro mantuvo las oficinas en el palacio Noordeinde, ubicado estratégicamente en el centro de La Haya.El rey Guillermo Alejandro, en la biblioteca del Palacio de Noordeinde. (WENN/)Pero no siempre fue un lugar de trabajo. Por ejemplo, Guillermo I lo eligió como su residencia de invierno; lo mismo, Guillermo III y la Reina Emma. La hija de la pareja, Guillermina, también encontró en Noordeinde su hogar hasta 1940. Es que luego de exiliarse en Londres, durante las invasiones alemanas, regresó a su tierra con la idea de mudarse al palacio Het Loo, en Apeldoorn, a 91 kilómetros de la capital holandesa.Navidad en Het Loo. De izquierda a derecha: la princesa Alexia sobre la falda de Maxima, la reina Beatriz, y la princesa Eloine sobre su mamá, la princesa Laurenten. Arriba: el principe Friso, la princesa Luana, Guillermo Alejandro con Amalia, el el príncipe Constantin. (Gettyimages/)Het Loo fue construida como residencia de verano a pedido del estatúder Guillermo III, entre 1684 y 1686. Y es conocido como “el Versalles de los Países Bajos” por sus impresionantes jardines. Pero antes de su muerte, Guillermina decidió que cuando ella no estuviera más, el Palacio quedaría en manos del Estado holandés. Y así fue: en 1962, año de su muerte, se hizo el traspaso, pero no fue hasta 1977 que se comenzaron las obras de restauración. Esa labor llevó tiempo; recién en 1984 abrieron sus puertas como museo de los Orange. Al día de hoy, al recorrer los salones, las habitaciones, los jardines y el establo (pedido por Guillermina), se descubre cómo vivía la familia Orange durante los trescientos años que ocupó la propiedad.Otro de los palacios que ya no forma parte de la herencia de la Familia real es el Soestdijk.Palacio Soestdijk. Este magnífico coto de caza fue el hogar de la reina Juliana y su marido, el príncipe Bernardo. Pero en 2004, cuando murieron, las tierras pasaron al Estado. (Gettyimages/)Si bien todos recuerdan este magnífico coto de caza como el hogar de la reina Juliana y su marido, el príncipe Bernardo; a partir de 2004, cuando ambos murieron (primero, ella, el 20 de marzo; después, él, el 1 de diciembre), sus tierras pasaron a manos del Estado. Juliana vendió el palacio y los terrenos adyacentes por 4.288 millones de florines (moneda holandesa de ese entonces), ya que no podía hacer frente a los gastos de mantenimiento. Pero el Gobierno permitió que la entonces Reina Madre y su marido viviesen allí hasta su muerte. Fueron trece años los que esta propiedad estuvo deshabitada, hasta que el Estado, en 2017, decidió vender el palacio y los terrenos adyacentes (dos granjas y terrenos que conforman 170 hectáreas) al consorcio Made in Holland, por 1,7 millones de euros, convirtiéndolo en un museo con restaurantes y actividades culturales.Por último, el palacio Real de Ámsterdam, ubicado frente a la plaza Dam, se usa actualmente para recepciones oficiales, y también se pueden visitar algunos de sus salones.Palacio Real de Amsterdam. En la actualidad se lo usa para recepciones oficiales. (Royal House/)Trescientos cincuenta años atrás, cuando lo diseñó el arquitecto Jacob van Campen, fue el Ayuntamiento de la ciudad. En tiempos de invasiones francesas, Luis Napoléon Bonaparte lo convirtió en Palacio y desde entonces pertenece a la Corona.Más allá de HolandaGrecia es el destino que Guillermo Alejandro y Máxima eligieron para edificar su refugio estival. Situado en el pueblo de Doroufi, en la localidad de Kranidi, la mansión comprada en 2012 cuenta con cuatro mil metros cuadrados, vista panorámica al mar (allí hay, además, otras tres casas), pileta, playa y embarcadero privado.Kranidi,Grecia. Es el refugio estival de Máxima y Guillermo Alejandro. (Gettyimages/)Antes de este paraíso griego, Sus Majestades habían comprado una villa en Mozambique, pero fue tanto el revuelo que se armó, que la vendieron en 2012. Según reconoció Máxima en un documental, la villa en cuestión era “un gran sueño (…) cargado de buenas intenciones” para ella y su marido, pero admitía que una casa no podía estar “por encima” de su trabajo. Según la cronología de los hechos, se embarcaron en 2007 en el proyecto, anunciaron en 2008, con la aprobación del Gobierno holandés en la mano, su intención de comprarse una casa de vacaciones en Mozambique y finalmente comunicaron en 2009, a causa de las críticas que recibió la exclusiva residencia en un período de crisis económica y ajustes presupuestarios públicos, que la venderían una vez que estuviera terminada.La idea de buscar un “oasis” lejos de Holanda la tuvo, primero, la reina Juliana. En los años sesenta, compró la villa d’Elefante Felice, en Porto Ercole, Italia, y aunque hoy ya no pertenece a la realeza (al parecer, un magnate la compró y la tiró abajo para edificar una nueva vivienda), la idea de buscar en otro país su lugar de descanso se convirtió en una costumbre para los miembros de la realeza.
Fuente: La Nación