En un artículo publicado en ‘The Conversation’ los veterinarios Christian Gortazar y Ursula Höfle hablaron de un viejo conocido en sanidad animal: la familia de los coronavirus. Aunque se conocen desde 1970, son relativamente recientes frente a los coronavirus causantes de la bronquitis infecciosa de las aves (1930).
Algunas personas escucharon el nombre “coronavirus” por primera vez con la aparición del SARS en 2002 o del MERS en 2012, sin embargo la mayoría lo conoció recientemente, con la emergencia de COVID-19, cuyo causante se llama SARS-CoV-2. Estos tres no son los únicos capaces de infectar a personas, pero los demás coronavirus humanos, algunos de los cuales saltaron de animales a personas hace 200 y 800 años, suelen causar síntomas muy leves.
Los coronavirus de aves pertenecen al grupo de los gamma-coronavirus, frente a los alfa- y beta-coronavirus que se hallan en personas. El coronavirus de la bronquitis infecciosa de las gallinas tiene una distribución mundial: está allí donde hay gallinas. También se encuentra en faisanes, codornices, perdices y, más recientemente, en muchas especies de aves acuáticas y hasta en loros.
Como su nombre indica, la bronquitis infecciosa de las aves causa, solo en en estos animales, una afección respiratoria generalmente leve. También se puede encontrar el virus en el tracto digestivo, los riñones y los ovarios y testículos. Por ello, una infección por coronavirus merma la capacidad de puesta de las aves. De ahí viene su gran impacto sobre la avicultura de puesta, y también la necesidad de su control.
El coronavirus causante de la bronquitis infecciosa de las gallinas es altamente contagioso. Se propaga de forma rápida por una granja y pronto afecta a la totalidad de las aves. Para veterinarios y ganaderos es fundamental, por tanto, evitar por todos los medios la entrada de aves infectadas.
La vigilancia sanitaria es clave: para ello hacen test periódicos sobre una muestra representativa y bien estratificada de la población de aves, y atención constante a posibles casos clínicos. Además adoptan medidas preventivas como no mezclar nunca aves de diferentes edades en una misma nave, limpieza y desinfección minuciosa de todo el equipamiento que entra en contacto con los animales, además de eliminar de forma continuada sus desechos. Los operarios visten ropa protectora, usan material exclusivo para cada unidad y desinfectan regularmente sus equipos.
Maneras de combatir la bronquitis infecciosa: bioseguridad y vacunación.
La bioseguridad en situación de infección consiste, fundamentalmente, en aislar los animales afectados y realizar una estricta separación de los diferentes grupos (por clases de edad), además de limitar los movimientos de aves entre naves o entre explotaciones, se puede asimilar al famoso “yo me quedo en casa” de las gallinas.
La segunda herramienta es la vacunación. En pollos jóvenes se aplican primero vacunas vivas atenuadas – consiste en un virus capaz de infectar y multiplicarse, pero que perdió su capacidad de causar la enfermedad-, que protegen a la vez frente a diferentes variantes del virus, seguidas más tarde de vacunas de recuerdo, en este caso, inactivadas (inertes).
Este tipo de vacuna tiene la ventaja de generar una respuesta más fuerte que una vacuna inactivada, pero tiene el inconveniente de recombinar con virus “de campo” y generar otro nuevo que escape a la protección vacunal y que requiere el diseño de nuevas vacunas.
“Esto es lo que hace extremadamente difícil controlar los coronavirus mediante vacunas: su capacidad de recombinación. La respuesta del sistema inmunitario se dirige contra una proteína concreta del virus, que además es la encargada de su rápida transmisión. Cualquier pequeña alteración de esta proteína genera otro serotipo que escapa a las defensas. Por ello, suele ser necesario emplear un conjunto de vacunas frente a diferentes variantes y, aun así, pueden generarse otras nuevas”, explicaron los veterinarios.
Fuente: InfoCampo