En la frontera agrícola sur del país, en la Patagonia, un grupo de productores busca desarrollar la agricultura extensiva bajo riego en el valle de Río Negro. Después de conseguir resultados en trigo que alcanzan los 10.000 kilos de promedio, confirman que en maíz, los rendimientos promedio pueden llegar a las 14 toneladas. Van por más y no se detienen.
“Aquí, los rendimientos probablemente estén por arriba de las 14 toneladas/ha. Pero los picos que vemos en algunos puntos indican que podemos aspirar a potenciales de 18 toneladas por hectárea”, advierte la asesora Magalí Gutiérrez, gerente técnica del proyecto.
La aptitud agrícola de la región tiene sus limitantes. De esta forma, la falta de precipitaciones y la alta demanda ambiental que implica grandes pérdidas por evapotranspiración que hacen del riego una herramienta indispensable. Los suelos tienen escaso desarrollo y tenor de materia orgánica.
Asimismo Gutiérrez que, “cuando logramos ajustar la oferta de agua y nutrientes, el maíz es capaz de captar la elevada oferta de radiación y transformarla en grano, expresando su potencial aún a bajas densidades”.
Sin embargo, como contrapartida, las temperaturas medias y una oferta de radiación que supera la de las zonas más productivas del país, crean condiciones agroecológicas excepcionales para el desarrollo de los cultivos.
Más allá de los resultados que salen de los lotes, ensayos con densidades de 50.000 plantas hectárea expresaron hasta 9 espigas de alta productividad en un metro lineal, es decir, 3 espigas por planta
En materia de nutrición, los cultivos de servicio, antecesores del cereal, son importantísimos por el aporte a la fertilización de los suelos. El maíz se siembra, entre el 15 y el 25 de octubre, ajustando el nitrógeno disponible a 300 kilos por hectárea.
SOJA
La incorporación de leguminosas, como soja (Ver Foto) y vicia, cumple un rol clave en estos sistemas ya que permiten rotaciones más sustentables ayudando a bajar los altos volúmenes de rastrojos que dejan los cereales. Además, estos cultivos son fuente de nitrógeno.
En el caso de la soja, su incorporación es además una oportunidad de desarrollo para el territorio, ya que produce proteína vegetal que puede ser transformada localmente para generar valor agregado.
Con la soja, aun ajustando riego, nutrición y arreglo espacial, no se lograron superar los 4.000-4.500 kilos por hectárea.
Fuente: InfoCampo