El jueves pasado, la Academia Argentina de Letras (AAL) eligió como académico de número al escritor y abogado Eduardo Álvarez Tuñón (Buenos Aires, 1957), que de ahora en más ocupará el sillón «Francisco Javier Muñiz», en el que lo precedieron Ángel Gallardo, Bernardo Houssay, Eduardo González Lanuza, Horacio Armani y Alberto Manguel, y que estaba vacante desde el 13 de septiembre de 2018 cuando el exdirector de la Biblioteca Nacional pasó a ocupar el cargo de académico correspondiente. Álvarez Tuñón es narrador, poeta y ensayista, además de un hombre de leyes.Eduardo Álvarez Tuñón con un ejemplar de su libro de cuentos “El tropiezo del tiempo” (Gentileza/)“La noticia de la designación me conmovió -dice a LA NACION el flamante académico-. Me la comunicó Rafael Felipe Oteriño, secretario, académico y gran poeta. Realmente no lo esperaba. Es un orgullo y un honor, y espero estar a la altura y no decepcionar a quienes me eligieron. Lo cierto es que la literatura es mi destino y he frecuentado distintos géneros. Poesía, cuentos, novela e incluso teatro”.Álvarez Tuñón se recibió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde ejerció la docencia como profesor de grado y de posgrado. Se desempeñó, como algunos otros escritores argentinos, como juez nacional y fiscal general. Publicó las novelas El diablo en los ojos, El desencuentro, Las enviadas del final y La mujer y el espejo, y la obra teatral La memoria y el viento. Es autor de los libros de cuentos Reyes y mendigos, Armas blancas, El tropiezo del tiempo y Donde la luz se pierde. Su obra narrativa se caracteriza por un estilo donde conviven la ironía, lo fantástico y un anhelo paradójico teñido de nostalgia. Como poeta, publicó Los pueblos del árbol, El amor, la muerte y lo que llega a las ciudades, La secreta mirada de las estaciones, Antología poética y La ficción de los días. Tradujo, del francés, libros de poetas como Louis Aragon y Robert Desnos.Desde 2013, dirige la colección de poesía El Aura, de Libros del Zorzal, que ya lleva doce títulos publicados. Sus obras han sido traducidas al inglés, al francés y al italiano. Desde 2018, pertenece a la Academia Argentina de Derecho (Instituto Derecho del Trabajo).Para Álvarez Tuñón, su ingreso a la AAL es muy significativo. “Siempre le he dado, como escritor, mucha trascendencia a la lengua, a nuestro idioma y he tratado de que mi obra respondiera a ese destino inevitable que ha sido el español, con todas sus riquezas”, revela. Aún no ha decidido el tema del discurso de aceptación que brindará en la academia. “Es todo muy reciente”, acota.En cuanto a su relación con la Justicia, el escritor que ha sido magistrado de carrera, ya retirado, señala que el derecho ha sido una actividad importante en su vida. “Le guardo gratitud porque es la que me permitió subsistir -admite-. Lo cierto es que también me ha apasionado. Tengo varias obras jurídicas escritas. He sido también profesor de la UBA. El derecho no está divorciado de la literatura y podría mencionar muchos casos de abogados escritores: Macedonio Fernández, Enrique Molina, Juan Filloy, Rafael Felipe Oteriño que ha sido juez como yo”. Muchas de sus narraciones provienen de la experiencia judicial.Actualmente, trabaja en una novela corta y tiene terminado un libro de cuentos. “Están en la línea de los anteriores -anticipa-. Trabajo con historias reales que parecen inverosímiles”.Un poema de Eduardo Álvarez TuñónEl retornoVendrán las estaciones para que alguien comprendaque la tierra igual trata al recuerdo y al fruto.Existe una caída, un retorno al amor.Pero ¿vendrán? ¿vendrán o están en mí?Su callada presencia traerá agua a mis labiosy he de beber, como los árboles,para buscar lo perdido sin partir.Se han transformado las calles por las que caminamos.Es el tiempo, que disfraza las casas.Son bondadosas, nos ayudan de muerte.Ser viejo es tener una ciudad en la memoriay caminar señalando lo que fue destruido.¿Qué es el llanto?He descubierto su utilidad secreta:Necesitamos borronear los días,que un río una y salve lo que no volverá después de muertos.
Fuente: La Nación