* La otrora vibrante ciudad turística quedó desierta por la
pandemia* Las tasas de vacunación son demasiado bajas para
tranquilizar a
los visitantes* Los pequeños empresarios tienen su vida en suspensoPor Tarek Amara y Angus McDowallEL DJEM, 25 mayo (Reuters) – Dos visitantes búlgaras se
encontraban en el antiguo anfiteatro de El Djem, una de las
principales atracciones de Túnez, solas aparte de las
golondrinas que revoloteaban bajo los arcos de piedra, un
espectáculo que presagia otra temporada turística arruinada por
el COVID-19.La estructura del Siglo III, tan representativa de Túnez que
aparece en el billete de 20 dinares, suele recibir unos 190.000
visitantes al año, pero en 2020 sólo acudieron 45.000 y en lo
que va del año ha estado desierta la mayor parte del tiempo.En las últimas dos semanas, las cifras han repuntado un poco
después de que el gobierno relajó las normas de cuarentena para
los paquetes turísticos, con el fin de salvar parte de los
ingresos en moneda extranjera de la temporada alta del verano
boreal, pero aún no se acercan a lo que había antes de la
pandemia.”No hay turistas y la playa está vacía. Es muy triste”, dijo
Tatiana Vasileva, una de las dos turistas búlgaras. Ambas
llegaron a Túnez dos días antes y se unieron a una excursión a
El Djem organizada por su hotel.En la plaza del anfiteatro, los negocios de turismo están
muriendo lentamente, al igual que en todo el país, lo que hace
que las vidas de las personas queden en suspenso y tomen otros
rumbos.Aroussi Obay, de 42 años, ha invertido sus ahorros en la
producción de aceite de oliva para conseguir dinero mientras su
tienda de antigüedades está inactiva. Su vecino Nofal Zeid, de
43 años, ha retrasado su boda por la falta de ingresos en su
cafetería El Hana.”He pospuesto todos mis proyectos, incluso mi boda”, dice
Zeid, quien ha despedido a los pocos miembros de su familia que
suele emplear en la temporada de verano.Pero aunque pasen días sin un cliente, ha colocado cada una
de las siete mesas que dan al anfiteatro, con un mantel rojo
brillante y un cuenco de naranjas, listo para atender su
negocio.Túnez, que depende de la ayuda extranjera para obtener las
vacunas contra el COVID-19, tiene problemas con las bajas
existencias.Se le han asignado 4,3 millones de dosis a través del plan
COVAX para los países más pobres, pero sólo han llegado 670.000
de ellas. Ha recibido otras dosis a través de un acuerdo
separado con Pfizer.Como resultado, sólo 800.000 personas de sus 11,6 millones
de habitantes han sido vacunadas hasta ahora, lo que ofrece
pocas perspectivas de reducir las tasas de infección lo
suficiente como para atraer a un gran número de visitantes lejos
de los destinos europeos rivales.El ministro de Turismo, Habib Ammar, quiere vacunar
rápidamente a los trabajadores del sector para tranquilizar a
los visitantes. “Desgraciadamente hay un problema con los
inventarios de vacunas, que no ha permitido poner en marcha esta
estrategia”, dijo.Playas desiertasLa mayoría de los turistas vienen a Túnez por sus largas y
blancas playas, pero también ofrece ruinas de ciudades romanas,
bosques de corcho, mezquitas medievales, sitios de filmación de
la película La Guerra de las Galaxias y oasis saharianos.El turismo representa normalmente una décima parte de la
economía. Su colapso después de que milicianos atacaran una
playa y un museo en 2015 provocó una crisis económica, pero el
sector se había recuperado antes de que llegara el COVID-19.La tienda de Obay en El Djem es un tesoro de bandejas de
cobre, máscaras africanas, cofres rústicos, réplicas de figuras
romanas, alfombras bereberes y persianas bellamente pintadas.”Antes de la pandemia vendía varios artículos al día. Ahora
pasan días sin ninguna venta”, dice.En el exterior, un camello se arrodilla, dispuesto a dar
paseos a los turistas que se sientan sobre cojines acolchados a
rayas, pero no viene ninguno.”Me estoy comiendo mis ahorros”, dice su propietario, Fathi
Bouzayan, de 53 años, cuya familia ha ofrecido paseos en camello
en El Djem durante generaciones.La mayor ciudad costera cercana es Susa, donde el Movenpick
Resort & Marine Spa sólo emplea a la mitad de sus 550 empleados
habituales, según su director de ventas y marketing, Zied
Maghrebi.A lo largo de las brillantes aguas turquesas de la costa,
kilómetro tras kilómetro, los complejos turísticos permanecen
casi vacíos y en la piscina del Movenpick un único niño
permanecía en el agua, absorto en un juego.
(Reporte de Tarek Amara y Angus McDowall; editado en español
por Benjamín Mejías Valencia)

Fuente: La Nación

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