Fabricio Elguero, de 21 años, fue asesinado en medio de una guerra de bandas que se disputan el territorio en uno de los monoblocks de Ciudad Evita. Para despedirlo, sus cómplices organizaron un funeral “tumbero”. Acompañaron el cortejo fúnebre hasta el cementerio de La Matanza a bordo de camionetas y motos. Al pasar cerca de la escena del crimen, en la esquina de avenida Central y la calle 600, comenzaron a disparar tiros al aire, igual que ocurrió, hace 25 años, con Néstor “Sopapita” Merlo, el asaltante que murió junto a su pareja cuando asaltó al dueño de un almacén en Villa Pineral.Como muestra de poder hacia los integrantes de la banda que mató a Elguero, sus cómplices dispararon durante la procesión y grabaron la exhibición de armas y poder de fuego, en un acto que tiene matices similares a los que se veían en Colombia durante los funerales de los jefes de organizaciones narco.Mula del narcotráfico: un juez entendió que la cárcel no resocializa y pidió que el Estado se haga cargoLas imágenes se difundieron a través de las redes sociales y los policías, supervisados por el fiscal de Homicidios de La Matanza, Gastón Duplaá, se abocaron a la tarea de identificar a los autores de los disparos y a los responsables del asesinato de Elguero.Al revisar los videos, los efectivos de la Subestación Este de La Matanza y de la seccional de Altos de Laferrere identificaron a uno de los presuntos autores de los disparos como Ezequiel Gómez, de 21 años. Según fuentes de la investigación, se trata de un cómplice de Elguero, a quien llevó al hospital Balestrini malherido, después de que lo balearon.Para detener al cómplice de Elguero que aparecía disparando en el cortejo fúnebre, los policías debieron pedir refuerzos, ya que fueron rodeados por familiares y amigos del ladrón asesinado. Antes de que lo apresaran, Gómez intentó deshacerse de la pistola 9 milímetros con la que aparecía en el video, pero los policías lograron secuestrar el arma.Cuando lo detuvieron, el sospechoso llevaba la misma ropa que usó en el momento de disparar cuando participaba del funeral “tumbero”.Del último al primero, con un periodista heridoElguero fue asesinado el 13 de julio pasado durante un enfrentamiento entre bandas, en la esquina de Bach y Magnasco, del barrio Villegas. A partir de la reconstrucción del violento episodio los investigadores dedujeron que el móvil del homicidio fue una pelea por una parte del botín de un robo. Según establecieron, el autor del asesinato habría sido un sospechoso conocido como “Mudito” o “Gatillo”. Con estos datos, el 23 de julio pasado, los responsables de la pesquisa allanaron la casa del imputado y lo detuvieron.Una semana después, cuando la Justicia liberó el cuerpo de Elguero, sus cómplices organizaron el funeral “tumbero” y despidieron sus restos a balazos, una costumbre en el ambiente del hampa con ribetes similares al caso de Néstor “Sopapita” Merlo, que en 1996 recibió el primer funeral “tumbero” de la historia criminal argentina reciente.El 10 de mayo de aquel año, Merlo intentó asaltar un almacén en Villa Pineral. El dueño del local, de nacionalidad boliviana, se defendió con una maza de albañil, de dos kilos, y mató a Merlo y a su novia y cómplice, Fany Ruiz.Los restos de Sopapita y de su pareja fueron inhumados tras haber sido despedidos con salvas de balazos disparadas por sus amigos y vecinos de la villa El Mercado, en el partido de Tres de Febrero. El día anterior al funeral “tumbero” de Sopapita, varios amigos del ladrón dispararon contra la casa del quiosquero e hirieron de un balazo al periodista Enrique Osvaldo Sdrech, que realizaba la cobertura informativa para el noticiero de Canal 13.A Merlo lo llamaban “Sopapita” porque, según un policía que lo había apresado dos años antes, “era flaco, tenía el pelo negro y chupaba”. Era adicto a la cocaína y habría cometido varios homicidios. Veinticinco años después, la historia se repitió, con la diferencia de que, en la actualidad, los cómplices del ladrón asesinado se filmaron y difundieron las imágenes por redes sociales con el objetivo de demostrar poder y jurar venganza.

Fuente: La Nación

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