Seguí con particular interés las derivaciones del blooper múltiple presidencial que aludía de manera poco gentil, y hasta con involuntarios toques racistas, a los orígenes étnicos de los pueblos de Brasil y México.Muchos se preguntarán por qué “con particular interés”, y la respuesta es muy simple: el 31 de mayo último debí comparecer, convocado por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), a una audiencia virtual con la licenciada Gabriela Liguori, directora ejecutiva de la Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes (Caref), que había presentado una denuncia ante el organismo por mi expresión “conurbano africanizado” utilizada en este mismo espacio el 17 de enero último.A partir de que ese domingo, muy temprano, por Twitter, la diputada Gabriela Cerruti distorsionó aviesamente el sentido de mis palabras, que no tenían otro afán que subrayar que sectores del Gran Buenos Aires sufren índices socioeconómicos similares, o peores, a los de algunos de los países más pobres de ese continente, se desató lo que se podría catalogar como una campaña orquestada en la que, con el correr de las horas, se sumaron afirmaciones condenatorias (muchas de ellas, difamatorias) ya no solo de anónimos trolls, sino de importantes dirigentes del oficialismo, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y, por supuesto, el staff completo de su periodismo adicto.Victoria Donda (Enrique Villegas/)De poco valió que durante las siguientes 48 horas me explayara con sucesivos mensajes en las redes para ampliar lo que era bastante obvio en el contexto de mi artículo: que de ninguna manera el adjetivo se refería a personas sino que solo apuntaba al comparativo de estadísticas entre una y otra región del mundo. El derecho a la defensa me fue denegado por completo: el escrache organizado no tomaba en cuenta ninguna de mis argumentaciones porque no resultaban convenientes para sus fines. Pero me parecía importante que personas de buena fe, ante tan insólita inquisición virtual, contaran al menos con mi versión de los hechos. Atravesamos la Era de la Cancelación, esa otra pandemia mundial que lideran autoerigidos correctismos dogmáticos y supuestamente moralistas que suelen esconder otros intereses.Debo decir, no obstante, que la larga conversación por Zoom con la titular del Caref fue en todo momento muy civilizada y hasta cordial, con la impecable asistencia de dos funcionarias del Inadi que colaboraron para mantener esa armonía y que el diálogo entre las partes fuera mutuamente enriquecedor. Liguori me contó que refugiados de ese continente se habían sentido afectados por aquel término de mi nota, que tanta controversia había levantado. Particularmente me refirió el caso de un senegalés que hasta le leyó una resolución de las Naciones Unidas sobre la triste problemática de los refugiados, cuando se quejó ante ella por la palabra en cuestión.Según un informe que la Defensoría del Pueblo dio a conocer en noviembre de 2020, hay en CABA un constante “hostigamiento institucionalizado” a los vendedores callejeros senegaleses. La indefensión de estas personas se agrava por la ausencia de una representación consular de Senegal en la Argentina, porque varios de ellos permanecen indocumentados y -cito una vez más al organismo- por las “dificultades en la comunicación, atento a la barrera idiomática existente”.Por eso me llamó mucho la atención que un miembro de esa comunidad hubiese reparado en una palabra de una columna de opinión de un diario escrito en castellano. Pero si así fue, y cumpliendo con lo que se me solicita, le ofrezco mis disculpas sin peros de ningún tipo en el mismo espacio donde se sintió tan afectado en su identidad. Y, de paso, le pido perdón también por todos aquellos que le agregaron perversas intencionalidades que jamás estuvieron en mi ánimo, solo para denostar a alguien que no piensa políticamente como ellos. Es más: me gustaría conocerlo. Será una buena ocasión también para felicitarlo sinceramente por sus auspiciosos avances en el conocimiento de nuestro idioma, al punto de poder detectar en las columnas políticas dominicales de este diario palabras que lo someten a un injusto sufrimiento.“El Inadi no había iniciado acción”, dijo la titular del organismo, Victoria Donda, sobre los recientes exabruptos presidenciales. No tuve la misma suerte: pocas horas después de aparecido mi artículo, el Inadi emitió un documento al respecto. Alberto Fernández envió una carta que Donda calificó de gesto “histórico, destacable y una excelente práctica”. Tampoco valieron mis reiteradas explicaciones públicas en las redes sociales, programas de radio y TV, y en nuevos artículos. Si le pasaba a Cristina Kirchner, hubiese hablado de lawfare.

Fuente: La Nación

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