Luego de la reconquista de Buenos Aires el 12 de agosto de 1806, nadie dudó en la capital del virreinato que los ingleses intentarían nuevamente, con una expedición mayor, volver a conquistar este importante  baluarte para sus fines colonialistas.Tampoco los ingleses -que no supieron a tiempo de la derrota de la primera invasión- dudaron en enviar otra poderosa fuerza para consolidar lo que creían bajo su control. Fue así que, al mando del brigadier general Achmuty, partió de Inglaterra una nueva expedición, de 5300 hombres.Como el plan británico era aún más ambicioso, otra expedición de 4200 hombres, al mando del brigadier general Craufurd, partió con destino a Chile, pero enterado el almirantazgo inglés de la real situación en el Río de la Plata, ordenó la reunión de ambas expediciones y las puso al mando del teniente general Whitelocke.Con el estímulo y entusiasmo del triunfo sobre los ingleses y previendo otro nuevo intento, comenzó en Buenos Aires una febril actividad para conformar una fuerza efectiva. Así surgieron, prácticamente de la nada y equipados con lo que había, nuevos cuerpos militares denominados según su procedencia. Los españoles divididos en cinco tercios eran los cantábricos, gallegos, andaluces, catalanes y montañeses y los americanos, entre otros, encontramos a los Patricios, Arribeños, Pardos y Morenos, Húsares, Blandengues y Voluntarios Patriotas de la Unión.La experiencia y liderazgo del nuevo virrey, don Santiago de Liniers, la habilidad política y militar del alcalde Martín de Álzaga y el ayuntamiento, que se mantuvo en sesión permanente, fueron los héroes de la situación que pronto deberían enfrentar.El 3 de febrero de 1807, Achmuty tomó Montevideo y luego Colonia, para emplear esa localidad como base de operaciones para lanzar su invasión a Buenos Aires, la que comenzó el 28 de junio con el desembarco en la ensenada de Barragán. Esta demora de cuatro meses, que fue un error inglés, será fundamental para la preparación de la defensa de la capital del virreinato.Según refiere Beruti en sus memorias, Álzaga organizó la defensa de la Plaza Mayor y el Fuerte en dos líneas de defensivas en las calles que circundaban el centro de la ciudad. Hizo cavar fosos en las calles y colocó piezas de artillería detrás de los mismos y distribuyó la gente de los distintos batallones en las azoteas, balcones y ventanas que cubrían dichas calles. Este plan de defensa novedoso, pues no podía enfrentar a un ejército profesional como el inglés a campo abierto, fue aprobado por Liniers.El 1º de julio, convocados por la campana del cabildo, Liniers reunió y pasó revista a todos los batallones y los exhortó a “resguardar los sagrados deberes de la religión, del rey y de la patria”, según relata Cayetano Bruno.Sería demasiado extenso detallar todas las acciones que se desarrollaron en la defensa de esta nueva invasión, pero en términos generales podemos identificar dos momentos.El primero, cuando la vanguardia del brigadier general Gower, elude el enfrentamiento con Liniers, que lo esperaba en la margen del Riachuelo, cubriendo el Puente de Gálvez, que era la principal entrada a la ciudad y por el Paso Chico cruza el Riachuelo, llega el 2 de julio  a los Corrales de Miserere (hoy Chacarita) y derrota completamente a las fuerzas allí estacionadas y a las que había alcanzado a llevar Liniers en su repliegue desde el Riachuelo.El segundo momento fue el ataque sistemático y muy bien coordinado que realizan los ingleses en tres columnas, desde los Corrales de Miserere hacia el Río de la Plata, para luego converger sobre la Plaza Mayor y el Fuerte.El 3 de julio, el brigadier Gower intimó la rendición verbal a Liniers y para ganar tiempo se solicitó que el pedido fuera por escrito, el cual, al llegar a manos de este, fue rechazado y el 5 de julio se inició el ataque.La columna del brigadier Achmuty llegó a tomar sus objetivos en la zona de Retiro, la columna central del brigadier Lumley alcanzó parcialmente los suyos en el Río de la Plata, pero cuando intentó acercarse a la Plaza Mayor fue detenido. La columna del brigadier Craufurd pudo obtener parte de lo que es hoy San Telmo, al  sur de la ciudad, pero la Brigada Ligera y el Regimiento 45, que avanzaban por lo que es hoy la zona de la calle Belgrano, fue la que tuvo que librar los combates más duros y tuvo las mayores bajas.Aquí aparece el teniente coronel Cornelio Saavedra con el Regimiento Patricios cumpliendo un papel heroico y fundamental en la obstinada resistencia y en la reconquista  de la iglesia de Santo Domingo, tomada por el teniente coronel Pack. Es por esta valerosa defensa de los Patricios, que un jefe inglés, el teniente coronel Kingston, ordenó que su cuerpo fuera sepultado en el cuartel de los Patricios en reconocimiento a los valientes que lo habían vencido.En estos combates surgen nombres de jóvenes oficiales que luego serán actores principales en la guerra de la independencia tales como Manuel Belgrano, Martín Rodríguez, Eustaquio Díaz Vélez, Benito Álvarez, Francisco Perdriel y Viamonte, entre otros.El brigadier Craufurd, luego de ser desalojado de la iglesia de Santo Domingo pidió la rendición, siendo este acto el principio del fin de la invasión. Los combates continuaron en menor medida el 6 y el 7 de julio, el teniente General Whitelocke firmó la rendición incondicional la que incluía el retiro de las fuerzas inglesas de Montevideo.Esta heroica y costosa defensa de Buenos Aires tuvo mucho que ver con las fuerzas morales y el entusiasmo patrióticos de los porteños y dejó abierto el camino a la revolución del 25 de Mayo de 1810, pues había demostrado las convicciones de los defensores y la habilidad para empuñar las armas.General de brigada (R), presidente del Instituto Argentino de Historia Militar

Fuente: La Nación

Comparte este artículo en: