La coalición que lo llevó al Gobierno más la realidad política, económica y sanitaria llevan a Alberto Fernández a practicar a diario nuevas disciplinas. Salvo el oficio de equilibrista. Ya lo ejercitaba con Néstor Kirchner, cuando mantenía buenas relaciones con empresarios, dirigentes y periodistas a los que su jefe maltrataba. Pero los años pasaron y las obligaciones crecieron. Mantenerse sobre la cuerda floja no se ve sencillo. Menos si también debe ser malabarista, contorsionista, prestidigitador, presentador y dueño de circo. Las clavas se caen, las piernas se enredan, los trucos se ven, los furcios se repiten y la propiedad se discute. A su alrededor lo atribuyen al estrés. Como las ojeras, el sobrepeso y las dificultades para conciliar el sueño sin juguetear con el celular. En política internacional se ve claro. Nicaragua lo muestra en el clímax del andar zigzagueante y contradictorio. Atado al México del inasible Andrés López Obrador. El que hace nada se ufanó de ser amigo de Trump. Las amistades y las referencias políticas suelen explicar mucho. Pepe Mujica es uno de los más admirados amigos internacionales de Fernández. Entre muchas de sus frases célebres, al expresidente uruguayo se lo recuerda por aquella “como te digo una cosa te digo la otra”. Más que un amigo, un guía.

Fuente: La Nación

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