CÓRDOBA.- Para la mayoría de los gobernadores, la crisis interna entre el kirchnerismo y Alberto Fernández no es una sorpresa. Los mandatarios provinciales hace tiempo que tomaron distancia del Presidente y se concentraron en sus propios distritos. Antes de que Fernández asumiera, esperaban tener mayor peso en sus decisiones, pero nunca lo lograron y las heridas no terminaron de cerrarse.De una rueda de consultas realizada por LA NACION entre ocho distritos gobernados por peronistas que apoyaron a Fernández desde el inicio y en Córdoba (Juan Schiaretti nunca se alineó al Presidente), la respuesta fue que la crisis “era esperable” después del resultado de las PASO y que el mandatario, de alguna manera, paga el costo de no haber generado “un contrapeso” en el juego del poder.Una interna convertida en crisis institucionalLas fuentes coincidieron en que, pese a haber tenido contacto después del domingo con Eduardo “Wado” de Pedro, el ministro no había dejado trascender la posibilidad de una renuncia. El titular de Interior es el interlocutor frecuente con las provincias, incluso con Córdoba y con las administradas por la oposición. El “cristinista” de la cartera política cultiva un buen vínculo con el interior.Durante su campaña, Fernández insistía en que su gestión sería de “24 gobernadores y un Presidente”. Ni siquiera los anotados en el arranque para poner gente en el gabinete consiguieron espacio y, ya con la pandemia dominando el primer año de la administración, muchas de las decisiones les eran “comunicadas” a las provincias después de decidirse con el mandatario bonaerense, Axel Kicillof.Después de la elección de Fernández algunos gobernadores -entre ellos el de Córdoba y el de Santa Fe- creyeron que era posible reeditar un grupo fuerte de provincias que plantearan agenda y, a la vez, defendieran sus intereses. Admitían que, sin Buenos Aires (Kicillof no se aliaría con el resto) era difícil, pero estaban dispuesto a intentarlo. La irrupción de la pandemia cambió las prioridades.Frialdad electoralEn la previa a las PASO del domingo pasado fueron varios los mandatarios que, sin romper con el Presidente, prefirieron bajarle el perfil a su participación en la campaña. Les parecía mejor que no desembarcara en sus distritos.“Recostarse en un círculo de cinco funcionarios y depender de La Cámpora fue un pecado de origen que nunca se resolvió”, desliza un funcionario de una jurisdicción que el domingo se salvó del desastre electoral.El presidente Alberto Fernández (Fabián Marelli/)Desde Córdoba apuntan que en los grandes temas -fuera de la pandemia- la “voluntad de consenso” terminaba “interrumpida” por algunos factores que aparecían a medida que la discusión avanzaba. “La balanza se terminaba inclinando hacia donde creían que el electorado los apoyaría, cosa que no sucedió”, especulan.En otro distrito insisten en que la “confrontación permanente” y la creación, a diario, “de un enemigo” era un modelo que la pandemia agotó, pero que, no obstante, la decisión fue seguir adelante y sostenerlo. “El rechazo del voto terminó apurando los tiempos”, dijeron.“Es inentendible que Fernández no se haya apoyado más en los gobernadores, era una estrategia obvia para muchos y de la que él mismo pareció estar convencido hasta que asumió. No sabemos qué pasó”, admite un diputado cuyano.
Fuente: La Nación