Una vez más la política energética amenaza con poner en riesgo el plan económico del Gobierno para llegar a las elecciones sin sobresaltos cambiarios. Ese talón de Aquiles que aquejó a la administración de Cristina Kirchner hace flaquear ahora a la gestión de Alberto Fernández, que ya es consciente de que deberá, en los próximos meses, hacer una gestión todavía más fina de las reservas para poder transitar el calendario electoral con el dólar bajo control. En otras palabras, en el equipo económico ya se analizan más restricciones cambiarias.“La importación de energía este mes está por encima de lo que estábamos esperando”, desliza, con incomodidad, una figura del equipo económico. Los números son elocuentes. Sólo el mes pasado, el Banco Central (BCRA) debió desembolsar US$788 millones para cubrir la factura de importación de combustibles y lubricantes. La cifra preocupa por el monto –representa más del 10% de las reservas netas que, según estima el economista Amílcar Collante, tiene hoy el BCRA–, pero sobre todo por la dinámica. Es 60% más de lo que se había pagando en mayo, y, según coinciden estimaciones privadas, es probable que en julio y agosto la cuenta a pagar sea igual o levemente superior.A la luz de los resultados de corto plazo, está claro que no contar con una figura de peso a cargo de la política energética tiene un costo grande. La necesidad de importar energía puede atribuirse en parte a que junio y julio están siendo algo más fríos de lo que fueron en 2020, pero también quienes conocen de cerca el sector reconocen que el Gobierno está pagando ahora el precio de haber demorado todo el año pasado para poner en marcha su Plan Gas para fomentar la producción. Consultores como Daniel Gerold lo advertían ya en septiembre pasado. Otro desmanejo más –además del de las vacunas– que es atribuible casi exclusivamente a los problemas de gestión del Gobierno, y a su política de loteo del gabinete. La pelea entre el ministro Martín Guzmán y su subsecretario Federico Basualdo es sólo uno de los capítulos públicos de un drama que es todavía más profundo en un Gobierno descoordinado.“Falta un armador central”, reconoce uno de los hombres con más experiencia en la gestión pública que participa del gobierno de Fernández. “Te chocás con el resto del Gobierno cuando tenés que tomar decisiones”, dice. Salvo el ministro del Interior, probablemente no hay ministro del gabinete que no haya sufrido alguna desmentida pública de su propio jefe o de algún miembro de su propia coalición en el año y medio que lleva en el poder el Frente de Todos.A esto se suman este año, es cierto, otros factores exógenos que profundizaron el problema energético, pero que también requirieron una pericia de la gestión que no siempre estuvo a la altura. El corte de ruta en Neuquén, que a comienzos de año mantuvo paralizada la actividad en Vaca Muerta, no colaboró para que se pudiera acelerar la producción de gas. Mientras que la seca que golpea al sur de Brasil y al norte de la Argentina hizo que los niveles de generación de energía hidroeléctrica sean históricamente bajos, por lo que hay mayor necesidad de capacidad de generación de las centrales termoeléctricas. La generación hidroeléctrica, que suele aportar el 33% de la energía que se consume en el país, este año apenas está colaborando con el 15%. “Esta caída no la vi en 33 años de trabajo”, reconoce Gerold, que ya adelanta que se espera que el efecto La Niña siga neutro hasta febrero de 2022.En los próximos días el Gobierno espera presentar con pompa su proyecto para una nueva Ley de Hidrocarburos. Spoiler alert: no hay en el texto que trascendió nada que pueda modificar el panorama actual y mejorar los incentivos para que crezcan las inversiones en el sector. Algunos gobernadores de provincias petroleras ya se quejan por lo bajo.Las medidasClaro que en el Gobierno saben que no hay demasiado margen para ajustar la factura de energía, menos en los meses de invierno. También porque tendría un impacto directo en la actividad económica, que tampoco tiene la robustez que se había pensado que iba a tener para esta altura del año. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) mostraron, en la medición desestacionalizada, un estancamiento de la actividad industrial y una caída de la construcción en abril. Dos alertas para el equipo económico.Pero la cuenta energética inquieta sobre todo porque no es la única factura denominada en dólares que está creciendo. En paralelo, también la importación de bienes intermedios se recuperó en mayo y junio a los niveles que tenía previo a la pandemia. El mes pasado, por este concepto el BCRA debió transferir al exterior US$2495 millones, 18% más que en mayo. Aquí uno de los rubros que va a sufrir recortes. Ya las terminales automotrices están alertadas. Si por estos días es complicado hacerse de un auto de lujo en la Argentina, probablemente lo sea aún más en lo que resta del año. Y no será lo único que se buscará recortar. “Los gobiernos kirchneristas tiran con escopeta: prohiben todo y después ven qué abren”, se atajó un hombre de la Citi. Pero todo dependerá de cómo siga el marcador de reservas. Acá de nuevo surge el dilema de la sábana corta: es posible que la restricción tarde o temprano también sea a costa del nivel de actividad.Demanda dolarizadoraLa realidad es que ya en estos días el Central empezó a tener un anticipo de lo que es la demanda dolarizadora que se despierta siempre en los años impares, no importa quiénes sean los candidatos a la elección. También la menor devaluación de los últimos meses (en comparación con la inflación) está haciendo que crezca el consumo de dólares con tarjeta de crédito. Si bien en niveles bajos, en los bancos ya ven que la cuenta que en junio debieron saldar en moneda extranjera duplicó la de mayo. No hace falta sólo restringir el turismo. En los bancos, previsores, también ya se preguntan cómo harán para abastecerse de dólares billete si aumenta la demanda de sus clientes y siguen restringidos los vuelos. Los dólares llegan desde los bancos en los Estados Unidos en avión comercial; no se imprimen en el país, aunque por la cantidad que circula a veces pareciera.En el Gobierno están confiados en que el supercepo cambiario vigente contendrá gran parte de la demanda e impedirá una fotografía como la de años pasados. De todas formas, el desafío hacia adelante es importante, considerando lo finito de las reservas internacionales. En junio, según cálculos de Collante, se destinó el doble de dólares que en mayo para contener la brecha cambiaria, ya que se pasó de una intervención de US$85 millones a una de hasta US$180 millones.Muy lejos del rol de ministro coordinador que en algún momento se le otorgó, Guzmán, por su parte, aspira a poder al menos quitarle volatilidad al tipo de cambio por el lado del frente externo. Ayer, en Venecia, Guzmán tuvo su primera reunión presencial en meses con los responsables del caso argentino en el Fondo Monetario Internacional (FMI), Luis Cubbedu y Julie Kozack. El ministro, que viajó a Italia para la asamblea de ministros del G20, tendrá además bilaterales hoy con sus pares de Alemania, Japón, México y Rusia. Los primeros dos son los principales acreedores de la Argentina en el Club de París. Con los segundos, la Argentina espera poder sellar un acuerdo bilateral para que los DEG (moneda del FMI) que el Fondo distribuya en agosto puedan utilizarse como préstamo bilateral.En el Gobierno albergan la ilusión de poder recibir los DEG que recibirán países de ingresos altos o que actualmente no tienen problemas de financiamiento –Rusia, México y Portugal–, en forma de préstamos bilaterales, para así poder ir saldando la deuda con el FMI. Sería el bilateral un tipo de fondeo de más largo plazo que el que ofrece el FMI, que ya dijo que aun en un acuerdo de facilidades de pago, no aceptaría extender el plazo de financiamiento para la Argentina a más de 10 años. Todo lo que el Gobierno no tiene de gestión, algunas veces el kirchnerismo lo suple con creatividad.
Fuente: La Nación