Joaquín P. anunció en el chat de su familia que la semana que viene viajará a Miami por su trabajo y que ya tiene turno para vacunarse en el aeropuerto. La polémica no tardó en activarse. Sus hermanos se debatían entre si correspondía desde el punto de vista ético. Esto es, ¿debía esperar pacientemente en la fila hasta que le llegue el turno o está bien adelantar los tiempos e inmunizarse en el exterior? Como Joaquín no es grupo de riesgo y tiene 47 años, esperar en el país su turno demandará al menos un año y medio de espera. “¿El tema es a quién perjudico si me vacuno antes? No es falta de solidaridad. Tampoco es como el vacunatorio VIP, no le saco el lugar a nadie”, argumentó Joaquín. Las posiciones estaban repartidas, incluso a un lado y a otro de la grieta. Pero no son los únicos.Hace unas horas, el debate estalló en redes después de que se conoció que el expresidente Mauricio Macri viajó a Estados Unidos y se vacunó contra el Covid-19 allí. En la Argentina, está vacunado el 17% de la población con al menos una dosis. Y cada vez son más los argentinos que viajan a destinos como a Miami o a Nueva York y se vacunan allí, ya que está habilitada y en algunos destinos hasta se promueve la vacunación de extranjeros. Hay otros países que incluso buscan capitalizar ese atractivo para promocionar destinos de viaje, el llamado turismo de vacunas. Pero, ¿qué dilemas éticos entran en juego ante una decisión de este tipo?Mauricio Macri expuso en el foro “Defensa de la democracia en las Américas” (Captura/)“Hay tres situaciones. La necesidad universal de la vacuna. La dificultad del sistema sanitario para proveerlas y la solidaridad de otros países que tienen vacunas de más y las ofrecen gratuitamente a extranjeros. El hecho de que haya gente que pueda viajar y vacunarse en el exterior no le quita vacunas a la población local sino que todo lo contrario. Más allá de la imagen del rico que viaja y el pobre que se queda, el beneficio es para todos. ¿Hay un lugar de privilegio? El que se vacuna en Miami no le quita la vacuna a ningún argentino. Los que lo hicieron usando el poder político sí. ¿Cuál es la injusticia o la ilegalidad?”, apunta Rubén Revello, director del Instituto de Bioética de la UCA.Coronavirus: Por qué preocupa la llegada de la variante de Sudáfrica al país“Para evaluar si es positivo o negativo, deberíamos preguntarnos lo siguiente ¿Está lícitamente vedado? No. ¿Perjudica al sistema sanitario? No. ¿Supone una inmoralidad? Tampoco. No es colarse en la fila. Es hacer otra fila”, agrega.El tema no cae por fuera de la grieta. Vacunatorio VIP o vacunatorio Miami. El planteo que circuló en las redes apuntaba a cómo muchos funcionarios públicos y figuras cercanas al poder se inmunizaron en el llamado vacunatorio Vip; del otro lado de la grieta, los otros apuntaban contra quienes se vacunan en el exterior. Una dialéctica que supone una pugna entre los valores comunitarios e individuales, como si se hubiera desatado la batalla del sálvese quien pueda.Un centro de vacunación de Miami Beach, Florida (Agencia AFP/)“Me parece que es una actitud egoísta, que demuestra no sentirse parte del todo. Es actuar como si uno no fuera parte de la comunidad en la que vive. La pandemia nos afecta a todos. El virus es democrático. No es un problema de cada persona. Cada uno tiene una responsabilidad por uno y por la comunidad. Somos una célula en un organismo”, cuestiona el sociólogo y ensayista Sergio Sinay. “El que se aparta porque tiene los medios económicos, se ha desentendido de la comunidad de la que forma parte. Encima se hace con mucho exhibicionismo. Es el nuevo lujo de algunos. Viajar a Miami y darse la vacuna hasta es la excusa para unas vacaciones que si no serían impúdicas. Es una falta de empatía total. Estamos en una situación de riesgo que nos exige ser solidarios. Y en lugar de eso, el planteo es como yo puedo, a mí no me toca. Me parece que estamos en la primera clase del Titanic, y algunos dicen para mí hay bote. Los demás, joróbense. Yo me salvo”, agrega, Sinay, indignado.“No responde a ninguna lógica. No hay un dilema ético. Significaría que en algún aspecto, [vacunarse en el exterior] es transgresivo, perjudica a alguien, o lo abandona a su suerte. No tiene nada de todo eso. Se vive como una situación dramática y se mira mal a quien se vacuna pero es solo una variante de la envidia. La supuesta motivación es una versión sacrificial de la pandemia. Si no la recibimos todos, que nadie la reciba. Pero ese planteo no sirve”, apunta el psiquiatra y escritor José Eduardo Abadi.“Acá el verdadero drama es que alguien se adelante en la lista en detrimento de otro. Esto no es el vacunatorio VIP. Hay países que tienen vacunas disponibles y las ofrecen. Todos los que no viajamos y estamos esperando nuestro turno somos víctimas de carencias y mala planificación de un país. Somos injustas víctimas de una realidad injusta. Pero eso no hace culpable al que accede de forma legal. Es como creer que quien come torta me la sacó a mí. En realidad, pone en evidencia la diferencia que hay entre un país desarrollado y nosotros”, completa Abadi.“Es un argumento mentiroso plantear que no le saco la vacuna a nadie. Porque tampoco les tocaba a ellos todavía. Viajan para vacunarse antes. Acá estamos haciendo todos fila. Tendrás que esperar más o menos pero te va a llegar”, apunta Sinay.Filas para vacunarse en Miami (CHANDAN KHANNA/)“Es sencillo intentar plantear el tema en términos de si está bien o está mal. Pero hay que considerar otras cuestiones. La salud pública de todo el mundo ha demostrado que solo los países previsores y potentes económicamente han logrado cubrir a su población con vacunas y hasta lograron vacunar de más. Esos países solidariamente aplican a los extranjeros, en forma gratuita. ¿Qué están haciendo de distinto de lo que hacemos nosotros cuando atendemos a los tours sanitarios que vienen de Bolivia o Paraguay? Pero aquí, cuando somos los argentinos los que recibimos, la situación cambia. Es una cuestión ideológica”, aporta Revello.¿Dicotomía o argumento falaz?“Uno podría pensar este tema a partir de una dicotomía. Comunidad versus individuo”, plantea Luis Fernández, doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Di Tella y autor del libro Foucault y el liberalismo. “Una visión que plantea que uno tiene una deuda con la sociedad y tiene que subsumirse a la comunidad más allá de sus recursos y posición social. Entonces, cada uno debería vacunarse en su lugar de origen, en función de esa deuda. Esa posición mira a quien se va a vacunar al exterior como poco solidario, individualista. La otra posición sostiene que no hay un deber con la sociedad, sino que uno puede vacunarse en función de sus recursos. Si yo pudiera comprarla, me la daría en el país. Pero como no existe, la única chance es viajar y vacunarme en el exterior. Aparece un falso dilema. En realidad, quien dispone del recurso, vuelve al país y se inserta ya inmunizado en su comunidad. Y a la vez, está liberando una vacuna para que la use una persona que quizás no puede viajar”, plantea Fernández.Clases en Caba: Los grupos de padres que rechazan mandar a sus hijos a las escuelas y promueven una virtualidad paralela“¿Qué pasa con la persona que tiene el recurso y quiere hacer uso? ¿Por qué no podría hacerlo? No veo una posición antitética radical. El Estado tiene que proveer la salud pública y proveer vacunación y medicación a la población y sobre todo a la población de que no dispone de recursos. Pero quien se vacuna en el exterior, de todas formas colabora con la población general y con la inmunidad de rebaño”, agrega. Y explica que el planteo no es una puja sanitaria ni un dilema ético sino político-ideológico. “El planteo se hace en estos términos: ¿Qué se privilegia desde lo ideológico: lo orgánico y comunitario, por ende lo público por sobre el individuo? ¿O se prioriza lo individual y lo privado? Es una dicotomía falaz, porque a los efectos de la inmunización, quien se vacuna en el exterior, contribuye a la comunidad”, concluye.

Fuente: La Nación

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