Como buen kirchnerista que es, Pedro Rosemblat se tenía que llevar algo. Y se lo llevó. Con pesar, el presidente de la Nación se desanudó la corbata, una de sus preferidas, y se la entregó como trofeo a su interlocutor para que la sortee entre sus seguidores y con lo recaudado siga adelante con su tarea evangelizadora por medios no tradicionales. A los veintipocos fue en Twitter el @pibetrosko y como “el Cadete” llenó teatros de públicos militantes ávidos de reír a carcajadas con su humor agudo sobre la oposición, pero también sobre las propias contradicciones e incorrecciones internas del peronismo kirchnerista.Ahora, a los treinta, acaba de plantarse en la residencia de Olivos, durante una hora y diez minutos, frente a Alberto Fernández para mantener una conversación dinámica, fresca y hasta por momentos reveladora. Aclaró que no es periodista, pero sí peronista, y desde esa declarada filiación le hizo una entrevista que, aun siendo manifiestamente amistosa –se tuteaban y se trataban de “compañeros”–, no evitó, con gracia y amabilidad, meter el dedo en la llaga un par de veces. “No soy tan sumiso”, le dijo el mandatario al hablar de Cristina Kirchner. Preocupa la palabra “tan”.Rosemblat se maneja con fluidez con las herramientas virtuales, en la periferia de los medios tradicionales, algunas de cuyas posturas más extremas, de un lado y del otro de la grieta, empiezan a quedar vetustas. El griterío y los actings de enojos, a favor o en contra del Gobierno, tal vez lleguen a su clímax en estos meses que corren hasta las elecciones. Pero ¿qué sucederá luego de que gane o pierda el oficialismo? ¿Sobrevendrá un hartazgo por ese contraste inflamado y agotador totalmente exento de matices? Gran oportunidad para innovadores que quieran seducir a esas audiencias sobrecargadas de odios contrapuestos.Youtubers y streamers, como Rosemblat –no solo en el ámbito de la política, sino también en otros múltiples planos–, influyen y se van colando de manera informal en la conversación masiva. Es un avance segmentado que, por su naturaleza, los radares no detectan, pero que no se detiene.Sin el “aparato”, palabra tan de la política, pero que también puede empezar a aplicarse a la industria mediática, en sus formas de promover y sostener a sus grandes figurones, Rosemblat aparece de atrás (pero no tan atrás) por el espejito retrovisor de los grandes medios, con su cajita de herramientas virtuales siglo XXl. Sus performances ya no resultan insignificantes ni, mucho menos, inofensivas. Hasta ayer al mediodía, su canal de YouTube tenía 96.900 suscriptores y su conversación con el jefe del Estado ya había sido vista por 189.852 personas. El jueves a la noche en vivo la vieron varios miles más por esa red, pero además por Facebook y Twich, la plataforma de Amazon esencialmente de videojuegos. El mainstream periodístico debió hacerse eco inmediatamente del encuentro porque dejó mejores definiciones que las que suelen conseguir ciertos comunicadores oficialistas que en su obsecuencia producen recurrentes entrevistas anodinas con el Presidente.No poder reconocer –o temer– este tipo de novedosos fenómenos de la comunicación que están apareciendo también produce ofuscación de la vereda de enfrente al Gobierno. Prefieren enojarse con los elementos epidérmicos del “¡Viva Perón!” que usó Rosemblat para despedirse de Fernández y de su audiencia que abrir la cabeza para entender en mayor profundidad que productos no tan convencionales como este llegaron para quedarse. Comprender su lógica y funcionamiento será una de las llaves para sobrevivir y no sucumbir repitiendo contenidos y formatos cada vez más anquilosados.En la semana en que el tema de las vacunas explotó –a partir de la denuncia de Patricia Bullrich de supuestos pedidos de retornos como condición para firmar el contrato con Pfizer que detonó las demandas que el Presidente y el exministro de Salud Ginés González García le iniciaron a la presidenta de Pro–, Alberto Fernández atendió también al programa que María O’Donnell y Ernesto Tenembaum tienen en CNN. Allí dijo algo que repitió después en la transmisión de Rosemblat: “Somos un país punk” porque, según él, nos empeñamos en vivir en un puro presente sin futuro. El Presidente insistió en sus últimas apariciones con que la realidad le había dado la razón ante el crecimiento de contagios, por lo que sucedió antes en Europa. Resulta extraño que teniendo esa convicción tan clara no haya previsto más fondos para la pandemia en el presupuesto 2021.Tal vez Fernández esté buscando nuevas maneras de comunicar. Si no, no se explica su largo monólogo para la agencia oficial Télam sobre los 80 años de Bob Dylan. Terminó el video abrazado a su perro del mismo nombre, mientras lo besaba y le decía: “Loco, loco, loco”.
Fuente: La Nación