Las puertas del Maracaná se abren para la selección en un momento culminante de su recorrido moderno. Será difícil que el fútbol le ofrezca a este Messi, el de los últimos trazos de una carrera exquisita, una oportunidad más grande para levantar ese título que, dijo alguna vez, “cambiaría” por todos los que tiene. Porque, está a la vista, nadie merece como él salir campeón con la Argentina. Si hacía falta una muestra más quedó regada con las gotas de su talentoso sudoroso anoche, en Brasilia: protagonista junto a Dibu Martínez de un equipo que nunca termina de definir su identidad, el capitán festejó cada penal de la definición ante Colombia con las ganas de quien se mueve con el deseo de un juvenil. El triunfo, al final, llevará a la selección a discutir mano a mano con Brasil quién es el campeón de esta Copa América parida a apuros y codazos. Quizás sea el contexto que la Argentina necesite para romper una racha de 28 años sin salir campeón. Una pandemia inaudita, estadios vacíos, fútbol a cuentagotas: a ver si lo extraño se alía con la necesidad que mueve a esta ilusión. El llanto del arquero, el héroe de esta hora, dueño de tres atajadas inolvidables, acredita el sueño colectivo de ese grupo de muchachos que se abraza y hace retumbar los televisores con sus dedicatorias. Ahora el listón de la exigencia subirá más que nunca, pero esa será otra historia.Emiliano Martínez ataja uno de los disparos durante la tanda de penales. (Andressa Anholete/)El peso específico de una semifinal siempre eleva las tensiones. Y bastante de eso se comprobó en el primer tiempo: los tramos de forcejeos, luchas, protestas al árbitro y el juego detenido fue más protagonista que los buenos pases o alguna gambeta hacia adelante. Por eso, tal vez, resaltó más la daga en el corazón colombiano que había clavado Giovani Lo Celso, preludio del gol de Lautaro Martínez. El paso del tiempo embellece los recuerdos: cuando se fueron al descanso, aquel pase del volante de Tottenham ya era una pieza de orfebrería si se echaba una mirada comparativa con la fealdad de lo que vino después.La selección no falló al principio: igual que en los cinco partidos anteriores de la Copa América, tomó el control desde el inicio y atacó con decisión. Enseguida Messi mostró el arte de su gambeta en velocidad, dos virtudes que, combinadas, destrozan caderas. En esa primera vez, Lautaro Martínez no le acertó al arco con su cabezazo, pero sí definió con justeza, y de primera, en la acción siguiente. Argentina ganaba como siempre: también ante Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Ecuador se puso adelante en el primer tiempo…Lionel Messi acomoda la cinta de capitán durante el partido. (Pedro Vilela/)Y también, como entonces -excepto frente a los bolivianos-, el transcurrir mostró cómo Argentina empezaba a retroceder en el campo. Siempre conviene mirar a los dos lados del mostrador: algo tiene que hacer el rival para que un equipo vire su postura. Aunque Colombia no fue un toro lanzado, más allá de la exuberancia física que Duván Zapata detentaba en cada choque, ni un enamorado de la posesión y el buen trato de pelota. No hizo falta tanto para que la Argentina se recostara sobre su defensa y aquel comienzo prometedor se apagara. Así, el tiro al palo de Wilmar Barrios y el cabezazo al travesaño de Yerry Mina -todo en un minuto- no sorprendieron a nadie. Otra vez, la selección asumía el riesgo de alejarse de Ospina y acercarse a Emiliano Martínez.La tendencia se acentuó cuando volvieron del descanso. Rueda hizo girar la perilla de los cambios con tres movimientos ofensivos, mientras que Scaloni cambió a Molina, que la había pasado mal con Luis Díaz, por Montiel. Pero el atacante colombiano no hizo distingos con sus marcadores: a los 16 minutos picó, recibió el pase de Cardona, le ganó a Pezzella y definió con clase. El 1-1 coronaba lo que los dos habían amasado durante más de media hora: era justo. Y entonces, Argentina tenía que volver a empezar porque, esta vez sí, sus excesos de cuidados le habían empiojado el resultado: una paradoja que el fútbol escribió un millón de veces.Lionel Messi felicita a Emiliano Martínez. (Andressa Anholete/)La selección ya no tenía a Lo Celso, además, al que el entrenador había reemplazado por Paredes. Sí a Di María, un revulsivo que se colocó a la derecha para tirar diagonales. Colombia pareció tomarse un respiro y eso ayudó a desatascar a la Argentina, que recibió un regalo al que no terminó de sacarle el moño: el propio Di María recibió un mal pase atrás, gambeteó a Ospina fuera del área pero ni él ni Lautaro, que remató, lograron el gol. La jugada, aunque desperdiciada, animó a la Argentina, que por fin dio un paso adelante en Brasilia. Quedaban más de 15 minutos para ir a buscar el gol que evitara la definición de penales y teletransportara a la selección a la final de la Copa. Lo tuvo Messi, tras una jugada genial de Di María, pero el palo se lo negó. Ese empujón final no alcanzó, y el suspenso se estiró. Ahora habrá que ver si, de una vez por todas, el alivio del triunfo trae consigo el aprendizaje demorado. Porque siempre es mejor ir ganarse el cielo que quedarse en casa esperando a que golpee la puerta.La definición de penales
Fuente: La Nación