El teléfono de Héctor Daer vibraba con insistencia. Se apilaban mensajes de texto de ministros leales a Alberto Fernández, referentes del PJ y gobernadores. Transcurrían las horas más dramáticas del Gobierno. Lo que era una cumbre sindical de asuntos burocráticos derivó en una reacción corporativa para sostener al Presidente. “Hay que frenar a La Cámpora”, agitó un sindicalista influyente.El dirigente que llamó a levantarse contra la agrupación kirchnerista asistió callado y sin reproches hace tres semanas a un almuerzo secreto con Máximo Kirchner y Wado de Pedro. A su planteo le siguió una sucesión de mensajes de otros dirigentes que ubican hoy a los gremios más poderosos e influyentes del país en la vereda de enfrente del kirchnerismo.Un Cámpora que no hacía casoA contramano de la crisis en la que quedó sumido el Frente de Todos tras la derrota electoral, la CGT avanza por ahora firme en su proceso de reunificación con Hugo Moyano y otros sectores que están hoy alejados de la vida interna de la central. La eventual unidad es parte de la contribución gremial a la agitada turbulencia que sacude al peronismo.Los gremios no son un actor de reparto en la arquitectura de poder que imaginó Alberto Fernández. Junto con los gobernadores peronistas, el sindicalismo clásico es la base de su respaldo desde que Cristina Kirchner lo ungió como su candidato para desbancar a Macri. Fernández siempre lo pensó justamente como contrapeso de La Cámpora, según lo graficaron un mandatario provincial del norte y un dirigente de la CGT de su máxima confianza. Con el correr de la gestión, los roles de la CGT y de los gobernadores se desdibujaron porque consideran que el Presidente se apartó de su idea original y cedió ante el avance kirchnerista, dándoles desde el manejo de las cajas más estratégicas, como las de la Anses y el PAMI, hasta el armado de las listas electorales.Los gobernadores, sobre todo Sergio Uñac (San Juan), Juan Manzur (Tucumán) y Jorge Capitanich (Chaco), vuelven ahora a emerger como fuente de consulta de Fernández aunque dudan sobre rifar su capital político por un gobierno que está partido y a la deriva. “Una cosa es emanciparse del kirchnerismo en este momento y otra cuando arrancó la gestión”, dijo el colaborador de un mandatario provincial. Manzur finalmente aceptó y asumirá el lunes como jefe de gabinete. A propósito, y siempre y cuando el Presidente pueda resolver la crisis del gabinete, Manzur prepara el terreno para ser el anfitrión en su provincia de una jornada con funcionarios, empresarios, sindicalistas y dirigentes sociales para darle impulso a un proyecto financiado por el Banco Mundial para reducir la informalidad laboral. Es una carta que se mantiene en reserva para cuando haya que dar vuelta de página y escenificar una suerte de relanzamiento de la gestión.Los movimientos sociales también reaccionaron para socorrer al Presidente. Reverdecieron así las tensiones entre el Movimiento Evita y La Cámpora. Un puntero político de la zona de Quilmes que se alistaba el jueves para movilizar a su tropa a la Plaza de Mayo en apoyo a Fernández contó que se canceló la marcha por temor a un brote de violencia callejero. Con su pedido de no movilizar, el Presidente frenó a tiempo lo que hubiera sido un choque entre los piqueteros oficialistas y los de izquierda, que renovaron esta semana sus reclamos por más planes sociales.Santiago Cafiero, Eduardo de Pedro y Emilio PérsicoEl desembarco de Juan Zabaleta como ministro de Desarrollo Social obstaculizó el libre flujo de fondos que administraban con Daniel Arroyo directores vinculados a Juan Grabois y al camporismo, según contaron fuentes que conocen el funcionamiento del organismo. “El plan social te lo da el Gobierno, no Grabois o La Cámpora”, fue el mensaje que bajaron los delegados que responden al exintendente de Hurlingham. Como le pasaba a su antecesor, Zabaleta convive en Desarrollo Social con una interna que siempre está a punto estallar. Se trata de uno de los ministerios en el que se entremezclan los intereses de los diferentes socios del Frente de Todos. “Muchas manos para un solo plato”, ironizó un dirigente social que supo jugar con La Cámpora y que ahora está enfrentado.En la CGT hubo dirigentes que no se sorprendieron por la dura derrota electoral en las PASO. Si bien la cúpula de la central obrera asistió al acto de cierre en Tecnópolis, el aporte gremial en la campaña fue casi nulo. Hubo un comunicado previo de la CGT en el que se pidió el voto por el oficialismo y se advirtió sobre el intento opositor de impulsar una reforma laboral. Nada más. No hubo actos masivos de apoyo ni la cesión de un ejército de fiscales, como en otras oportunidades. Los gremios se declararon esta vez casi prescindentes.“Advertimos el descontento social, y se lo dijimos a Máximo”, dijo uno de los cuatro dirigentes gremiales que almorzaron con el jefe de La Cámpora y Wado de Pedro, hace tres semanas.De izquierda a derecha, Baradel, Máximo Kirchner, Magario, Espinoza, Moyano y Yasky: aprestos electorales de la oposiciónLa cumbre sirvió para abrir un canal de diálogo en una relación guiada por la desconfianza y los enfrentamientos retóricos. Si bien se transmitió que fue una charla “sincera y distendida”, hubo un tramo de la conversación que reavivó tensiones y fue cuando se debatió sobre inflación y salarios. Kirchner planteó que la paritaria de los empleados estatales se había quedado “corta” e incomodó a uno de sus invitados. Lo escuchaba en silencio Andrés Rodríguez, el suscriptor de ese acuerdo que inicialmente fue de 35% en seis cuotas y que por la escalada de precios ahora se revisó con una suba adicional de 5%. Gerardo Martínez, de la Uocra, salió al rescate del jefe de UPCN con una reacción casi corporativa. “Nosotros sabemos y tenemos la experiencia de negociar salarios y administrar lo nuestro. Las paritarias están abiertas de manera permanente hasta que se arregle la macroeconomía, que eso es responsabilidad de otros”.Inflación y reforma laboralA la debacle electoral le sigue la económica. Más allá del compromiso de reabrir paritarias, los sindicalistas advierten en privado sobre los riesgos de la emisión constante de pesos. “Hay que separar lo ideológico de lo estructural. Dejar de lado la patria fanática y revanchista e ir hacia un acuerdo con empresarios y la oposición. La palabra de Cristina Kirchner está devaluada”, planteó un dirigente de la CGT que tiene línea directa con el Presidente.Para darles una señal a los gremios más allá de empatarle o ganarle apenas a la inflación, Fernández y Massa reactivaron un programa que había puesto en marcha Mauricio Macri para reconvertir planes sociales en trabajo genuino y registrado. Es su gran apuesta para reducir la pobreza.El plan empalme de Jorge Triaca se vendió inicialmente con una meta imposible de reconvertir 400.000 planes. No habría superado las 50.000 en toda la gestión, según las cifras que archivó el equipo del exministro de Trabajo. El objetivo trazado fue algo tan utópico como el eslogan de “pobreza cero”. No hay actualmente indicios de que ahora el programa vaya a ser un éxito. Mucho menos cuando algunos de esos potenciales trabajadores presentan en sus currículums que son piqueteros y que apelan a los cortes de calles y a la extorsión como método de protesta.En el tramo final de la campaña rumbo a las PASO, Horacio Rodríguez Larreta blanqueó las intenciones de la oposición de avanzar hacia una reforma laboral. El jefe de gobierno porteño planteó la necesidad de reemplazar las indemnizaciones por un fondo de cese laboral, como el que tienen los albañiles de la Uocra, un oficio de características particulares porque los contratos son temporales, hasta el final de una obra. Martín Lousteau y Omar De Marchi presentaron ya dos iniciativas en el Congreso. La reforma laboral será uno de los ejes de debate de la campaña camino a las elecciones generales del 14 de noviembre.El regreso de Aníbal Fernández: de interventor en Río Turbio a ministro de SeguridadEl fondo de desempleo en la construcción, también promovido por Roberto Lavagna, funciona de la siguiente manera: el empleador deposita el 12% del salario mensualmente en el fondo durante el primer año de la relación laboral y el 8% a partir del segundo año. El dinero se deposita en una cuenta bancaria, genera intereses para el trabajador y son inembargables. Debe ser constituido mediante convenio colectivo, con el aval de las cámaras empresariales y el principal gremio de la actividad. El monto del aporte mensual corre únicamente por cuenta del empleador sobre un porcentaje del salario y sustituye la indemnización. “No se pierden derechos laborales”, aseguró Gerardo Martínez sobre su acuerdo modelo. Larreta conversó sobre el tema con el jefe de la Uocra.Gerardo Martínez, Juan Grabois y Pablo Moyano dieron el aval para avanzar en un plan de reconversión de planes sociales en trabajo genuinoEn silencio, Rodríguez Larreta comenzó a extender sus vínculos gremiales más allá de su alianza de acero con el municipal porteño Amadeo Genta, un histórico de la CGT. Larreta ordenó a la Administración Gubernamental de Ingresos Públicos de la Ciudad de Buenos Aires (AGIP) intervenir el mes pasado en el conflicto entre el Sindicato de Comercio y Garbarino por el retraso en el pago de salarios. Armando Cavalieri se encargó de hacer pública la gestión para regularizar parcialmente la situación de unos 4000 empleados.Cavalieri tiene 85 años y es un viejo lobo al que no le suele fallar el termómetro. Fue menemista, kirchnerista y macrista. Hoy hace equilibrio en medio de la crisis. Antes de las PASO, en el último cara a cara de la CGT con el Presidente, el jefe mercantil le advirtió que “la gobernabilidad estaba en riesgo”. Lo repitió con el resultado electoral consumado. Pidió reformas laborales, impositivas y previsionales. Lo conversó también con Rodríguez Larreta y con el radical Alfredo Cornejo, a quien elogia en privado. El peronismo está en ebullición. No pasó todavía la elección general de medio término, pero la implosión del Frente del Todos aceleró el debate por el lejano 2023.
Fuente: La Nación